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INDICE
1 l INTRODUCCIÓN DIVINA VOLUNTAD (CAPÍTULO 1) —-copia lo anterior y lo pones en caja de búsqueda de Youtube para escuchar las explicaciones del Dr. Thomassiny.
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El día 30 de junio del 2001, el cardenal Ratzinger, actualmente Benedicto XVI, hablaba acerca de la nueva evangelización, decía que somos un proyecto incompleto, que nuestra vida es una cuestión abierta, un proyecto por completar, y expresaba que la pregunta fundamental de todos los seres humanos es: ¿»Cómo se realiza este llegar a ser hombre»? ¿»Cómo se aprende este arte de vivir, cuál es el camino a la felicidad»?
A esta interrogante, él mismo se responde diciendo que Jesús, al inicio de su vida dice: «Él me ha ungido para llevar la buena nueva a los pobres». Y esto quiere decir: «Yo tengo la respuesta a vuestra pregunta fundamental, os enseño el camino de la vida, el camino de la felicidad, «YO SOY EL CAMINO».
Aquí está la respuesta a esa gran interrogante, ¿cómo llegar a ser hombre, cuál es el camino, cómo se realiza, y qué es ser hombre? La respuesta es Jesús.
Podríamos decir que para llegar a una total comprensión de nuestro proyecto, no basta saber ¿quién es el hombre? Que la respuesta ya está dada, es Jesús. Sino que también se debe responder a la siguiente: ¿qué es el hombre? O sea conocer en plenitud a Jesús, ya que Él es nuestro camino, nuestro modelo, a lo que se debe tender para llegar a ser realmente «HOMBRE». Y aquí nos conectamos con su Santidad Juan Pablo II, quien hablando del mismo tema, decía que debemos abrirnos totalmente al Espíritu Santo.
Jesús dice a Luisa Piccarreta que el Fiat Voluntas Tua se atribuirá al Espíritu Santo; y que es propiamente en el Fiat Voluntas Tua que el Divino Espíritu hará desahogo completo de su obra (mayo 17, 1925), por lo que será Él quien nos conducirá poco a poco hasta la Verdad plena (Jesús pleno).
Una vez expuesto lo anterior como premisa, el que el hombre debe encontrar su explicación y su comprensión en Jesús, en que Él, el Hombre-Dios debe ser nuestro modelo, vayamos a buscar en las verdades reveladas y en la interpretación que la Iglesia ha hecho de ellas, para enterarnos qué se dice al respecto, para conocer cuál es nuestra verdadera esencia y la «Finalidad para la que fuimos creados»
Para comenzar veamos que nos dice respecto a esta finalidad el Catecismo de la Iglesia Católica:
Creemos que Dios creó el mundo según su sabiduría (cf. Sb 9,9). Éste no es producto de una necesidad cualquiera, de un destino ciego o del azar. Creemos que procede de la voluntad libre de Dios que ha querido hacer participar a las criaturas de su Ser, de su sabiduría y de su bondad:
460 «El Verbo se encarnó para hacernos partícipes de la Naturaleza Divina Porque tal es la razón por la que el Verbo se hizo hombre, y el Hijo de Dios, hijo del hombre, para que el hombre al entrar en comunión con el Verbo y al recibir así la filiación divina, se convirtiera en hijo de Dios. (S. Irineo) Porque el Hijo de Dios se hizo hombre para hacernos dios. (S. Atanasio) El Hijo unigénito de Dios, queriendo hacernos partícipes de su Divinidad, asumió nuestra naturaleza, para que, habiéndose hecho hombre, hiciera dioses a los hombres» (Sto. Tomás)
475 «Cristo posee dos voluntades y dos operaciones naturales, divinas y humanas, no opuestas, sino cooperantes, de forma que el Verbo hecho carne, en su obediencia al Padre, ha querido humanamente todo lo que ha decidido divinamente con el Padre y el Espíritu Santo para nuestra salvación. La voluntad humana de Cristo sigue a su Voluntad Divina sin hacerle resistencia ni oposición, sino todo lo contrario estando subordinada a esta Voluntad Omnipotente»
521 «Todo lo que Cristo vivió hace que podamos vivirlo en Él y que Él lo viva en nosotros. El Hijo de Dios con su encarnación se ha unido en cierto modo con todo hombre (GS 22,2). Estamos llamados a no ser más que una sola cosa con Él; nos hace comulgar en cuanto miembros de su Cuerpo en lo que Él vivió en su carne por nosotros y como modelo nuestro»
Debemos continuar y cumplir en nosotros los estados y misterios de Jesús, y pedirle que los realice y lleve a plenitud en nosotros y en toda su Iglesia. Porque el Hijo de Dios tiene el designio de hacer participar y de extender y continuar sus misterios en nosotros y en toda su Iglesia por las gracias que Él quiere comunicarnos y por los efectos que quiere obrar en nosotros gracias a estos misterios. Y por este medio quiere cumplirlos en nosotros.
El Padre eterno creó el mundo por una decisión totalmente libre y misteriosa de su sabiduría y bondad. Decidió elevar a los hombres a la participación de la vida divina a la cual llama a todos los hombres en su Hijo: Dispuso convocar a los creyentes en Cristo en la santa Iglesia.
Cristo, el nuevo Adán, en la misma revelación del misterio del Padre y de su amor, manifiesta plenamente el hombre al propio hombre y le descubre la grandeza de su vocación (GS 22, 1). En Cristo, imagen del Dios invisible (Col 1,15; cf 2 Co 4, 4), el hombre ha sido creado a imagen y semejanza del Creador. En Cristo, redentor y salvador, la imagen divina alterada en el hombre por el primer pecado ha sido restaurada en su belleza original y ennoblecida con la gracia de Dios.
Lo anterior está en perfecta sintonía con la segunda carta de San Pedro, que dice:
«A vosotros, gracia y paz abundantes por el conocimiento de nuestro Señor. Pues su divino poder nos ha concedido cuanto se refiere a la vida y a la piedad, mediante el conocimiento perfecto del que nos ha llamado por su propia gloria y virtud, por medio de las cuales nos han sido concedidas las preciosas y sublimes promesas, para que por ellas os hicierais partícipes de la naturaleza divina, huyendo de la corrupción que hay en el mundo por la concupiscencia»
Y también con San Juan, quien dice:
«Ahora somos hijos de Dios, pero aún no se ha manifestado lo que habremos de ser. Pero sabemos que cuando Él se manifieste, seremos semejantes a Él porque le veremos como Él es». (I Sn. Juan 3: 1-2)
Como vemos, lo que se nos propone es, ni más ni menos, que llegar a participar, por medio de Jesús, de la naturaleza divina, porque así lo quiso nuestro Creador para lograr la finalidad delineada por su Amor.
El ¿cómo? nos lo deja indiciado en la última cena, donde menciona, según San Juan, en la oración a su padre:
«Yo en ellos, Tú en Mí, para que ellos sean uno con nosotros». Con estas palabras nos expresa el cómo (Él en nosotros), pero nos menciona que hay cosas que no puede expresar en aquel entonces, y que será el Espíritu Santo quien nos conducirá poco a poco hasta la verdad plena.
Pero cabe preguntarnos, ¿y qué es la verdad?
La Verdad es Jesús: Él mismo se define así: «Yo soy el camino, la verdad y vida»
En los escritos de la Divina Voluntad, Jesús menciona lo siguiente:
«Hija amada mía, quiero hacerte saber el orden de mi providencia. En cada período de dos mil años he renovado al mundo, en los primeros lo renové con el diluvio; en los segundos dos mil lo renové con mi venida a la tierra, en la que manifesté mi Humanidad, de la cual como de tantas fisuras se traslucía mi Divinidad, y los buenos y los mismos santos de estos terceros dos mil años han vivido de los frutos de mi Humanidad, y como a gotas han gozado de mi Divinidad. Ahora estamos cerca del final de los terceros dos mil años y habrá una tercera renovación, he aquí el por qué de la confusión general, no es otra cosa que la preparación a la tercera renovación, y si en la segunda renovación manifesté lo que hacía y sufría mi Humanidad y poquísimo lo que obraba la Divinidad, ahora en esta tercera renovación, después de que la tierra haya sido purgada y en gran parte destruida la presente generación, seré aún más magnánimo con las criaturas y llevaré a cabo la renovación con manifestar lo que hacía mi Divinidad en mi Humanidad, cómo obraba mi Querer Divino con mi querer humano, cómo todo quedaba concatenado en Mí, cómo hacía y rehacía todo, y hasta un pensamiento de cada criatura era rehecho por Mí y sellado con mi Querer Divino. Mi amor quiere desahogarse y quiere hacer conocer los excesos que obraba mi Divinidad en mi Humanidad en favor de las criaturas, que superan con mucho los excesos que externamente obraba mi Humanidad». (Enero 29, 1919)
Así que la tercera renovación será por medio del conocimiento, y son estos escritos donde se encuentra dicha revelación, por lo que en ellos sabremos «qué es el hombre, quién es, y cómo llegar a ser tal.
Ahora veamos qué nos dice en los escritos de Luisa:
En primer lugar debemos oír las siguientes palabras:
«¡Hija mía, si supieras cómo deseo, suspiro, amo la compañía de la criatura! Es tanto, que si al crear al hombre dije: No es bueno que el hombre esté solo, hagamos otra criatura que lo asemeje y le haga compañía, a fin de que uno forme la delicia del otro. Estas mismas palabras, antes de crear al hombre las dije a mi amor: No quiero estar solo, sino quiero a la criatura en mi compañía, quiero crearla para entretenerme con ella, para compartir con ella todos mis contentos, con su compañía me desahogaré en el amor. Por eso la hice a mi semejanza». (Enero 24, 1920)
Ésta es la razón de la Creación: Hacer compañía a nuestro Creador.
Pasemos a ver si en realidad Dios nos creó a imagen y semejanza de Él en su Hijo Jesucristo».
«Hija mía, la creación del hombre fue el centro donde nuestra Divinidad concentraba todos los bienes que debían surgir en la criatura, poníamos en ella Vida Divina y Voluntad Divina, vida humana y voluntad humana; la vida humana debía servirnos de habitación, y las dos Voluntades fundidas juntas debían hacer vida en común, con sumo acuerdo, más bien la voluntad humana debía tomar de la nuestra para formar sus actos, y la nuestra debía estar en acto continuo de dar de lo suyo para hacer que la voluntad humana quedase modelada y toda uniformada en la Divina Voluntad”. (Agosto 3, 1931)
Bueno, aquí está delineado en forma muy reducida, tanto el ¿por qué? de la creación, y el ¿para qué de ella?
Todas nuestras lecciones se abocarán a ir exponiendo el camino que Jesús hace recorrer a Luisa, que es el mismo que debemos recorrer todos los que queremos llegar a vivir en este reino tan santo: «EL REINO DEL DIVINO QUERER».
Retomando las últimas frases de nuestra introducción – :
“…Como vemos, lo que se nos propone es, ni más ni menos, que llegar a participar, por medio de Jesús, de la naturaleza divina, porque así lo quiso nuestro Creador para lograr la finalidad delineada por su Amor.
El ¿cómo? nos lo deja indiciado en la última cena, donde menciona, según San Juan, en la oración a su padre:
«Yo en ellos, Tú en Mí, para que ellos sean uno con nosotros». Con estas palabras nos expresa el cómo (Él en nosotros), pero nos menciona que hay cosas que no puede expresar en aquel entonces, y que será el Espíritu Santo quien nos conducirá poco a poco hasta la verdad plena…” –
Nos damos cuenta de que la finalidad de la familia humana excede con mucho todo lo que habíamos pensado, aunque nuestra madre, la Iglesia, ya lo tenía muy claro, y tan es así, que esta conclusión se debe a lo expuesto en el CIC, extraído de la palabra expuesta en la sagrada escritura. De igual manera nos es notorio que el trabajo requerido para lograr dicha finalidad, no puede ser llevado a cabo por una criatura, sino que debe ser Dios mismo quien ponga manos a la obra.
Para esto, recurriremos a los escritos de Luisa, pues es ahí donde nuestro Señor deposita tanto la enseñanza de su Divina Voluntad como el camino para llegar, pongamos atención a las siguientes palabras:
“…Hija mía, el vivir en mi Querer es muy diferente de las otras santidades, y por eso hasta ahora no se ha encontrado el modo ni las verdaderas enseñanzas del vivir en Él, se puede decir que las demás santidades son las sombras de mi Vida Divina, en cambio ésta es la fuente de la Vida Divina, por eso sé atenta en los ejercicios del vivir en mi Querer, a fin de que de ti pueda salir el verdadero modo y las enseñanzas exactas y precisas, para que quien queriendo vivir en Él pueda encontrar no la sombra, sino la verdadera santidad de la Vida Divina…”
Así que iniciemos nuestra enseñanza poniendo atención a la siguiente enseñanza que Jesús da a Luisa:
3-73
Mayo 21, 1900
“…Hija mía, ¿sabes cuál es mi mira sobre ti, y el estado que quiero de ti?”
Y deteniéndose un poco ha agregado: “La mira que tengo sobre ti no es de cosas prodigiosas, y de tantas otras cosas que podría obrar en ti para mostrar mi obra, sino que mi mira es absorberte en mi Voluntad y hacerte una sola cosa con Ella, y hacer de ti un ejemplar perfecto de uniformidad de tu querer con el mío. Éste es el estado más sublime, es el prodigio más grande, es el milagro de los milagros lo que de ti quiero hacer.
Hija mía, para llegar perfectamente a hacer uno nuestro querer, el alma debe volverse invisible, debe imitarme a Mí, que mientras lleno el mundo con tenerlo absorbido en Mí y con no quedar absorbido en él, me vuelvo invisible y de ninguno me dejo ver. Esto significa que no hay ninguna materia en Mí, sino que todo es purísimo Espíritu, y si en mi Humanidad asumida tomé la materia, fue para semejarme en todo al hombre y darle un ejemplar perfectísimo de cómo espiritualizar esta misma materia. Entonces el alma debe espiritualizar todo y llegar a volverse invisible para poder hacer fácilmente una su voluntad con mi Voluntad, porque lo que es invisible puede ser absorbido en otro objeto. De dos objetos con los que se quiere formar uno solo, es necesario que uno pierda la propia forma, de otra manera jamás se llegaría a formar un solo ser.
¡Qué fortuna sería la tuya si destruyéndote a ti misma, hasta hacerte invisible, pudieras recibir una forma toda divina! Es más, tú con quedar absorbida en Mí y Yo en ti, formando un solo ser, vendrías a retener en ti la fuente divina, y como mi Voluntad contiene todo el bien que puede existir, vendrías a retener todos los bienes, todos los dones, todas las gracias, y no tendrías que buscarlos en otra parte sino en ti misma. Y si las virtudes no tienen confines, estando en mi Voluntad según la criatura pueda llegar, encontrará su término, porque mi Voluntad hace llegar a adquirir las virtudes más heroicas y más sublimes que la criatura por sí sola no puede superar.
Es tanta la altura de la perfección del alma deshecha en mi Querer, que llega a obrar como Dios, y esto no es de asombrar, porque como no vive más su voluntad en ella, sino la Voluntad de Dios mismo, cesa todo asombro si viviendo con esta Voluntad posee la potencia, la sabiduría, la santidad y todas las otras virtudes que contiene el mismo Dios. Basta decirte, para hacer que tú te enamores y cooperes cuanto puedas por parte tuya para llegar a tanto, que el alma que llega a vivir sólo de mi Querer es reina de todas las reinas y su trono es tan alto, que llega hasta el trono del Eterno, y entra en los secretos de la Augustísima Trinidad y participa en el amor recíproco del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. ¡Oh, cómo todos los ángeles y santos la honran, los hombres la admiran y los demonios la temen, descubriendo en ella al Ser Divino…!”
Maravillosa perspectiva, ¿no les parece? Por eso es que debiéramos, junto con Luisa, expresar las mismas palabras de ella:
¡ Ah Señor ! ¿Cuándo me harás llegar a esto, porque por mí nada puedo?…”
La respuesta de Jesús a Luisa, es válida para todos aquellos que queremos seguir este camino, le dice: “Poco a poco haremos todo, Yo mismo conozco cuán débil eres, pero es de Mí que debes tomar fuerza”.
Y ahora demos inicio a nuestro adiestramiento, el mismo que usó con Luisa. Sin embargo, permítaseme un pequeño comentario que es importante.
Aquí, en la Divina Voluntad, no basta el oír, el conocer la verdad expresada por Jesús, sino que es importante el recordar que Él va poco a poco, y espera que el alma asimile una verdad anterior, que la pase como naturaleza (que la incorpore a sí como vida, no como un conocimiento) para que pueda manifestar otra verdad. Por lo que somos nosotros los que decidimos con qué velocidad queremos avanzar.
Una última recomendación, no quedarnos solamente con lo expuesto en el tema, sino que hay que leer los volúmenes. Por lo pronto estaremos analizando el vol. 01, si no lo tienen, lo pueden consultar en el siguiente link: http://www.divinavoluntad.info/01%20E.htm
Desapego del mundo exterior
“Yo soy el único que merece ser amado, le decía Jesús a Luisa, y si tú no quitas este pequeño mundo que te rodea, esto es, pensamientos de criaturas, imaginaciones, Yo no puedo entrar libremente en tu corazón, este murmullo en tu mente es impedimento para dejarte oír más clara mi voz, para derramar mis gracias y para hacerte enamorar verdaderamente de Mí…..
UNA PALABRA CURIOSA: IMAGINACIONES. Y ¿en cuántas ocasiones nos encontramos en dicha situación? Nuestra mente no deja de funcionar, cuando no pensamos en personas, pensamos en actividades de cualquier tipo, en problemas, ideas de lo que podríamos hacer, incluso en fantasías. Y pregunto, ¿valdrá la pena perder la oportunidad de que Jesús pueda unirse a nuestra vida, por todo lo anterior? Continuamos:
….Prométeme ser toda mía y Yo mismo pondré manos a la obra. Tú tienes razón en que no puedes nada, no temas, Yo haré todo, dame tu voluntad y eso me basta”….
Fijémonos bien, “DAME TU VOLUNTAD, Y ESO ME BASTA”, no otra cosa nos pide, y aquí debemos recordar sus palabras que nos dicen que debemos quitar la piedrecita de nuestra voluntad para que el mar de su Voluntad nos inunde.
…le prometía ser toda suya, le pedía perdón por que hasta aquel momento no lo había sido, le decía que verdaderamente lo quería amar y le rogaba que no me dejase nunca más sola sin Él.
Cuando ella se entretenía algún tiempo platicando con su propia familia, Jesús le dice:
“Estas pláticas te llenan la mente de cosas que no me pertenecen a Mí, te circundan el corazón de polvo, de modo que te hace sentir débil mi Gracia, no más viva. Yo, en mi vida y en casa, todo nombraba a Dios, todo se obraba por Dios y todo a Él se refería. ¿Por qué no podrías hacer tú otro tanto?”
Si durante el día mi mente se ocupaba en pensar en personas a las cuales yo quería, enseguida me reprendía diciéndome: «¿Esto es lo bien que me quieres? ¿Quién te ha amado como Yo? Mira, si tú no terminas con esto Yo te dejo”.
Palabras que suenan como una amenaza, pero más bien son el reclamo amoroso de un Jesús que anhela darse en totalidad a su criatura, pero no en forma forzada, sino cuando la criatura se disponga a ello, acogiéndolo amorosamente en su interior.
Desapego del interior de su alma.
Junto con el desapego de lo exterior, inicia una de las cosas más importantes para lograr su cometido, el desapego de su propio interior, de su voluntad, pero como parte inicial de este adiestramiento, le enseña cómo debe comportarse con el prójimo, y he aquí el cómo:
Cómo comportarme con el prójimo
“A veces me sentía dar tales y tantos reproches amargos, que no hacía otra cosa que llorar. Especialmente una mañana, después de la Comunión me dio una luz tan clara sobre el gran amor que Él me daba y sobre la volubilidad e inconstancia de las criaturas, que mi corazón quedó tan convencido, que de ahí en adelante ya no ha sido capaz de amar a ninguna persona. Me enseñó el modo de cómo amar a las personas sin separarme de Él, esto es, con mirar a las criaturas como imagen de Dios, de modo que si recibía el bien de las criaturas, debía pensar que sólo Dios era el primer autor de aquél bien y que se había servido de la criatura para dármelo, entonces mi corazón se unía más a Dios. Si recibía mortificaciones debía mirarlas también como instrumentos en las manos de Dios para mi santificación, por esto mi corazón no quedaba resentido con mi prójimo. Entonces por este modo sucedía que yo miraba a las criaturas todas en Dios, por cualquier falta que viera en ellas jamás les perdía la estima, si se burlaban de mí me sentía obligada con ellas pensando que me hacían hacer nuevas adquisiciones para mi alma, si me alababan, recibía con desprecio estas alabanzas diciendo: “Hoy esto, mañana pueden odiarme, pensando en su inconstancia”. En suma, mi corazón adquirió una libertad que yo misma no sé explicar”. Y le decía:
“Ahora hemos quedado solos, no hay ya quién nos disturbe, ¿no estás ahora más contenta que antes que debías contentar a tantos y tantos? Mira, es más fácil contentar a uno solo, debes hacer de cuenta que Yo y tú estamos solos en el mundo”. Esto es el cumplimiento de aquellas palabras de Jesús en la última cena: “Te pido por estos, están en el mundo pero no son del mundo, no te pido que los saques del mundo, sino que los preserves del mundo”.
Como última enseñanza que analizaremos en esta sesión, es el olvido total de las culpas:
“No quiero que pienses más en esto, porque cuando un alma se ha humillado, convencida de haber hecho mal y ha lavado su alma en el sacramento de la confesión y está dispuesta a morir antes que ofenderme, el pensar en ello es una afrenta a mi Misericordia, es un impedimento para estrecharla a mi Amor, porque siempre busca con su mente envolverse en el fango pasado y me impide hacerle tomar el vuelo hacia el Cielo, porque siempre con aquellas ideas se encierra en sí misma, si es que busca pensar en ellas. Y además, mira, Yo no recuerdo ya nada, lo he olvidado perfectamente; ¿ves tú alguna sombra de rencor de parte mía? Pensemos en amarnos y en contentarnos mutuamente”.
Y aquí nos quedamos, tratando de llevar a cabo todo lo que nos enseñó Jesús en esta ocasión, recordando que la parte principal para llevarlo a cabo es nuestra disposición, y la intención de que sea la Divina Voluntad que obre en nosotros, pues siendo Ella, convertirá en actos cumplidos nuestras intenciones, venciendo todas las dudas, los obstáculos, y cualquier dificultad que parezca entorpecer el camino.
CREÁMOSLE A DIOS, Y TODO ESTARÁ HECHO
DENTRO DE 1 SEMANA LA PRÓXIMA LECCIÓN.
“¡Mira, ahora no se trata de destruir a las criaturas, sino a ti misma, de hacerte morir para vivir solamente en Mí y de mi misma Vida!
Estas palabras, dichas por Jesús a Luisa, nos revelan la finalidad que se trazó al crearnos, y ésta llevará a cumplimiento lo que mencionamos en la introducción, que antes de la creación, Dios dijo a su Amor: “No quiero estar solo, sino quiero a la criatura en mi compañía, quiero crearla para entretenerme con ella, para compartir con ella todos mis contentos, con su compañía me desahogaré en el amor. Por eso la hice a mi semejanza».
Pero para lograrlo, para hacerle una digna compañía y servir para compartir sus contentos y que pudiera desahogar en amor, la criatura debía ser una perfecta imagen de Jesús, Y ASÍ NOS CREÓ, solamente que se falló en la prueba, y desde entonces el hombre perdió esta semejanza.
Dios tuvo que poner en acción una estrategia para restituirnos al punto de origen. El hombre había destruido en sí mismo la imagen y semejanza de Dios para adquirir su propia vida, vida sin la unión con su Creador, lo cual se manifiesta cuando Adán y Eva, al sentir la presencia de Dios en el paraíso sintieron vergüenza por estar desnudos, pero desnudos no en su cuerpo, no, sino desnudos en su alma, desnudos de la Gracia.
Así que se decide el perdón y la restitución al punto de origen, todo llevado a cabo por nuestro Señor Jesucristo. Él toma nuestras vidas y paga con sus sufrimientos y con su muerte todo lo que debíamos a la Majestad Suprema, llevando esta nuestra vida hasta la muerte, para dejar campo libre a la nueva Vida que nos deja por medio de su Resurrección. (Rm 6, Col. 1-22-) Así que Él hace el camino contrario de aquel que hizo Adán, éste da muerte a la Vida Divina en él para entronizar a la vida humana. Jesús, da muerte en Él a la vida humana para dar paso de nuevo a la Vida Divina.
Debemos recordar aquellas palabras de San Pablo: “Debemos completar en nosotros lo que le faltó a la Pasión de Jesús”. Y ésta es la causa de todo lo que Jesús va a exponer a Luisa acerca del aniquilamiento de su “yo”, de su “voluntad”, para dar paso a lo que Él nos deja, la Vida nueva conseguida por medio de su Resurrección. Así que ésta es la razón de todo lo que vamos a exponer, teniendo en cuenta que cada vez que debamos quitar algo que se ha convertido en vida nuestra, aunque sea “muerte” para nuestro espíritu, duele y hace sufrir.
“Todo el que quiera conservar su vida la perderá. Pero quien la pierda por amor a Mí, ese la ganará”-
Volvamos a la purificación de su interior, para lo cual Jesús le da las siguientes enseñanzas:
La primera cosa que me decía, dice Luisa, que era necesaria para purificar el interior de mi corazón, era el aniquilamiento de mí misma, esto es, la humildad. Y continuaba diciéndome:
“Mira, para hacer que Yo derrame mis gracias en tu corazón, quiero hacerte comprender que por ti nada puedes. Yo me cuido muy bien de aquellas almas que se atribuyen a ellas mismas lo que hacen, queriéndome hacer tantos hurtos de mis gracias. En cambio con aquellas que se conocen a sí mismas, Yo soy generoso en verter a torrentes mis gracias, sabiendo muy bien que nada refieren a ellas mismas, sino que me agradecen y tienen la estima que conviene, viven con continuo temor de que si no me corresponden puedo quitarles lo que les he dado, sabiendo que no es cosa de ellas.
Todo lo contrario en los corazones que apestan de soberbia, ni siquiera puedo entrar en su corazón, porque inflado de ellos mismos no hay lugar dónde poderme poner; las miserables no toman en cuenta mis gracias y van de caída en caída hasta la ruina…
¡Soberbia…! El pecado de satanás, pecado que no tiene perdón, no por su gravedad, que es mucha, sino que el soberbio jamás creerá que Dios puede perdonarlo, pues él pecó más allá de la Misericordia de Dios, se puso por encima de Dios creyendo que su pecado es más grande que dicha Misericordia, que el Amor y la Bondad. Por eso Jesús quiere entrenar a Luisa para quitar cualquier rastro que pudiera existir en ella de este pecado, ¿y qué decir de nosotros? Cuanta falta nos hace deshacernos de ella, por lo que estas enseñanzas son oro molido para nuestro camino espiritual.
…quiero que en este día hagas continuos actos de humildad, quiero que tú estés como un niño envuelto en pañales, que no puede mover ni un pie para dar un paso, ni una mano para obrar, sino que todo lo espera de la madre, así tú te estarás junto a Mí como un niño, rogándome siempre que te asista, que te ayude, confesándome siempre tu nada, en suma, esperando todo de Mí”…
Luisa lo llevaba a cabo, se humillaba, etc., y el resultado de este seguir las enseñanzas de su Jesús, se ven en seguida:
…Después, en la mañana cuando iba de nuevo a comulgar, me parecía que al venir Jesús a mí hacía fiesta por el contento que sentía al verme tan aniquilada, me decía otras cosas sobre el aniquilamiento de mí misma, pero siempre de manera diferente a la anterior, yo creo que no una, sino cientos de veces me ha hablado, y si me hubiera hablado miles de veces tendría siempre nuevos modos para hablar sobre la misma virtud, ¡oh! mi Divino Maestro, cuán sabio eres, si al menos te hubiera correspondido.
Recuerdo que una mañana mientras me hablaba sobre la misma virtud, me dijo que por falta de humildad había cometido muchos pecados, y que si yo hubiera sido humilde me habría tenido más cerca a Él y no habría hecho tanto mal; me hizo entender cómo era feo el pecado, la afrenta que este miserable gusano había hecho a Jesucristo, la ingratitud horrenda, la impiedad enorme, el daño que le había venido a mi alma. Quedé tan espantada que no sabía qué hacer para reparar, hacía algunas mortificaciones, pedía otras al confesor, pero pocas me eran concedidas, así que todas me parecían sombras y no hacía otra cosa que pensar en mis pecados….
Y aquí entra la enseñanza vista en la meditación anterior, el no deber pensar en nuestras culpas.
…De ahí en adelante no pensé más en eso (en sus culpas), hacía cuanto más podía por contentarlo y le pedía que Él mismo me enseñase el modo como debía hacer para reparar el tiempo pasado. Y Él me decía:
Imitación de la vida de Jesús.
“Estoy pronto a hacer lo que tú quieres. Mira, la primera cosa que te dije que quería de ti era la imitación de mi Vida, así que veamos qué cosa te falta”.
“Señor”, le decía, “me falta todo, no tengo nada”….
¿Qué diremos nosotros? ¿Cuánto nos falta?
…“Y bien”, me decía: “No temas, poco a poco haremos todo, Yo mismo conozco cuán débil eres, pero es de Mí que debes tomar fuerza”. (No lo recuerdo en orden, pero como pueda lo diré) Y agregaba:
Espíritu de rectitud.
“Quiero que seas siempre recta en tu obrar, con un ojo me debes mirar a Mí y con el otro debes mirar lo que estás haciendo; quiero que las criaturas te desaparezcan del todo. Si te vienen dadas ordenes no mires a las personas, no, sino debes pensar que Yo mismo quiero que tú hagas lo que te es ordenado, entonces con el ojo fijo en Mí no juzgarás a ninguno, no mirarás si la cosa te es penosa o te gusta, si puedes o no puedes hacerla, cerrando los ojos a todo esto los abrirás para mirarme sólo a Mí, me llevarás junto a ti pensando que te estoy mirando fijamente y me dirás: “Señor, sólo por Ti lo hago, sólo por Ti quiero obrar, no más esclava de las criaturas”. Así que si caminas, si obras, si hablas, en cualquier cosa que hagas, tu único fin debe ser de agradarme sólo a Mí. ¡Oh! Cuántos defectos evitarás si haces así”.
Otras veces me decía: “También quiero que si las personas te mortifican, te injurian, te contradicen, la mirada también fija en Mí, pensando que con mi misma boca te digo: “Hija, soy propiamente Yo que quiero que sufras esto, no las criaturas, aleja la mirada de ellas, sino sólo Yo y tú siempre, todas las demás destrúyelas. Mira, quiero hacerte bella por medio de estos sufrimientos, te quiero enriquecer con méritos, quiero trabajar tu alma, volverte similar a Mí. Tú me harás un regalo, me agradecerás afectuosamente, serás agradecida con aquellas personas que te dan ocasión de sufrir, recompensándolas con algún beneficio. Haciendo así caminarás recta ante Mí, ninguna cosa te dará más inquietud y gozarás siempre paz”….
Enorme enseñanza, que nos parece dura, cruel, y en ocasiones humillante, pues nuestro “yo” se está viendo humillado, puesto en último lugar, y sin embargo son oro purísimo para nuestro espíritu, pues se está deshaciendo de aquella costra de alejamiento de Dios.
Espíritu de mortificación.
…Después de algún tiempo en que traté de ejercitarme en estas cosas, a veces haciendo y a veces cayendo (si bien veo claro que aun me falta este espíritu de rectitud y siempre quedo más confundida pensando en tanta ingratitud mía), Jesús me habló y me hizo entender la necesidad del espíritu de mortificación, (si bien me recuerdo que en todas estas cosas que me decía, me agregaba siempre que todo debía ser hecho por amor suyo, y que las virtudes más bellas, los sacrificios más grandes, se volvían insípidos si no tenían principio en el amor. La caridad, me decía, es una virtud que da vida y esplendor a todas las demás, de modo que sin ella todas están muertas y mis ojos no sienten ningún atractivo, y no tienen ninguna fuerza sobre mi corazón; estate pues atenta y haz que tus obras, aun las mínimas estén investidas por la caridad, esto es, en Mí, conmigo y por Mí). Ahora vayamos directamente a la mortificación.
“Quiero”, me decía, “que en todas tus cosas, hasta las necesarias, sean hechas con espíritu de sacrificio. Mira, tus obras no pueden ser reconocidas por Mí como mías si no tienen la marca de la mortificación. Así como la moneda no es reconocida por los pueblos si no contiene en sí misma la imagen de su rey, es más, es despreciada y no tomada en cuenta, así es de tus obras, si no tienen el injerto con mi cruz no pueden tener ningún valor. Mira, ahora no se trata de destruir a las criaturas, sino a ti misma, de hacerte morir para vivir solamente en Mí y de mi misma Vida. Es verdad que te costará más que lo que has hecho, pero ten valor, no temas, no lo harás tú sino Yo que obraré en ti”.
Entonces recibía otras luces sobre la aniquilación de mí misma y me decía:
“Tú no eres otra cosa que una sombra, que mientras quieres tomarla te huye, tú eres nada”.
Yo me sentía tan aniquilada que habría querido esconderme en los más profundos abismos, pero me veía imposibilitada para hacerlo, sentía tal vergüenza que quedaba muda. Mientras estaba en este reconocimiento de mi nada, Él me decía:
“Ponte junto a Mí, apóyate en mi brazo, Yo te sostendré con mis manos y tú recibirás fuerza. Tú estás ciega, pero mi luz te servirá de guía. Mira, me pondré delante y tú no harás otra cosa que mirarme para imitarme”.
Después me decía: «La primera cosa que quiero que mortifiques es tu voluntad, aquel «yo» se debe destruir en ti, quiero que la tengas sacrificada como víctima ante Mí para hacer que de tu voluntad y de la mía se forme una sola. ¿No estás contenta?»
Sí Señor, pero dame la Gracia, porque veo que por mí nada puedo. Y Él continuaba diciéndome:
“Sí, Yo mismo te contradiré en todo, y a veces por medio de las criaturas”.
Y aquí está delineado quién es el que nos dará estos contratiempos (sufrimientos), es el mismo Jesús quién tomará la batuta para purificarnos, pues sólo Él conoce lo que debemos purificar.
