Luisa hablando<\/h5>

Continuando mi habitual estado, en cuanto ha venido mi adorable\u00a0Jes\u00fas,\u00a0<\/strong>todo afligido y doliente\u00a0me ha dicho:<\/strong><\/h5>

\u201c\u00a1Ah! hija m\u00eda, si el hombre se conociera a s\u00ed mismo, \u00a1oh! c\u00f3mo se cuidar\u00eda de mancharse, porque es tal y tanta su belleza, su nobleza, su hermosura, que todas las bellezas y diversidad de las cosas creadas las re\u00fane en s\u00ed, y esto porque siendo creadas todas las otras cosas de la naturaleza para servicio del hombre, y el hombre deb\u00eda ser superior a todas, por lo tanto, para ser superior deb\u00eda reunir en s\u00ed todas las cualidades de las otras cosas creadas, y no s\u00f3lo eso, sino que\u00a0habiendo sido creadas las otras cosas para el hombre y el hombre s\u00f3lo para Dios y para su delicia,\u00a0<\/strong>por consecuencia no s\u00f3lo deb\u00eda reunir en s\u00ed todo lo creado, sino que deb\u00eda superarlo hasta recibir en s\u00ed mismo la imagen de la Majestad Suprema. Y el hombre a pesar de todo esto, no cuidando todos estos bienes, no hace otra cosa que ensuciarse con las m\u00e1s feas porquer\u00edas\u201d.<\/h5>

Y ha desaparecido. Entonces yo comprend\u00eda que a nosotros nos sucede como a\u00a0 una pobre, que habiendo recibido un vestido tejido de oro, enriquecido con gemas y con piedras preciosas, como no entiende ni conoce su valor, lo tiene expuesto al polvo, lo ensucia f\u00e1cilmente y lo tiene como un vestido tosco y de poco valor, de modo que si se le quita, poco o ning\u00fan disgusto siente. As\u00ed es nuestra ceguera respecto a nosotros mismos.<\/h5><\/div>\n\t\t\t\t\t\t\t\t\t

Febrero 24, 1919 12-87<\/div>\n\t\t\t\t\t