Tenemos que iniciar con esto, pero tengamos en mente que lo que nosotros queramos hacer para lograrlo no siempre será lo adecuado, como Luisa, que le pedía al confesor lo que ella pensaba que debía hacer, y no le era concedido. Así nosotros, dejemos que Jesús nos vaya poniendo los sucesos, y lo que debemos hacer es aceptar, recibir con agradecimiento lo que Él nos presenta, pues es ahí donde necesitamos purificarnos, y amemos más estas pruebas, pues son el requisito para nuestra unión con Él, y si es así, deberíamos desear recibir muchas más mortificaciones.
Hasta la próxima. Se aceptan comentarios
Llevamos solamente dos lecciones, y Jesús nos ha dejado ya una enorme tarea, tarea que vale la pena recapitular:
En primer lugar nos ha propuesto purificarnos de lo exterior, seguido de la purificación del interior, o sea de nuestro propio “yo”, y esto es lo que llamamos: “desapego”.
Tratemos de ahondar un poco en esto escuchando las palabras de Jesús:
“Hija mía, la cosa principal para que Yo entre en un alma y forme mi habitación en ella, es el desapego total de toda cosa. Sin esto no sólo no puedo morar en ella, sino que ni siquiera alguna virtud puede tomar habitación en el alma. Después que el alma ha hecho salir todo de sí, entonces Yo entro en ella y unido con la voluntad del alma fabricamos una casa para venir a morar junto con ella. Los cimientos de esta casa se basan en la humildad”. (2-89 Octubre 29, 1899)
Dejemos aquí esta lectura para resaltar dos cosas: La primera es la que estamos analizando, el desapego, y Jesús lo pone como la «cosa principal», lo que nos da a entender que sin esto no existe lo demás, o sea el formar la casa y que venga a morar en ella.
Lo segundo es que los cimientos de esta casa son formados por la humildad. Vale la pena ir aclarando que la verdadera humildad, la que Jesús quiere de nosotros, es el llegar a reconocer nuestra “nada”, que es lo que en realidad somos, pues el único que puede decirse humilde es Él, pues es el único que es algo; todos los demás, lo que tengamos, siempre será recibido, o sea nos fue dado, pero por nosotros mismos no poseemos nada, así que, en sentido literal, no podríamos practicar la humildad, pues en realidad no hay nada de lo que pudiera vanagloriarme y renunciar a ello para llegar esta virtud. En cambio Él es todo, y por amor renuncia a lo que es, para ponerse en poder de las manos del hombre, su criatura.
Ahora, ¿qué se requiere para llegar al desapego? Jesús le dice:
“Si llegas a ejercitarte en la “Fe”, pero una Fe que te inunde por todas partes, como aquellas barcas que son inundadas por las aguas del mar, y como la Fe soy Yo mismo, siendo inundado por Mí, que todo poseo, puedo y doy libremente a quien en Mí confía, sin que tú pienses en lo que vendrá, y al cuándo y el cómo y qué harás, Yo mismo, según tus necesidades me prestaré a socorrerte. Si te ejercitas en esta Fe, casi nadando en ella, en recompensa te infundiré en el corazón tres gozos espirituales: El primero, que penetrarás las cosas de Dios con claridad. El segundo es un fastidio de las cosas terrenas y sentirás en tu corazón alegría por las cosas celestiales. Y el tercero es un desapego total de todo, y en donde antes sentías inclinación, sentirás un fastidio, y por esto tu corazón será inundado por la alegría que gozan las almas totalmente desapegadas, que tienen su corazón tan inundado de mi amor, que de las cosas que las rodean externamente no reciben ninguna impresión”.
Buena lección, “Fe”. La Fe es creer en, y creerle a Dios, sin dudas, sin cavilaciones, sin argumentar nada, simplemente lo dice Él, POR LO TANTO ES CIERTO.
Oigamos nuevamente a Jesús:
“Quiero de ti un desapego absoluto de toda cosa, tanto que todo lo que es tierra quiero que sea tenido por ti como estiércol y podredumbre que da horror al sólo mirarlo, y esto porque las cosas terrenas, aunque no se tuviera apego a ellas, sólo con tenerlas en torno y mirarlas, ensombrecen las cosas celestiales e impiden realizar ese místico desposorio que te he prometido. Además quiero que así como Yo fui pobre, también me imites en la pobreza, debes considerarte en esta cama como una pobrecita, los pobres se contentan con lo que tienen, y me agradecen primero a Mí, y luego a sus benefactores. Así tú conténtate con lo que te es dado, sin pedir ni esto ni aquello, porque podría ser un estorbo en tu mente y con santa indiferencia, sin pensar si eso te haría bien o mal sométete a la voluntad de los demás”.
¿Difícil? Así lo parece, sobre todo cuando se habla de pobreza, pues se piensa que debemos desprendernos de todas nuestras pertenencias. Sin embargo, debemos recordar que la riqueza no es poseer, sino depender de lo se posee, puedo ser pobre en lo material, pero al mismo tiempo riquísimo, puesto que toda mi atención está puesta en lo poco que poseo, dependo totalmente de ello; y viceversa, ser rico en lo material, pero al mismo tiempo pobre, pues no dependo de dicha riqueza, mi atención, mi corazón no están en ella.
El desapego, el vaciarnos de todo facilita el que la Vida Divina nos penetre, al igual que la luz del sol, el cual donde encuentra vacío, aunque fuera una caverna, un subterráneo, con tal que estén vacíos y haya alguna pequeña abertura para entrar, entra y todo lo llena de luz, y si la luz no ilumina más, no es que le falte la luz, sino que le falta el terreno para poder difundir de más su luz. Así la Divina Voluntad, más que sol envuelve a todas las criaturas, pero no entra sino solamente en los corazones vacíos, y por cuanto vacío encuentra, tanta luz hace penetrar dentro de los corazones”.
Lo importante es el vacío, y Jesús nos da un segundo tip para lograrlo.
Ya se habló de la humildad como base para levantar los muros de la casa que se debe construir para que la Divinidad venga a morar en nosotros, ahora la vuelve a poner como instrumento para forman estos vacíos, diciendo que la humildad es la pala que excava y forma el vacío en nuestro interior, el desapego de todo, aun de nosotros mismos.
De esta manera, teniendo ya nuestro interior totalmente desocupado, hace falta una ventana para hacer entrar la luz, y ésta es la confianza en Dios y la desconfianza en uno mismo; o sea nuevamente la “Fe” hace su aparición, pues cómo puedo confiar si no creo en Él, si no creo que lo que dice es verdad. De esta manera, por cuanto se confía en Dios, más se ensancha la ventana para hacer entrar la luz”.
Entonces son dos los fundamentos para llegar al desapego: La Fe y la humildad.
Sigamos oyendo argumentos puestos por nuestro Señor para llegar al desapego total:
…”Después de esto me he sentido fuera de mí misma junto con Jesús. Había muchas personas, quién ambicionaba las riquezas, quién el honor, quién la gloria y quién hasta la santidad, y tantas otras cosas, pero no por Dios, sino para ser tomadas en cuenta como algo grande por las demás criaturas. Jesús dirigiéndose a ellas, moviendo la cabeza les dijo:
“Qué tontos sois, os estáis formando la red para enredaros”.
Después, dirigiéndose a mí me ha dicho:
“Hija mía, por eso la primera cosa que tanto recomiendo es el desapego de todas las cosas y hasta de sí mismo, y cuando el alma se ha despegado de todo, no tiene necesidad de hacerse fuerza para estar lejos de todas las cosas de la tierra, que por ellas mismas se ponen a su alrededor, pero viendo que no son tomadas en cuenta, más bien despreciadas, dándole un adiós se despiden para no darle más molestia”. (2-25 Mayo 23, 1899)
En otra ocasión, tratando acerca de la manifestación del Niño Jesús a los magos, nos da otra utilísima lección del cómo llegar al tan ansiado desapego, oigamos: Dice que se comunicó a ellos en tres maneras; se comunicó por medio del amor, de la belleza y la potencia, y que con haberse comunicado de esta manera, les obtuvo tres efectos: Comunicándome con el amor obtuvieron el desapego de ellos mismos, con la belleza obtuvieron el desprecio de las cosas terrenas, y con la potencia quedaron sus corazones atados a Mí, y obtuvieron el valor de arriesgar la sangre y la vida por Mí”. (4-46)
1.- El comunicarse con el AMOR provocó el desapego de ellos mismos. Pidamos pues que su Amor nos sea manifiesto, pues una vez conocido éste, ¿qué podrá apartarnos de Él? Ni siquiera el desordenado amor a nosotros mismos, mucho menos el amor a las cosas o seres creados.
2.- El hacerlo con la BELLEZA obtuvo en ellos el desprecio de las cosas terrenas. Natural desenlace, pues si todo lo creado, por bello, atractivo o maravilloso que sea, no es otra cosa que un simple reflejo de la belleza y perfecciones de nuestro Padre y Dios, en el momento que nos conceda dicha manifestación, todo quedará velado para nosotros, no volviendo a ser atraídos por las sombras, sino que siempre buscaremos la luz.
3.- Finalmente lo hizo con la POTENCIA, por lo que sus corazones quedaron atados a Él, pudiendo obtener el valor de arriesgar su vida por Él. ¿Qué potencia humana podrá separarnos de Él? Ninguna. La única que podría lograrlo, y eso por ser una potencia espiritual, sería nuestra voluntad. Ésta se podría convertir en nuestro peor enemigo al llevarnos no sólo a separar nuestra vista de Dios poniéndola en las criaturas, sino incluso a nuestra separación definitiva (condenación); hagamos caso de las palabras del evangelio: “no teman a aquel que puede quitarles la vida material, sino a quien puede arrojarlos a las llamas eternas del infierno” (nuestra voluntad) no satanás, él no tiene este poder, él puede tentarnos, hacernos la guerra, pero quien decide qué camino tomar es la voluntad humana, por lo que ya conocemos a nuestro peor enemigo, aunque puede ser nuestro mejor amigo, llevándonos a la vida eterna.
Así que tenemos ya dos esquemas de cómo poder llegar a dicho desapego.
1.- Un esquema llevado a cabo con nuestras propias fuerzas, por medio de la virtud.
2.- Un segundo formado por la comunicación de Jesús al alma, el cual logra la finalidad que busca en nosotros, el vaciarnos TOTALMENTE.
Sin lugar a dudas, éste segundo es mucho más completo, así que vayamos a ver qué se requiere para llegar a él:
De este pasaje de la vida de nuestro Redentor se pueden sacar muchas enseñanzas, y aunque en la actualidad se duda que hayan sido tres los personajes, hablándose de varios, esto en realidad no tiene importancia, puesto que nuestro Jesús menciona TRES, y lo que nos interesa no es número, sino las disposiciones de ellos para encontrar al Niño y merecer la manifestación que éste les concedió, y los efectos de dicha manifestación, pero también veremos los regalos que ellos dieron, de los cuales Jesús se vale para hacernos la sugerencia de lo que quiere que le demos nosotros.
Vayamos a investigar qué clase de personajes eran: Dice Jesús que para el gran portento de su Encarnación eligió a una Virgen, humilde, pobre; por custodio que debía hacer las veces de padre, a San José, tan pobre que tenía necesidad de trabajar para mantener la familia. O sea, se sirvió de personas que en la apariencia no llaman la atención de nadie, porque las dignidades, los cetros, las riquezas ciegan al alma y le impiden penetrar en los secretos celestiales para recibir al mismo Dios. En cambio para manifestar a los pueblos su venida a la tierra, se sirvió de personas con autoridad, de hombres doctos y sabios, todo con la finalidad de que por su autoridad pudieran difundir el conocimiento del Dios nacido.
Sin embargo la estrella fue vista por todos, no obstante sólo tres se mueven, ponen atención y la siguen, esto dice que entre todos, sólo ellos poseían un cierto dominio de ellos mismos, lo que les permitió formar un vacío en su interior, por lo que sin tomar en cuenta sacrificios, ni murmuraciones, ni burlas, dominándose a sí mismos siguieron la estrella unida a la llamada de Jesús, que resonaba en su interior, los iluminaba, los alentaba y decía tantas cosas de Aquél que debían visitar. Así que para este gran suceso quiso hombres que tuvieran dominio sobre ellos mismos, que formaran un vacío en su interior para hacer resonar el eco de su llamada. ¿Pero cuál no sería su sorpresa al ver detenerse la estrella sobre una vil choza?
En cuanto entraron en la gruta se arrodillaron, adorando a aquel Niño, y dice Jesús que en cuanto doblaron las rodillas Él se manifestó e hizo transparentar de su pequeña Humanidad su Divinidad, y conocieron quién era Él.
Entonces hay que fijarnos en cómo es necesario el dominio de uno mismo, y el vacío en el corazón para oír su llamada y ser capaces de conocer la Verdad. Una vez que nos hemos acercado, Jesús tendrá que manifestarse a nuestra alma, y de la misma manera que lo hizo con los sabios, lo hará con nosotros, lo que nos llevará, si así lo decidimos, al desapego total, y a un abandono total.
Debemos analizar también los dones que los magos ofrecen al Niñito Jesús, ya que nos será pedido lo mismo que a ellos, en correspondencia a lo que Él nos ofrece:
Oro. No el oro material, sino el oro espiritual, esto es, el oro de su voluntad, el oro de los afectos, de los deseos, de los propios gustos, el oro de todo el interior del hombre, éste es todo el oro que el alma tiene, y lo quiero todo para Mí.
Y al igual que a los magos en correspondencia les dio la inteligencia y el conocimiento de la Verdad, así a nosotros, en la medida que nuestro oro sea el más puro, de la misma manera nos dará esta inteligencia y conocimiento.
Mirra. Ahora, para darme esto, al alma le resulta muy difícil dármelo sin sacrificarse y mortificarse, y ésta es la mirra, que como hilo eléctrico ata el interior del hombre y lo hace más resplandeciente, y le da la tinta de múltiples colores, dándole al alma todas las especies de bellezas.
Incienso. Pero esto no es todo, se requiere quién mantenga siempre vivos los colores, la frescura, que como perfume y vientecillo exhala del interior del alma, se requiere quién ofrezca y quién obtenga dones mayores de aquellos que dona, como también se requiere todavía quién obligue a morar en el propio interior a Aquél que recibe y Aquél que da, y tenerlo en continua conversación y en continuo comercio con él, entonces, ¿quién hace todo esto? La oración, en especial el espíritu de ORACIÓN INTERIOR, que sabe convertir no sólo las obras internas en oro, sino también las obras externas, y éste es el incienso”.
Aquí tenemos marcado la manera de llegar al desapego que se nos pide, condición indispensable para formar la vida plena de la Divina Voluntad en nosotros. Pongamos en práctica esto, teniendo en cuenta que Jesús dice a Luisa que Él espera a que el alma lleve a cabo las verdades que le manifiesta para decirle nuevas verdades. ¿De qué nos valdría el conocer mucho si no practicamos lo aprendido? Quedarían estas verdades como testigos en contra de nuestra causa.
En la próxima entrega, dentro de tres días continuaremos con lo expuesto a Luisa.
Ojalá hayan quedado claros los modos de llegar al desprendimiento de todo lo externo, pero sobre todo el cómo dar principio a trabajar en la parte interior, que es la más difícil. ¿Por qué la más difícil?
Sencillo entenderlo. Para todo lo que llevamos a cabo, sin importar si son acciones materiales, pensamientos, acciones de entendimiento; relaciones de tipo social, laboral, familiar, incluso nuestra relación con Dios, siempre inician desde nuestro «YO». Es por esto por lo que se nos dificulta aun el pensar en quitarlo, porque estamos incidiendo en la parte de nuestra identidad.
Debido a lo anterior, cuando Jesús dice:
“…Mira, ahora no se trata de destruir a las criaturas, sino a ti misma, de hacerte morir para vivir solamente en Mí y de mi misma Vida. Es verdad que te costará más que lo que has hecho, pero ten valor, no temas, no lo harás tú sino Yo que obraré en ti”. Nos está dando la clave, no seremos nosotros, sino Él el que debe llevarlo a cabo, Él, que debe modificar nuestro comportamiento, así que lo único que nos toca es aceptar los cambios que se vayan presentando en nuestro obrar. No hacer nada, simplemente abandonarnos.
Aclarado lo anterior, continuemos:
Jesús da inicio a una etapa de pruebas, le va poniendo mortificaciones, pequeñas en apariencia, pero la finalidad era mortificar su voluntad, y de aquí tomemos ejemplo en cómo aun en cosas tan triviales, se puede iniciar nuestra mortificación. Veamos algunos ejemplos:
Si en la mañana me despertaba y no me levantaba enseguida, la voz interna me decía: “Tú descansas, y Yo no tuve otro lecho que la cruz, pronto, pronto, no tanta satisfacción”.
Si me encontraba en el campo y veía flores, árboles, me decía: “Yo todo lo he creado por amor tuyo, tú priva a tu vista de este contento por amor mío”.
Aun en las cosas más inocentes y santas, como por ejemplo los ornamentos de los altares, las procesiones, me decía: “No debes tomar otro placer que en Mí solo”.
Si mientras trabajaba estaba sentada, me decía: “Estás demasiado cómoda, ¿no te acuerdas que mi Vida fue un continuo penar? ¿Y tú? ¿Y tú?”.
Algunas veces que estaba trabajando con lentitud y desganada me decía: “Pronto, apúrate, que el tiempo que ganarás apurándote vendrás a pasarlo junto Conmigo en la oración”.
Si llegaba la hora de la comida y comía alguna cosa agradable, súbito me reprendía internamente diciendo: “¿Tal vez te has olvidado que Yo no tuve otro gusto que sufrir por amor tuyo, y que tú no debes tener otro gusto que el mortificarte por amor mío? Déjalo y come lo que no te agrada”. Y yo enseguida lo tomaba y lo llevaba a la persona que ayudaba en el servicio, o bien decía que ya no quería, y muchas veces me la pasaba casi en ayunas, pero cuando iba a la oración recibía tanta fuerza y sentía tal saciedad, que sentía náusea de todo lo demás.
Otras veces para contradecirme, si no tenía ganas de comer, me decía: “Quiero que comas por amor mío, y mientras el alimento se une al cuerpo, pídeme que mi Amor se una con tu alma y quedarán santificadas todas las cosas”.
En una palabra, sin ir más lejos, aun en las cosas más mínimas trataba de hacer morir mi voluntad, para hacer que viviera sólo para Él. Permitía que hasta el confesor me contradijera, como por ejemplo: Sentía un gran deseo de recibir la comunión, todo el día y la noche no hacía otra cosa que prepararme, mis ojos no se podían cerrar al sueño por los continuos latidos del corazón y le decía: “Señor, apresúrate porque no puedo estar sin Ti, acelera las horas, haz que surja pronto el sol porque yo no puedo más, mi corazón desfallece”. Él mismo me hacía ciertas invitaciones amorosas con las que me sentía despedazar el corazón; me decía: “Mira, Yo estoy solo, no sientas pena de que no puedes dormir, se trata de hacer compañía a tu Dios, a tu Esposo, a tu Todo, que es continuamente ofendido, ¡ah! no me niegues este consuelo, que después en tus aflicciones Yo no te dejaré”. Mientras estaba con estas disposiciones, por la mañana iba con el confesor y sin saber por qué, la primera cosa que me decía era: “No quiero que recibas la Comunión”. Digo la verdad, me resultaba tan amargo que a veces no hacía otra cosa que llorar, al confesor no me atrevía a decirle nada, porque así quería Jesús que hiciera, de otra manera me reprendía; pero yo iba con Él y le decía mi pena: “Ah Bien mío, ¿para esto la vigilia que hemos hecho esta noche, que después de tanto esperar y desear, debía quedar privada de Ti? Sé bien que debo obedecer, pero dime, ¿puedo estar sin Ti? ¿Quién me dará la fuerza? Y además, ¿cómo tendré el valor de irme de esta iglesia sin llevarte conmigo? Yo no sé qué hacer, pero Tú puedes remediar a todo”. Mientras así me desahogaba, sentía venir un fuego junto a mí, entrar una llama en el corazón y lo sentía dentro de mí, y enseguida me decía: “Cálmate, cálmate, heme aquí, estoy ya en tu corazón, ¿de qué temes ahora? No te aflijas más, Yo mismo te quiero enjugar las lágrimas, tienes razón, tú no podías estar sin Mí, ¿no es verdad?”.
Como vemos, aparentemente son naderías de las que se vale Jesús para irla fortaleciendo en el desapego. Hagamos los mismo, empecemos el camino de mortificación de nuestra voluntad, con cosas sencillas, nada espectacular, y que se puede llevar a cabo sin ser aparentes en lo exterior.
Luego le dice:
“Amada mía, las cosas pasadas no han sido más que un preparativo, ahora quiero venir a los hechos, y para disponer tu corazón para hacer lo que quiero de ti, esto es, la imitación de mi Vida, quiero que te internes en el mar inmenso de mi Pasión, y cuando tú hayas comprendido bien la acerbidad de mis penas, el amor con el que las sufrí, quién soy Yo que tanto sufrí, y quién eres tú vilísima criatura, ah, tu corazón no osará oponerse a los golpes, a la cruz, QUE YO SÓLO POR TU BIEN LE TENGO PREPARADA. Más bien al sólo pensar que Yo, tu maestro, he sufrido tanto, tus penas te parecerán sombras comparadas con las mías, el sufrir te será dulce y llegarás a no poder estar sin sufrimientos”.
Mi naturaleza temblaba al solo pensar en los sufrimientos, le pedía que Él mismo me diera la fuerza, porque sin Él, me habría servido de sus mismos dones para ofender al donador. ENTONCES ME PUSE TODA A MEDITAR LA PASIÓN, Y ESTO HIZO TANTO BIEN A MI ALMA, QUE CREO QUE TODO EL BIEN ME HA VENIDO DE ESTA FUENTE. Veía la Pasión de Jesucristo como un mar inmenso de luz, que con sus innumerables rayos me herían toda, esto es, rayos de paciencia, de humildad, de obediencia y de tantas otras virtudes; me veía toda rodeada por esta luz, y quedaba aniquilada al verme tan desemejante de Él. Aquellos rayos que me inundaban eran para mí otros tantos reproches que me decían:
“Un Dios paciente, ¿y tú? Un Dios humilde y sometido aun a sus mismos enemigos, ¿y tú? Un Dios que sufre tanto por amor tuyo, y tus sufrimientos por amor suyo, ¿dónde están?”
Ésta es otra actividad que debemos iniciar, meditar continuamente su Pasión, sumergirnos en ella, seguirla con la dirección que Él mismo nos da a través de las meditaciones expuestas en el libro de las 24 Horas de su Pasión, pero no nos vayamos a conformar con leer y meditar, no, sino que sumerjámonos en sus dolores, sufrimientos, en sus intenciones, y hagamos junto con Él lo que Él hace. Es en esta etapa cuando Jesús le concede a Luisa aquella famosa visión de Él llevado al calvario:
“Un día, mientras trabajaba, estaba considerando las penas acerbísimas que sufrió mi buen Jesús, mi corazón me lo sentía tan oprimido por la pena, que me faltaba la respiración; temiendo que me sucediera algo quise distraerme asomándome al balcón, vi hacia la calle, pero, ¿qué veo? Veo la calle llena de personas, y en medio a mi amante Jesús con la cruz sobre la espalda; quién lo empujaba por un lado y quién por el otro, todo agitado, con el rostro chorreando sangre, que levantaba los ojos hacia mí en actitud de pedirme ayuda. ¿Quién podrá decir el dolor que sentí, la impresión que hizo sobre mi alma una escena tan lastimera? Rápidamente entré en mi habitación, yo misma no sabía dónde me encontraba, el corazón me lo sentía despedazar por el dolor, gritaba y llorando le decía: “¡Jesús mío, si al menos te pudiera ayudar, te pudiese liberar de esos lobos tan enfurecidos! ¡Ay! al menos quisiera sufrir esas penas en lugar tuyo para dar alivio a mi dolor. AH, MI BIEN, DAME EL SUFRIR, PORQUE NO ES JUSTO QUE TÚ SUFRAS TANTO Y YO, PECADORA, ESTÉ SIN SUFRIR”.
Ésta es la reacción normal de cualquier alma que se ha adentrado ya en el seguimiento de Jesús, que ya ha meditado quién es Él y quién es ella, y en la que ha comenzado a surgir el amor hacia Él.
Una actividad más que debemos emprender, conocer a fondo su Pasión, las causas de ella, sus alcances, los bienes que nos consigue, así que esto se agrega a nuestro adiestramiento.
Continúa Luisa:
Desde entonces, recuerdo que se encendió en mí tanto deseo de sufrir que no se ha apagado hasta ahora. Recuerdo también que después de la Comunión le pedía ardientemente que me concediera el sufrir.
Y uno se pregunta: ¿y cuál es la causa de tanto sufrimiento? A lo que Jesús nos contesta a través de Luisa:
“No podrás verdaderamente semejarte a Mí sino por medio de los sufrimientos.
He ahí la razón. Pero no se conforma con eso, debe ir avanzando en la demolición de su voluntad, por lo que le comunica: Hasta ahora he estado junto a ti, ahora quiero dejarte sola un poco, sin hacerme sentir. Mira, hasta ahora te he llevado de la mano, enseñándote y corrigiéndote en todo, y tú no has hecho otra cosa que seguirme. Ahora quiero que hagas por ti misma, pero más atenta que antes, pensando que te estoy mirando fijamente, pero sin hacerme sentir.
Te dejo sola porque te quiero hacer comprender bien quién eres tú. Mira, lo hago por tu bien, no te entristezcas, quiero preparar tu corazón a recibir las gracias que he diseñado sobre ti. Hasta ahora te he asistido sensiblemente, ahora será menos sensible, te haré tocar con la mano tu nada, te cimentaré bien en la profunda humildad para poder edificar sobre ti muros altísimos, así que en vez de afligirte, deberías alegrarte y agradecerme, pues cuanto más pronto te haga pasar el mar tempestuoso, tanto más pronto llegarás a puerto seguro, a cuantas más duras pruebas te sujetaré, tantas gracias más grandes te daré. Así que, ánimo, ánimo, y después pronto vendré”.
Enorme enseñanza. Cada vez que nosotros enfrentamos el sufrimiento, lo primero que nos viene a la mente es que nos ha abandonado, que somos malos y por ello está lejos, y tantas otras cosas. Corremos a pedir ayuda para que se retire este sufrir, sin darnos cuenta que se trata, ni más ni menos que del trabajo de Jesús en nuestra alma, y que debiéramos estar gustosos y agradecidos por lo que nos proporciona.
Luisa se enfrenta a esta situación, y de la misma manera que nos pasa a nosotros, ella sufre, implora, y cuando ve a su amado le dice lo ”mala” que ha sido, y se queja de no saber qué hacer. Jesús le enseña entonces el cómo puede triunfar en las pruebas:
Lo primero que NOS dice a través de Luisa parece desconsolador, oigamos:
“Es nada lo que has pasado, prepárate a pruebas más duras; por esto he venido, para disponer tu corazón y fortalecerlo. Te enseñaré el modo de cómo comportarte en mi ausencia”.
Luego dice lo que debemos hacer:
1º.- “Has hecho mal al estarte tan turbada, ¿no sabes tú que Yo soy Espíritu de paz?, y la primera cosa que te recomiendo es no disturbar la paz del corazón; cuando en la oración no puedes recogerte, no quiero que pienses en esto o aquello, cómo es o cómo no es, haciendo así tú misma llamas a la distracción. Más bien, cuando te encuentres en ese estado, la primera cosa es que te humilles, confesándote merecedora de esas penas, poniéndote como un humilde corderillo en manos del verdugo, que mientras lo mata le lame las manos; así tú, mientras te ves golpeada, abatida, sola, te resignarás a mis santas disposiciones, me agradecerás de todo corazón, besarás la mano que te golpea, reconociéndote indigna de esas penas, después me ofrecerás aquellas amarguras, angustias y tedios, pidiéndome que los acepte como un sacrificio de alabanza, de satisfacción por tus culpas, de reparación por las ofensas que me hacen. Haciendo así, tu oración subirá ante mi trono como incienso olorosísimo, herirá mi corazón y atraerá sobre ti nuevas gracias y nuevos carismas; el demonio viéndote humilde y resignada, toda abismada en tu nada, no tendrá fuerza de acercarse. He aquí que donde tú creías perder, harás grandes adquisiciones.
2º.- Respecto a la Comunión no quiero que te aflijas de que no sabes estar, debes saber que es una sombra de las penas que sufrí en el Getsemaní, ¿qué será cuando te haga partícipe de los flagelos, de las espinas y de los clavos? El pensamiento de las penas mayores te hará sufrir con más ánimo las penas menores, por tanto, cuando en la Comunión te encuentres sola, agonizante, piensa que te quiero un poco en mi compañía en la agonía del huerto. Por tanto ponte junto a Mí y haz una comparación entre tus penas y las mías, mira, tú sola y privada de Mí, y Yo también solo, abandonado por mis más fieles amigos que están adormilados, dejado solo hasta por mi Divino Padre, y además en medio de penas acerbísimas, rodeado de serpientes, de víboras y de perros enfurecidos, los cuales eran los pecados de los hombres, y donde estaban también los tuyos, que hacían su parte, que me parecía que me querían devorar vivo, mi corazón sintió tanta opresión que me lo sentí como si estuviera bajo una prensa, tanto que sudé viva sangre. Dime, tú ¿cuándo has llegado a sufrir tanto? Entonces, cuando te encuentres privada de Mí, afligida, vacía de todo consuelo, llena de tristezas, de afanes, de penas, ven junto a Mí, límpiame esa sangre, ofréceme esas penas como alivio de mi amarguísima agonía. Haciendo así encontrarás el modo de entretenerte Conmigo después de la Comunión; no que no sufras, porque la pena más amarga que puedo dar a mis almas queridas es el privarlas de Mí, pero tú, pensando que con tu sufrir me das consuelo, estarás contenta.
3º.- En cuanto a las visitas y actos de reparación, tú debes saber que todo lo que hice en el curso de los treinta y tres años, desde que nací hasta que morí, lo continúo en el sacramento del altar, por eso quiero que me visites treinta y tres veces al día, honrando todos mis años y uniéndote Conmigo en el Sacramento, con mis mismas intenciones, esto es, de reparación, de adoración. Esto lo harás en todos los momentos del día: El primer pensamiento de la mañana de inmediato vuele ante el sagrario donde estoy por amor tuyo, y me visites, el último pensamiento de la tarde, mientras duermes por la noche, antes y después de comer, al principio de cada acción tuya, caminando, trabajando”.
Importantísimo el darnos cuenta cómo éstas visitas no se las pide en físico, no se trata de ir 33 veces a encontrarlo, pues le dice: “Esto lo harás en todos los momentos del día. El primer pensamiento de la mañana vuele ante el sagrario”. No se trata de ir a una Iglesia, se trata de que con la mente, con la imaginación lo haga, en pocas palabras está fincando las bases de lo que después llamará “hacer un giro”.
Aquí está nuestra nueva lección, así que manos a la obra.
Les recomiendo leer el libro 01 de los escritos para ampliar esta información, y si existen dudas o alguna aclaración que deseen, por favor háganosla saber a través de los comentarios. Recuerden que esto es un intento de aprendizaje interactivo, y en la medida que participemos sacaremos más provecho.
Lección 005
En múltiples ocasiones nos hemos encontrado obstáculos en el camino de acercamiento a Dios. Algunos son fáciles, tanto de descubrir como de eliminar, pero existen otros que se esconden en lo más profundo de nuestro ser, y que no muestran su verdadera naturaleza, disfrazándose en ocasiones de ovejas, e incluso de acciones encomiables. Es el caso de costumbres que se transforman en doctrina, de pensamientos rigoristas, escrúpulos, etc. Todo esto de muy difícil corrección, sin embargo se encuentran al alcance de nuestra conciencia, y por ende posibles de corregir.
Aunado a lo anterior, existen en nuestro interior, en lo más profundo de nuestra psique, comportamientos, actitudes, deseos, ideales, anhelos, miserias, que han permanecido ocultas, que no logramos hacerlas conscientes, pero que de alguna manera fluyen e influyen en nuestro comportamiento, pero que pasando desapercibidas, no es posible, ya no digo corregirlas, sino que ni siquiera darnos cuenta de ellas.
Debido a esto, siempre quedará un lugar sin ser totalmente purificado, lo cual ocasionará ciertas dificultades para una entrega total a Dios, y de ahí esa sensación de no lograr dicho acercamiento, a pesar de todo nuestro esfuerzo por conseguirlo.
Sabedor de esto, Jesús, que quiere una total unión con su criatura, que no quiere ningún obstáculo que pudiera impedirla mínimamente, va a decir las siguientes palabras a Luisa, y por medio de ella a nosotros, palabras que nos darán suma aflicción, pero que son de absoluta necesidad para conseguir su, y nuestra finalidad:
“…Quiero purificar tu alma de todo mínimo defecto que pudiera impedir mi Amor en ti, quiero probar tu fidelidad, ¿pero cómo puedo ver si esto es verdad, si no es poniéndote en medio de la batalla? Debes saber que quiero ponerte en medio de los demonios, les daré libertad de atormentarte y de tentarte a fin de que cuando hayas combatido los vicios con las virtudes opuestas, te encontrarás ya en posesión de esas mismas virtudes que creías perder, y después, tu alma purificada, embellecida, enriquecida, será como un rey que regresa vencedor de una ferocísima guerra, que mientras creía perder lo que tenía, vuelve en cambio más glorioso y lleno de inmensas riquezas. Y entonces vendré Yo, formaré en ti mi morada, y estaremos siempre juntos.
Es verdad que será doloroso tu estado, los demonios no te darán paz, ni de día ni de noche, estarán siempre en acto de hacerte feroz guerra, PERO TÚ TEN SIEMPRE EN LA MIRA LO QUE QUIERO HACER DE TI, ESTO ES, HACERTE SEMEJANTE A MÍ, Y QUE NO PODRÁS LLEGAR A ESTO SINO POR MEDIO DE MUCHAS Y GRANDES TRIBULACIONES, y así tendrás más ánimo para soportar las penas”.
Lógicamente es un anuncio poco halagüeño, donde en primer plano no entendemos el ¿por qué? de esta actitud. Sin embargo, si hemos llegado ya a CREERLE A JESÚS, debemos aceptar que tal situación es, aparte de necesaria, benéfica, y que Él tendrá que ayudarnos a salir vencedores. Las palabras de Luisa reflejan nuestros mismos sentimientos:
¿Quién puede decir cómo quedé asustada ante tal anuncio? Me sentí helar la sangre, erizar los cabellos y mi imaginación quedó llena de negros espectros que parecía que me querían devorar viva. Me parecía que el Señor, antes de ponerme en este estado doloroso, daba libertad a todo lo que debía sufrir, y me veía rodeada por todo eso, entonces me dirigí a Él y le dije: “Señor, ¡ten piedad de mí! Ah, no me dejes sola y abandonada, veo que es tanta la rabia de los demonios, que no dejarán de mí ni siquiera el polvo, ¿cómo podré resistirles? Para Ti es bien conocida mi miseria y cuán mala soy, por eso dame nueva gracia para no ofenderte. Señor mío, la pena que más desgarra mi alma es ver que también Tú debes dejarme. Ah, ¿a quién podré decir alguna palabra, quién me debe enseñar? Pero sea hecha siempre tu Voluntad, bendigo tu Santo Querer”.
La finalidad de esta actitud es muy clara, esos obstáculos que pasan inadvertidos a nuestro consciente, ¿cómo podríamos combatirlos sin darnos cuenta de ellos? Pero el demonio, a sabiendas que hemos decidido pertenecerle a Dios, tratará de impedirlo a toda costa, y él viendo en nuestro interior aquellas “miserias”, las estimulará para que sirvan como carnada a nuestra humanidad, y se deje llevar por dichos eventos, alejándonos de nuestro Creador, pero, nuevamente las palabras de Jesús son muy alentadoras:
“…No te aflijas tanto, debes saber que jamás permitiré que te tienten más allá de tus fuerzas, si esto lo permito es para tu bien, JAMÁS PONGO A LAS ALMAS EN LA BATALLA PARA HACER QUE PEREZCAN, primero mido sus fuerzas, les doy mi gracia y después las introduzco, Y SI ALGUNA ALMA SE PRECIPITA, ES PORQUE NO SE MANTIENE UNIDA A MÍ CON LA ORACIÓN, NO SINTIENDO MÁS LA SENSIBILIDAD DE MI AMOR VAN MENDIGANDO AMOR DE LAS CRIATURAS, MIENTRAS QUE SÓLO YO PUEDO SACIAR EL CORAZÓN HUMANO, NO SE DEJAN GUIAR POR EL CAMINO SEGURO DE LA OBEDIENCIA, CREYENDO MÁS EN EL JUICIO PROPIO, ENTONCES, ¿QUÉ MARAVILLA SI SE PRECIPITAN? POR ESO LO QUE TE RECOMIENDO ES LA ORACIÓN, AUNQUE DEBIERAS SUFRIR PENAS DE MUERTE, JAMÁS DEBES DESCUIDAR LO QUE ACOSTUMBRAS HACER, ES MÁS, CUANTO MÁS TE VEAS EN EL PRECIPICIO, TANTO MÁS INVOCARÁS LA AYUDA DE QUIEN PUEDE LIBERARTE.
La última cosa que te recomiendo es el valor, quiero que con intrepidez entres en la batalla, la cosa que más hace temer a un ejército enemigo es ver el coraje, la fortaleza, el modo con el cual desafían los más peligrosos combates, sin temer nada. ASÍ SON LOS DEMONIOS, NADA TEMEN MÁS QUE A UN ALMA VALEROSA, TODA APOYADA EN MÍ, QUE CON ÁNIMO FUERTE VA EN MEDIO A ELLOS NO PARA SER HERIDA, SINO CON LA RESOLUCIÓN DE HERIRLOS Y EXTERMINARLOS; LOS DEMONIOS QUEDAN ESPANTADOS, ATERRADOS Y QUISIERAN HUIR, PERO NO PUEDEN, PORQUE ATADOS POR MI VOLUNTAD, ESTÁN OBLIGADOS A ESTARSE PARA SU MAYOR TORMENTO. ASÍ QUE NO TEMAS DE ELLOS, QUE NADA PUEDEN HACERTE SIN MI QUERER. Y además, cuando te vea que no puedes resistir más y estés a punto de desfallecer, si me eres fiel inmediatamente vendré y pondré a todos en fuga y te daré gracia y fortaleza. ¡Ánimo, ánimo!”.
He aquí trazado el plan para esta etapa de nuestro crecimiento espiritual; ya conocemos el motivo para ponernos en dicho trance; ya sabemos que va a ser una guerra feroz, sin tregua; pero también sabemos que si nos mantenemos fieles en nuestra actitud de entrega, el derrotado será él, el demonio. Y las palabras que nos dijo anteriormente son para recordarse continuamente:
El alma, donde creía perder lo que tenía, vuelve en cambio más gloriosa y llena de inmensas riquezas. Y entonces vendré Yo, formaré en ti mi morada, y estaremos siempre juntos.
En Luisa esta pelea duró un poco más de tres años, ¿cuánto durará con nosotros? Depende de nuestra actitud, simplemente ¡ánimo, adelante, sin temor, confiando en que podemos, con la ayuda de Jesús derrotar al demonio! Y que al final, será él el que tendrá miedo del alma, y no como ahora, en que el alma teme a su enemigo, y es por eso que se aprovecha y nos aterroriza.
¿Qué ataques usará con nosotros? Usará de lo nuestro, de mis miserias para excitarlas y hacernos dura guerra, pero usemos la estrategia que Jesús le da a Luisa, oigamos:
Recuerdo que después de una Comunión, el Señor me enseñó el modo como debía hacer para ponerlos en fuga, y era de esta manera:
El despreciarlos y no prestarles ninguna atención, y que debía hacer de cuenta como si fueran tantas hormigas.
Me sentí infundir tanta fuerza que no sentía más aquel temor de antes, y hacía así: Cuando hacían estrépito, rumores, les decía: “Se ve que no tenéis nada qué hacer, y que para pasar el tiempo estáis haciendo tantas tonteras; hagan, hagan, que después cuando os canséis, lo terminaréis”. A veces cesaban, otras veces se enojaban tanto que hacían ruidos más fuertes. Me los sentía junto a mí haciéndose más fuertes y hacían violencia para llevarme, olía la horrible peste, sentía el calor del fuego. Es verdad que en mi interior sentía un estremecimiento, pero me forzaba y les decía: “Mentirosos que sois, si esto fuera cierto desde el primer día lo habríais hecho, pero como es falso es que no tenéis ningún poder sobre mí, sino sólo aquél que os viene dado de lo alto, por eso digan, digan, y después cuando os canséis, reventareis”. Si emitían lamentos y gritos les decía: “Qué, ¿no os han salido las cuentas hoy?” Es decir, “¿os lamentáis porque os ha sido quitada alguna alma?” Pobrecitos, no se sienten bien, sin embargo quiero también yo haceros lamentar otro poco” . Y me ponía a rezar por los pecadores, o bien a hacer actos de reparación. A veces me reía cuando empezaban a hacer las acostumbradas cosas y les decía: “¿Cómo puedo temeros, raza vil? Si fuerais seres serios no habríais hecho tantas tonterías, ustedes mismos, ¿no os avergonzáis? No hagáis que os tome a burla”. Después, si me ponían tentaciones de blasfemar o de odio contra Dios, ofrecía aquella pena amarguísima, aquella violencia que me hacía, porque mientras veía que el Señor merecía todo el amor, todas las alabanzas, yo era forzada a hacer lo contrario, en reparación de tantos que libremente lo blasfeman y que ni siquiera se recuerdan que existe un Dios, que están obligados a amarlo. Si me incitaban a desesperación, en mi interior decía: “No pongo atención ni del paraíso ni del infierno, lo único que me apura es amar a mi Dios, este no es tiempo de pensar en otra cosa, sino que es tiempo de amar cuanto más pueda a mi buen Dios, el paraíso y el infierno los dejo en sus manos, Él, que es tan bueno me dará lo que más me conviene, y me dará un lugar donde pueda glorificarlo más”.
Y si nos asalta la duda de haber fallado, de haber ofendido a nuestro Señor en el fragor de la batalla, Jesús le enseña que el medio más eficaz para hacer que el alma quede libre de toda vana aprehensión, de toda duda, de todo temor, era el declarar delante al Cielo, a la tierra y ante los mismos demonios, no querer ofender a Dios, aun a costa de la propia vida, no querer consentir a cualquier tentación del demonio, y esto en cuanto el alma advierte que viene la tentación, si puede en el momento de la batalla, y apenas se empieza a sentir libre, y también durante el curso del día. Haciendo así, el alma no perderá tiempo en pensar si consintió o no, porque el sólo recordar la promesa le restituirá la calma, y si el demonio busca inquietarla, podrá responderle que si hubiera tenido intención de ofender a Dios, no habría declarado lo contrario, y así quedará libre de todo temor.
El resultado de estas actitudes, muy halagador, oigamos a Luisa cómo lo expresa: “Ahora, ¿quién puede decir la rabia del demonio, pues actuando de este modo todas sus astucias resultaban para su confusión, y donde creía ganar perdía, ya que de sus mismas tentaciones y artificios el alma se servía para poder hacer actos de reparación y amor a su Dios?”
Un último modo de combatirlo era el siguiente: “Si me golpeaban, yo me debía humillar, arrodillarme y agradecer a mi Dios porque esto sucedía como penitencia de mis pecados, y no sólo eso, sino ofrecer todo como actos de reparación por todas las ofensas hechas a Dios en el mundo”.
Aquí tenemos nuestra nueva guía de vida, sin olvidar lo que hemos ido aprendiendo, son lecciones que no se pueden ni se deben olvidar.
Dentro de la preparación, en forma general, de Luisa, estamos por llegar al final, muchas de las enseñanzas que siguen en este primer libro son propiamente para ella. Una de las causas de esta particularidad es la misión de ella, que es el llevar a cabo el establecimiento del reino del Querer Divino sobre la tierra en una criatura de la estirpe común. A nosotros nos toca el vivirlo, no el establecerlo, por lo que Luisa necesita de más dones y gracias que todos los demás, es por esto que muchas de las experiencias de ella, nos servirán solamente para conocerla más, y saber exactamente quién es Luisa, y lo magnánimo que Jesús se porta con su pequeña recién nacida, aunque es bueno conocerlas pues nos podemos asociar a ella por medio de nuestro “girar” en la obras de la Divina Voluntad.
Sólo pondremos una parte más del libro 01, pero LES RECOMIENDO NO OMITIR LA LECTURA DEL LIBRO COMPLETO, pues aparte de muy bello, iremos conociendo más a fondo la magnanimidad de nuestro Creador, y lo mucho que hizo en su pequeña Hija de su Voluntad en favor de todos nosotros, y la fidelidad con que Luisa sigue todo lo que Jesús le propone.
Después de haber llegado a la purificación total por medio de la batalla, se inicia una vida toda nueva, se inicia para ella una nueva experiencia, que es la de perder los sentidos y en este estado es donde recibe las lecciones que se le dan. Es en este estado, cuando un día ve a Jesús rodeado de enemigos; quién lo golpeaba, quién lo abofeteaba, quién le clavaba las espinas en la cabeza, quién le rompía las piernas, quién los brazos. Después que lo redujeron casi en pedazos lo pusieron en los brazos de la Virgen, entonces Ella lo tomó entre sus brazos, se acercó a Luisa, y llorando le dice:
“Hija, mira como es tratado mi Hijo por los hombres, las horribles ofensas que cometen jamás le dan tregua, míralo como sufre”.
Entonces Luisa trataba de verlo y lo veía todo sangre, todo llagas, y casi despedazado, reducido a un estado mortal. Dice ella que sentía tales penas que hubiera querido morir mil veces antes que verlo sufrir tanto, y se avergonzaba de sus pequeños sufrimientos.
En ese momento, la Santísima Virgen le dice:
“Acércate a besar las llagas de mi Hijo, Él te escoge como víctima, y si tantos lo ofenden, tú ofreciéndote a sufrir lo que Él sufre le darás un alivio en tanto sufrir, ¿no lo aceptas?”
Ante dicho espectáculo, dice Luisa que su naturaleza temblaba, que se sentía tan débil por las penas pasadas, que apenas le quedaba un hilo de vida. Veía a los demonios que alborotaban y hacían mucho ruido, y veía que todo lo que había visto que le habían hecho al Señor debían hacérselo a ella si aceptaba.
O sea, veía lo que debía pasar si aceptaba dicho estado, y éste es un punto importante, puesto que todo aquél que deseé vivir en la Divina Voluntad, a imitación de la vida de Jesús, de alguna manera se incorpora al estado de víctima de Él, por lo que todas las penas que sufra, y aquellas que vengan como consecuencia de este vivir en unidad con Jesús, tomarán su lugar en las del Redentor, como alma víctima.
Aquí, la enseñanza de Jesús la debemos tomar al pie de la letra para nosotros, pues le dice: Lo que quiero de ti es que te abandones como muerta entre mis brazos. Hasta en tanto tú tengas los ojos abiertos para ver lo que Yo hago y lo que hacen y dicen las criaturas, Yo no puedo libremente obrar sobre ti. ¿No quieres fiarte de Mí? ¿No sabes cuánto te amo y que todo lo que permito, o por medio de las criaturas o por medio de los demonios, o por medio mío directamente, es para tu verdadero bien y no sirve para otra cosa que para conducir a tu alma al estado para el cual la he elegido? Por eso quiero que a ojos cerrados te estés entre mis brazos, sin mirar ni investigar esto o aquello, fiándote enteramente de Mí y dejándome obrar libremente. Si en cambio quieres hacer lo contrario, perderás tiempo y llegarás a lo opuesto de lo que quiero hacer de ti.
Enorme enseñanza, es el resumen de lo que más adelante le repetirá una y mil veces, como punto clave para lograr vivir de su Voluntad: “ABANDONO”, ese acto que no logramos aferrar plenamente, pues como decíamos en otra ocasión, no concebimos el «no hacer», el no partir de nuestro “yo” para todo lo que se desarrolla en nosotros, sino dejar que sea Él el que disponga.
Confundimos muy frecuentemente este estado de abandono con la “inmovilidad”, con el “quietismo”, pero nada más lejano a la realidad, pues se trata de vivir intensamente lo que se nos propone, y para esto se requiere que nuestra voluntad actúe dando paso a la Divina Voluntad en nosotros.
Difícil que el alma se pierda de vista a sí misma, por lo que nuestro Maestro nos da tips para empezar, y he aquí uno de ellos:
…“Hija mía, para que el alma pueda olvidarse de sí misma, debe hacer de manera que todo lo que hace y que le es necesario, lo haga como si Yo lo quisiera hacer en ella: Si reza debe decir, es Jesús que quiere rezar, y yo rezo juntamente con ella; si debe trabajar, es Jesús que quiere trabajar, es Jesús que quiere caminar, es Jesús que quiere tomar alimento, que quiere dormir, que quiere levantarse, que quiere divertirse, y así de todo lo demás de la vida. Sólo así puede el alma olvidarse de sí misma, porque no sólo hará todo porque lo quiero Yo, sino que, porque lo quiero hacer Yo, me necesita propiamente a Mí”. Agosto 14, 1912 (11-29)
Luisa, al igual que nosotros, percibía esta enseñanza como muy difícil de comprender, y debido a esto se pregunta: “¿Cómo puede ser que mientras yo trabajo es Jesús que trabaja en mí, y que sea Él mismo quien quiere hacer este trabajo?”
A lo que Él le responde:
“Precisamente Yo, y mis dedos que están en los tuyos trabajan; hija mía, cuando Yo estuve en la tierra, ¿mis manos no se abajaban a trabajar la madera, a martillar los clavos, a ayudar en los trabajos de carpintería a mi padre putativo José? Y mientras esto hacía, con esas mismas manos, con esos dedos, creaba las almas, a otras las llamaba a la otra vida, divinizaba todas las acciones humanas, las santificaba dando a cada una un mérito divino, en los movimientos de mis dedos llamaba a reseña todos los movimientos de tus dedos y de los de todas las demás criaturas, y si Yo veía que los harían por Mí o porque Yo los quería hacer en ellas, Yo continuaba mi vida de Nazaret en ellas y me sentía como pagado por parte de ellas por los sacrificios, las humillaciones de mi vida oculta, dándoles a ellas el mérito de mi misma Vida”.
Y continúa: “Mira, mientras tú trabajas, trabajando porque Yo quiero trabajar, mis dedos corren en los tuyos, y mientras trabajo en ti, en el mismo instante con mis manos creadoras, ¿a cuántos estoy sacando a la luz de este mundo? ¿A cuántos otros los llamo? ¿A cuántos otros santifico, a otros corrijo, a otros castigo, etc.? Entonces, tú estás también junto Conmigo creando, llamando, corrigiendo y demás, y así como tú no estás sola obrando, tampoco lo estoy Yo en mi obrar. ¿Te podría dar honor más grande?”
¡…Fabuloso! Él en nuestro movimiento pone su obra, y nosotros concurrimos con nuestro acto en sus mismos actos, formando un solo acto, que ya no es ni suyo ni de la criatura, sino que es de ambos. El Querer de Dios unifica, eleva a su mismo nivel al querer humano, dotándolo de sus mismas prerrogativas y méritos.
A manera de ejemplo pondremos el acto de la Consagración, que el sacerdote lleva a cabo dentro de la Misa. Por fuera, el sacerdote ejecuta actos visibles, palabras y gestos, que nada tienen de extraordinario, pero en el mundo espiritual, a través de aquellos mismos actos, se ha llevado a cabo el milagro de la transubstanciación, o sea que el pan y el vino quedaron transformados en el cuerpo, sangre, alma y divinidad del mismo Jesús. De igual manera en el sacramento de la penitencia, por fuera se ven y se escuchan sólo palabras, pero espiritualmente transforman la muerte en vida, la corrupción en gloria. Y así de todos los demás sacramentos, que aunque en apariencia son una cosa, en realidad son otra. Sin embargo no podemos separar un acto del otro, forman uno solo, y no es sólo de Jesús, o sólo del sacerdote, es de los dos. He aquí entonces, ejemplos del vivir en la Divina Voluntad, donde interactuando el acto divino con el humano forman una realidad indivisible.
Aunado a lo anterior, Jesús le dice: “Respecto a las criaturas usa un profundo silencio, sé benigna y dócil con todos, haz que tu vida, tu respiro, tus pensamientos y afectos, sean continuos actos de reparación que aplaquen mi Justicia, ofreciéndome también las molestias que te dan las criaturas, que no serán pocas”. ¿No recuerdas que también Yo sufrí de parte de toda clase de personas? Unos pensaban de Mí de un modo, y otros de otro, las cosas más santas que Yo hacía eran juzgadas por ellos como defectuosas, malas, hasta me dijeron que era un endemoniado, tanto que me veían con ojos siniestros, me tenían entre ellos pero de mala gana, y maquinaban entre ellos quitarme la vida lo más pronto posible, porque mi presencia se había vuelto intolerable para ellos. Entonces, ¿no quieres que te haga semejante a Mí haciéndote sufrir por parte de las criaturas?”.
Agregaba: “Tu confianza debe estar sólo en Mí, estate resignada, pues la resignación hace al alma luminosa, hace estar en su lugar a las pasiones, de modo que Yo, atraído por esos rayos de luz, voy al alma y la uniformo toda en Mí, y la hago vivir de mi misma Vida”.
Como vemos, en estas enseñanzas se van delineando las virtudes que debe practicar el alma, entre las cuales, como ya mencionamos, sobresale el despojarse de todo. Vayamos a otro ejemplo que nos pone a través de Luisa:
Continúa viniendo mi adorable Jesús, pero esta mañana, en cuanto ha venido me ha tomado entre sus brazos y me ha transportado fuera de mí misma; y yo, encontrándome en aquellos brazos comprendía muchas cosas y especialmente que para poder estar libremente en los brazos de Nuestro Señor y también para entrar buenamente en su corazón y salir de él como al alma más le plazca, y para no ser de peso y fastidio al bendito Jesús, es absolutamente necesario despojarse de todo. Por tanto, con todo el corazón le he dicho: “Mi amado y único Bien, lo que te pido para mí es que me despojes de todo, porque bien veo que para ser revestida por Ti y vivir en Ti, y que Tú vivas en mí, es necesario que no tenga ni siquiera la sombra de lo que no te pertenece”. Y Él todo benignidad, me ha dicho:
“Hija mía, la cosa principal para que Yo entre en un alma y forme mi habitación en ella, es el desapego total de toda cosa. Sin esto no sólo no puedo morar en ella, sino que ni siquiera alguna virtud puede tomar habitación en el alma. Después que el alma ha hecho salir todo de sí, entonces Yo entro en ella y unido con la voluntad del alma fabricamos una casa, los cimientos de esta casa se basan en la humildad, y cuanto más profundos sean, tanto más altos y fuertes resultan los muros; estos muros serán fabricados con piedras de mortificación, cubiertos de oro purísimo de caridad. Después de que se han construido los muros, Yo, como excelentísimo pintor, no con cal y agua, sino con los méritos de mi Pasión, simbolizados por la cal, y con los colores de mi sangre, simbolizados por el agua, los recubro y en ellos formo las más excelentísimas pinturas, y esto sirve para protegerla bien de las lluvias, de las nevadas y de cualquier golpe. Inmediatamente después vienen las puertas, y para hacer que éstas sean sólidas como madera, no sujetas a la polilla, es necesario el silencio, que forma la muerte de los sentidos exteriores. Para custodiar esta casa es necesario un guardián que vigile por todas partes, por dentro y por fuera, y éste es el santo temor de Dios, que la guarda de cualquier inconveniente, viento, o cualquier otra cosa que pueda amenazarla. Este temor será la salvaguardia de esta casa, que hará obrar al alma no por temor de la pena, sino por temor de ofender al propietario de esta casa. Este santo temor debe hacer que todo se haga para agradar a Dios, sin ninguna otra intención. Enseguida se debe adornar esta casa y llenarla de tesoros, estos tesoros no deben ser otra cosa que deseos santos, lágrimas; estos eran los tesoros del Antiguo Testamento y en ellos encontraron su salvación, en el cumplimiento de sus votos su consolación, la fuerza en los sufrimientos; en suma, toda su fortuna la basaban en el deseo del futuro Redentor y en este deseo obraban como atletas. El alma sin deseo obra casi como muerta; aun las mismas virtudes, todo es tedio, fastidio, animadversión, ninguna cosa le agrada, camina casi arrastrándose por el camino del bien. Todo lo contrario el alma que desea, ninguna cosa le causa peso, todo es alegría, vuela, en las mismas penas encuentra sus gustos, y esto porque había un anticipado deseo, y las cosas que primero se desean, después vienen a amarse, y amándose, se encuentran los placeres más agradables. Por eso este deseo debe acompañar al alma desde antes de que se fabrique esta casa.
Los adornos de esta casa serán las piedras más preciosas, las perlas, las gemas más costosas de esta mi vida, basada siempre en el sufrir y el puro sufrir; y como Aquel que la habita es el dador de todo bien, pone en ella el ajuar de todas las virtudes, la perfuma con los más suaves olores, siembra las flores más encantadoras y perfumadas, hace sonar una música celestial de las más agradables, hace respirar un aire de Paraíso.
He olvidado decir que se necesita ver si hay paz doméstica, y ésta no debe ser otra cosa que el recogimiento y el silencio de los sentidos interiores”. Octubre 29, 1899 (2-89)
Una nueva serie de enseñanzas se nos presentan para llevar a la acción. Y como este caminar juntos no es para adquirir solamente conocimientos intelectuales, sino para ponerlos como parte de nuestra propia vida, tomemos tiempo suficiente para meditar, rumiar, comprender, y una vez logrado esto, pasarlo como naturaleza nuestra.
“…Hija mía, el vivir en mi Querer es muy diferente de las otras santidades, y por eso hasta ahora no se ha encontrado el modo ni las verdaderas enseñanzas del vivir en Él. Se puede decir que las demás santidades son la sombre de mi Vida Divina, en cambio ésta es la fuente de la Vida Divina, por eso sé atenta en los ejercicios del vivir en mi Querer”. (Junio 10, 1924)
¡ Ser atentos ¡ ¡ No reflexiones personales, porque la reflexión sobre uno mismo encorva al alma, impidiéndole ver hacia el Cielo, y toda su atención la centra en sí mismo y en la tierra ! Estas son algunas de las indicaciones de Jesús hacia Luisa y hacia nosotros.
Una santidad del todo diferente. ¿Diferente en qué? ¿En la forma? ¿En el contenido? ¿En los efectos? ¿En dónde estriba la diferencia? Sabemos que el medio para llegar a una perfección espiritual es seguir los ejemplos que podemos tomar de la Vida de Jesús, a saber: Jesús era obediente, por lo que puedo tomar este camino. Jesús era bondad; de alguna manera nos es dado imitarlo poniendo en práctica dicho comportamiento. Jesús sufrió, y se trata de poner en práctica esta actitud para semejarnos a Él. Jesús oraba, era casto, etc., por lo que, dependiendo de nuestra afinidad y gustos, escogemos el camino para seguirlo. Todo esto llevado a cabo mediante lo que conocemos con el nombre de virtudes, y éstas, practicadas desde nuestra voluntad humana, y para darles valor ante Dios, se nos da la Gracia santificante, pero, como son actos llevados a cabo por una voluntad finita, dichos actos estarán sujetos a ser medidos y pesados, entendiendo que alcanzar la totalidad de la perfección divina nos es imposible, sin importar qué tanto nos hayamos esforzado. Así que para el hombre, la santidad humana lograda por medio de las virtudes, no tienen confines.
Sin embargo, y aquí comienzan a surgir las diferencias entre las santidades, estando en la Divina Voluntad, se encontrará su término, porque es de esta Voluntad donde tienen su origen las virtudes, llamándose ahora atributos divinos, los cuales no es posible medirlos, en ellos no hay más ni hay menos, son plenitud, por lo que el alma que vive de esta Voluntad, estando en Ella, se encontrará en la fuente de todos los bienes, por lo que su obrar lo formará, o mejor dicho lo tomará de dentro de esta fuente.
Jesús, refiriéndose a su Voluntad dice lo siguiente:
“Hija mía, mi Voluntad contiene todo, y a quien en Ella vive no debe escapársele nada de todo lo que me pertenece, mas bien basta conque se le escape una sola cosa para decir que no me da todo el honor y la gloria que mi Voluntad contiene, por lo tanto no se puede decir que su vida sea completa en Ella, ni me da la correspondencia por todo lo que mi Querer le ha dado, porque todo he dado a quien vive en mi Voluntad, y Yo voy a ellos como en triunfo sobre las alas de mis obras para darles la nueva correspondencia de mi amor, y ellos deben venir por el mismo camino para darme la nueva correspondencia de ellos”.
Por lo anterior es que Jesús pide a Luisa suma atención, pues en ella forma los fundamentos de este su reino, a fin de que de ella salga el verdadero modo y las enseñanzas exactas y precisas, para que quien queriendo vivir en Él pueda encontrar no la sombra, sino la verdadera santidad de la Vida Divina. Gracias a estas enseñanzas, la santidad de aquellos que se decidan a vivir en la Divina Voluntad, se basará no en una imitación, sino que en realidad harán lo que la Humanidad de Jesús hizo en la tierra, tanto para gloria del Padre, como para bien de toda la familia humana, sigamos atendiendo a las palabras de nuestro Señor:
“…Además de esto, mi Humanidad estando en la tierra en mi Voluntad Divina, no hubo obra, pensamiento, palabra, etc., que no fuese encerrado en Mí para cubrir todas las obras de las criaturas, se puede decir que Yo tenía un pensamiento por cada pensamiento, una palabra por cada palabra, y así de todo lo demás para glorificar completamente a mi Padre, y para dar la luz, la vida, los bienes y los remedios, a las criaturas. Ahora, en mi Voluntad todo existe, y quien debe vivir en Ella debe encerrar a todas las criaturas para ir repasando todos mis actos y poner en ellos otra bella pincelada divina tomada de mi Voluntad, para darme la correspondencia de lo que Yo hice. Sólo quien vive en mi Voluntad puede darme esta correspondencia”.
Después, continúa hablando de Ella (su Voluntad), y menciona cómo Ésta es todo para el hombre, y teniéndola no requiere de más, mencionando el inicio de la creación del hombre:
“…Hija mía, mi Voluntad es todo y contiene todo, y además es principio, medio, y fin del hombre. Por eso al crearlo no le di leyes ni instituí sacramentos, sino sólo le di al hombre mi Voluntad, porque era más que suficiente, estando en el principio de Ella, para encontrar todos los medios para llegar no a una santidad baja, sino a la altura de la santidad divina, y así encontrarse en el puerto de su fin. Esto significa que el hombre no debía tener necesidad de otra cosa sino sólo de mi Voluntad, en la cual debía encontrar todo en modo sorprendente, admirable y fácil para hacerse santo y feliz en el tiempo y en la eternidad; y si le di una ley, después de siglos y siglos de creado, fue porque el hombre había perdido su principio, por lo tanto había extraviado los medios y el fin. Así que la ley no fue principio sino medio; pero viendo que con todo y la ley el hombre estaba perdido, al venir a la tierra instituí los sacramentos, como medios más fuertes y potentes para salvarlo; pero cuántos abusos, cuántas profanaciones, cuántos se sirven de la ley y de los mismos sacramentos para pecar más y precipitarse en el infierno. Mientras que con sólo mi Voluntad, que es principio, medio y fin, el alma se pone al seguro, se eleva a la santidad divina, alcanza en modo completo la finalidad para la que fue creada, y no hay ni la sombra de peligro de poder ofenderme. Así que el camino más seguro es sólo mi Voluntad, y los mismos Sacramentos, si no son recibidos en orden con mi Voluntad, pueden servir como medios de condenación y de ruina. Por eso inculco tanto mi Voluntad, porque el alma estando en su principio, los medios le serán propicios y recibirá los frutos que contienen; en cambio sin Ella, los mismos sacramentos le pueden ser veneno que la conduzcan a la muerte eterna”. Junio 10, 1924
Ésta es la santidad en la que fuimos creados, ésta es la que nos daba la imagen y semejanza con nuestro Creador y que nos permitiría entablar aquella relación amorosa con Él, satisfaciendo de esta manera sus anhelos de reciprocidad amorosa que lo movió a crear, pero que perdimos debido a la desobediencia. Sin embargo, Dios no dejó a un lado sus planes hacia el hombre, sólo los pospuso, pues ahora su criatura necesitaba, en primer lugar ser redimida, para después poderla restituir al punto de origen. En el principio le fue dada por «don», gratuitamente, después hubo necesidad, para conseguir el perdón, de acciones virtuosas, de hombres que mostraran una férrea voluntad de acercarse al Creador, y ahí están todos los patriarcas, los reyes, los profetas del antiguo testamento, culminando en la plenitud de los tiempos, en nuestra Madre Santísima, que habiendo sido inmaculada, recibe en Ella todo lo que Adán despreció, y de esta manera pudo satisfacer por todos, como está mencionado arriba, y Dios recibe de Ella todo lo que toda la humanidad debía haberle dado, por eso se dice plenitud de los tiempos. Y obteniendo esto, decide por fin mandar al suspirado Redentor. Desde entonces, fundada la Iglesia de Cristo, Él nos deja una oración pidiendo el reino de su Voluntad, que se haga en la tierra de la misma manera que se hace en el Cielo, y ahora, Luisa, es la encargada, como primera, en completar los requerimientos pedidos por Dios para dar nuevamente su Voluntad a las criaturas.
Entendido lo anterior, ahora sí podemos entender lo siguiente: Vivir en la Divina Voluntad es un intercambio de vida entre Jesús y la criatura, cumpliendo de esta manera lo dicho por Jesús en la última cena: “Yo en ellos, Tú (dirigiéndose al Padre) en Mí, para que ellos sean uno como Tú y Yo somos uno. Nos quiere unificar con Él, por lo que la santidad del vivir en la Divina Voluntad es una santidad diferente, es la santidad de unión de vida con Ellos, participar de sus mismos atributos para obrar con ellos en lugar de nuestras virtudes, por eso es diferente, pues no se trata ya de lo que hagamos, sino se trata de lo que Dios haga a través de nosotros. ¿Raro? No lo creo, es lo que Jesús dijo de Él: “Ustedes piensan que Yo he venido a hacer mis obras, se equivocan, es mi Padre que vive en Mí, quien hace SUS obras en Mí”.
Esto es vivir en la Divina Voluntad, esto es santidad divina, pero ¿qué se requiere para entrar en este ambiente? ¿Qué debemos hacer?
Jesús le dice a Luisa que para entrar en su Querer no hay caminos, ni puertas, ni llaves, porque mi Querer se encuentra por todas partes, corre bajo los pies, a derecha, a izquierda y sobre la cabeza, por todas partes; para entrar, la criatura no debe hacer otra cosa que quitar la piedrecilla de su voluntad, pues si bien está en mi Querer, no toma parte ni goza de sus efectos, volviéndose como extraña en mi Querer, porque la piedrecilla de su voluntad impide a mi Querer correr en ella, igual que las aguas son impedidas por las piedras de las playas para correr por doquier. Pero si el alma quita la piedra de su voluntad, en ese mismísimo instante ella corre en Mí y Yo en ella, y encuentra todos mis bienes a su disposición, fuerza, luz, ayuda, lo que quiera. He aquí por qué no hay caminos, ni puertas, ni llaves, BASTA QUE QUIERA Y TODO ESTÁ HECHO, MI QUERER TOMA EL EMPEÑO DE TODO Y DE DARLE LO QUE LE FALTA, y la hace extenderse en los confines interminables de mi Voluntad. Todo lo contrario para las otras virtudes, cuántos esfuerzos se necesitan, cuántos combates, cuántos caminos largos, y mientras parece que la virtud le sonríe, una pasión un poco violenta, una tentación, un encuentro inesperado, la arrojan hacia atrás y la ponen de nuevo a empezar el camino”. Febrero 16, 1921
Pero aunque no haya puertas ni llaves, se requiere
La santidad del vivir en mi Querer no tiene camino, ni puertas, ni llaves, ni habitaciones, invade todo, es como el aire que se respira, que todos deben y pueden respirarlo, BASTA SÓLO CON QUE LO QUIERAN Y QUE HAGAN A UN LADO EL QUERER HUMANO, EL QUERER DIVINO SE HARÁ RESPIRAR POR EL ALMA Y LE DARÁ LA VIDA, LOS EFECTOS, EL VALOR DE LA VIDA DE MI QUERER, Y SI NO ES CONOCIDO, ¿CÓMO PODRÁN AMAR Y QUERER UN VIVIR TAN SANTO, QUE ES LA GLORIA MÁS GRANDE QUE PUEDE DARME LA CRIATURA? La santidad de las otras virtudes es bastante conocida en toda la Iglesia, y quien quiere puede copiarla, por eso no tengo premura por multiplicar su conocimiento; pero la santidad del vivir en mi Querer, los efectos, el valor que contiene, la última pincelada que dará mi mano creadora a la criatura para volverla semejante a Mi, no es conocida aún, he aquí por qué toda mi premura de que se publique todo lo que te he dicho, y si esto no hicieras vendrías como a restringir mi Querer, a aprisionar en Mí las llamas que me devoran, y a hacerme retardar la completa gloria que me debe la Creación. Sólo quiero que las cosas salgan ordenadas, porque una palabra que falte, un nexo, una conexión, un período truncado, en vez de dar luz arrojará tinieblas, y en vez de hacer que me den gloria y amor, las criaturas quedarán indiferentes, por eso sé atenta, lo que he dicho Yo quiero que salga entero”. Julio 16, 1922
Bueno, aquí está el primer gran secreto, CONOCER, y para conocer se requiere leer, meditar, rumiar bien sus verdades para penetrar en ellas. El segundo paso, ya mencionado: Quitar nuestra voluntad, y el tercero estar dispuestos. Para esto se requiere tiempo, razón por la que espaciamos nuestras entregas, para que nos habituemos a llevar a la acción lo que se nos comunica. En próximas sesiones iremos analizando más estos temas, sobre todo lo que es la Divina Voluntad. Pero por favor, aunque nos vamos a saltar muchos de los dictados, debemos leer en orden. No lo omitan si es que de verdad queremos llegar a vivir esta santidad
Sesión 008
Basta sólo con que lo quieran y que hagan a un lado el querer humano, y el Querer Divino se hará respirar por el alma y le dará la vida, los efectos, el valor de la vida de mi Querer, y si no es conocido, ¿cómo podrán amar y querer un vivir tan santo, que es la gloria más grande que puede darme la criatura?
Enorme labor, y difícil, tanto de entenderla, y mucho más llevarla a cabo. Se trata de no ser más uno mismo, sino de permitir que Jesús sea el que tome las riendas de nuestra vida, pero para hacerlo tiene que encontrar un vacío TOTAL, algo que quede de mi voluntad humana y se malogra ésta vida, esto nos lo dice Jesús en diversas ocasiones, veamos una de ellas:
“…Hija mía, el vivir en mi Querer lleva consigo la pérdida de cualquier derecho de voluntad propia, todos los derechos son por parte de la Voluntad Divina, y si el alma no pierde los propios derechos, no se puede decir verdadero vivir en mi Querer, a lo más se puede decir vivir resignada, uniformada, porque el vivir en mi Querer no es la sola acción que haga según mi Voluntad, sino es que todo el interior de la criatura no dé lugar ni a un afecto, ni a un pensamiento, ni a un deseo, ni siquiera a un respiro en el cual mi Querer no tenga su lugar, ni mi Querer toleraría aun un afecto humano del cual Él no fuera la vida; tendría asco de hacer vivir al alma en mi Voluntad con sus afectos, pensamientos, etc., que pudiera tener una voluntad humana. (Septiembre 22, 1924)
Por este motivo, Jesús le enseña a Luisa algunos ejercicios para que el alma se olvide de sí misma, y estos conviene que los practiquemos continuamente. Le dice:
“…Hija mía, para que el alma pueda olvidarse de sí misma, debe hacer de manera que todo lo que hace y que le es necesario, lo haga como si Yo lo quisiera hacer en ella: Si reza debe decir, es Jesús que quiere rezar, y yo rezo juntamente con ella; si debe trabajar, es Jesús que quiere trabajar, es Jesús que quiere caminar, es Jesús que quiere tomar alimento, que quiere dormir, que quiere levantarse, que quiere divertirse, y así de todo lo demás de la vida. Sólo así puede el alma olvidarse de sí misma, porque no sólo hará todo porque lo quiero Yo, sino que, porque lo quiero hacer Yo, me necesita propiamente a Mí”.
Ahora, un día estaba trabajando y pensaba: “¿Cómo puede ser que mientras yo trabajo es Jesús que trabaja en mí, y que sea Él mismo quien quiere hacer este trabajo?” Y Jesús:
“Precisamente Yo, y mis dedos que están en los tuyos trabajan; hija mía, cuando Yo estuve en la tierra, ¿mis manos no se abajaban a trabajar la madera, a martillar los clavos, a ayudar en los trabajos de carpintería a mi padre putativo José? Y mientras esto hacía, con esas mismas manos, con esos dedos, creaba las almas, a otras las llamaba a la otra vida, divinizaba todas las acciones humanas, las santificaba dando a cada una un mérito divino, en los movimientos de mis dedos llamaba a reseña todos los movimientos de tus dedos y de los de todas las demás criaturas, y si Yo veía que los harían por Mí o porque Yo los quería hacer en ellas, Yo continuaba mi vida de Nazaret en ellas y me sentía como pagado por parte de ellas por los sacrificios, las humillaciones de mi vida oculta, dándoles a ellas el mérito de mi misma Vida. Hija, la vida oculta que hice en Nazaret no es valorizada por los hombres, sin embargo no podía haberles hecho más bien que con esa vida, después de la Pasión, porque abajándome Yo a todos aquellos actos pequeños y bajos, a aquellos actos que los hombres hacen en su vida diaria, como el comer, el dormir, el beber, el trabajar, el encender fuego, el barrer, etc., actos todos que nadie puede dejar de hacer, Yo hacía correr en sus manos una monedita divina y de precio incalculable. Así que si la Pasión los redimió, mi vida oculta cortejaba cada acción humana, aun la más indiferente, con mérito divino y de precio infinito.
Mira, mientras tú trabajas, trabajando porque Yo quiero trabajar, mis dedos corren en los tuyos, y mientras trabajo en ti, en el mismo instante con mis manos creadoras, ¿a cuántos estoy sacando a la luz de este mundo? ¿A cuántos otros los llamo? ¿A cuántos otros santifico, a otros corrijo, a otros castigo, etc.? Entonces, tú estás también junto Conmigo creando, llamando, corrigiendo y demás, y así como tú no estás sola obrando, tampoco lo estoy Yo en mi obrar. ¿Te podría dar honor más grande?” (Agosto 14, 1912)
Muy claro, ¿no les parece? Lo mismo pasa en el momento de la consagración: El sacerdote hace unos actos “materiales”, pero Dios a través de estos lleva a cabo el milagro Eucarístico, que no se ve, pero trasciende el acto humano. A esto se refería Jesús cuando dijo: “Ustedes creen que Yo he venido a hacer mis obras, se equivocan, es mi Padre Celestial que mora en Mí, quien hace sus obras en Mí”. El problema es que para nosotros lo que vale es lo que se ve de los actos, podríamos decir que valoramos el acto dependiendo de lo grande o pequeño de los efectos de dicho acto, por eso los catalogamos en actos con más o menos valor. Pero para Jesús lo que importa es el movimiento del acto. Veamos: El acto está dividido en 2 partes:
1.- El movimiento (acto) en sí mismo, o sea, la energía para hacer cualquier acto. Es aquí donde actúa la Divina Voluntad, haciendo las maravillas que sabe hacer.
2.- Ahora, ya con ese movimiento, energía o acto, con la acción de la Divina Voluntad en él, lo que haga la criatura es indiferente.
“…Hija mía, tú no sabes la razón, pero Yo la sé y ahora te la digo a ti. Mi Humanidad no tuvo reposo, y en mi mismo sueño no tuve tregua, sino que intensamente trabajaba, y esto porque debiendo dar vida a todos y a todo, y rehacer en Mí todo, me convenía trabajar sin interrumpir un instante, y quien debe dar vida debe ser un continuo movimiento y un acto jamás interrumpido, así que Yo estaba en continuo acto de hacer salir de Mí vidas de criaturas y de recibirlas. Si Yo hubiera querido reposar, ¿cuántas vidas no hubieran salido, cuántas no teniendo mi acto continuo no se hubieran desarrollado y hubieran quedado marchitas, cuántas no hubieran entrado en Mí faltándoles el acto de vida de quien es el único que puede dar vida? Ahora hija mía, queriéndote junto Conmigo en mi Querer, QUIERO TU ACTO CONTINUO, así que tu mente despierta es acto, el murmullo de tu oración es acto, los movimientos de tus manos, los latidos de tu corazón, el mover de tu mirada, SON ACTOS, SERÁN PEQUEÑOS, PERO QUÉ ME IMPORTA, CON TAL QUE ESTÉ EL MOVIMIENTO, EL GERMEN YO LOS UNO A LOS MÍOS Y LOS HAGO GRANDES, Y LES DOY VIRTUD DE PRODUCIR VIDAS. Tampoco mis actos fueron todos aparentemente grandes, especialmente cuando Yo, pequeño, gemía, chupaba la leche de mi Mamá, me entretenía en besarla, acariciarla, entrelazar mis manitas a las suyas; más grande cortaba flores, tomaba el agua y otras cosas, éstos eran todos actos pequeños, pero estaban unidos en mi Querer, en mi Divinidad, y esto bastaba; y entonces se volvían tan grandes de poder crear millones y miles de millones de vidas. Así que mientras gemía, de mis gemidos salían vidas de criaturas; mamaba, besaba, acariciaba, pero eran vidas que salían; en mis dedos entrelazados con las manos de mi Mamá corrían las almas, y mientras cortaba las flores y tomaba el agua, eran almas que salían del latido de mi increado corazón, y entraban”. (Diciembre 28, 1917)
Ahora, en un principio, después de haber conocido el don que nos quiere hacer, nos va condicionando a actuar con su Voluntad, pero no puede dárnosla en propiedad si no está seguro de que lo queremos, que lo amamos y que estamos dispuestos, aun a morir con tal de conservarlo: por eso al principio nos lo empieza a dar en préstamo, para actuar con el “don”, y espera con paciencia divina a que nos dispongamos a recibirlo:
«…Hija mía, es verdad que el vivir en mi Querer es un don, y es el poseer el don más grande, pero este don que contiene valor infinito, que es moneda que brota a cada instante, que es luz que nunca se apaga, que es sol que jamás tiene ocaso, que pone al alma en su lugar establecido por Dios en el orden divino, y por lo tanto toma su lugar de honor y de soberanía en la Creación, no se da sino a quien está dispuesto, a quien no debe hacer despilfarro, a quien debe estimarlo tanto y amarlo más que la propia vida, es más, debe estar pronto a sacrificar la propia vida para hacer que este don de mi Querer tenga la supremacía sobre todo y sea tenido en cuenta más que la propia vida, más bien, su vida como una nada en comparación a Él. Por eso primero quiero ver que el alma quiere hacer en verdad mi Voluntad y nunca la suya, pronta a cualquier sacrificio para hacer la mía, en todo lo que hace pedirme siempre, aun como préstamo el don de mi Querer. ENTONCES YO, CUANDO VEO QUE NADA HACE SIN EL PRÉSTAMO DE MI QUERER, LO DOY COMO DON, PORQUE CON PEDIRLO Y VOLVER A PEDIRLO HA FORMADO EL VACÍO EN SU ALMA DONDE PONER ESTE DON CELESTIAL, Y CON HABERSE HABITUADO A VIVIR CON EL PRÉSTAMO DE ESTE ALIMENTO DIVINO, HA PERDIDO EL GUSTO DEL PROPIO QUERER, SU PALADAR SE HA ENNOBLECIDO Y NO SE ADAPTARÁ A LOS ALIMENTOS VILES DEL PROPIO YO; por eso, viéndose en posesión del don que ella tanto suspiraba, anhelaba y amaba, vivirá de la vida de aquel don, lo amará y lo tendrá en la estima que merece”. (Diciembre 25, 1925)
Se nos empieza a aclarar el camino, y al parecer ya existe algo más que debemos hacer, estar dispuestos, sin embargo esta disposición es consecuencia del olvido de sí mismo, o éste es consecuencia de la disposición. Más bien se trata de una sola actitud como veremos en seguida:
Dice Jesús: “Si leen estas verdades y no están dispuestos no entenderán nada, quedarán confundidos y deslumbrados por la luz de mis verdades; para los dispuestos será luz que los iluminará y agua que, quitándoles la sed, no querrán separarse jamás de estos canales por el gran bien que sienten y por la nueva vida que corre en ellos”. (Octubre 23, 1921)
¿Dispuestos a qué? 23/06/22
“…Quien no está vacío del todo de su querer, no puede tener un cierto conocimiento del mío”. (Junio 06, 1922)
Ahora sí, estar dispuestos a vaciarnos de nuestro querer, o sea de nuestros actos, renunciar a seguir actuando con la voluntad humana, o sea renunciar a nuestra vida, a no seguir creciéndola, sino vivir de la Divina Voluntad para hacer crecer la Vida Divina en nosotros. Como ven, es la misma cosa, disponernos a renunciar a TODO lo nuestro para darle cabida a lo Divino, y el olvido de sí mismo, simplemente son formas de decirlo, pero el hecho es que es una sola actitud, no dar paso a un solo acto de voluntad humana.
Por último, Jesús nos enseña que para permanecer siempre conectados a su Voluntad, a su Querer, sobre todo al principio, se deben realizar dos actos, el acto preventivo y el actual:
Dice Luisa: “Si es tan grande un acto hecho en su Querer, ¿cuántos, ay de mí, no dejo escapar?” Y mi dulce Jesús moviéndose en mi interior me ha dicho:
“Hija mía, existe el acto preventivo y el acto actual. El preventivo es aquel cuando el alma, desde el primer surgir del día fija su voluntad en la mía, y se decide y se confirma de querer vivir y obrar sólo en mi Querer, previene todos sus actos y los hace correr todos en mi Querer. Con la voluntad preventiva mi Sol surge, mi Vida queda duplicada en todos tus actos como dentro de un solo acto, y esto suple al acto actual. Sin embargo, el acto preventivo puede ser opacado, oscurecido por los modos humanos, por la voluntad propia, por la propia estima, por el descuido y otras cosas, que son como nubes delante al sol, que vuelven menos vívida su luz sobre la faz de la tierra. En cambio el acto actual no está sujeto a nubes, sino que tiene virtud de despejar las nubes, si es que las hay, y hace surgir tantos otros soles en los cuales queda duplicada mi Vida, con tal intensidad de luz y calor, de formar otros tantos nuevos soles, el uno más bello que el otro. Sin embargo los dos actos son necesarios, el preventivo da la mano, dispone y forma el plano al actual, y el actual conserva y ensancha el plano del preventivo”. (Mayo 27, 1922)
Bueno, aquí está nuestra lección para esta semana, pongamos toda nuestra atención en esto, sin omitir lo que hemos ido aprendiendo.
Uno de las dificultades más frecuentes en la Divina Voluntad es considerar que se trata de una santidad al parejo de las otras existentes, una forma más en que Dios comunica sus bienes, sus gracias, de la misma manera que lo ha hecho durante tantos siglos a los demás santos y a toda la Iglesia.
Esto no es verídico, no se trata de más de lo mismo, no, aquí se perfila una época nueva, donde se manifieste el verdadero hombre, el hombre creado a imagen y semejanza de Dios en su Hijo Jesucristo, un bien que debe servir a toda la familia humana; se trata de hacer regresar al hombre a su origen, darle la misma imagen que le fue dada en el momento de su creación, pero que Adán perdió debido a su desobediencia.O
Para lograr esto, Jesús nos deja una oración, donde es Él mismo quien se pone a la cabeza de toda la familia humana para rogar al Padre se digne decretar el regreso de esta santidad primigenia, y es en ésta misma donde nos descubre de qué se trata dicha santidad, veamos:
“Padre nuestro que estás en los Cielos”. No dijo Padre mío, sino que lo llamó Padre de toda la familia humana, para comprometerlo en lo que debía agregar: ‘Que todos santifiquen tu nombre, a fin de que venga tu reino sobre la tierra y tu Voluntad se haga COMO en el Cielo así en la tierra.
He ahí el punto clave, el llegar a que se haga la Voluntad de Dios aquí en la tierra, mientras vivimos, pero que se haga COMO se hace en el Cielo.
Era ésta la finalidad de la Creación, y Jesús pedía al Padre que se cumpliera. Y ahora una gran pregunta, ¿cómo se hace esta Voluntad en el Cielo? Cuando nosotros hablamos de hacer la Voluntad de Dios nos referimos al obedecer, al vivir de acuerdo a los mandamientos de Dios, ¿así la vivirán en el Cielo? Y de ser así, ¿cómo llegar a saber cuál es y qué desea para mí en un determinado momento? Se podrían hacer muchísimas conjeturas, pero mejor oigamos lo que Jesús manifiesta a Luisa acerca de esto:
“Hija mía, no se quiere entender. El vivir en mi Voluntad es reinar, el hacer mi Voluntad es estar a mis órdenes; lo primero es poseer, lo segundo es recibir mis órdenes y cumplirlas. El vivir en mi Querer es hacer suya mi Voluntad como cosa propia, es disponer de Ella; el hacer mi Voluntad es tenerla en cuenta como Voluntad de Dios, no como cosa propia, ni poder disponer de Ella como se quiere. El vivir en mi Voluntad es vivir con una sola Voluntad, la cual es la de Dios, la cual, siendo una Voluntad toda Santa, toda pura, toda paz, y siendo una sola Voluntad la que reina, no hay contrastes, todo es paz; las pasiones humanas tiemblan ante esta Suprema Voluntad y quisieran rehuirla, no se atreven a moverse ni a oponerse, viendo que ante esta Santa Voluntad tiemblan Cielos y tierra. Así que el primer paso del vivir en el Querer Divino, ¿qué hace? Poner el orden divino en el fondo del alma, vaciarla de lo que es humano, de tendencias, de pasiones, de inclinaciones y de otras cosas. En cambio el hacer mi Voluntad es vivir con dos voluntades, y cuando doy las órdenes de seguir la mía, la criatura siente el peso de su voluntad que le pone contrastes, y a pesar de que siga las órdenes de mi Voluntad con fidelidad, siente el peso de la naturaleza rebelde, sus pasiones e inclinaciones. Y cuántos santos, a pesar que han llegado a la perfección más alta, sienten ésta su voluntad que les hace guerra, que los tiene oprimidos, y muchos están obligados a gritar: ‘¿Quién me librará de este cuerpo de muerte? Esto es, de esta mi voluntad que quiere dar muerte al bien que quiero hacer?
No te asombres si ves que no comprenden, para entender deberían disponerse al más grande de los sacrificios, cual es el de no dar vida, aun en las cosas santas a la propia voluntad, sólo entonces sentirían la posesión de la mía y tocarían con la mano qué significa vivir en mi Querer. Tú sé atenta y no te fastidies de las dificultades que te ponen, y Yo poco a poco me haré camino para hacer comprender el vivir en mi Voluntad”. (Septiembre 18, 1924)
Así que es muy diferente el vivir del hacer, sólo que nos mencionan de nuevo la necesidad de renunciar a nuestra voluntad. La voluntad, renunciar a la nuestra, adquirir la de Dios como nuestra, pero ¿qué es la voluntad?
Muy raras veces hemos meditado acerca de la Voluntad de Dios, siempre la hemos tomado como aquello que Él quiere que se haga, y nosotros debemos cumplirla fielmente, sin ni siquiera cuestionar, simplemente nos corresponde obedecer si es que queremos permanecer a su lado como hijos fieles, o ser considerados desobedientes en caso contrario. A esto nos ha llevado la misma relación que Dios ha tenido con sus criaturas, a las que siempre trata de enseñar a través de «mandatos», en un principio, con los Patriarcas, en forma oral; posteriormente, desde Moisés hasta la venida de Jesús a la tierra, por medio de la Ley. Toda la justificación del hombre se fundamentaba en el fiel seguimiento de esta Ley. Después de Jesús, se agrega a los mandamientos todo lo referido en el evangelio, y poco a poco se van clarificando las virtudes, los dones del Espíritu Santo y la ley de la Iglesia, que va dando forma a la institución.
Hasta la fecha, ésta ha sido la interpretación general, y en muchas ocasiones las personas se afanan en demasía tratando de averiguar cuál es la Voluntad de Dios para ellas, y así poder cumplirla.
Terrible equivocación, la Voluntad de Dios no es solamente un deseo, una orden, sino que es algo que va mucho más allá de un simple atributo de la inteligencia divina, de la capacidad que Él tiene de elegir y seguir lo que elige, o peor aún, la capacidad de querer algo y expresarlo para que el hombre lo siga, (del latín voluntas, derivado de velle, querer). Veamos cómo define Jesús en los escritos de Luisa a la voluntad:
…“La voluntad en el hombre es lo que más lo asemeja a su Creador; en la voluntad humana he puesto parte de mi Inmensidad y de mi Potencia y dándole el lugar de honor la he constituido reina de todo el hombre y depositaria de todo su obrar. Así como las criaturas tienen cajas para conservar sus cosas para tenerlas custodiadas, así el alma tiene su voluntad para conservar y custodiar todo lo que piensa, lo que dice y lo que obra, ni siquiera un pensamiento perderá. Lo que no puede hacer con los ojos, con, la boca, con las obras, lo puede hacer con la voluntad; en un instante puede querer mil bienes o mil males, la voluntad hace volar el pensamiento al Cielo, a las partes más lejanas y hasta en los abismos; a la criatura se le puede impedir que obre, que vea, que hable, que camine, etc., pero todo esto lo puede hacer en la voluntad. Todo lo que hace y quiere forma un acto y lo deja en depósito en su mismo querer; y como la voluntad se puede extender, ¿cuántos bienes o males no puede contener?
… “Hija mía, mi Voluntad contiene todo mi Ser, y quien en sí la posee, me posee a Mí más que si tuviera mi continua presencia, porque mi Voluntad penetra dondequiera, en las más íntimas fibras, cuenta los latidos, los pensamientos, se hace vida de la parte más bella de la criatura, esto es, de su interior, del cual brotan como de una fuente las obras externas, volviéndola inseparable de Mí; mientras que mi presencia, si no encuentra mi Voluntad en el alma, no puede ser vida de todo su interior y ella queda como dividida de Mí; ¿cuántas almas después de haber gozado de mis favores y de mi presencia, no estando en ellas la plenitud de mi Voluntad, su Luz, su Santidad, se han engolfado de nuevo en la culpa, han tomado parte en los placeres, se han separado de Mí porque no estaba en ellas esa Voluntad Divina que vuelve al alma intangible de cualquier culpa, aun mínima, por eso las obras más puras, más santas, más grandes, son formadas en quien posee toda la plenitud de mi Voluntad. Mira, también en la criatura la supremacía la tiene su voluntad; así que si está ésta, tiene vida y si ésta no está, parece como un árbol que mientras tiene tronco, ramas, hojas, está sin fruto. La voluntad en la criatura no es pensamiento, pero da la vida a la actitud de la mente; no es ojo, pero da la vida a la mirada, porque si tiene voluntad el ojo quiere ver, quiere conocer las cosas, de otro modo es como si el ojo no tuviera vida; no es palabra, pero da vida a cada una de las palabras; no es mano, pero da vida a la acción; no es paso, pero da vida al paso; no es amor, deseo, afecto, pero da vida al amor, al deseo, al afecto. Pero esto no es todo, mientras es vida de todos los actos humanos, con el cumplirlos la criatura queda despojada de sus mismos actos, como el árbol cargado de frutos queda despojado por las manos de quien los toma; en cambio, en la voluntad quedan como selladas las miradas que ha dado, los pensamientos que ha formado, las palabras que ha dicho, las acciones que ha hecho; así que la mano ha obrado, pero su acción no queda en sus manos, pasa más allá y quién sabe a donde va, pero en la voluntad queda, por eso todo queda escrito, formado, sellado en la voluntad humana; y si esto pasa en la voluntad humana sólo porque he puesto el germen, la semejanza de la mía, piensa tú misma cómo será la mía en Mí mismo, y cómo será si la criatura se hace poseer de mi Voluntad.” (Octubre 9, 1921)
Así que la voluntad no es un atributo, sino un recipiente donde están guardados todos nuestros actos, y en caso de la Divina, en Ella están todos los actos de la Divinidad.
¿Qué es la vida? La vida es el conjunto de actos que hemos hecho, todos están unidos, no se ha perdido ni siquiera uno solo, y el primero sirve de base al siguiente, y así sucesivamente. Por lo tanto, en nuestra voluntad se encuentran todos nuestros actos de la infancia, de la adolescencia, de la madurez, etc., y si nos quitaran alguno de ellos, si se pudiera, desapareceríamos, pues faltaría el sostén para todos los actos siguientes. Entonces, no es como hemos pensado hasta la actualidad, que los actos pasados ya se perdieron, ya pasaron, no, no es verdad. Igualmente la Voluntad Divina no ha perdido nada de lo que ha hecho, todo lo que ha ejecutado está presente en Ella, y como es un solo acto, no múltiples como en nosotros, por lo tanto la Divina Voluntad, podríamos decir que es la misma Vida Divina, no un atributo de Ella, sino la misma Vida.
Nosotros estamos compuestos de potencia y acto. La potencia es la capacidad de llevar a cabo una acción que no estamos realizando en el momento; acción es lo que estamos haciendo. Por lo tanto, nuestra voluntad también tiene la capacidad de pasar de una acción a otra, y para hacer eso, necesitamos que la acción que estamos haciendo se deje de hacer, o sea pase de acto a potencia, y empezar a hacer otra que no estaba en acción. Ejemplo: si estoy sentado, el acto en acción es el estar sentado, pero el caminar está en potencia, porque no lo estoy efectuando en ese momento; cuando mi voluntad lo decide, el estar sentado lo paso a potencia y el caminar lo pongo en acto. La Voluntad Divina no tiene esta dualidad, pues como es una Voluntad perfecta, no tiene potencia, sino que todo está en acto, porque el tener potencia equivale a no ser un ser completo, sino estar en camino de llegar a esa perfección, pues aún le falta el acto siguiente, y así sucesivamente. Recordemos que el nombre que Dios le da a Moisés, es “Yo soy”, o sea, soy el Ser completo, que no le falta nada para completarse, cosa que nosotros no podríamos decir, pues siempre nos falta algo, y así será hasta el día en que muriendo, pasemos a la eternidad, donde ya no hay tiempo, y por tanto tampoco habrá más actos.
Ésta es una de las razones por las que Dios quiere que vivamos en su Voluntad, que nuestra voluntad imperfecta haga un acto en que corra la Voluntad Divina, y así le demos la oportunidad de que su Voluntad vuelva a ponerse en acto y repita toda su Vida. Por eso siempre dice que cada acto hecho en su Voluntad es una Vida Divina que la criatura adquiere, pues como el movimiento de ese acto salió de la criatura, aunque el acto haya sido el acto único de Dios, por derecho y justicia se le debe dar en propiedad a esta criatura.
¿Raro? Oigamos a Jesús: …“Hija mía bendita, mi Voluntad es el motor que con constancia férrea asalta a la criatura por todos lados, dentro y fuera, para tenerla consigo, y formar el gran prodigio de formar su Vida Divina en la criatura; Ella, se puede decir que la ha creado para formar y repetir su Vida en ella, y a cualquier costo quiere lograr su intento.
Así que la Voluntad Divina la podemos equiparar casi a la mismísima Vida Divina
Jesús.- “Y así como la vida humana tiene su vida, sus miembros distintos, sus cualidades, así nuestro Ser Supremo tiene sus cualidades purísimas, no materiales, porque en Nosotros no existe materia que forme nuestra Vida; unidas juntas Santidad, Potencia, Amor, Luz, Bondad, Sabiduría, Omnividencia de todo, Inmensidad, etc., forman nuestra Vida Divina, ¿pero quién constituye el movimiento, quién regula, quién desarrolla con un movimiento incesante y eterno todas nuestras cualidades divinas? Nuestra Voluntad. Ella es el motor, la dirigente que da a cada una de nuestras cualidades la vida obrante, así que si no fuese por nuestra Voluntad, nuestra Potencia estaría sin ejercicio, nuestro Amor sin amar, y así de todo lo demás. Mira entonces cómo el todo está en la Voluntad, y por eso, con darla a la criatura damos todo.” Septiembre 17, 1933
Ya tenemos ahora una ligera idea de que la Voluntad de Dios es algo más que el simple deseo u orden de Dios para hacer algo que Él quiere, aunque debemos reconocerlo, existen cuatro diferentes modos de obrar de esta Voluntad, y obra según las disposiciones de las criaturas. En primer lugar se encuentra la Voluntad permisiva, o sea que permite todo, incluso el mal. Muchas veces hace conocer lo que Ella quiere, pero deja a decisión de las criaturas el hacerlo o no hacerlo, no llevando culpa ninguna el no hacerla, y ésta se llama Voluntad querida. Otras veces, al querer agrega la orden, y da gracias duplicadas para hacer que se cumpla dicha orden, y esto es de todos los cristianos, el no hacer esto significa no ser ni siquiera cristianos y conlleva una culpa. El último modo es el obrante, en éste, la misma Voluntad desciende en el acto de la criatura y obra como si el acto de la criatura fuera acto suyo, y por eso como acto suyo pone en él su Vida, su Santidad, su Virtud operativa; pero para llegar a esto, el alma debe estar habituada a la Voluntad querida y ordenada, éstas preparan el vacío en el acto humano para recibir el acto obrante del Fiat Divino. Esta es la Voluntad de Dios que debemos buscar con ahínco, para no sólo cumplirla, sino adueñarnos de Ella.
Sesión 010
Con lo que hemos revisado hasta ahora, ya estamos en condiciones de entender y aceptar que el vivir en la Divina Voluntad no es algo más de la santidad humana, esa santidad lograda con el esfuerzo de nuestra voluntad, sino que se trata ni más ni menos que de un “intercambio” de vida entre Jesús y nosotros.
Hablar de acercamiento, de habitar Dios en la criatura, no es exacto, pues no se trata de que Él esté en su creación, esto es natural para Él, natural por ser Creador, natural por ser conservador, natural por ser un Ser infinito, y no sólo por esto, sino que todo movimiento de la criatura tiene su origen de Dios:
“Hija mía, Yo estoy continuamente concurriendo en cada mínima acción humana, aunque fuese un pensamiento, un respiro, un movimiento; pero las criaturas no piensan en esta mi actitud hacia ellas, y además de que no hacen para Mí sus obras, que soy de quien reciben la vida de su mismo obrar, se atribuyen a ellas lo que hacen”. (Octubre 10, 1906)
Así que el vivir en Divina Voluntad, el intercambio de vida entre Creador y criatura no es debido a su presencia en cada uno de nosotros, presencia que puede ser mayor o ,menor de acuerdo a la disposición de la criatura.
La palabra intercambio nos da la clave para entender. Hasta ahora, a lo que el hombre podía aspirar era a ese estado de unión con Jesús, el que Él habitara en su criatura pero por medio de la Gracia, que es la participación de los atributos divinos a la criatura, pero es ella la que desde su voluntad, desde su obrar humano pone en movimiento los dones, los carismas, los atributos recibidos, por lo que todo queda en un Dios dador, y en una criatura receptora.
Intercambio significa que Él nos da su Vida, pero la criatura debe corresponder dándole la suya, por lo que ésta queda sin voluntad para obrar, para poner en acto lo recibido de Dios, y debe ser entonces la misma Voluntad Divina la que se encargue de imprimir el movimiento en su criatura, y esta Voluntad no encontrando “NADA” de humano, tiene campo libre para poner en acto sus mismos atributos a través de esta afortunada criatura, por lo que ya no es la voluntad humana la que mueve, ya no son los atributos humanos los movidos, sino que todo es divino en ella, por lo que se pueden decir las mismas palabras que dijo Jesús: “Ustedes creen que Yo he venido a hacer mis obras, se equivocan, es mi Padre que mora en Mí quien hace sus obras en Mí”.
La diferencia es clara, pero aún queda algo por esclarecer, si se trata de un intercambio, ¿dónde queda la voluntad humana? Ésta queda en Dios, obrando en Él, así es, OBRANDO en Él, y éste es el triunfo de Dios:
“La hija mía, la hija de mi Voluntad, cómo me eres querida. Escucha, en cuanto tu querer entra en Mí, se vacía de ti y el mío entra obrante en ti, y en cuanto obra el mío, el tuyo recibe la fuerza de la potencia creadora y queda obrante en Mí, y como Yo soy un punto solo, que contengo todo, abrazo todo, hago todo, veo tu querer obrante en Mí con mi potencia creadora que quiere darme todo, corresponderme por todos, y con sumo contento mío lo veo ante Mí desde el primer instante en el que hice salir la Creación, y dejando atrás a todos se pone delante a todos como si fueras la primera creada por Mí, en la cual no existe ninguna ruptura de voluntad entre tú y Yo, tal como habría querido al primer hombre, y me da el honor, la gloria, el amor, como si la Creación no hubiera salido de mi Voluntad. (Octubre 9, 1922)
“Hija mía, el triunfo de Dios es la voluntad humana obrante en la suya, ésta es su victoria, el hacer entrar de nuevo en Sí, en su mismo Querer, lo que ha salido de Él. Conforme el alma obra en Él así se extiende en los confines divinos, sus actos toman lugar en todo lo que es eterno. (Julio 10, 1927)
Ahora sí podemos ver con claridad la enorme diferencia entre la santidad humana y la Divina, en ésta se trata de que la Divinidad se convierta en nuestra misma vida. Vayamos a los escritos para ver algo de esto expresado por Jesús:
“Animo hija mía, no te abandones a tu dolor, sino sube más en alto. Tú sabes que tienes un trabajo que cumplir, y este trabajo es tan grande, que ni siquiera el dolor de mi privación debe detenerte, más bien debe servirte como medio para subir más en la luz de mi Voluntad. TU ENCUENTRO CON ELLA DEBE SER CONTINUO, PORQUE ES INTERCAMBIO DE VIDA QUE DEBÉIS HACER: ELLA SE DEBE DAR CONTINUAMENTE A TI, Y TÚ A ELLA. Y tú sabes que el movimiento, el latido, el respiro, deben ser continuos, de otra manera la vida no puede existir, y tú harías faltar tu vida en mi Fiat, y Él sentiría el dolor de que su pequeña hija, su amada recién nacida, le hace faltar en Él su movimiento, su latido, su respiro, sentiría el arrancarse a su recién nacida, que por sentir su vida como Vida suya, la tiene siempre en acto de nacer, sin ponerla fuera de su seno, ni siquiera para hacerla dar un paso, y tú te sentirías faltar la Vida de su movimiento continuo, de su latido, de su respiro; sentirías el vacío de una Voluntad Divina en tu alma”. (Abril 16, 1929)
“Hija mía, sólo mi Divina Voluntad puede volver feliz a la criatura, Ella, con su luz, eclipsa o pone en fuga todos los males, y dice con su poder divino: ‘Yo soy la felicidad perenne, huyan todos los males, quiero estar libre, porque delante a mi felicidad todos los males pierden la vida’. PARA QUIEN VIVE COMPLETAMENTE EN MI QUERER DIVINO, ES TANTO SU AMOR QUE TRANSFORMA LAS ACCIONES DE LA CRIATURA, Y SUCEDE UN INTERCAMBIO DE VIDA ENTRE DIOS Y ELLA, INTERCAMBIO DE ACCIONES, DE PASOS, DE LATIDOS. DIOS QUEDA UNIDO A LA CRIATURA Y LA CRIATURA A DIOS, SE VUELVEN SERES INSEPARABLES, Y EN ESTE INTERCAMBIO DE ACCIONES Y DE VIDA SE FORMA EL JUEGO ENTRE CREADOR Y CRIATURA, UNO SE DA EN PODER DEL OTRO, Y EN ESTE DARSE EN PODER MUTUAMENTE JUEGAN CON MODO DIVINO, SE HACEN FELICES, HACEN FIESTA, Y DIOS Y LA CRIATURA SE GLORÍAN, SE SIENTEN VICTORIOSOS PORQUE NINGUNO HA PERDIDO, PERO UNO HA VENCIDO AL OTRO, PORQUE EN MI DIVINA VOLUNTAD NINGUNO PIERDE, LAS PÉRDIDAS NO EXISTEN EN ELLA. Sólo de quien vive en mi Querer puedo decir: ‘Es mi entretenimiento en la Creación, me siento victorioso de abajarme para hacerme vencer por la criatura, porque estoy cierto que ella no se opondrá a dejarse vencer por Mí’. Por eso tu vuelo en mi Querer sea siempre continuo”. (Octubre 2, 1929)
“Hija mía, tú debes saber que en cada cosa que hace la criatura, damos el acto de vida que sale de Nosotros, si piensa, le damos la vida del pensamiento de nuestra Inteligencia; si habla, le damos en su voz la vida de nuestra palabra; si obra, corre la vida de nuestras obras en la suya; si camina, damos la vida de nuestros pasos en los suyos; mira, son dos actos de vida que deben concurrir en cada uno de los actos de la criatura: Primero el acto de Vida Divina, e inmediatamente el acto de ella. AHORA, SI EN TODAS LAS COSAS QUE HACE, LAS HACE POR AMOR DE QUIEN LE DA LA VIDA, SE FORMA UN INTERCAMBIO DE VIDA; VIDA DAMOS Y VIDA RECIBIMOS. Y aunque hay gran diferencia entre los actos de Vida nuestra y los de la criatura, sin embargo quedamos glorificados y satisfechos, porque eso nos puede dar, y eso nos da, mucho más que todos los actos hechos por ella para darnos el intercambio de vida, quedan no fuera de Nosotros, sino dentro de Nosotros, como testimonios de vida perenne de la criatura; sentimos el intercambio de su vida a la Vida que le hemos dado. En nuestro Ser Divino, en nuestro Querer y en nuestro amor, nos lleva el dulce murmullo de la vida de sus pensamientos en nuestra Inteligencia, el suave murmullo de su palabra en nuestra voz, sus obras murmuran dulcemente en nuestras obras, y el pisar de sus pasos, conforme caminan, así murmuran amor y testimonios de vida a mi Creador. Y Nosotros, en nuestro énfasis de amor decimos: ‘¿Quién es quien murmura en nuestro Ser Divino con la vida de sus actos? Quien está en nuestro Querer y obra por puro amor nuestro”. (Noviembre 29, 1931)
“Hija mía, amar y no ser amado es como si se quisiera impedir el curso a nuestro amor, restringirlo en Nosotros mismos, y hacernos sentir toda la pena y la dureza de nuestro amor no amado, por eso vamos buscando quién nos ame. Es tan dulce y refrescante para Nosotros el ‘te amo’ de la criatura, que quién sabe qué cosa le daremos con tal de obtenerlo. Mira entonces, en quien vive en nuestra Voluntad encontramos el refugio de nuestra Vida, y no hacemos otra cosa que intercambiarnos continuamente vida: Ella nos da la suya, y Nosotros damos la nuestra. En este intercambio de vida encontramos quién recibe la nuestra y nos dé la suya, donde podemos poner de lo nuestro, hacer lo que queremos, nos sentimos Dios tal como somos. (Enero 7, 1938)
Esto nos lleva a aceptar una santidad llevada a cabo entre dos, veamos:
«…Ahora, así quiero la santidad en la criatura, entre ella y Yo, entre dos, Yo por una parte y ella por la otra, Yo a dar mi Vida y como fiel compañero a comunicarle mi Santidad, y ella como fiel e inseparable compañera a recibirla. Así, ella sería el ojo que ve, y Yo el Sol que le doy la Luz; ella la boca, y Yo la palabra; ella las manos, y Yo que le suministro el trabajo para obrar; ella el pie, y Yo el paso; ella el corazón, y Yo el latido. ¿Pero sabes tú quién forma esta Santidad? Mi Voluntad, es la única que mantiene en orden la finalidad de la Creación, la santidad en mi Querer es la que mantiene el perfecto equilibrio entre criaturas y Creador, porque son las verdaderas imágenes salidas de Mí.» (Noviembre 4, 1921)
«Hija mía, mi Divina Voluntad es latido sin corazón, la criatura es corazón, Ella es el latido. Mira qué unión inseparable hay entre mi Fiat y la criatura: el corazón es nada, no tiene ningún valor sin el latido, con el latido se constituye vida de la criatura, pero el latido no puede palpitar sin el corazón. Tal es mi Divina Voluntad, si no tiene la nada del corazón de la criatura, no tiene donde formar su latido de vida para desarrollar y formar su Vida Divina. Entonces mira, mi Divina Voluntad no teniendo corazón, lo ha creado en la criatura para tener su corazón dónde poder formar su latido. Además de esto mi Divina Voluntad es respiro sin cuerpo, la criatura es el cuerpo, Ella es el respiro; el cuerpo sin el respiro está muerto, así que quien forma el respiro de la criatura es mi Divina Voluntad, por eso se puede decir: ‘El cuerpo de Ella es el de la criatura, y el respiro de ella es el de mi Querer Divino.’ Mira qué gran unión hay entre una y la otra, unión que no puede separarse, porque si cesa el respiro cesa la vida. Por eso mi Divina Voluntad es todo para la criatura: es palabra sin boca, es luz sin ojo, es oído sin orejas, es obra sin manos es paso sin pies; y por eso el alma que vive en mi Querer Divino le sirve de boca, de ojo, de orejas, de manos y de pies. Ella se restringe para encerrase en la criatura, mientras permanece inmensa; y victoriosa forma en ella su reino, sirviéndose de ella como si fuese su cuerpo donde late, respira, habla, obra y camina. Por eso el dolor de mi Fiat Divino es incomprensible, porque las criaturas no se prestan para hacerlo desarrollar todas sus operaciones en ellas para hacerlo reinar, y lo obligan al silencio y a la inactividad, y con paciencia divina e indecible espera a quien debe vivir en su Querer para reemprender su hablar y su obrar divino, para formar su reino en medio a las criaturas. Por eso sé atenta hija mía, escucha el hablar de mi Fiat Divino, dale la vida en todos tus actos, y verás los portentos inesperados que mi Divina Voluntad hará en ti.» (Febrero 17, 1930)
¿No parece más bien un cuento de hadas? Pero no se trata de tal, sino de una realidad, de una manifestación del amor divino que creó a las criaturas con las especificaciones adecuadas para que el mismo Dios viviera en ella, obrara desde ella, todo con la finalidad de tener una relación de amor, donde la criatura pudiera rivalizar con su Creador.
Hemos llegado muy lejos ya en el conocimiento de ¿qué es la Divina Voluntad?, conocemos que se trata de un intercambio de vida, comprendemos que es una santidad llevada a cabo entre 2, Dios y el hombre. El hombre es incapaz de llevarla a cabo por sí mismo, pues le falta la Divinidad que debe poner en cada acto para desarrollar la Vida Divina; y a Dios, sin la criatura, le faltaría la conquista de la voluntad humana, y el acto creciente que se lleva a cabo por medio del obrar divino en ésta.
Sabemos ya que para entrar en esta santidad, no hay puertas, no hay llaves, no hay guías, o sea que no se requiere de nada más que la decisión firme, no retractada de querer vivir en Ella, lo que presupone CONOCER que existe, que Dios la quiere dar, y que la podemos recibir, y como lo que se llevará a cabo es una total incorporación de esta Divina Voluntad en nuestra vida misma, hacen su aparición algunos requerimientos: “Abandono” y “Desapego”.
Abandono en Dios, pues si nuestra vida es ahora la misma Divina Voluntad, que posee todo, que es la dadora de todos los bienes, ¿por qué estar ocupados en las carencias de la naturaleza humana que YA HEMOS DEJADO, y no fijarnos en las enormes posesiones de nuestra nueva Vida? Y esto ya desde el evangelio nos viene sugerido: “Primero buscad el reino y su justicia, y todo lo demás les será dado por añadidura”. Aunque a este nivel, lo que era dado, se daba como providencia divina, y el hombre debía confiar plenamente en esta providencia, lo que resultaba desgastante, y si no es así, se puede preguntar: ¿por qué no lo hemos hecho?
El desapego es el que nada nos llame la atención, más bien, que nada me haga desviar la mirada de Dios, no importa que se trate de bienes materiales o afectos morales, debemos abandonar todo por Él. Y esto también está marcado en el evangelio: quien ama más a su padre o su madre que a Mí, no es digno de Mí; quien pone las manos en el arado y voltea, no es apto para este trabajo; etc. Por lo tanto no es nuevo, pero al igual que el abandono, hasta antes de la Divina Voluntad se practicaba por medio de las virtudes, lo que significaba un enorme reto y un mayor sacrificio.
Ahora para vivir en este Reino, se deben conjuntar estas actitudes, por lo que la pregunta es: ¿cómo hacemos para lograrlo?
La respuesta es muy sencilla: Tener “Fe”. ¿Fe? Así es, y no se diga que estamos desmintiéndonos de que la práctica de virtudes no es necesario para llegar al reino. Se trata de una virtud teologal, que no se lleva a cabo por medio de actos humanos, sino que…, mejor dejemos que sea Jesús quien nos diga cómo:
…Esta mañana Jesús continúa haciéndose ver de vez en cuando, participándome un poco de sus sufrimientos y a veces veía al confesor con Él, y como él me había dicho que rezara por ciertas necesidades suyas, viéndolo junto con Nuestro Señor he comenzado a rogar a Jesús que le concediera lo que él quería. Mientras yo le rogaba, Jesús, todo bondad se dirigió al confesor y le ha dicho…:
Pequeña nota.- Todo el dialogo que sigue es motivado por esta petición que Luisa hace en favor del sacerdote. Recordemos que la petición nace de la “carencia” y que ésta es producida por vivir fuera del punto de origen, donde Dios nos creó.
“…Quiero que la Fe te inunde por todas partes, como aquellas barcas que son inundadas por las aguas del mar, y como la Fe soy Yo mismo, siendo inundado por Mí, que todo poseo, puedo y doy libremente a quien en Mí confía, sin que tú pienses en lo que vendrá, y al cuándo y el cómo y qué harás, Yo mismo, según tus necesidades me prestaré a socorrerte”.
Pequeña nota.- La Fe, ahora conocemos que es Dios mismo, o sea tenemos tanta Fe, en la medida que tenemos tanto Dios, no se trata de algo que debamos hacer, sino de algo que debemos poseer, y se posee a Dios en la medida que se “conoce” y se “ama”. Después, como Dios es la fuente de TODOS LOS BIENES, estando en Él no se carece de nada, y será Él quien nos proporcione lo que sea conveniente tener, PERO SIN ESTAR PIDIENDO, NI PENSANDO EN EL CÓMO O A QUÉ HORA, lo que dice claramente que se debe estar total y absolutamente abandonados a lo que decida.
…Después ha agregado: “Si te ejercitas en esta Fe, casi nadando en ella, en recompensa te infundiré en el corazón tres gozos espirituales:
El primero.- Que penetrarás las cosas de Dios con claridad y al hacer cosas santas te sentirás inundado por una alegría, por un gozo tal, que te sentirás como empapado, y esto es la unción de mi gracia.
Pequeña nota.- Viviendo sumergido en Dios, por fuerza las cosas de Él serán más claras, más entendibles, y el gozo que se despierta por llevar a cabo obras santas, nos quitarán en enfrente el deseo de llevar a cabo obras que no lleven dicho gozo. Son 2 consecuencias de este primer gozo. Conocer más claramente y penetrar en los arcanos divinos; y la alegría de obrar santamente.
El segundo.- Es un fastidio de las cosas terrenas y sentirás en tu corazón alegría por las cosas celestiales.
Pequeña nota.- Refuerza lo anterior, y esto nos lleva a un abandonar el gusto por lo que nos aprisionaba en la tierra.
El tercero.- Es un desapego total de todo, y en donde antes sentías inclinación, sentirás un fastidio, como desde hace tiempo lo estoy infundiendo en tu corazón, y tú ya lo estás experimentando. Y por esto tu corazón será inundado por la alegría que gozan las almas totalmente desapegadas, que tienen su corazón tan inundado de mi amor, que de las cosas que las rodean externamente no reciben ninguna impresión”.
He aquí la fórmula para lograr el abandono y el desapego: Permitir que la Fe (Dios) nos inunde. Para llevarlo a cabo necesitamos conocerlo (lectura, vivencia).
Ésta es nuestra lección de esta semana, sumergirnos en Dios por medio de conocer sus verdades, recibir su misma Vida a través del Santísimo Sacramento, la meditación, el diálogo constante con él. Respecto a lo último, Jesús dice a Luisa:
“…Lo que te recomiendo es el espíritu de continua oración. Este buscar siempre el alma el conversar Conmigo, sea con el corazón, sea con la mente, sea con la boca y hasta con la simple intención, la hace tan bella a mi vista, que las notas de su corazón armonizan con las notas de mi corazón, y Yo me siento tan atraído para conversar con esta alma, que no sólo le manifiesto las obras “ad extra” de mi Humanidad, sino que le voy manifestando algunas cosas de las obras “ad intra” que la Divinidad hacía en mi Humanidad; y no sólo esto, sino que es tanta la belleza que hace adquirir el espíritu de continua oración, que el demonio queda golpeado como por un rayo y queda frustrado en las insidias con las que intenta dañar a esta alma”. (Julio 28, 1902)
Vale la pena hacer notar que lo que Jesús refiere como “oración”, es una conversación del alma, no importa cuál sea el medio que se use, pero debe ser CONTINUO.
Así que aquí está un medio eficaz para llegar al abandono y al desapego. Llevémoslo a cabo.
Por decirlo de esta manera, otro de los requisitos indispensables para vivir en la Divina Voluntad es la “verdadera humildad”, que es no otra cosa, sino el reconocimiento de nuestra nada. Jesús lo repite no pocas veces, sino múltiples ocasiones lo recomienda a Luisa, “llegar a su nada”.
Le dice que todas sus obras están formadas sobre la nada, que su principio es en ésta, y que gracias a eso el Todo puede hacer lo que quiere. Tan necesaria es esta condición, que Jesús insiste en ella desde el inicio de su labor en Luisa, y continúa insistiendo en ello durante el resto de su vida. Repasemos algunos de los puntos que va indicándole, para ir tomando conciencia de la importancia de este estado:
3-72
Mayo 20, 1900
Encontrándome fuera de mí misma, me parecía que fuese de noche y veía todo el universo, todo el orden de la naturaleza, el cielo estrellado, el silencio nocturno, en suma me parecía que todo tenía un significado. Mientras esto miraba, me parecía que veía a Nuestro Señor que tomando la palabra acerca de lo que veía ha dicho:
«Toda la naturaleza invita al reposo, ¿pero cuál es el verdadero reposo? ES EL REPOSO INTERIOR Y EL SILENCIO DE TODO LO QUE NO ES DIOS. Mira, las estrellas centelleantes de luz moderada, no deslumbrante como el sol; el sueño y el silencio de toda la naturaleza, de los hombres y hasta de los animales, y que todos buscan un lugar, una cueva donde estarse en silencio y reposarse del cansancio de la vida. Si esto es necesario para el cuerpo, mucho más para el alma es necesario reposarse en su propio centro que es Dios. Pero PARA PODERSE REPOSAR EN DIOS ES NECESARIO EL SILENCIO INTERIOR,…
“Nota”. A Dios se le encuentra, y puede uno tener intimidad con Él, en el “SILENCIO”, nunca en el bullicio, en la algarabía,
…como al cuerpo le es necesario el silencio exterior para poderse plácidamente adormecer. ¿Pero cuál es este silencio interior? Es hacer callar las propias pasiones teniéndolas en su lugar, es imponer silencio a los deseos, a las inclinaciones, a los afectos, en suma, a todo lo que no llama a Dios. AHORA, ¿CUÁL ES EL MEDIO PARA LLEGAR A ESTO? EL ÚNICO MEDIO Y DE ABSOLUTA NECESIDAD ES DESHACER EL PROPIO SER Y REDUCIRSE A LA NADA, COMO ERA ANTES DE QUE FUERA CREADA, Y CUANDO HAYA REDUCIDO A LA NADA SU SER, RETOMARLO EN DIOS.
Hija mía, todas las cosas tienen principio de la nada, esta misma máquina del universo que tú ves con tanto orden, si antes de crearla hubiera estado llena de otras cosas, no habría podido poner mi mano creadora para hacerla con tanta maestría y dejarla tan espléndida y adornada. A lo más habría podido deshacer todo lo que podía estar, y después rehacerla como a Mí me agradaba; pero estamos siempre ahí, en que todas mis obras tienen principio de la nada, y cuando hay mezcla de otras cosas, no es decoroso para mi Majestad descender y obrar en el alma, pero cuando el alma se reduce a la nada y sube a Mí, y toma su ser en el mío, entonces Yo obro como el Dios que soy, y el alma ahí encuentra el verdadero reposo. He aquí cómo todas las virtudes tienen principio en la humildad y en el aniquilamiento de sí mismo.»
+ + +
El siguiente dictado es excepcionalmente bello y esclarecedor, pues sin velos nos dice que toda nuestra relación con Él debe ser “SIN NOSOTROS”. Difícil entenderlo, y mucho más quererlo practicar, puesto que para hacerlo, debemos poner en juego nuestra voluntad, y ahí está la clave: para llegar a esto, NUNCA debemos tratar de hacerlo por nosotros mismos, simplemente toda nuestra atención la debemos centrar en Él, nunca pensar en uno mismo, y de esta manera el Todo irá tomando posesión de nosotros, sin tomar en cuenta nuestra indignidad, nuestra miseria, nuestra pequeñez, sino simplemente recrearnos en todo lo que Él es, y por sí mismo, al reconocer su grandeza iremos entrando en el verdadero reconocimiento de nuestra nada.
3-105
Agosto 3, 1900
Encontrándome en mi habitual estado, estaba deseando y buscando a mi amante Jesús. Después de haberlo esperado largamente, ha venido y me ha dicho:
“Hija mía, ¿por qué me buscas fuera de ti, mientras que podrías encontrarme más fácilmente dentro de ti? Cuando tú me quieras encontrar ENTRA EN TI, LLEGA HASTA TU NADA Y AHÍ, SIN TI, EN EL BREVÍSIMO GIRO DE TU NADA descubrirás los cimientos que ha puesto en ti y las construcciones que ha levantado en ti el Ser Divino. Esfuérzate y ve”.
Yo he mirado y he visto los sólidos cimientos y los muros altísimos que llegaban hasta el cielo, pero lo que más me asombraba era que veía que el Señor había hecho este gran trabajo sobre mi nada, y los muros estaban todos cerrados, sin ninguna abertura. Se veía sólo en el techo una abertura que correspondía al Cielo, y en esta abertura residía nuestro Señor, sobre de una columna estable que sobresalía de los cimientos formados sobre la nada. Ahora, mientras estaba toda asombrada mirando, el bendito Jesús ha agregado:
“Los cimientos formados en la nada significan que la mano divina obra ahí, donde está la nada, y jamás mezcla sus obras con las obras materiales. Los muros sin abertura alrededor, significan que el alma no debe tener ninguna correspondencia con las cosas terrenas, tanto, que no haya ningún peligro que pueda entrar ni siquiera un poco de polvo, porque todo está bien cerrado. La única correspondencia que dan estos muros es para el Cielo, esto es, de la nada al Cielo, y del Cielo a la nada, este es el significado de la abertura hecha en el techo. La estabilidad de la columna significa que el alma está tan estable en el bien, que no hay viento contrario que la pueda mover. Y Yo que resido sobre ésta, es indicio cierto que la obra hecha es toda divina”.
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“Nota”. Hay que notar que los muros sin puertas ni ventanas son fabricados por Dios, no es trabajo de la criatura, así que el desapego y el abandono se convierten en NATURALES para la criatura que decidió entrar a vivir en la Divina Voluntad, y como se menciona claramente, su única comunicación será con el Ser Divino, por lo que en lugar de llenarse la criatura con cosas del mundo, lo único que podrá incorporar en sí es lo divino. El único trabajo y la única decisión será el decidirse a entrar, a sabiendas que de ahí no se sale.
Esta actitud viene confirmada en los siguientes dictados:
4-109
Febrero 19, 1902
“Hija mía, en el ministerio público es necesario el uso de la voz para hacerme entender, pero en el ministerio privado mi sola presencia basta para todo, porque verme y entender la armonía de mis virtudes para copiarlas en sí misma, es lo mismo, por lo tanto la atención del alma debe estar en verme y en uniformarse en todo a las operaciones interiores del Verbo, porque cuando Yo atraigo al alma a Mí, se puede decir, al menos por ese tiempo, que la tengo en mi presencia, que hace vida divina. Siendo mi luz como pincel para pintar, mis virtudes suministran los diferentes colores, y el alma es como tela que recibe en sí el retrato de la imagen divina. Sucede como aquellos puentes altos, que por cuanto más altos tanto más precipitan a lo bajo una lluvia abundante; así el alma, ante mi presencia se pone en el estado que le conviene, o sea en lo bajo, en la nada, tanto que se siente destruir, y la Divinidad a torrentes hace llover la gracia sobre ella y llega a sumergirla en Sí mismo, por eso debes estar contenta de todo, si hablo, y contenta si no hablo”.
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8-17
Noviembre 18, 1907
Y Jesús: “¡Ah! hija mía, ¿y tú te afliges porque te sientes reducida en la nada? MÁS BIEN TE DIGO QUE POR CUANTO MÁS LA CRIATURA SE REDUCE EN LA NADA, TANTO MÁS ES LLENADA DEL TODO, y si fuera aun una sombra de sí que deja, esa sombra impide que Yo me pueda dar todo, todo al alma; y tu regresar siempre en la nada significa que vas perdiendo tu ser humano para readquirir el Divino”.
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“Nota”. Se debe renunciar a todo, incluso a las virtudes, a los dones, etc., que nos haya sido dado y que nos ha servido para relacionarnos con Dios, pues si queda una sola SOMBRA de lo nuestro, el Todo no puede entrar y llenarnos de Él.
11-25
Julio 4, 1912
Esta mañana, después de la comunión estaba diciendo a mi siempre amable Jesús: “¡A que estado me he reducido, parece que todo me huye, sufrimientos, virtudes, todo!”
Entonces Jesús: “Hija mía, ¿qué tienes? ¿Quieres perder el tiempo? ¿Quieres salir de tu nada? Ponte en tu puesto, en tu nada, a fin de que el Todo pueda tener su lugar en ti. Has de saber que toda tú debes morir en mi Voluntad, el sufrir, las virtudes, todo; mi Querer debe ser la tumba del alma y así como en la tumba la naturaleza se consume hasta en realidad desaparecer, y de esa misma consumación resurgirá a vida más bella y nueva, así el alma sepultada en mi Voluntad como dentro de una tumba, morirá al sufrir, a sus virtudes, a sus bienes espirituales y resurgirá en todo a la Vida Divina.
¡Ah! hija mía, parece que quieres imitar a los mundanos que son llevados a lo que está en el tiempo y termina, y a lo que es eterno no lo toman en cuenta. Amada mía, ¿por qué no quieres aprender a vivir sólo de mi Querer? ¿Por qué no quieres vivir sólo de la vida del Cielo aun estando en la tierra? Mi Querer es el Amor, lo que no muere jamás, así que para ti el sepulcro debe ser mi Voluntad, la lápida que te debe encerrar, lapidar, sin darte la esperanza de salir es el amor. Y además, cada pensamiento que se refiere a sí mismo, aun sobre las mismas virtudes, es siempre un ganar para sí mismo y huir de la Vida Divina; en cambio, si el alma piensa sólo en Mí, me ve sólo a Mí, toma en ella la Vida Divina, y tomando la Vida Divina huye la humana y toma todos los bienes posibles. ¿Nos hemos entendido?”
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Las consecuencias de aceptar lo anterior son funestas, pues el Todo (Dios) saldrá de nosotros, o mejor dicho, no podrá entrar, y sólo quedará la voluntad humana, que en el mejor de los casos, podrá llegar a la santidad humana, pero la divina, lo que más le agrada a Dios, no podrá realizarse.
19-24
Mayo 27, 1926
“Hija mía, este sentir de más tu nada no se opone al vivir en mi Querer, más bien es un deber tuyo. Todas mis obras están formadas sobre la nada, y por eso el Todo puede hacer lo que quiere. Si el sol tuviera razón y se le preguntase: ‘¿Qué haces de bien? ¿Cuáles son tus efectos? ¿Cuánta luz y calor contienes?’ Respondería: ‘Yo no hago nada, sólo sé que la luz que Dios me dio está investida del Querer Supremo, y hago lo que quiere, me extiendo donde quiere y produzco los efectos que quiere, y mientras hago tanto, yo quedo siempre nada y todo lo hace el Querer Divino en mí’. Y así todas las otras obras mías, toda su gloria es quedar en la nada para dar todo el campo a mi Voluntad para hacerla obrar. SÓLO EL HOMBRE QUISO HACER SIN LA VOLUNTAD DE SU CREADOR, QUISO HACER OBRAR SU NADA, CREYÉNDOSE BUENO A CUALQUIER COSA; Y EL TODO, SINTIÉNDOSE POSPUESTO POR LA NADA SALIÓ DEL HOMBRE, EL CUAL SE REDUJO DE SUPERIOR A TODOS, A ESTAR POR DEBAJO DE TODOS, POR ESO HAZ QUE TU NADA ESTÉ SIEMPRE EN PODER DE MI QUERER SI QUIERES QUE LA UNIDAD DE SU LUZ OBRE EN TI Y LLAME A NUEVA VIDA LA FINALIDAD DE LA CREACIÓN”.
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Sesión 013
Como hemos visto, vivir en el Reino de la Divina Voluntad implica una renuncia a nuestra voluntad, a nuestra vida, a nuestro «Yo», semblanteado en los requisitos para entrar a vivir en Ella: abandono, desapego, llegar a nuestra nada, etc., pues todo esto, que el hombre estima tanto y lo tiene en gran valía, es, por decirlo así, una enfermedad que se adquirió en el momento de la desobediencia en el paraíso terrenal, enfermedad “mortal”, pues dice la escritura que la advertencia de Dios a su hijo recién creado fue ésta: si comes de ese fruto irremediablemente morirás. Simplemente como un recordatorio digamos que la vida del hombre fue la misma Divinidad que se puso en él en el momento en que se le dio el aliento divino. La Divinidad quiso ser Ella misma la vida de este ser, pero, para que fuera totalmente semejante a Ella, debía ser libre, o sea que el hombre debía querer vivir con Dios como primer motor de sus acciones. Para esto tenía que usar su libertad a través del libre albedrío, pero debía tener otra opción para escoger, y ésta le fue dada por Dios mismo, le dio la vida y voluntad humana, pero se la dio para ser rechazada y hacerse poseedor de la Divina.
El hombre dio muerte a esta Vida Divina que le fue dada como “DON”, y optó por dar vida a la segunda opción, a la que debería haber dado muerte. Ahora, para llegar al punto de origen, se requiere hacer exactamente al contrario: dar muerte a la vida humana, para dar nuevamente vida a la Vida Divina.
Ahora, dicha renuncia va a significar un sufrimiento. En el paraíso el hombre al optar por lo suyo, no sufrió, ni siquiera sintió el desgarro que se produjo en su interior, siendo la Divina Voluntad la que sintió esta muerte. Al dar marcha atrás, el hombre tendrá que sentir el dolor de la renuncia, dando muerte a su propia voluntad, restituyendo a la Divina como Vida suya. Y éste es el tema que nos ocupará el día de hoy: El sufrimiento querido por Dios:
“ Sufrimiento “
El sufrimiento es un tema por demás escabroso y de difícil abordaje, pues es algo que aparentemente está en contra de la propia naturaleza humana, se piensa que es producto de “deficiencias” que pueden suceder tanto en el terreno puramente material (enfermedad, deterioro, pasibilidad, muerte), en el terreno moral (ser capaz de recibir injurias, agresiones, injusticias, todo sufrimiento causado en el terreno de nuestros sentimientos, sobre todo en el amor etc.), y por último, en el terreno espiritual (todo sufrimiento causado por el alejamiento con nuestro Creador)
Hasta aquí llega nuestra concepción de dolor y sufrimiento, y ésta es la causa principal de nuestro desconcierto, pues siempre lo hemos valorado como algo negativo, que una vez que ha llegado a nuestras vidas nos quita la paz, la tranquilidad, la felicidad, la salud, y en algunas ocasiones hasta la propia vida, que puede ser la vida material y, Dios no lo quiera, hasta la vida del alma. Este dolor y sufrimiento es el originado por el pecado, y por consiguiente es un acto que nos quita la parte mejor del ser humano, o sea los dones que gratuitamente Dios había dado a nuestro primer padre Adán, y que al perderlos nos condujo “naturalmente” a todo lo anterior, pues la vida feliz, sin penurias, sin dolor, sin muerte, y con la presencia de Dios en nuestras vidas, no eran atributos de la naturaleza humana, sino que eran dones sobrenaturales y preternaturales que le habían sido concedidos, pero no «gratuitamente» como siempre lo hemos pensado, no, sino que se le condicionó, se le puso una prueba, una renuncia, pequeña…, tal vez, pero al fin y al cabo una renuncia, y no hay renuncia, no hay desapego sin dolor y sufrimiento. Así que Dios nos pone algunas exigencias para admitirnos en su unión, y de acuerdo a la S. E. esta exigencia es la renuncia a comer de un árbol.
Tenemos ya dos clases de sufrimiento:
Sufrimiento querido por Dios.- Impuesto por Él a su criatura y que tenía una finalidad, conservar los dones que nos había dado para mantenernos en su unión, haciéndonos partícipes de su misma naturaleza, o sea la Naturaleza Divina. Para esto debería servir este sufrimiento, y debería de haber sido sufrimiento continuo, como continua debe ser nuestra unión con Él para darle Vida continua en nosotros.
Sufrimiento no querido por Dios.- Ocasionado por la desobediencia, por el pecado, y que no era querido por nuestro Creador, el cual, Nuestro Señor Jesucristo asumió para redimirnos, éste es el sufrimiento conocido por todos.
Cuando se intenta abordar el sufrimiento desde el punto de vista religioso, surgen sentimientos contradictorios, pues no se concibe a un Dios “todo bondad”, “todo amor”, “todo benignidad”, “todo misericordia”, que pueda permitir estas situaciones. Inmediatamente pensamos que va en contra de su naturaleza de Padre amoroso. Todo esto es porque únicamente valoramos el sufrimiento ocasionado por el pecado, y si nos atrevemos a pensar que Dios lo quiso, sería tanto como pensar que Dios quiso el pecado, y esto choca inmediatamente con nuestra idea de Dios, así que lo separamos de esta situación. Pero el sufrimiento nunca lo hemos vislumbrado como un acto comunicado por Dios mismo, querido y deseado por Él, por medio del cual, como ya dijimos, Él comunica a sus criaturas la parte más íntima de su esencia, y nos comunica su “Imagen y semejanza.” Nos quiere hacer partícipes de su naturaleza Divina, a la cual sólo podemos aspirar por medio del sufrimiento.
¿Blasfemia? ¡…No! ¿Error? ¡…Tampoco! Se trata, ni más ni menos, que de la locura de la predicación de un Jesús crucificado, un Jesús que viene al mundo a sufrir, a padecer no sólo en los tres niveles del hombre para redimirnos y dar nuevamente a Dios el amor, la correspondencia, el honor, el agradecimiento, las reparaciones y el pago que el hombre debería haber dado, pero que no podía dar, por haber dado muerte a tantas Vidas Divinas que Dios quería desenvolver en sus criaturas; sino la predicación de un Jesús crucificado en su voluntad humana para dar vida continua a la Voluntad Divina en Él, y así darnos el ejemplo de cómo hacerlo y dejar a nuestra disposición sus actos de renuncia a la naturaleza humana (voluntad humana obrante) para poder tomarlo nosotros de ese banco inmenso de la Divina Voluntad.
Trataremos de abordar el sufrimiento de renuncia, ahondar en éste sufrimiento querido por Dios y que el hombre no aceptó, pero que es tan grande su trascendencia, que Dios mismo acepta someterse en la Humanidad de Jesús al sufrimiento provocado por el pecado, no sólo para salvarnos, sino por amor a Sí mismo, a su obra, a su finalidad. ¿Qué debería llamarnos más la atención, la finalidad o el medio, la causa o la consecuencia? Lógicamente la finalidad, la causa, por lo tanto iremos directamente a éstas.
El espacio y el medio actual no es adecuado para hablar de la creación del hombre, pero es importante tenerlo en mente para entender el sufrimiento querido por Dios y su causa, ya que esto es lo más grande que Dios ha querido comunicarnos.
Hemos dicho que el plan de Dios era compartir con nosotros sus dones, y sobre todo su Vida, pero, ¿cómo se lograría esto? ¿Tal vez Adán gozaba de esta prerrogativa antes de pecar? ¿Le habría sido dada gratuitamente? Para resolver estas cuestiones, debemos mirar nuevamente el relato de la creación del hombre. Dice la S. E. que Dios puso una prueba a nuestro padre Adán, no a Eva, Adán era la cabeza de la familia humana, y de alguna manera él tenía bajo su responsabilidad el confirmar a todos sus descendientes en el orden querido por Dios, y su primer descendiente era Eva, pues Eva no fue creada, sino que fue ‘formada’ de Adán, o sea que Dios tomó de él las características que Él mismo había depositado en Adán, ¿será por eso que en el relato bíblico dice que los creó macho y hembra?
Ahora, ¿cuál fue la prueba? La prueba que Dios le dio para poderlo confirmar en la posesión de sus dones fue el abstenerse de comer del árbol del conocimiento del Bien y del mal, el cual estaba plantado en medio del jardín. ¿Qué cosa es el Bien? Podemos responder con una sola palabra: DIOS. ¿Existe el mal? NO. El mal no existe por sí mismo, pues si así fuera estaríamos ante una dualidad prexistente, eterna, donde uno tendría unas cualidades y el otro tendría cualidades diferentes, opuestas, y podrían coexistir los dos al mismo tiempo; o si el mal existiera, pero no fuera eterno, entonces tendría que haber sido creado, ¿por quién? ¿Por Dios? Absurdo. El mal no existe mas que en función de la ausencia del Bien, al igual que las tinieblas existen en función de la ausencia de luz, o está una o la otra, pero las dos no pueden coexistir, la luz es la presencia real, las tinieblas se quitan por la presencia de luz, la cual puede hacer su aparición dentro de las tinieblas, lo que no pueden hacer las tinieblas, éstas no pueden hacer su aparición cuando está la luz, se requiere que la luz se quite para que ellas aparezcan. Pues de la misma manera es el Bien y el mal: Para que exista el mal se requiere forzosamente la ausencia del Bien. Ahora, ¿qué se necesita para quitar el Bien (Dios) de mi alma? Libertad. Recordemos que Dios nos dotó de esta característica que le pertenece a Él, debemos ser libres para ser semejantes a Él, el Ser Supremo que no está sujeto a nada. Esta libertad la podemos usar en función de nuestra voluntad, lo que nos lleva a entender que lo único que nos puede alejar del Bien es un acto libre de oposición a dicho Bien, o sea, a Dios.
Si como hemos dicho, el Bien es Dios, ¿quién podría dar el conocimiento de este Bien? Solamente Dios mismo. ¿Quién podría dar el conocimiento del mal? ¿Satanás? ¡…Claro que no! Solamente la voluntad humana usando el don de la libertad podría hacer un acto de oposición a Dios, igual que hizo la voluntad angélica, y así conocer el lado oscuro, el lado sin Dios; tenemos que admitir que esta voluntad estuvo inducida por Satanás, pero la decisión fue del hombre libre, usando esa libertad para desobedecer a Dios.
Entonces, ¿de qué árbol estaremos hablando? De un solo árbol donde estaban unidas la Voluntad Divina dada al hombre como don y la voluntad humana cooperante y sometida a la Divina, este era el árbol del que no debería de comer, pues el Bien le venía connaturalmente por la presencia de Dios en su interior, el fruto del que tenía que abstenerse era el fruto de la voluntad humana, o sea, el acto humano SIN la participación de la Voluntad Divina.
¿Por cuánto tiempo debía ser la prueba? Y una vez habiéndola pasado, ¿habría podido comer de dicho árbol? O sea, ¿habría podido hacer uso de su voluntad humana para hacer aunque fuera un solo acto sin la unión con la Voluntad Divina? Francamente suena como un absurdo, pues nunca, nunca debería de haber hecho uso de esta su voluntad, pues en el mismo instante en que lo hiciera, en ese instante le habría dado la muerte a la Vida de la Divina Voluntad en ese acto, y a eso se refiere el ‘irremediablemente morirás’ no tanto a la muerte material, la cual viene como consecuencia lógica de haber perdido los dones tanto sobrenaturales como preternaturales, sino también al morir a la Vida Divina comunicada por el acto de la Voluntad Divina en el acto de la criatura, sin la participación activa de la voluntad humana, sino sólo en el aspecto de haber generado el acto, pero sin poner su vida y sus frutos en aquel acto, dejando que esa Vida y frutos fuesen de la Divina Voluntad, para poder así formar Vida Divina en la criatura. A esto se refería Jesús cuando dijo: «Si alguno quiere venir en pos de Mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame. Porque quien quiera salvar su vida, la perderá; pero quien pierda su vida por Mí, ése la salvará». Así las cosas, debemos negarnos a nosotros mismos para seguir a Jesús, pero con la cruz a cuestas, y la cruz significa dolor, sufrimiento, muerte; debemos perder nuestra vida para salvarla, claro…, salvar la Vida Divina comunicada a nosotros por Dios mismo, la cual crecería en nosotros a través de la acción de su Voluntad en nuestras acciones diarias, crucificando nuestra vida humana, y así hacernos semejantes a Jesús, en el cual su voluntad humana se sometía libremente a su Voluntad Divina.
Éste era el sufrimiento querido por Dios, sufrimiento continuo a través de toda nuestra vida, para podernos comunicar su Vida y naturaleza Divinas, Él quería ser Padre de hijos semejantes a su Hijo, y Jesús es Dios verdadero por naturaleza, y hombre verdadero por haberse hermanado con nosotros tomando su Humanidad de María Santísima, su Madre, entonces, ¿cómo es posible que pensemos que el sufrimiento es contra nuestra naturaleza? Claro, es contra nuestra naturaleza humana, pero la finalidad es elevar a ésta a la categoría de naturaleza divina por participación, debemos reproducir en nuestra vida los misterios de Jesús. San Pablo nos dice: “Yo completo en mí lo que falta a la Pasión de Cristo” y así como nos dice que él completa este misterio, nos podía también haber dicho que completa el misterio de la Resurrección, el de la Ascensión, todos los misterios, porque esos misterios no están completos mientras no se reproduzcan y se extiendan en nosotros. De manera que no en vano participamos de la Vida de Jesús, esa Vida tiene que reproducir en nosotros todos los misterios que produjo en Él, por consiguiente tenemos que nacer, y que crecer, y que manifestarnos, como Él nació, creció y se manifestó, y tenemos que participar de su Vida íntima, de su sacrificio, de su Resurrección. Y si somos una prolongación de Jesús, ¿no debemos participar de la Santidad de Jesús para poder verdaderamente reproducir sus misterios? ¿Y cómo hacer esto sin morir a nuestra vida? Sería imposible, sería un querer tener dos naturalezas actuantes al mismo tiempo, sería pensar que Dios se sometería al querer humano. ¿Podrá ser?
Por lo anterior, debemos pensar que el sufrimiento de no comer de ese árbol plantado en el centro del jardín del edén, era querido por Dios mismo. Este sufrimiento debería de haberlo pasado igualmente Jesús pues de otra manera no tendríamos de quien tomar este acto para semejarnos a Él.
Ahora, después del pecado, aparece un sufrimiento que es efecto del castigo infringido por Dios, y por nuestra naturaleza finita, influenciada por la concupiscencia, y este sufrimiento lógicamente no puede ser ni querido ni comunicado por Dios, pero Él es el primero en asumirlo por amor a su Vida en nosotros y quiere venir a redimirnos aun a costa de sacrificio y dolor sin límite, tomando sobre de Él nuestras culpas y haciéndose pecado sin pecar. Este sufrimiento no lleva la comunicación de la Vida Divina, es un sufrimiento inútil, hasta el momento en que nuestro Redentor, nuestro Señor Jesucristo viene y le da un significado de Redención, y así podemos semejarnos a Él también en estos sufrimientos, y no sólo eso, sino que es requisito indispensable el asociarnos a estos sufrimientos no queridos por Dios, para poder lograr nuestra salvación. Así que tenemos dos clases de sufrimiento: un sufrimiento santo, divino, comunicado por Dios para comunicarnos su Vida, y otro que es producto del pecado, alimentado por nuestra concupiscencia y que nosotros nos provocamos a nosotros mismos, y que se lo comunicamos a Jesús, queriendo darle muerte, y Él, aceptándolo, quiere restituirnos la Vida, para que después, cuando el Espíritu Santo nos guíe hasta la verdad plena, podamos asumir nuevamente el sufrimiento de la renuncia a nuestra propia vida, pero voluntariamente, libremente. Por eso, al joven rico, cuando éste le pregunta qué cosa le es necesaria para alcanzar la vida eterna, Jesús le responde que cumpla la ley, o sea los mandamientos, pero al replicar éste que ya los cumplía desde pequeño, Jesús, viéndolo con amor le dice, «Ve, vende todo lo que tienes, luego toma tu cruz y sígueme» Nuevamente, hay dos planes diferentes:
La salvación en sí misma, que es compatible con una vida humana más o menos placentera, aceptando lo que Dios nos mande, con resignación, lo cual nos alcanza para salvarnos, pero tendremos que ir al fuego del purgatorio para adquirir lo que nos falte para ser semejantes a Jesús, pues al Cielo sólo entran aquellos que se hacen semejantes a Él.
Y la perfección (si quieres ser perfecto) lo cual implica aceptar el plan de Dios, el plan original, que es el sufrimiento continuo durante toda nuestra existencia de no «comer del árbol del conocimiento del Bien y del mal» o sea no obrar con nuestra voluntad y dejar que sea la Voluntad Divina la que obre en nosotros. Pero esto lo debe realizar Dios mismo, no está a nuestro alcance el poderlo hacer, sólo el renunciar para que sea Él el que lo haga. Dice el CIC: «Todo lo que Cristo vivió hace que podamos vivirlo en Él y que Él lo viva en nosotros». «El Hijo de Dios con su encarnación se ha unido en cierto modo con todo hombre» Estamos llamados a no ser más que una sola cosa con Él; nos hace comulgar en cuanto miembros de su Cuerpo en lo que Él vivió en su carne por nosotros y como modelo nuestro.
¿Por qué hemos hablado del sufrimiento? Al renunciar a nuestra voluntad nos estamos sometiendo voluntariamente a sufrir, y es conveniente tener muy en claro el camino que debemos recorrer.
Lección 014
Estamos llegando al punto crucial en el inicio del camino del vivir en la Divina Voluntad. Se han puesto las bases del vivir en Ella, a saber: Fe, Amor, desapego total, renuncia, abandono, decisión firme de vivir en Ella. Todo lo anterior tiene su principio en el conocimiento, por lo que éste es imprescindible. Sufrimiento, que como ya vimos nos vendrá debido a la renuncia a nuestra voluntad.
Sin embargo, la pregunta que se forma inmediatamente en nuestra mente es: ¿y las otras virtudes? ¿Qué hay con ellas?.
Veamos: la virtud humana es un acto de la voluntad del hombre a imitación de las actitudes de Jesús, un acto que se opone a una tendencia natural del individuo, a un vicio, y esto por medio de la renuncia a sus tendencias, gustos, apetitos, etc., pero al fin y al cabo un acto humano, al cual, Dios tiene que darle valor para ser acepto a Él, y para eso nos da la Gracia habitual y la Gracia Santificante, con las cuales nuestro acto (virtud) adquiere el valor de moneda que circula en el reino de Dios, y con ello nos podemos hacer poseedores de dicho reino. Sin embargo, son actos finitos, los cuales tendrán que ser pesados y medidos al final de la vida, y ninguno podrá tener la plenitud de la virtud que ejerza, pues el inicio de cualquier virtud se encuentra en los atributos divinos, inalcanzables para el hombre. Y son estos, los atributos divinos que Jesús, como vida de la persona, pondrá en ejecución, dándole dichos actos, como posesión a ella. Se sustituirán las virtudes humanas por los atributos divinos. Estos no tienen límite, y la criatura podrá estar segura que su acto satisface plenamente al Creador, quien verá en ella cumplida la finalidad de la creación, pues ha puesto una Vida Divina en cada uno de sus actos. No más méritos humanos.
Por lo anterior, resulta sencillo comprender que ningún acto humano podrá desarrollar una Vida Divina, finalidad única, trazada por Dios mismo, para cada acto de la criatura. Así que la práctica de éstas no puede coexistir con la Divina Voluntad obrante en dicha criatura; sería un ser donde rivalizarían sus actos con los divinos, y debemos recordar que Dios siempre actúa en la nada, pues si existiera “algo”, esto obstaculizaría el que el “TODO” se ponga en la nada de la criatura. De ahí la insistencia de Jesús a Luisa de que debe llegar y nunca salir de su nada, y ahí debemos llegar nosotros si queremos hacer Vida Divina.
Ahora vayamos a leer algunos dictados donde Jesús habla de su Voluntad y de las virtudes:
En primer lugar, debemos entender que sería una incongruencia si Jesús nos pidiera la práctica de ellas, o que primero debiéramos llegar a cierto grado de santidad humana para darnos su Voluntad, si Él nos dice que la quitará, oigamos:
¡…Oh! el bello vivir en mi Querer, me agrada tanto, que haré desaparecer todas las demás santidades bajo cualquier otro aspecto de virtud en las futuras generaciones, y haré reaparecer la santidad del vivir en mi Voluntad, que son y serán no las santidades humanas, sino divinas, y su santidad será tan alta, que como soles eclipsarán las estrellas más bellas de los santos de las pasadas generaciones”. (Noviembre 20, 1917)
La Divina Voluntad no es una virtud más:
“…A ti es dado, hija primogénita de mi Divino Querer, el hacer conocer los méritos, el valor, el bien que mi Voluntad contiene y su eterno dolor por vivir desconocida, oculta en medio de las generaciones humanas, más bien, despreciada y ofendida, y puesta a la par de las otras virtudes por los buenos, como si fuese una pequeña linterna, como son las virtudes, y no un Sol como es mi Voluntad. La misión de mi Voluntad es la más grande que puede existir, no hay bien que de Ella no descienda, no hay gloria que de Ella no me venga, Cielo y tierra, todo concentra, por eso sé atenta y no quieras perder el tiempo”. (Mayo 1, 1925)
“…Hija mía, mi Voluntad es vida, es aire, es respiro de la criatura, Ella no es como las otras virtudes que no son ni vida continua ni respiro de la criatura, y por eso se ejercitan a tiempo y circunstancia, no siempre se ejercita la paciencia, porque muchas veces falta quien la haga ejercitar y la virtud de la paciencia queda inoperante, sin dar su vida continua a la criatura; ni la obediencia, ni la caridad forman la vida de ellas, porque puede faltar quien tiene el acto continuo de ordenar y a quien poder ejercitar la caridad. Por eso las virtudes pueden formar el adorno del alma, pero no la vida; en cambio mi Voluntad es acto primero de todos los actos de la criatura, así que si piensa, si habla, si respira, es Ella la que forma el pensamiento, la palabra, y dándole el respiro mantiene la circulación, el latido, el calor, y como no se puede vivir sin respiro, así no se puede vivir sin mi Querer Divino, se vuelve necesidad continua para poder vivir, y mientras se recibe su respiro continuo, no se reconoce, es tan necesaria que no se puede hacer menos de Ella, ni siquiera un instante, porque Ella no sólo es portadora de todos los actos humanos, sino también es portadora de todas las cosas creadas”. (Abril 26, 1928)
Existen muchísimas referencias a través de los escritos, las que iremos encontrando poco a poco conforma avancemos en la lectura. Bueno, y si es así, ¿por qué nos cuesta tanto trabajo aceptarlo, y queremos seguir apegados a ellas?
Estaba pensando entre mí: «Mi dulce Jesús dice tantas cosas grandes, admirables, altísimas, maravillosas de la Voluntad de Dios, y no obstante a mí me parece que las criaturas no tienen de Ella el concepto que merece, ni tienen la gran impresión de las maravillas que en Ella hay, más bien parece que la ponen a la par de las virtudes, y tal vez tengan en más aprecio a estas virtudes que a la Santísima Voluntad de Dios.» Y mi siempre amable Jesús, moviéndose en mi interior me ha dicho:
«Hija mía, ¿quieres saber el por qué? Porque no tienen el paladar purgado y están habituados a los alimentos ordinarios de este bajo mundo, como son las virtudes, y no a los alimentos celestiales y divinos como es mi Querer. Este alimento celestial es gustado solamente por aquél que tiene a la tierra, a las cosas y a las mismas personas como una nada, o bien, todas en orden a Dios. Las virtudes que se pueden practicar sobre la tierra raramente están excluidas de fines humanos, de estima propia, de propia gloria, amor por exhibirse ante las personas y de agradar a éstas, y todos estos fines son como tantos gustos al paladar ordinario del alma y muchas veces se obra más por estos gustos que por el bien que contiene la virtud. He aquí por qué hacen más impresión las virtudes, porque la voluntad humana gana siempre alguna cosa; en cambio mi Voluntad, la primera cosa que echa por tierra es la voluntad humana, y no tolera ningún fin que sea humano, Ella es de Cielo y quiere poner en el alma lo que es Divino y pertenece al Cielo, así que el propio ‘yo’ queda en ayunas y se siente morir; pero si sintiéndose morir y perdiendo la esperanza de que algún otro alimento le quede, se decide a tomar el alimento de mi Voluntad, en cuanto lo toma, estando ya su paladar purgado, entonces siente el gusto del alimento de mi Voluntad, tanto, que no lo cambiaría aun a costa de la propia vida. Mi Voluntad no sabe congeniar con las cosas bajas y pequeñas que se pueden hacer sobre la tierra, como hacen las virtudes, sino que Ella quiere tener todo y a todos como escabel a sus pies, y cambiar todo el interior del alma y a las mismas virtudes en Voluntad Divina, en una palabra, quiere su Cielo en el fondo del alma, de otra manera quedaría impedida y no podría desenvolver su Vida Divina. Por eso la gran diferencia que hay entre las virtudes y mi Voluntad, entre la santidad de la una y de la otra: las virtudes pueden ser de las criaturas y pueden formar a lo más una santidad humana, mi Voluntad es de Dios y puede formar una santidad toda divina; ¡qué diferencia! Pero como las criaturas están habituadas a mirar en lo bajo, por eso le hacen más impresión las pequeñas lamparitas de las virtudes, que el gran Sol de mi Voluntad.» (Abril 9, 1926)
Ahora una lectura más donde recalca la gran diferencia entre virtudes y su Voluntad:
«…Hija mía, ven conmigo en medio de la Creación, cielo y tierra te esperan, quieren a aquélla que animada por la misma Voluntad que anima y da vida a ellos, haga resonar toda la Creación con aquel eco dulcísimo del eterno Amor de su Creador; quieren que tu voz, corriendo en cada una de las cosas creadas anime su mudo lenguaje con aquella perenne gloria y adoración a su Creador, y así como todas las cosas creadas están vinculadas entre ellas y una es la fuerza de la otra, porque una es la Voluntad Suprema que las vivifica y conserva, así quien la posee está vinculada con ellas con la misma fuerza y con la misma unión, por lo tanto no estando en medio de la Creación se sentirían faltar, por tu ausencia, la fuerza universal y el vínculo de la inseparabilidad, por eso ven a nuestros dominios, porque todos te suspiran y al mismo tiempo te haré comprender otras cosas sobre la gran distancia que hay entre la santidad de quien posee la Unidad de la Luz del reino de mi Voluntad y la santidad de la sumisión, de la resignación y de las virtudes.»
Ahora, mientras esto decía me he encontrado fuera de mí misma e intentaba hacer resonar mi «te amo», mi adoración, sobre todas las cosas creadas, y Jesús todo bondad ha agregado:
«Hija mía, mira el cielo, las estrellas, el sol, la luna, las plantas, las flores, el mar, mira todo, cada una de las cosas tiene su naturaleza distinta, su colorido, su pequeñez y su altura; cada una tiene su oficio distinto y una no puede hacer lo que hace la otra, ni producir los mismos efectos. Así que cada una de las cosas creadas es símbolo de la santidad de las virtudes, de la sumisión y resignación a mi Voluntad; y según las virtudes que hayan practicado han tomado en ellos un color distinto, por eso se puede decir quién es una flor roja, quién violeta, quién blanca, quién es planta, quién es un árbol, quién es estrella, y según se han sometido a los reflejos del Supremo Querer, así se han desarrollado en la fecundidad, en la altura, en la belleza; pero uno es el colorido, porque mi Querer como rayo de sol les ha dado el color de aquella semilla que ellos mismos habían puesto en sus almas. En cambio la santidad de quien vive en la Unidad de la Luz de mi Voluntad, es parto de aquel acto único de su Creador, que mientras es uno en las manos creadoras, los rayos de su Voluntad saliendo de Dios invaden todo y producen obras y efectos tan innumerables que el hombre no puede llegar a contarlos todos, así que esta santidad, siendo parto de aquel acto único, estará al cuidado del Querer Supremo, que celoso pondrá en ella todos los colores, todas las variadas bellezas, todos los bienes posibles e imaginables, así que más que sol resplandeciente encerrará y eclipsará en sí toda la Creación con sus variadas bellezas, se verán encerrados en ella todos los bienes de la Redención, se verán en ella todas las santidades, y Yo, desahogando más que nunca en amor, pondré el sello de mi misma Santidad en quien haya poseído el reino de mi Voluntad”.
Es por todo esto, que Jesús nos habla de su Voluntad diciéndonos que ésta santidad del vivir en Ella, es la santidad de las santidades:
“…Hija mía, mi Voluntad es la Santidad de las santidades, así que el alma que hace mi Voluntad, por cuanto fuera pequeña, ignorante, ignorada, deja atrás a todos los demás santos, a pesar de los portentos, de las conversiones estrepitosas, de los milagros que hayan hecho, es más, confrontándolos, las almas que hacen mi Voluntad son reinas, y todas las demás están como a su servicio. El alma que hace mi Voluntad parece que no hace nada, pero hace todo, porque estando en mi Voluntad obran a lo divino, ocultamente y en modo sorprendente, así que son luz que ilumina, son vientos que purifican, son fuego que quema, son milagros que hacen hacer los milagros, y quienes los hacen son sólo los canales, porque en ellas es donde reside la potencia para hacerlos, así que son el pie del misionero, la lengua de los predicadores, la fuerza de los débiles, la paciencia de los enfermos, el régimen de los superiores, la obediencia de los súbditos, la tolerancia de los calumniados, la firmeza en los peligros, el heroísmo de los héroes, el valor de los mártires, la santidad de los santos, y así de todo lo demás, porque estando en mi Voluntad concurren a todo el bien que puede haber en el Cielo y en la tierra. He aquí porqué puedo decir que son mis verdaderas hostias, pero hostias vivas, no muertas, porque los accidentes que forman la hostia no están llenos de vida ni fluyen a mi Vida, en cambio el alma está llena de vida, y haciendo mi Voluntad fluye y concurre a todo lo que hago Yo, he aquí por qué me son más queridas estas hostias consagradas por mi Voluntad que las mismas hostias sacramentales, y si tengo alguna razón de existir en éstas, es para formar las hostias sacramentales de mi Voluntad. Hija mía, es tanto el placer que tomo de mi Voluntad, que al sólo oír hablar de Ella me estremezco de alegría y llamo a todo el Cielo a hacer fiesta; imagínate tú misma qué será de aquellas almas que la hacen. Yo encuentro todos los contentos en ellas y doy todos los contentos a ellas, su vida es la vida de los bienaventurados, solamente dos cosas les interesan, desean, añoran: Mi Voluntad y el Amor. Poco tienen que hacer, mientras hacen todo, las misma virtudes quedan absorbidas en mi Voluntad y en el Amor, así que no tienen más qué hacer con ellas, porque mi Voluntad contiene, posee, absorbe todo, pero en modo divino, inmenso e interminable; esta es la vida de los bienaventurados”. (Marzo 15, 1912)
Espero que con lo anterior nos podamos decidir a cambiar nuestra actitud, estando dispuestos a vivir de Voluntad Divina y no de virtudes humanas.
Sesión 015
Durante dos semanas, con toda intención, hemos tomado un receso en el poner nuevas sesiones. La razón es muy obvia, debemos marchar en el camino ya conocido; debemos pensar, rumiar las verdades aprendidas; pero sobre todo debemos llevar a la práctica lo conocido, son verdades que forman vida en la criatura, que comunican los bienes que contienen, y que por su propia naturaleza (Divina), no pueden, ni deben permanecer inmóviles, inoperantes; Dios nunca cesa de moverse, por lo que si la criatura no se presta para que se mueva desde ella, tiene que alejarse, dejándola a expensas de sus propios atributos.
Ahora, después de haber meditado y practicado lo que hemos aprendido, ya entendemos que el vivir en la Divina Voluntad es despojarnos de todo lo nuestro, incluso de mi “yo”, de mi voluntad, para adquirir a TODO JESÚS, adquirirlo como vida mía. Así que nos es necesario tener en nosotros la VIDA REAL DE JESÚS, sin ella no se puede pensar hacerlo, pero una Vida Real, no mística como la de aquellos que poseen la Gracia.
Para poder penetrar en esta realidad, oigamos a Jesús que se lo explica a Luisa, pues también a ella se le hace increíble lo que se le está comunicando, por lo que pongamos atención a dicha lectura:
Me sentía oprimida por la privación de mi dulce Jesús, con la añadidura de que el confesor, como no había yo tenido la confianza de abrirme con él y porque soy mala, me había negado la absolución. Después, habiendo recibido la Santa Comunión, me abandonaba en brazos de mi dulcísimo Jesús y le decía:
«Amor mío, ayúdame, no me abandones, Tú sabes en qué estado me encuentro por tu privación, no obstante por parte de las criaturas, en vez de ayuda agregan penas a penas, así que sin Ti no tengo a nadie, o contigo o sola a llorar mi dura suerte de haberte perdido. Esto debería incitarte mayormente a no dejarme sola, al menos para hacer compañía a una pobre abandonada que vive muriendo en su duro exilio, por eso Tú que eres el Sumo entre los sacerdotes, dame Tú la absolución, dime que me perdonas las culpas que hay en mi alma, hazme oír tu voz dulcísima que me da vida y perdón.» Mientras desahogaba mi dolor con Jesús, se ha hecho ver en mi interior y los velos sacramentales formaban como un espejo, en el cual Jesús estaba dentro, vivo y verdadero; y mi dulce Jesús me ha dicho:
«Hija mía, ESTE ESPEJO SON LOS ACCIDENTES DEL PAN QUE ME TIENEN APRISIONADO EN ELLOS. Yo formo mi Vida en la hostia, pero ella nada me da, ni un afecto, ni un latido, ni el más pequeño ‘te amo’, ella está como muerta para Mí, permanezco solo, sin la sombra de alguna correspondencia, y POR ESO MI AMOR ESTÁ CASI IMPACIENTE POR SALIR, POR ROMPER ESTE ESPEJO Y BAJAR A LOS CORAZONES, PARA ENCONTRAR EN ELLOS LA CORRESPONDENCIA QUE LA HOSTIA NI SABE NI PUEDE DARME. ¿PERO SABES TÚ DÓNDE ENCUENTRO MI VERDADERA CORRESPONDENCIA? EN EL ALMA QUE VIVE EN MI VOLUNTAD; Yo, en cuanto desciendo en su corazón, pronto consumo los accidentes de la hostia, porque sé que accidentes más nobles y a Mí más queridos están listos para aprisionarme, para no hacerme salir de aquel corazón que me dará no sólo vida en él, sino vida por vida; no estaré solo, sino que estaré con mi más fiel compañía, seremos dos corazones palpitando juntos, amaremos unidos, nuestros deseos serán uno solo, así que Yo permanezco en ella y en ella hago vida, vivo y verdadero, como la hago en el Santísimo Sacramento. ¿Pero sabes tú cuáles son estos accidentes que encuentro en el alma que hace mi voluntad? Son sus actos hechos en mi querer, que más que accidentes se extienden en torno a mí y me aprisionan, pero dentro de una prisión noble, divina, no oscura, porque sus actos hechos en mi querer, más que sol la iluminan y la calientan. ¡OH! CÓMO ME SIENTO FELIZ DE HACER VIDA REAL EN ELLA, porque me siento como si me encontrara en mi morada celestial. Mírame en tu corazón, como estoy contento, como me deleito y siento las alegrías más puras.»
Y yo: «MI AMADO JESÚS, ¿NO ES UNA COSA NUEVA Y SINGULAR LO QUE TÚ DICES, QUE EN QUIEN VIVE EN TU VOLUNTAD TÚ HACES VIDA REAL EN ÉL? ¿NO ES MÁS BIEN ESA VIDA MÍSTICA QUE TÚ HACES EN LOS CORAZONES QUE POSEEN TU GRACIA?»…
Nota: Fijémonos bien en el diálogo, Luisa pregunta lo mismo que preguntaríamos nosotros, pues estamos acostumbrados a pensar que la Gracia es la Vida Divina, pero la respuesta de Jesús es contundente, no queda espacio para seguir pensando lo anterior, y debemos aceptar la enorme diferencia entre la Vida mística que poseen aquellos que poseen la Gracia, y la Vida real de Él, necesaria para que la Divina Voluntad pueda desarrollar su vida en la criatura.
…Y Jesús: «NO, NO, NO ES VIDA MÍSTICA, COMO PARA AQUELLOS QUE POSEEN MI GRACIA PERO NO VIVEN CON SUS ACTOS FUNDIDOS EN MI QUERER, Y POR ESO NO TIENEN MATERIA SUFICIENTE PARA FORMARME LOS ACCIDENTES PARA APRISIONARME; sería como si faltara la hostia al sacerdote y quisiera pronunciar las palabras de la consagración, las podría decir, pero las diría en el vacío y ciertamente mi Vida Sacramental no tendría existencia; así me encuentro en los corazones, que mientras pueden poseer mi Gracia, pero no viven del todo en mi Querer, estoy en ellos por gracia, pero no realmente.»
Y yo: «AMOR MÍO, ¿PERO CÓMO PUEDE SER QUE TÚ PUEDAS VIVIR REALMENTE EN EL ALMA QUE VIVE EN TU QUERER?»…
Nota: Nuevamente Luisa se adelanta a nuestra pregunta, ¿pero cómo es posible esto?
…Y Jesús: «Hija mía, ¿no vivo acaso en la hostia sacramental vivo y verdadero, en alma, cuerpo, sangre y Divinidad? ¿Y por qué vivo en la hostia en alma, cuerpo, sangre y Divinidad? PORQUE NO HAY UNA VOLUNTAD QUE SE OPONGA A LA MÍA; si Yo encontrara en la hostia una voluntad que se opusiera a la mía, Yo no haría en ella ni Vida real, ni perenne, y es también ésta la causa por la cual los accidentes Sacramentales se consumen cuando las criaturas me reciben, porque no encuentro una voluntad humana unida conmigo, de manera que quieran perder la suya para hacer adquisición de la mía, sino que encuentro una voluntad que quiere obrar, que quiere hacer por sí misma, y Yo hago mi breve visita y parto. EN CAMBIO PARA QUIEN VIVE EN MI VOLUNTAD, MI QUERER Y EL SUYO SON UNO SOLO; Y SI LO HAGO EN LA HOSTIA, MUCHO MÁS LO PUEDO HACER EN ÉL, MUCHO MÁS, PUES ENCUENTRO UN LATIDO, UN AFECTO, MI CORRESPONDENCIA Y MI UTILIDAD, LO QUE NO ENCUENTRO EN LA HOSTIA…
Nota: Recordemos que el Querer es el acto, y Dios por tener un solo acto, y en éste se encierra toda su Vida, al tenerlo como nuestro Él encuentra su Vida en nosotros, sus obras, y siendo de esta manera no sólo no querrá irse, sino que no lo podrá hacer, pues se abandonaría a Sí mismo.
… AL ALMA QUE VIVE EN MI VOLUNTAD LE ES NECESARIA MI VIDA REAL EN ELLA, DE OTRA MANERA, ¿CÓMO PODRÍA VIVIR DE MI QUERER? ¡Ah! tú no quieres entenderlo, que la santidad del vivir en mi Querer es una santidad del todo diferente de todas las demás santidades, y quitadas las cruces, las mortificaciones y los actos necesarios de la vida, que hechos en mi Voluntad la embellecen de más, no es otra cosa que la vida de los bienaventurados del Cielo, que como viven en mi Querer, en virtud de Él cada uno me tiene en ellos como si fuera para uno solo, vivo y verdadero, no místicamente, sino realmente habitante en ellos; y así como no se podría decir vida de Cielo si no me tuvieran en ellos como vida propia, y si faltara aun una pequeña partecita de mi Vida en ellos no sería ni completa ni perfecta su felicidad, ASÍ QUIEN VIVE EN MI QUERER NO SERÍA NI PLENA NI PERFECTA MI VOLUNTAD EN ELLA, PORQUE FALTARÍA MI VIDA REAL QUE EMITE ESTA VOLUNTAD. Es verdad que son todos prodigios de mi Amor, es más, el prodigio de los prodigios, que hasta ahora mi Querer ha retenido en Él y que ahora quiere hacerlo salir para alcanzar la finalidad primaria de la creación del hombre. POR ESO MI PRIMERA VIDA REAL LA QUIERO FORMAR EN TI.» (Noviembre 5, 1923)
Muy claro, ¿no les parece? Estos conocimientos nos dan expectativas tan maravillosas que debemos meditarlas muy detenidamente, pues son de difícil comprensión, y nos quedan velados los alcances que pueden tener. Imaginemos, si a Conchita Cabrera de Armida que le fue conferido el don de la Encarnación mística, Jesús le dice que quien la toca a ella toca al Verbo, ¿qué se podrá decir de aquellos que no sólo tienen la presencia, sino la Vida real, obrante, en ellos?
Con este conocimiento, ya podemos darle el justo valor a lo que le es comunicado a Luisa, que la santidad del vivir en el Divino Querer se lleva a cabo entre dos, oigámoslo:
«…Ahora, así quiero la santidad en la criatura, entre ella y Yo, entre dos, Yo por una parte y ella por la otra, Yo a dar mi Vida y como fiel compañero a comunicarle mi Santidad, y ella como fiel e inseparable compañera a recibirla. Así, ella sería el ojo que ve, y Yo el Sol que le doy la Luz; ella la boca, y Yo la palabra; ella las manos, y Yo que le suministro el trabajo para obrar; ella el pie, y Yo el paso; ella el corazón, y Yo el latido. ¿Pero sabes tú quién forma esta Santidad? Mi Voluntad, es la única que mantiene en orden la finalidad de la Creación, la santidad en mi Querer es la que mantiene el perfecto equilibrio entre criaturas y Creador, porque son las verdaderas imágenes salidas de Mí.» (Noviembre 4, 1921)
«…Hija mía, mi Divina Voluntad es latido sin corazón, la criatura es corazón, Ella es el latido. Mira qué unión inseparable hay entre mi Fiat y la criatura: el corazón es nada, no tiene ningún valor sin el latido, con el latido se constituye vida de la criatura, pero el latido no puede palpitar sin el corazón. Tal es mi Divina Voluntad, si no tiene la nada del corazón de la criatura, no tiene donde formar su latido de vida para desarrollar y formar su Vida Divina. Entonces mira, mi Divina Voluntad no teniendo corazón, lo ha creado en la criatura para tener su corazón dónde poder formar su latido. Además de esto mi Divina Voluntad es respiro sin cuerpo, la criatura es el cuerpo, Ella es el respiro; el cuerpo sin el respiro está muerto, así que quien forma el respiro de la criatura es mi Divina Voluntad, por eso se puede decir: ‘El cuerpo de Ella es el de la criatura, y el respiro de ella es el de mi Querer Divino.’ Mira qué gran unión hay entre una y la otra, unión que no puede separarse, porque si cesa el respiro cesa la vida. Por eso mi Divina Voluntad es todo para la criatura: es palabra sin boca, es luz sin ojo, es oído sin orejas, es obra sin manos es paso sin pies; y por eso el alma que vive en mi Querer Divino le sirve de boca, de ojo, de orejas, de manos y de pies. Ella se restringe para encerrase en la criatura, mientras permanece inmensa; y victoriosa forma en ella su reino, sirviéndose de ella como si fuese su cuerpo donde late, respira, habla, obra y camina. Por eso el dolor de mi Fiat Divino es incomprensible, porque las criaturas no se prestan para hacerlo desarrollar todas sus operaciones en ellas para hacerlo reinar, y lo obligan al silencio y a la inactividad, y con paciencia divina e indecible espera a quien debe vivir en su Querer para reemprender su hablar y su obrar divino, para formar su reino en medio a las criaturas. Por eso sé atenta hija mía, escucha el hablar de mi Fiat Divino, dale la vida en todos tus actos, y verás los portentos inesperados que mi Divina Voluntad hará en ti.» (Febrero 17, 1930)
«…Mi pequeña hija del Querer Divino, tú debes saber que el milagro más grande que nuestro Ser Divino puede hacer, es el manifestar una verdad que nos pertenece, porque ella, primero viene formada, madurada en nuestro seno, y como parto nuestro la sacamos fuera como portadora de Vida Divina a bien de las criaturas. Y sólo sacamos este parto cuando nuestro Amor eleva tanto sus llamas, que para no quedar ahogado sentimos la necesidad de poner fuera nuestros partos divinos. Mira entonces qué cosa ponemos fuera con manifestar una verdad, no el cielo, el sol, el viento, sino nuestra Vida como portadora de Vida Divina a las criaturas, los otros milagros, la misma Creación son obras nuestras, no Vida, en cambio las verdades son Vida perenne, y si encuentran quién las recibe, se bilocan, se multiplican en modo increíble para cada una de las criaturas, tanto, que cada una la puede tener para sí como Vida que le pertenece. Estas verdades como partos nuestros semejan en todo a nuestro Ente Supremo, no son voz, y hablan y hacen hablar; no tienen pies y caminan, pero tan veloces que ninguno los puede alcanzar, ni impedir el paso; entran en las inteligencias, y forman el pensamiento para hacerse conocer; transmutan la voluntad para hacerse poseer; renuevan la memoria para no hacerse olvidar; caminan en las vías del corazón para hacerse amar. Así que no tienen manos y obran, no tienen ojos y miran, no tienen corazón y generan amor; LAS VERDADES NO SON OTRA COSA QUE VIDAS PALPITANTES DE NUESTRO SER DIVINO EN MEDIO A LAS CRIATURAS, LATIDO SIN CORAZÓN, PORQUE NUESTRO CORAZÓN ES LA CRIATURA”. (Mayo 16, 1937)
Con todo lo anterior podremos estar seguros de que esta santidad va mucho más allá de lo imaginable, tendremos que decir junto con San Pablo: “Ni ojo vio, ni oído oyó lo que Dios tiene preparado para aquellos que lo aman”. Y por añadidura, tenemos ya la seguridad de que estas alturas no las puede alcanzar el hombre, no son logros de una vida virtuosa, de una voluntad humana “santa”. No, no, esta santidad es el resultado del obrar de Dios en una criatura que lo ama, y que está dispuesta al mayor de los sacrificios: «Renunciar a sí mismo, a su “yo”, a su voluntad», es todo lo que se nos pide.
¿Se lo damos, o se lo negamos? ¡Oh voluntad humana, cómo eres difícil de convencer! Te dejas manejar por tu enemigo, te entregas incondicionalmente a sabiendas que todo lo que te ofrece es fugaz, pasajero, y que te deja amargura, soledad, aridez, por lo que te vuelves insaciable en la búsqueda de bienes materiales y temporales, que tarde o temprano tendrás que dejar.
Sesión 016
Octubre 30, 1924
«Si tú supieras qué significa conocer de más mi Voluntad, hacer un acto de más en Ella, conservarse, obrar en esa mi Voluntad conocida, dónde viene constituida, el oficio, la belleza, la superioridad de cada criatura, ¡oh! cómo apreciarías de más los diversos conocimientos que te he manifestado sobre mi Voluntad. Un conocimiento de más sobre mi Voluntad eleva al alma a tal altura sublime, que los mismos ángeles quedan estupefactos y raptados, y me confiesan incesantemente: ‘Santo, Santo, Santo’
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Hemos recorrido algunos de los conceptos básicos de la Divina Voluntad, pero ha sido un recorrido muy rápido, sin tiempo suficiente para ahondar en ellos, y poderlos convertir en vida propia, trasplantarlos como naturaleza nuestra, lograr que el Querer Divino (acto único de Dios, o mejor dicho la misma Vida Divina) se ponga como alma a nuestro cuerpo, que sea Él quien nos vivifique, y de esta manera lograr la finalidad trazada por el Creador para sus criaturas.
Una de las principales cuestiones para lograr lo anterior es el conocimiento, y para conseguirlo es necesaria la constancia, la dedicación, el tener hambre de Dios para buscarlo donde se encuentre, y convertirlo en nuestro alimento continuo.
Le dice Jesús a Luisa que tanto se toma de luz, de gracia, de variedad, de valor, por cuanto se conoce. Que los santos han hecho siempre su Querer, PERO HAN TOMADO DE SU VOLUNTAD POR CUANTO HAN CONOCIDO DE ELLA.
Y continúa: “Ellos conocían que el hacer mi Voluntad era el acto más grande, el que más me honraba y que llevaba la santificación, y con esta intención la hacían, y eso tomaban, porque no hay santidad sin mi Voluntad, y no puede salir ningún bien, ni santidad pequeña o grande sin Ella. Tú debes saber que mi Voluntad, cual era, es y será; no ha cambiado en nada, pero según que se manifiesta, así hace conocer la variedad de sus colores, de los efectos y valores que contiene; y no sólo se hace conocer, sino que da al alma la variedad de sus colores, efectos y valores, de otra manera, ¿en qué aprovecharía el hacerlos conocer? Mi Voluntad ha hecho como un gran señor, el cual ha hecho ver un palacio suyo extensísimo y suntuoso; a los primeros les ha señalado el camino para ir a su palacio, a los segundos la puerta, a los terceros la escalera, a los cuartos las primeras estancias, y a los últimos les ha abierto todas las estancias haciéndolos dueños y dándoles todos los bienes que hay en ese palacio. Entonces, los primeros han tomado los bienes que hay en el camino, los segundos los bienes que hay en la puerta, superiores a los que hay en el camino; los terceros los de las escaleras; los cuartos los de las primeras estancias, donde hay más bienes y están más al seguro; los últimos los bienes de todo el palacio entero. Así ha hecho mi Voluntad, debía hacer conocer el camino, la puerta, la escalera, las primeras estancias, para hacer que pudieran pasar a toda la Inmensidad de mi Querer y hacerles ver los grandes bienes que hay en Él, y cómo la criatura obrante en estos bienes que mi Querer contiene, hace adquisición de la variedad de sus colores, de su Inmensidad, Santidad y Potencia y de todo mi obrar; Yo en el hacer conocer, doy e imprimo en el alma la cualidad divina que hago conocer. Si tú supieras bajo qué olas impetuosas de gracias te encuentras cuando paso a hacerte conocer otros efectos de mi Querer y como experto pintor pinto en tu alma, con los más vivos colores, lo efectos, los diversos valores que te hago conocer, tú quedarías aplastada bajo mis olas, pero Yo, teniendo compasión de tu debilidad te sostengo, y mientras te sostengo imprimo más en ti lo que te digo, porque si Yo hablo obro. Por eso sé atenta y fiel.» (Noviembre 6, 1922)
Si lo que puedo poseer y dar a Dios depende de lo que conozco, ahora me pregunto, ¿qué me puede motivar a conocer? Y la única respuesta que es duradera, que no vendrá jamás a menos, es el «AMOR»
En seguida trato de indagar dónde aprender, con quién será mejor hacerlo, y ahí entran mil opiniones, mil formas de valorar las pocas o muchas opciones que puedan existir para hacerlo, y la fuerza de la costumbre me lleva a calificarlas de acuerdo a nuestros patrones establecidos, y las opiniones son casi infinitas, pero se nos olvida, o quizá no lo hayamos leído y los dirigentes no nos lo dicen, que en esta doctrina, la doctrina del Reino del Fiat Divino, no existen maestros, no debe haber guías, sino que es Jesús mismo quien se encargará del alma, y que no SE FÍA DE NINGUNO para la conducción de sus hijos, pues NINGUNO conoce el mar inmenso de su Voluntad:
“…El capitán de esta barca soy Yo, Yo la guío de acuerdo a su velocidad, Yo la sumerjo para darle reposo y tener tiempo para confiarle los secretos de mi Querer, ninguno podría ser hábil en guiarla, porque no conociendo el mar no pueden conocer el modo como guiarla, ni Yo me fiaría de ninguno, a lo más escojo una guía como espectador y oyente de los grandes prodigios que hace mi Querer. ¿Quién puede ser hábil para guiar la carrera en mi Querer? En cambio Yo, en un solo instante la hago hacer la carrera que otro guía la haría hacer en un siglo”. (Noviembre 28, 1921)
Lo anterior concuerda perfectamente con lo dicho por el profeta Jeremías en el cap. 31:
Mas ésta será la nueva alianza que yo haré, dice el Señor, con la casa de Israel, después que llegue aquel tiempo: Imprimiré mi ley en sus entrañas, y la grabaré en sus corazones; y yo seré su Dios, y ellos serán el pueblo mío.
Y no tendrá ya el hombre que hacer de maestro de su prójimo, ni el hermano de su hermano, diciendo: Conoce al Señor. Pues todos me conocerán, desde el más pequeño hasta el más grande, dice el Señor, porque yo perdonaré su iniquidad, y no me acordaré más de su pecado.
Debe ser Él mismo quien nos instruya, pues Él conoce tanto su Voluntad como a la criatura, y sabe qué darle, cómo darlo, cuándo darlo, etc., lo que nos toca a nosotros es, tanto la disposición como dijimos anteriormente, como el ponernos en su presencia, para que por medio de su Espíritu nos dé la luz para comprender:
…Todos vosotros, hijos míos, tenéis el deber de colocaros bajo la luz divina y de esforzaros por entender, esforzándoos por vosotros mismos y no, por el contrario, adaptándoos perezosamente a las explicaciones que dan los demás para no afanaros en entender, si leyerais todos los libros que hablan de Mí y del Altísimo, y lo hicierais leyéndolos maquinalmente, no os aprovecharía tanto como un solo conocimiento logrado con vuestro esfuerzo por entender, o sea, logrado a través de la humildad amorosa que recurre al Espíritu Santo para poder entender y de la justicia heroica para obtener la amistad del Espíritu Santo, de modo que Él os lleve a comprender el lenguaje divino, porque sólo “los que son guiados por el Espíritu Santo son hijos de Dios”. (palabras de Jesús a María Valtorta. I quaderni del 45 al 50)
Para seguir profundizando en el valor del conocimiento oigamos lo que sigue:
«…Si tú supieras qué significa conocer de más mi Voluntad, hacer un acto de más en Ella, conservarse, obrar en esa mi Voluntad conocida, dónde viene constituida, el oficio, la belleza, la superioridad de cada criatura, ¡oh! cómo apreciarías de más los diversos conocimientos que te he manifestado sobre mi Voluntad. Un conocimiento de más sobre mi Voluntad eleva al alma a tal altura sublime, que los mismos ángeles quedan estupefactos y raptados, y me confiesan incesantemente: ‘Santo, Santo, Santo’ (Octubre 30, 1924)
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“…El conocimiento abre las puertas de aquel bien que se conoce, y por cuantos conocimientos de más te he manifestado sobre mi Voluntad, otras tantas diferentes puertas de bienes te he abierto, de luz, de gracia y de participaciones divinas. Estas puertas son abiertas para ti y cuando estos conocimientos lleguen en medio de las criaturas, se abrirán estas puertas para ellas, porque el conocimiento hace surgir el amor al bien conocido, y la primera puerta que abriré será mi Voluntad, para cerrar la pequeña puerta de su voluntad. Mi Voluntad hará aborrecer la suya, porque frente a mi Voluntad, la humana es incapaz de obrar, con la luz de la mía ve cómo es insignificante y buena para nada, por eso, como consecuencia las criaturas harán a un lado la propia voluntad. Además, tú debes saber que cuando te manifiesto un conocimiento de mi Voluntad, entonces me decido a abrirte otra puerta de mi conocimiento, cuando tú hayas hecho entrar en tu alma todo el bien de lo que te he manifestado; si esto no lo hiciera así, sería tuya sólo la noticia de ese bien, no su posesión, y Yo esto no lo sé hacer, cuando hablo Yo quiero que se posea el bien que manifiesto, por eso sé atenta en el ejercicio de mi Voluntad, a fin de que te abra otras puertas de mis conocimientos y tú entres más en las posesiones divinas”.
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“…Estaba pensando en el Santo Querer Divino, y miles de pensamientos se acumulaban en mi pobre mente, parecían como tantas luces más fuertes que surgían y que después se unificaban en la misma Luz del Sol eterno de aquel Fiat que no conoce ocaso; ¿pero quién puede decir lo que pensaba? Pensaba en los tantos conocimientos que Jesús me había dicho acerca de su Divina Voluntad y cómo cada uno de ellos lleva una Vida Divina al alma, con la marca de una rara belleza, de felicidad, pero distinta la una de la otra, que pone en común con quien tiene el bien de conocerla y amarla. Así que pensaba entre mí: «Un conocimiento de más o de menos pondrá una gran diferencia entre un alma y otra. Pero mientras mi mente se perdía en tantos pensamientos, mi dulce Jesús ha extendido sus brazos dentro de mi interior, y expandiendo luz me ha dicho:
«Hija mía, así como tengo la jerarquía de los ángeles con nueve coros distintos, así tendré la jerarquía de los hijos del reino de mi Fiat Divino. Ese reino tendrá sus nueve coros y se distinguirán el uno del otro por la variedad de las bellezas que habrán adquirido con el conocer, quién más y quién menos, los conocimientos que pertenecen a mi Fiat, por eso cada conocimiento de más de mi Querer Divino es una nueva creación que forma en las criaturas de felicidad y de belleza incomparable, porque es una Vida Divina que corre dentro, que lleva en Sí todos los matices de las bellezas de Aquél que las manifiesta, y todas las teclas y sonidos de las alegrías y felicidad de nuestro Ser Divino. Así que si nuestra Paterna Bondad expone su Vida, su Belleza y felicidad hasta crearla en medio a las criaturas, y ellas no se interesan en conocerla para tomarla por medio de nuestros conocimientos que ya les dimos, no es justo que reciban ni la belleza, ni los sonidos de nuestras alegrías como dotes propias; tomarán lo que hayan conocido, por eso habrá varios coros en la jerarquía del reino de mi Voluntad Divina. Si supieras qué diferencia habrá entre quien lleva mis conocimientos desde la tierra, y entre quien los adquirirá en el Cielo; los primeros los tendrán como dotes propias y se verá en ellos como naturaleza las bellezas divinas, y se oirán los mismos sonidos de las alegrías y felicidades que hace oír y forma su Creador; en cambio en los segundos, no será ni naturaleza en ellos, ni dotes propias, sino que los recibirán por efecto de comunicación de los anteriores, casi como la tierra recibe los efectos del sol, pero ella no posee la naturaleza del sol. Entonces aquellos que poseerán todos los conocimientos formarán el coro más alto, y así según conozcan vendrán formados los diversos coros. Pero todos aquellos que hayan adquirido estos conocimientos, sea en todo o en parte, tendrán el noble título de hijos de mi reino, porque estos conocimientos sobre mi Fiat, para quien tiene el bien de conocerlos para hacer de ellos vida propia, tienen virtud de ennoblecer a la criatura y hacer correr en su alma los humores vitales de la Vida Divina, y de elevarla a su origen primero, y son como el pincel del hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza, y pintan la imagen del Creador en la criatura. (Febrero 28, 1928)
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«…Hija mía, nuestro Amor llega a lo increíble: Cuando debemos manifestar una verdad concerniente a nuestra Voluntad, primero la amamos en Nosotros mismos, la facilitamos, la adaptamos a la inteligencia humana, a fin de que a la criatura le resulte fácil comprenderla y hacerla vida propia, la proveemos con nuestro Amor y después la hacemos conocer, anhelante de amor, que quiere darse a las criaturas como vida que siente la necesidad de querer formarse en ellas. Pero no contentos con esto, purificamos la inteligencia humana, la investimos con nuestra Luz, la renovamos a fin de que conozca nuestra verdad, la bese, la encierre en sí misma y le dé toda la libertad de formar su vida en ella para quedar transformada en la misma verdad. Por eso cada verdad nuestra lleva nuestra Vida Divina a la criatura, una Vida anhelante, que ama y quiere ser amada, y nuestro Amor es tanto, que nos adaptamos a la condición humana para facilitar el conocimiento, porque si nos conocemos es fácil vencer a la voluntad humana para hacerla nuestra, y ella tendrá interés de poseer a su Dios. Sin conocimiento los caminos están cerrados, rotas las comunicaciones y Nosotros quedamos como el Dios lejano de la criatura, mientras que estamos dentro y fuera de ellos, y ellos quedan lejanos de Nosotros. Ninguno puede poseer un bien si no lo conoce, por eso queremos hacer conocer que para quien vive en la Divina Voluntad y obra en Ella, todo se vuelve Vida Divina en ella; poseyendo mi Fiat, su Virtud creadora, en todo lo que ella hace, si piensa, si habla, si obra, si camina, si ama, mi Fiat extiende su Vida y piensa, habla, obra, camina y ama, forma la creación obrante y hablante; la criatura le sirve para continuar su creación, es más, para hacer cosas más bellas aún.
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Una pequeña visión de lo que significa conocer, ahora ya podemos decidir si continuamos o no con el proceso.
Lección 017
Ya quedó establecido que la voluntad, tanto en Dios como en el ser humano, es el motor que induce nuestros actos. Dios dota al hombre con una determinada cantidad de ellos, y la duración de la vida, para Dios, está basada en actos no en años.
“…Hija mía, nuestra sabiduría infinita cuando debe dar un bien a la criatura, no cuenta el tiempo, sino los actos de las criaturas, porque ante la Divinidad no existen días y años, sino sólo un día perenne, y por eso no medimos el tiempo, sino que vienen contados por Nosotros los actos que han hecho…” (Marzo 12, 1930)
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Ahora, cada acto toma las características de la voluntad con la cual fueron hechos: pequeños, finitos, débiles, si fueron realizados con la voluntad humana; inmensos, infinitos, potentes, si los motivó la Divina.
“…Hija mía, todos los actos de las criaturas, cada uno de ellos posee su germen según como ha sido hecho; si no ha sido hecho en mi Fiat Divino no posee su germen, por lo tanto no podrá jamás ser acto de mi Voluntad, porque en el acto de hacerlo faltaba su germen de luz, que tiene la virtud de cambiarlo en sol, que pone su germen de luz como acto primero en el acto de la criatura. En los actos de las criaturas sucede como si una persona tiene la semilla de flores, sembrándola tendrá flores, y si siembra la semilla de frutos, tendrá frutos, y ni la semilla de flores dará frutos, ni la de los frutos dará flores, sino que cada una dará según la naturaleza de su semilla. Así los actos de las criaturas, si en el acto ha estado un fin bueno, una finalidad santa, para agradarme, para amarme, en cada uno de los actos se verá: en uno el germen de la bondad, en otro el germen de la santidad, el germen de agradarme, el germen de amarme; estos gérmenes no son luz, pero simbolizan: quién la flor, quién el fruto, quién una plantita y quién una gema preciosa, y Yo siento el homenaje de la flor, del fruto, y así de lo demás, pero no el homenaje que me puede dar un Sol; y recogiendo tú todos estos actos para encerrarlos en mi Fiat, quedan tal como son, cada uno la naturaleza que la semilla le ha dado, y se ven que son actos que puede hacer la criatura, no actos que puede hacer mi Divina Voluntad con su germen de luz en el acto de ellas. El germen de Voluntad Divina no viene cedido por Ella, sino cuando la criatura vive en Ella, y en sus actos le da el primer puesto de honor…” (Marzo 12, 1930)
Vivir en la Divina Voluntad quiere decir que la voluntad de la criatura, libremente, cede su puesto a Ella, para que sea la generadora de dicho acto, y por lo tanto, el “acto humano” adquiera las características de la Voluntad que lo pone en acción, y siendo así, como la Voluntad que dio principio a dicho evento es la Divina, el acto se convierte en acto Divino, sin importar que externamente sea un integrante de la familia humana donde se desarrolle.
Siendo ahora un acto Divino, por naturaleza es Amor, Alabanza, Adoración Divinas. Y como esta Voluntad se ha extendido en toda la vida de la criatura, ahora todo en ella se vuelve amor, adoración, alabanza, etc., hacia el Creador, el cual lo recibe de manos de la criatura finita, pero el acto es suyo, y lo toma en cuenta como un don de su hijo, correspondiéndole con un nuevo y duplicado Amor.
Lo anterior genera duda, por supuesto, y Luisa no es la excepción, aun ella las tenía, y no duda en decirlo a su Jesús:
“…Ahora, un día estaba trabajando y pensaba: “¿Cómo puede ser que mientras yo trabajo es Jesús que trabaja en mí, y que sea Él mismo quien quiere hacer este trabajo?”
Y Jesús le responde: “Precisamente Yo, y mis dedos que están en los tuyos trabajan; hija mía, cuando Yo estuve en la tierra, ¿mis manos no se abajaban a trabajar la madera, a martillar los clavos, a ayudar en los trabajos de carpintería a mi padre putativo José? Y mientras esto hacía, con esas mismas manos, con esos dedos, creaba las almas, a otras las llamaba a la otra vida, divinizaba todas las acciones humanas, las santificaba dando a cada una un mérito divino, en los movimientos de mis dedos llamaba a reseña todos los movimientos de tus dedos y de los de todas las demás criaturas, y si Yo veía que los harían por Mí o porque Yo los quería hacer en ellas, Yo continuaba mi vida de Nazaret en ellas y me sentía como pagado por parte de ellas por los sacrificios, las humillaciones de mi vida oculta, dándoles a ellas el mérito de mi misma Vida. Hija, la vida oculta que hice en Nazaret no es valorizada por los hombres, sin embargo no podía haberles hecho más bien que con esa vida, después de la Pasión, porque abajándome Yo a todos aquellos actos pequeños y bajos, a aquellos actos que los hombres hacen en su vida diaria, como el comer, el dormir, el beber, el trabajar, el encender fuego, el barrer, etc., actos todos que nadie puede dejar de hacer, Yo hacía correr en sus manos una monedita divina y de precio incalculable. Así que si la Pasión los redimió, mi vida oculta cortejaba cada acción humana, aun la más indiferente, con mérito divino y de precio infinito.
Mira, mientras tú trabajas, trabajando porque Yo quiero trabajar, mis dedos corren en los tuyos, y mientras trabajo en ti, en el mismo instante con mis manos creadoras, ¿a cuántos estoy sacando a la luz de este mundo? ¿A cuántos otros los llamo? ¿A cuántos otros santifico, a otros corrijo, a otros castigo, etc.? Entonces, tú estás también junto Conmigo creando, llamando, corrigiendo y demás, y así como tú no estás sola obrando, tampoco lo estoy Yo en mi obrar. ¿Te podría dar honor más grande?…” (Agosto 14, 1912)
¿Vamos entendiendo? Es la criatura quien le presta a Jesús su humanidad, para que Él, a través de su Voluntad que lo anima, realice el acto, y la criatura participa de todo lo que Él hace, puesto que Él participa de todo lo que la criatura hace, o sea, forman un solo acto, que les pertenece a ambos, y Luisa, al estar haciendo sus obras cotidianas, comunes y aparentemente simples, sencillas, puesto que desde el punto de vista humano no trascendían, por la unión con las obras de Él, ella repite lo que Él hace, y por supuesto que los bienes de estos actos, ahora le pertenecen a la criatura de la misma manera que a Jesús.
Difícil comprenderlo, puesto que siempre analizamos las cosas desde la perspectiva del hombre caído, y desde ésta, vemos a un Dios “LEJANO”, lejano no en distancia, sino en VIDA, por lo que resulta casi imposible entender la unión a la que nos llama:
“…Hija mía, EL HOMBRE FUE CREADO PARA SER INSEPARABLE DE DIOS, y si no es conocido y amado, es exactamente porque se piensa que Dios es el Ser lejano del hombre, como si no tuviéramos qué hacer, ni él con Nosotros, ni Dios con él; el creerlo lejano hace que el hombre pierda a Dios, y se pierda todo lo que le di al crearlo, nuestras mismas cualidades divinas quedan debilitadas, sofocadas, y para muchos como si no tuviesen vida; mientras que nuestra Divinidad no está lejana, sino cercana, más bien dentro del hombre, y en todos sus actos somos actores y espectadores, por eso nuestro dolor es grande al ver que las criaturas nos tienen junto, pero creen que estamos lejanos de ellas, y por eso ni nos conocen ni nos aman. El pensarnos lejanos es el arma asesina que mata el amor de la criatura hacia su Creador, la lejanía rompe cualquier amistad, ¿quién puede pensar en amar, en conocer y esperar a un ser lejano? Ninguno, y Nosotros somos obligados a repetir: ‘Estamos con ella, dentro de ella, y parece que no nos conoce, y mientras su amor, su voluntad, con no amarnos están lejanos de Nosotros, dicen que Nosotros estamos lejanos de ella’. Ésta es la causa por la que algunos que han leído mis intimidades contigo, han llegado hasta dudar, es propiamente esto, porque piensan que soy el Dios lejano, y como lejano no podían desarrollarse tantas intimidades entre Yo y tú. Ahora hija mía, ¿QUIERES SABER QUIÉN HACE SENTIR A DIOS VIVO EN EL CORAZÓN DE LA CRIATURA? MI VOLUNTAD REINANTE EN ELLA, porque no dando vida al querer humano, mi Fiat hace sentir a lo vivo su amor, su potencia, su bondad y su santidad, que corren en todos los actos de las criaturas, es por mi Voluntad que no existe el Dios lejano, sino Dios cercano, Y ES VIDA PRIMARIA DE SU VIDA Y DE TODOS SUS ACTOS. Por lo tanto, el vivir en mi Divina Voluntad mantiene en vigor todos los bienes que dimos al hombre al crearlo, y hace de él el trono de Dios y su gloria, donde domina y reina.” (Noviembre 30, 1930)
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Con esta perspectiva, se debe modificar por completo el concepto que tenemos de la relación Creador-criatura, y ahora debemos tener siempre en mente que Él se ha vuelto VIDA PRIMARIA DE NUESTRA VIDA Y DE TODOS NUESTROS ACTOS.
¿Cómo hacer para olvidarnos de nosotros mismos y dar entrada a la Divina Voluntad para que sea Ella la que obre en nosotros?
Jesús le da a Luisa el siguiente método:
“…Hija mía, para que el alma pueda olvidarse de sí misma, debe hacer de manera que todo lo que hace y que le es necesario, lo haga como si Yo lo quisiera hacer en ella: Si reza debe decir, es Jesús que quiere rezar, y yo rezo juntamente con ella; si debe trabajar, es Jesús que quiere trabajar, es Jesús que quiere caminar, es Jesús que quiere tomar alimento, que quiere dormir, que quiere levantarse, que quiere divertirse, y así de todo lo demás de la vida. Sólo así puede el alma olvidarse de sí misma, porque no sólo hará todo porque lo quiero Yo, sino que, porque lo quiero hacer Yo, me necesita propiamente a Mí…” (Agosto 14, 1912)
La Divina Voluntad se convierte de esta manera en el primer movimiento de nuestro ser, desarrollando en nosotros la Vida Divina que quiere multiplicar en cada uno de nuestros actos, se sobrentiende que debe ser voluntario. Desde el acto más grande hasta el más pequeño, Ella toma la parte actuante:
“…Hija amada, parto de mi Vida, ven en mi Voluntad, ven a ver cuánto hay que sustituir a tantos actos míos suspendidos aún y no sustituidos por parte de las criaturas. MI VOLUNTAD DEBE SER EN TI COMO LA PRIMERA RUEDA DEL RELOJ, si ella camina todas las demás ruedas caminan, y el reloj señala las horas, los minutos, así que todo el acuerdo está en el movimiento de la primera rueda, y si la primera rueda no tiene movimiento, queda detenido. Así, la primera rueda en ti debe ser mi Voluntad, que debe dar movimiento a tus pensamientos, a tu corazón, a tus deseos, a todo, y como mi Voluntad es la rueda central de mi Ser, de la Creación, y de todo, tu movimiento saliendo de este centro vendrá a sustituir a tantos actos de las criaturas, multiplicándose en los movimientos de todos, como movimiento central, vendrá a poner a mi Trono por parte de las criaturas, los actos de ellas, sustituyéndose a todo. Por eso sé atenta, tu misión es grande, es toda divina”. (Febrero 4, 1919)
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Con todo lo anterior, ahora preguntamos: ¿Qué son los actos humanos realizados en la Divina Voluntad, y qué son sin Ella?
“…Hija mía, antes que todo, Adán antes de que se sustrajera de mi Voluntad era mi hijo, contenía por centro de su vida y de todos sus actos a mi Voluntad, por lo tanto poseía una fuerza, un dominio, un atractivo todo divino, por eso su respiro, su latido, sus actos, daban lo divino, todo su ser emanaba un perfume celestial que a todos nos atraía hacia él, así que nos sentíamos heridos por todas partes por este hijo, si respiraba, si hablaba, si obraba las cosas más inocentes, indiferentes y naturales, eran heridas de amor para Nosotros, y Nosotros entreteniéndonos con él lo colmábamos siempre más de nuestros bienes, porque todo lo que hacía salía de un solo punto, el cual era nuestra Voluntad, por eso todo nos agradaba, no encontrábamos nada en que desagradarnos. Ahora, después del pecado Adán descendió del estado de hijo y se redujo al estado de siervo, y en cuanto rompió con la Voluntad Suprema salió de él la fuerza divina, el dominio, el atractivo, el perfume celestial, por eso sus actos, su ser, no daban ya lo divino, sino que se llenó de una sensación humana, que haciéndole perder el atractivo, no nos sentíamos más heridos, es más, nos poníamos a distancia, él de Nosotros y Nosotros de él. Nada dice el que él repitiera los mismos actos que hacía antes de pecar, como en efecto los hacía; ¿pero sabes tú qué son los actos de la criatura sin la plenitud de nuestra Voluntad? Son como aquellos alimentos sin condimento y sin sustancia, que en vez de gustarlos disgustan el paladar humano, así disgustan el paladar divino, son como aquellos frutos no maduros, que no contienen ni dulzura ni sabor; son como aquellas flores sin perfume; son como aquellos vasos llenos, sí, pero de cosas viejas, frágiles y rotas. Todo esto puede servir a una estrecha necesidad del hombre y también como una sombra de la gloria de Dios, pero no a la felicidad y a todo el bienestar de la criatura y a la plenitud de la gloria de Dios. Por el contrario, ¿con qué gusto no se come un alimento bien condimentado y sustancioso? ¿Cómo refuerza a toda la persona? El solo perfume del condimento estimula el apetito y la avidez de comerlo. Y así Adán antes de que pecara, con la sustancia de nuestra Voluntad condimentaba todos sus actos, y por lo tanto estimulaba el apetito de nuestro amor a tomar todos sus actos como el alimento más agradable para Nosotros, y Nosotros en correspondencia le dábamos nuestro alimento exquisito de nuestra Voluntad. Pero después del pecado, ¡pobrecito! perdió el camino directo de comunicación con su Creador, no reinaba más en él el puro amor; el amor fue dividido por el temor, por el miedo, y no conteniendo más el absoluto dominio de la Suprema Voluntad, sus actos de antes hechos después del pecado, no tenían más aquel valor. Mucho más, pues toda la Creación, incluido también el hombre salió del Eterno Creador, que es como fuente de vida, en la cual debían conservarse sólo con la Vida de la Divina Voluntad, todo debía estar basado en Ella, y esta base de Divino Querer debía conservar todas las cosas bellas, nobles, como habían salido de Dios, como de hecho están todas las cosas creadas, tal como fueron creadas tales son, ninguna ha perdido nada de su origen, sólo el hombre perdió la vida, la base, y por esto perdió su nobleza, la fuerza, la semejanza con su Creador. Pero a pesar de todo esto mi Voluntad no dejó del todo al hombre, y no pudiéndole ser más fuente de vida y base que lo sostenía, porque él mismo se había sustraído de Ella, se ofreció como medicina para hacer que no pereciera del todo. Así que mi Voluntad es medicina, es salud, es conservación, es alimento, es vida, es plenitud de la más alta santidad, y según la quiera la criatura, Ella se ofrece: Si la quiere como medicina, Ella se ofrece para quitarle la fiebre de las pasiones, las debilidades de las impaciencias, los vértigos de la soberbia, el malestar de los apegos, y así de todo el resto de los males; si la quiere como salud, Ella se ofrece para conservarla sana, para liberarla de cualquier mal espiritual; si la quiere como alimento, Ella se da como alimento para hacerle desarrollar las fuerzas y hacerla crecer más en la santidad; si la quiere como vida y como plenitud de santidad, ¡oh! entonces mi Voluntad hace fiesta, porque ve regresar al hombre al regazo de su origen, de donde salió, y se ofrece a darle la semejanza con su Creador, finalidad única de su creación. Mi Voluntad jamás deja al hombre, si lo dejara se resolvería en la nada; y si no se presta a hacerse hacer santo por mi Voluntad, Ella usa los modos al menos para salvarlo”. (Enero 28, 1926)
Cualquier acto que la criatura lleve a cabo en la Divina Voluntad obtiene todo esto, CUALQUIER ACTO, sin importar lo indiferente que pueda ser, el más sencillo, aparentemente insignificante, por eso debemos estar atentos a que ningún acto salga de nuestra voluntad humana, pues esto significaría volver a perder el Don más grande que pueda existir, que es la Vida Divina, junto con la Divina Voluntad que hará crecer a dicha Vida. Cualquier acto, por pequeño que sea, sirve para esto.
“…Hija mía, queriéndote junto Conmigo en mi Querer, quiero tu acto continuo, así que tu mente despierta es acto, el murmullo de tu oración es acto, los movimientos de tus manos, los latidos de tu corazón, el mover de tu mirada, son actos, SERÁN PEQUEÑOS, PERO QUÉ ME IMPORTA, CON TAL QUE ESTÉ EL MOVIMIENTO, EL GERMEN YO LOS UNO A LOS MÍOS Y LOS HAGO GRANDES, Y LES DOY VIRTUD DE PRODUCIR VIDAS. Tampoco mis actos fueron todos aparentemente grandes, especialmente cuando Yo, pequeño, gemía, chupaba la leche de mi Mamá, me entretenía en besarla, acariciarla, entrelazar mis manitas a las suyas; más grande cortaba flores, tomaba el agua y otras cosas, éstos eran todos actos pequeños, pero estaban unidos en mi Querer, en mi Divinidad, y esto bastaba; y entonces se volvían tan grandes de poder crear millones y miles de millones de vidas. Así que mientras gemía, de mis gemidos salían vidas de criaturas; mamaba, besaba, acariciaba, pero eran vidas que salían; en mis dedos entrelazados con las manos de mi Mamá corrían las almas, y mientras cortaba las flores y tomaba el agua, eran almas que salían del latido de mi increado corazón, y entraban. (Diciembre 28, 1917)
Quitar nuestra voluntad para que cualquier acto, por pequeño, insignificante aparentemente, se convierta en acto divino, con toda la magnitud de los actos divinos, y de esta manera entramos en la esfera de la santidad Divina.
“Todos alcanzan solamente la verdad para la que están preparados, porque nadie
conoce más allá de su propia experiencia, lo que nos asegura que hasta
que no se da la vivencia, el concepto, aunque se posea, está vacío”.
Estas frases llenas de sabiduría nos muestran un panorama exacto de nuestra propia realidad; queremos saber, penetrar hasta el final las verdades acerca de la Divina Voluntad, nos esforzamos en memorizarlas, nos damos a la tarea de decirlas a los demás, pero resulta que todo aquel trabajo no desemboca en una vivencia personal de esta oferta que nos hace nuestro Dios. Seguimos siendo iguales, actuando igual que siempre, o quizá algún cambio, pero no tan radical como supondría el cambio de vida humana por Vida Divina.
Nuestro Señor Jesús nos instruye a través de Luisa acerca del verdadero fin de sus verdades, transformarnos en Jesús al darse ellas como naturaleza de la criatura, comunicándole los bienes que posee cada verdad. Y al igual que Él usó todo lo que hizo para dar gloria, amor, alabanza, correspondencia al Padre a nombre de toda la familia humana, y al mismo tiempo lo usa en favor de las criaturas, del mismo modo quiere que se comporten aquellos que penetren en este reino de la Divina Voluntad. Quiere que pongamos en práctica sus enseñanzas, no tanto el que hablemos de ellas. Oigamos:
“…Mientras rezaba veía en mí a mi siempre amable Jesús y a otras almas en torno a mí, las cuales decían: «Señor, todo has puesto en esta alma». Y extendiendo sus manos hacia mí me decían: «Ya que Jesús está en ti, y con Él todos los bienes, toma y danos a nosotras». Yo he quedado confundida, y el bendito Jesús me ha dicho:
«Hija mía, en mi Voluntad están todos los bienes posibles, y el alma que vive en Ella es necesario que esté con confianza obrando junto Conmigo como dueña. Todo esperan las criaturas de esta alma, y si no lo tienen se sienten defraudadas; ¿y cómo puede dar si no está con toda confianza obrando junto Conmigo? Por eso al alma que vive en mi Voluntad le es necesaria la confianza para dar, la simplicidad para comunicarse a todos, con el desinterés de sí para poder vivir toda para Mí y para el prójimo. Tal soy Yo». (Agosto 20, 1913)
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Dios nos da todo lo suyo para que hagamos con ello lo que queramos, así que lo único que falta es que nos la creamos y que aprendamos a usarlo.
«…Hija mía bendita, déjate a ti misma y ven en mi Voluntad; sentimos la extrema necesidad de hacer conocer hasta dónde llega nuestro Amor por quien vive en Ella, y es tanto, que con ansia esperamos que se una, se una a nuestras obras para darle el derecho como si fueran suyas. Y como nuestra Fuerza creadora está siempre en acto, en cuanto se funde con Nosotros, como si renovásemos nuestras obras, le hacemos don de ellas y le decimos: ‘Son obras tuyas, haz con ellas lo que quieras; con nuestras obras en tu poder puedes amarnos cuanto quieras, puedes darnos la gloria en modo infinito, puedes hacer el bien a quien quieras, tú tienes el derecho no sólo sobre nuestras obras, sino sobre Aquél que ha creado todo, y Nosotros tomamos el derecho sobre de ti, que ya eres nuestra.’ Cómo son dulces estos derechos de la pequeñez humana en nuestro Ser Divino, son dulces y amorosas cadenas que nos hacen amar con amor más intenso y fuerte nuestra obra creadora, y en nuestro énfasis de amor vamos repitiendo: Cómo es bella, es nuestra, toda nuestra, y Nosotros somos todo de ella, no nos queda otra cosa qué hacer que amarnos, la amaremos con amor eterno, y ella nos amará con eterno amor.»…
…Entonces yo al oír esto, no sólo he quedado maravillada, sino que quería poner muchas dificultades, y pasando a los actos de la Redención me he encontrado inmersa en sus penas, y mi siempre amable Jesús, tal vez para convencerme, se hacía ver en mi interior en acto de sufrir la dolorosa crucifixión, yo tomaba parte en sus penas y moría junto con Él, su sangre divina corre, sus llagas estaban abiertas, y Él con un acento tierno y conmovedor, de sentir que se me rompía el corazón, me ha dicho:
«Estoy dentro de ti, soy tuyo, estoy a tu disposición, mis llagas, mi sangre, todas mis penas, son tuyas, puedes hacer de Mí lo que quieras, es más hazla de magnánima, de valiente, de amante, de verdadera imitadora mía, toma mi sangre para darla a quien quieras, toma mis llagas para sanar las llagas de los pecadores, toma mi Vida para dar vida de gracia, de santidad, de amor, de Voluntad Divina a todas las almas, toma mi muerte para hacer resucitar tantas almas muertas en el pecado, te doy toda la libertad, obra tú, aprende a obrar hija mía, me he donado y basta, pensarás tú en que todo me redunde en gloria, y en cómo hacerme amar, mi Voluntad te dará el vuelo para hacerte llevar mi sangre, mis llagas, mis besos, mis ternuras paternas, a mis hijos, tus hermanos, por eso no te maravilles, es propiamente este el obrar divino, tener sus obras en acto de repetirlas continuamente para darlas, para hacer don a las criaturas, cada uno puede decir: ‘Todo es mío, aun el mismo Dios es mío.» (Mayo 6, 1937)
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«Hija mía bendita, déjate a ti misma y ven en mi Voluntad; sentimos la extrema necesidad de hacer conocer hasta dónde llega nuestro Amor por quien vive en Ella, y es tanto, que con ansia esperamos que se una, se una a nuestras obras para darle el derecho como si fueran suyas. Y como nuestra Fuerza creadora está siempre en acto, en cuanto se funde con Nosotros, como si renovásemos nuestras obras, le hacemos don de ellas y le decimos: ‘Son obras tuyas, haz con ellas lo que quieras; con nuestras obras en tu poder puedes amarnos cuanto quieras, puedes darnos la gloria en modo infinito, puedes hacer el bien a quien quieras, tú tienes el derecho no sólo sobre nuestras obras, sino sobre Aquél que ha creado todo, y Nosotros tomamos el derecho sobre de ti, que ya eres nuestra.’ Cómo son dulces estos derechos de la pequeñez humana en nuestro Ser Divino, son dulces y amorosas cadenas que nos hacen amar con amor más intenso y fuerte nuestra obra creadora, y en nuestro énfasis de amor vamos repitiendo: Cómo es bella, es nuestra, toda nuestra, y Nosotros somos todo de ella, no nos queda otra cosa qué hacer que amarnos, la amaremos con amor eterno, y ella nos amará con eterno amor.»…
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“…Escucha hija mía, quiero que dejes todo a un lado, tu misión es grandísima, y más que el decir es el hacer lo que espero de ti; quiero que toda tú estés en continuo acto en mi Querer; quiero el paseo de tus pensamientos en mi Querer, para que paseando sobre todas las inteligencias humanas extiendas el manto de mi Querer sobre todas las mentes creadas, y elevándote hasta el trono del Eterno ofrezcas todos los pensamientos humanos sellados con el honor y la gloria de mi Voluntad Divina; después extiende el manto de mi Querer sobre todas las miradas humanas, sobre todas las palabras, como si hicieras pasear tus ojos y tus palabras sobre todas las de ellas y sellándolas con mi Querer te eleves de nuevo ante la Majestad Suprema y ofrezcas el homenaje como si todos hubiesen hecho uso de la vista y de las palabras según mi Querer; y lo mismo si obras, si respiras, si tu corazón palpita, tu paseo será continuo; tu camino es larguísimo, es toda la eternidad lo que debes recorrer, si supieras cuanto pierdes cada vez que te detienes y que me privas a Mí no de un honor humano, sino de un honor divino. Estos son los méritos que tú deberías temer perder, no tus harapos y tus miserias, por eso más atención en hacer tus giros en mi Querer.» (Enero 20, 1922)
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He aquí el trabajo más deseado por Jesús, el que le demos movimiento para que nuevamente se encuentre actuando en este mundo, pero ahora a través de su criatura. Quiere que ésta, después de haber conocido sus verdades, después de haberlas analizado, rumiado muy bien, las pasemos como naturaleza a nuestra voluntad. Y la propia naturaleza por fuerza se debe manifestar en todos los actos de la criatura, y si no se ponen en acción, señal segura que no se tiene como Vida al Querer Divino.
Aunque ya debemos tener una idea muy clara de lo que el alma recibe cuando se adentra en los dominios de la Divina Voluntad, vale la pena reafirmarlo con la siguiente lectura, que sí pone de manifiesto que todo el trabajo para elevar a la criatura a su altura, le corresponde sólo a Ella. Pero el trabajo de permitirle hacerlo es del alma.
“…Hija mía, ¿quieres saber qué recibe el alma viviendo en mi Voluntad? Recibe la unión de la Voluntad Suprema con la suya, y en esta unión mi Voluntad asume el trabajo de dar la paridad de la suya con la voluntad del alma. Así que mi Voluntad es santa, es pura, es luz, y quiere poner a la par al alma en santidad, pureza y luz, y si el trabajo del alma es el de vivir en mi Voluntad, el trabajo de la mía es el dar en modo perfecto mi semejanza a la voluntad del alma, y por eso te quiero siempre en Ella, para hacer que no sólo te tenga en su compañía, sino que te haga crecer a su semejanza, y por eso te pongo el alimento de sus conocimientos, para hacerte crecer en modo divino y con su perfecta semejanza; y es por esto que te quiere junto, dondequiera que obra mi Voluntad, a fin de que te pueda dar el acto de su obrar, el valor que contiene el obrar de una Voluntad Divina y tú puedas recibirlos”.
Yo al oír esto he dicho: “Amor mío, tu Voluntad está por todas partes, así que todos viven en Ella, sin embargo no todos reciben esta semejanza”. Y Jesús de inmediato ha agregado:
“¿Y qué hay con eso hija mía? Es verdad que todos viven en mi Voluntad, porque no hay punto donde Ella no se encuentre, pero casi todos viven en Ella como extraños, o como mercenarios, otros forzados, otros rebeldes; estos tales viven en Ella y no la conocen ni poseen sus bienes, más bien son usurpadores de aquella misma vida que han recibido de mi Voluntad. Cada acto de éstos es una desemejanza que adquieren entre su voluntad y la de su Creador, es la confirmación de su pobreza, de sus pasiones y de las densas tinieblas de las cuales se llenan, de modo que son ciegos para todo lo que es Cielo. Para llegar a la paridad de mi Voluntad no se puede vivir como extraños, sino como dueños, debe mirar todas las cosas como cosas suyas, tener todo el cuidado con ellas, por esto es necesario conocerlas para amarlas y poseerlas. Por cuan bella y buena sea una cosa, si no es totalmente suya, no se ama, no se estima, no se pone todo el cuidado que merece, se tiene siempre un ojo frío al mirarla y un latido sin vida para amarla; en cambio si la cosa fuera suya, es todo ojos para mirarla y todo corazón para amarla, la estima y llega a tanto, que hace de ella un ídolo para su propio corazón; la cosa en sí misma no se ha hecho más bella, tal cual era, es, no ha sufrido ningún cambio, el cambio lo ha sufrido la persona con adquirirla y tenerla como cosa exclusivamente suya. He aquí lo que recibe el alma con vivir en mi Voluntad: La recibe como suya, la posee, siente su aura celestial, su Vida de Cielo, la semejanza de Aquél que la creó, y como vive en mi Querer se siente adornada por los reflejos de su Creador, en todo siente la potencia de aquel Fiat que da vida a todas las cosas, y en el océano de los bienes que posee dice: ‘¡Cómo soy feliz, la Voluntad de Dios es mía, la poseo y la amo!’ (Noviembre 22, 1925)
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Nuestro trabajo, entonces, es conocerla, desearla, amarla. Todo esto se logra por medio del desapego total, del llegar a nuestra “nada”, para que el Todo de Dios pueda llenar totalmente el vacío del alma, pues donde hay “algo”, aunque sea muy pequeño, impide que la Vida Divina se extienda en su totalidad, por lo que no podrá cumplir su cometido, dejando únicamente algunos dones, lo que conocemos como la Vida de la Gracia.
Sabiendo esto, Ella misma facilita el camino para llegar a poseerla, pues la naturaleza Divina se ve impelida irremediablemente a dar, así que debe buscar medios para facilitar el trabajo de la criatura y llegar a ser poseída por ésta, y a poseerla a ella. Oigamos a Jesús:
…Mi vuelo en el Querer Divino continúa, y yo quedo asombrada al ver que siempre quiere darme, y como yo soy pequeña no me es dado el encerrar en mí su inmensidad, y Él, con una paciencia y un amor invencibles espera a que yo encierre en mí las verdades que me ha dicho, cortejadas con sus gracias para hacerme tomar posesión de ellas, y en cuanto me ve poseedora de inmediato se pone en actitud de quererme dar y decir cosas aún más sorprendentes. ¡Oh, Voluntad de Dios, cuánto me amas! ¿Cómo podré corresponderte? Y mi amable Jesús haciéndome su acostumbrada visita, todo bondad me ha dicho:
«Hija bendita, es nuestra Divinidad que posee en su naturaleza el querer siempre dar; así como tú posees el respiro que quiere siempre respirar aunque tú no lo quisieras, así Nosotros poseemos el acto continuo de siempre dar, y si la criatura ingrata no toma lo que Nosotros damos, todo queda en torno a Nosotros para exaltar y alabarnos la perfección, la bondad, la santidad, la liberalidad de nuestro Ente Supremo, todo queda como triunfo de nuestro Amor y como prueba de cuanto amamos a la criatura, y esperamos con una paciencia que sólo Nosotros podemos tener, a otras criaturas que tomen lo que las otras nos han rechazado. Es tanto nuestro Amor, que nos adaptamos a la criatura en darle poco a poco, porque siendo pequeña no puede tomar todo junto lo que le queremos dar, pero nuestro dar debe ser continuo, nos sentiríamos como si nos faltara o se nos sofocara el respiro si no diéramos. Nuestra Divina Voluntad quiere ser vida de la criatura, y este es el acto más grande, el amor más exuberante que sólo un Dios puede y sabe hacer.
Ahora, para hacerse poseer, nuestra Voluntad le da 3 dones:
1er Don.- El don de su virtud suplicante, y Ella se pone a la cabeza para confirmar este don, y hace suplicar a todas las cosas creadas, se impone sobre nuestro Amor, sobre nuestra Potencia y nuestra Bondad, y hace rogar a nuestro Amor, a nuestra Potencia y Bondad, y todos nuestros atributos ruegan, aun la Justicia, la Misericordia, nuestra Fuerza se cambian en ruegos, ninguno puede faltar cuando nuestra Voluntad quiere que hagamos un acto y que se haga un don, todo y todos doblamos las rodillas para hacer lo que Ella quiere. Cuando todos han suplicado, aun nuestros atributos divinos, confirmamos el don, la plegaria de esta criatura se vuelve universal y cada vez que ruega tiene tal potencia, que todas nuestras cosas ruegan, aun nuestros atributos, porque en el don le ha sido dado el derecho sobre todos, ¿qué cosa no se puede obtener con este don de la plegaria suplicante? Se puede decir que los Cielos se mueven, nuestro mismo Ser se siente vencido, atado, y cede.
2do Don.- Al don suplicante paso a hacerle el don del amor, y para confirmarla en el amor, ama con un nuevo amor en el sol, en el cielo, en las estrellas, en el viento, hasta en nuestro Ser Divino, de modo que adquiere el derecho de amar a todos y de ser amada por todos con un nuevo amor continuo, y si tú supieras qué significa ser amado con un amor siempre creciente y nuevo por todos, y tener el poder de amar con creciente y nuevo amor a todo, poder decir a tu Creador: ‘Creciente y siempre nuevo es tu Amor por mí, creciente y siempre nuevo es mi amor por Ti.’ Este amor sobrepasa los Cielos, llena la patria celestial, y sus olas van a romper y descargarse en nuestro seno divino y, ¡oh! las maravillas que suceden, todos quedan asombrados y glorifican a mi Querer Divino por el don tan grande que da a las criaturas. Ahora, conforme le hacemos el don ensanchamos su capacidad, de modo que ella comprende el don que ha recibido y hace uso del don.
3er Don.- Después pasamos a hacerle el don de la inseparabilidad, de la unión con Dios, con el que llega a sentir más nuestra Vida que la suya, Dios se vuelve para ella su actor y espectador, y ella queda como la portadora de su Creador, viviendo con su misma Vida, con su Amor y Potencia. Con este don todo es suyo, tiene derecho sobre todo, y Nosotros cuando la vemos poseedora, agregamos el don de volverla triunfadora sobre todo:
a).- Triunfadora sobre sí misma.
b).- Triunfadora sobre Dios.
Todo es triunfo en ella, triunfo de gracia, de santidad, de amor, y la llamamos nuestra vencedora; sobre todo la hacemos vencer, porque es don que le hemos dado, y cuando Nosotros damos queremos ver los frutos que nuestro don contiene. Así que en cada acto que hace en nuestro Querer, en cada palabra, obra y paso, se forman entre ella y Nosotros tantas distintas armonías, una más bella que la otra, nos tiene siempre ocupados, y es tanto nuestro Amor, que la circundamos en el exterior con todas nuestras obras, y en el interior la investimos y repetimos todos nuestros actos que han sido portadores de vida: La Vida de la Reina, la Vida del Verbo en la tierra, que fue un exceso de amor continuo que daba vida nueva a todos. Así que damos siempre, no terminamos jamás; quien vive en nuestro Querer es el pleno día de nuestras obras continuas, y nuestra vida que palpita y repite nuestros actos que están siempre en acto sin cesar jamás, por eso es nuestro triunfo y nuestra pequeña vencedora, y es este nuestro delirio de amor: «Que queremos ser vencidos por la criatura.» Cuando ella vence, nuestro Amor se desahoga y nuestros desvaríos y delirios encuentran la vida en la criatura y se reposan.» (Septiembre 26, 1937)
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¿Se podrá poner alguna objeción, alguna dificultad para lograr el ideal de nuestro Dios y conseguir la mayor fortuna de la criatura? Y por si fuera poco todo lo anterior, al mencionarle Luisa a Jesús sus dificultades:
«…¿Pero cómo puede la criatura formar esta Vida del Fiat en ella? Yo me siento tan pequeña que me parece imposible, tal vez vivir dentro de Ella es más fácil, porque encuentro tanto espacio que no puedo ver hasta dónde llegan los confines, pero encerrarla dentro de mí, siento que me falta el espacio para hacer esto.»
Entonces Jesús le dice:
«Hija mía, tú debes saber que nuestra Potencia es tanta, que tomamos deleite en formar nuestra Vida en la pequeñez de la criatura siempre y cuando no esté obstruida por otras cosas que no nos pertenezcan, es más, muchas veces obramos sobre la pura nada las cosas más grandes; y como es Voluntad nuestra que forme y posea en su alma esta Vida de nuestro Querer, le damos 3 ayudas para lograrlo:
1.- Todo lo que hemos creado y que existe en el cielo y en la tierra, tienen el mandato de Nosotros, que todas deben ayudar y servir a la criatura como medios para formar y hacer crecer esta Vida en ella. Así que la primera que se presta a comunicar y a hacer sentir la Potencia, el Amor de nuestra Voluntad, es toda la Creación; ella tiene la virtud dada por Nosotros, de que mientras hace crecer, alimenta, ayuda y sostiene la vida natural, penetrando en el interior del alma a través de los actos humanos, penetra en el alma y hace doble oficio, y si encuentra la pequeña Vida de mi Voluntad, mi misma Voluntad que se encuentra en las cosas creadas besa a mi Voluntad que encuentra en ella, la plasma, le da el aliento, ensancha la capacidad, y encontrando su pequeño paraíso se reposa y suministra las ayudas, los medios que contiene aquella cosa creada para hacer que nada le falte para hacer crecer y mantener la Vida de mi Voluntad en la criatura. El cielo está siempre distendido sobre su cabeza para hacerle guardia, a fin de que nada entre en ella que no sea Voluntad de Dios; el sol se acerca de más, y desahogando más en amor hace sentir su calor, le llena el ojo de luz, le inviste las manos, los pasos, y adentrándose en el alma la llena del amor, de la luz, de la fecundidad de la cual está lleno por mi Voluntad, y deja el depósito de su calor, de su luz, a fin de que no viva mas que de amor y de luz, cosas que pertenecen a mi Voluntad, y este sol haciendo su curso forma la bella floración, la variedad de los colores y todo lo demás por amor de quien posee mi Voluntad. Se puede decir que cada vez que el sol inviste a la criatura, mi Voluntad visita a la criatura para ver si quiere alguna cosa, si no le falta nada para hacer crecer su Vida en ella; ¿qué cosa no he hecho y no haría para lograr el intento de formar esta Vida de mi Fiat en la criatura? Por eso, el aire mientras sirve para dar el respiro al cuerpo, sirve para dar el respiro de mi Voluntad al alma; el viento mientras sirve para purificar el aire a la naturaleza, sirve para dar las caricias, los besos, el imperio de mi Voluntad a mi Vida que ella posee. Así que no hay cosa creada, que saliendo de dentro de ella mi Querer, no corra dentro del interior del alma para ayuda, defensa, y para hacerla crecer como Yo la quiero. Pero esto no es todo, mi Voluntad en las cosas creadas va velada para formar ésta su Vida en ellos, pero cuántos no la reciben y queda reprimida en sus velos, sin poder dar los bienes que posee.
2.- Ahora, está el segundo modo, más espléndido, más ostentoso de amor; es tanto el Amor que nos consume, el deseo de querer que la criatura posea nuestra Voluntad como vida, que cada acto, pensamiento, palabra, latido, obra y paso que ella hace, es una emanación divina que le hacemos, nuestro Ser Divino corre en cada acto suyo para darle de lo nuestro, lo circundamos, lo vivificamos para hacerlo renacer en nuestra Voluntad, podemos decir que nos ponemos Nosotros mismos a su disposición para formar esta Vida, ¿pero sabes por qué es tanto nuestro interés? Porque queremos que nuestra Voluntad forme la bella generación de la Voluntad Divina en la voluntad de la criatura, y entonces tendremos tantas Vidas nuestras que nos aman, que nos glorifican. Cómo será bella la Creación, todo será nuestro, dondequiera encontraremos nuestro trono, nuestra Vida palpitante.
3.- Después está el tercer modo, las circunstancias de la vida, las ocasiones, el orden de mi providencia en torno a cada uno, las mortificaciones, los dolores, todos son medios para hacer crecer y desarrollar en modo admirable esta Vida de mi Voluntad en ellos, por lo tanto, no hay cosa en la cual Ella no prepare su primer acto de vida para dar a las criaturas; ¡oh! si todos pusieran atención, cómo se sentirían felices, seguros bajo la lluvia de un Querer tan Santo, que los ama tanto, que llega al exceso de querer formar su Vida en la pobre criatura.»
Todo lo ha preparado nuestro Dios para que podamos conseguir nuestra finalidad, no ha dejado nada al azar, y como todo ha sido preparado por Él, tenemos la plena seguridad que todo funciona a la perfección, que nada falta, todos los bienes necesarios están listos, lo único que falta es nuestra voluntad, y ésta tiene todo lo necesario para unirse a la de Él, sólo falta convencer a nuestra inteligencia de qué esto es lo mejor, que no hay mayor bien que el entrar en este Reino, y que es la única manera de satisfacer en plenitud a nuestro Padre, a nuestro Creador, a nuestro Dios.
Hemos recorrido ya los aspectos generales de este vivir en la Divina Voluntad, sabemos qué es lo que, en general, desea hacer de nosotros, pero aún estamos muy lejos de poder hacer una realidad todo lo que Jesús nos ha comunicado.
Hay muchas cosas que se pueden interponer en el camino para llegar a vivir en esta Divina Voluntad que ahora, por conocerla, la deseamos. Conveniente es tenerlas presentes para estar atentos, y no dejar que malogren nuestra finalidad, lo que significaría perder el don maravilloso que nuestro Creador nos tiene preparado.
Como un aliciente debemos tener presente las siguientes palabras de Jesús:
En las almas interiores no puede estar la turbación.
(2) “Hija mía, en las almas interiores no puede estar la turbación, y si ésta entra es porque el alma se sale fuera de sí misma, y haciendo esto hace de verdugo a sí misma, porque saliendo fuera de ella se aferra a tantas cosas que ve y que no son Dios, y a veces ni siquiera cosas que se refieren al verdadero bien del alma, por lo que regresando en sí misma y llevando cosas que le son extrañas, se tortura ella misma y con esto viene a enfermarse a sí misma y a la gracia. Por eso, estate siempre en ti misma y estarás siempre en calma”.
Hagamos nuestras las palabras que Luisa expresa después de esta breve pero riquísima enseñanza:
(3)¿Quién puede decir cómo comprendía con claridad, y cómo encontraba la verdad en estas palabras de Jesús? ¡Ah Señor, si te dignas instruirme, dame gracia para aprovechar tus santas enseñanzas, de otra manera todo será para mi condena! (Agosto 31, 1900)
Así es, ¿qué significa salir el alma de sí misma? No es otra cosa que poner la mirada nuevamente en el mundo, permitir que las cosas creadas atrapen nuestros sentidos y vuelvan a llenar nuestro interior, obstaculizando de esta manera el desenvolvimiento de la Vida que la Divina Voluntad intenta desarrollar en nosotros. Debemos recordar que Dios actúa en la nada, y si existe algo donde debe obrar, este algo no le permite poner su “TODO” en la criatura.
¿Por qué sucederá esto? Falta de “AMOR”. Debemos recordar las características del verdadero amor: debe ser solo; debe ser triple (amándolo como nuestro Dios; amándolo por cuenta propia y por el bien que a le viene, y amarlo por todos y en todos); amarlo con amor puro y total; amarlo con amor de discípulo, que quiere decir que se renuncia a todos los amores por un solo amor: el suyo. Pero sobre todo, amarlo con su mismo amor.
Este amor será el que nos proporcione la fuerza, la luz, la decisión para abandonarlo todo.
Ahora veamos un poco los obstáculos:
En primer lugar fijemos nuestra mirada en la tentación
Nuestro primer punto será el considerar las tentaciones y las inclinaciones. Las dos nos muestran a la vista el fruto prohibido, pero que se muestra inusitadamente apetitoso. Tenemos la costumbre de achacar esto al enemigo, y si llegamos a caer, tenemos lista la justificación, pues diremos que el enemigo nos puso una tentación por encima de nuestras fuerzas, que somos débiles, etc. En primer lugar debemos considerar que Dios nunca permite que seamos tentados más allá de nuestras fuerzas, lo que quiere decir que podemos resistir y vencer las tentaciones más fuertes.
Lo principal será reconocer que cuando se llega a caer, no es el demonio el que nos tira, sino nuestro peor enemigo, el más fuerte y el más vil enemigo que existe, que es mi propia voluntad, mi alma enviciada.
(2) “Hija, las tentaciones se vencen fácilmente, porque el demonio es la criatura más vil que pueda existir, y basta un acto en contra, un desprecio, una oración, para hacerlo huir, porque estos actos lo hacen aún más vil de lo que es, y él para no tener que soportar aquella confusión, en cuanto ve al alma resuelta que no quiere hacer caso a su vileza, huye aterrorizado.
(3) Ahora, si el alma no se puede liberar fácilmente, significa que no es sólo tentación, sino pasión radicada en el alma, que la tiraniza unida a la tentación, por eso no puede liberarse, y donde hay pasión el demonio tiene más fuerza para hacer del alma un juguete”.
Muy claro, ¿no les parece? Somos nosotros lo que caemos, no achaquemos a otro nuestro error, debemos reconocerlo para poder luchar, pues si me trato de defender del demonio, le dejo todo el campo libre a mi alma enviciada. (Marzo 25, 1908)
OBSTÁCULOS
Un mal enorme es el contemporizar:
Un sacerdote pide a Luisa que le ruegue a Jesús por alguna necesidad suya:
(5) En este momento he recordado las necesidades que me había dicho M., y rogaba a Nuestro Señor que lo atendiera. Entonces me parecía verlo con un vestido color plateado, y de la cabeza descendía un velo negro que le cubría parte de los ojos, y este velo parecía que se extendiera también a otra persona que estaba atrás de él. Yo no entendía nada de esto y el bendito Jesús me ha dicho:
(6) “El vestido plateado que le ves es su pureza en el obrar, y el velo negro es porque mezcla de lo humano, y esto de humano que mezcla es como velo que cubriéndole la luz de la verdad que le resplandece en la mente, lo hace obrar algunas veces con temor, o bien para contentar a algún otro, y no según la verdad que mi Gracia le hace resplandecer en su mente”.
(7) Y yo: “Señor, escúchalo y concédele lo que me ha dicho, pues es cosa que concierne tanto a tu Gloria”.
(8) Y Él: “El contemporizar, a un alma indecisa, da tiempo y lugar a los enemigos de hacerle la guerra; mientras que no dando tiempo y mostrándose resuelto e irremovible se cierran las puertas a los enemigos, y se tiene el bien de no exponerse ni siquiera a la disputa, así que si quiere llegar pronto al fin, éstos son los medios, y Yo estaré con Él y saldrá victorioso; y después, los mismos que ahora le son contrarios le serán más favorables y lo admirarán más al ver que destruyó sus consideraciones humanas”. (Enero 23, 1908)
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Una recomendación que Jesús da repetidamente a Luisa, que no ponemos todas en esta lección por falta de espacio, es el no pensar en sí misma, pues el hacerlo conlleva grandes males:
No pensar en sí mismo
«Hija bendita de mi Voluntad, tú debes saber que las reflexiones propias, las impresiones, las opresiones, las melancolías, las dudas, los pequeños temores, impiden las reflexiones divinas, las impresiones santas, el rápido vuelo hacia el Cielo, las alegrías del verdadero bien, la paz celestial; ellas son como tantas piedras arrojadas dentro de un lago mientras la persona se está mirando reflejada en aquellas aguas limpias como dentro de un espejo, y ve toda entera su persona, bella y ordenada como es; ahora, ¿qué sucede? Mientras se está mirando en aquellas aguas tersísimas, viene arrojada en aquel lago una pequeña piedra, el agua se encrespa, se enturbia y forma tantas ondas y ondas que se enturbia toda el agua, y de la pobre persona que se estaba mirando, ¿qué ha sucedido? Conforme se formaban las ondas en el agua, así se llevaban, quién un pie, quién un brazo, quién una mano, quién la cabeza, de modo que se veía toda destrozada por las ondulaciones de aquellas aguas. ¿Quién ha sido la que ha hecho perder la limpieza de aquellas aguas de modo que no se ve más entera su imagen, sino en modo de dar piedad? ¿Quién ha sido? Una pequeña piedra. Tal es el alma creada por Dios, más que fuente tersísima, en la cual Dios debía mirarse en ella, y ella en Dios; ahora, las reflexiones, las opresiones, las dudas, temores, etc., son como tantas piedras arrojadas en el fondo de su alma, y Dios mirándose en ella, no lo ve todo entero, sino como dividido en tantas partes, así que dividida la Fuerza, la alegría divina, la Santidad, la Unidad de la paz; esto le impedirá conocer quién es Dios, cuánto la ama y qué quiere de ella; y queriéndose mirar ella en Dios, estas piedras le impedirán el paso haciéndola tropezar en el camino, impidiéndole el vuelo para mirarse en Aquél que la ha creado, mientras que parecen cosa de nada. No obstante en esto viene formado el conocimiento de Dios en la criatura, la unión, la Santidad, el mirarse Dios en la criatura, y ella en Dios si el alma no es turbada por estas piedras que se pueden llamar bagatelas del alma, y que faltando la solidez y sustancia del verdadero amor, son siempre enturbiadas y Dios no se puede espejear en ellas para formar su bella imagen. (Julio 12, 1937)
En otra ocasión le dice que las reflexiones personales encorvan al alma, que le tejen una red que llega a asfixiarlas.
Toca turno a la “TURBACIÓN”
(1) Encontrándome en mi habitual estado, cuando apenas ha venido el bendito Jesús, y habiendo yo dicho a un alma turbada: “Piensa en no querer estar turbada, no sólo por tu bien, sino mucho más por amor de Nuestro Señor, porque el alma turbada no sólo está ella turbada, sino que hace turbarse a Jesucristo”. Después he dicho entre mí: “Qué disparate he dicho, Jesús no puede turbarse jamás”. Entonces al venir me ha dicho:
(2) “Hija mía, en lugar de un disparate has dicho una verdad, porque en cada alma formo una Vida Divina, y si el alma está turbada, esta Vida Divina que Yo voy formando queda también turbada; y no sólo esto, sino que jamás llega a cumplirse perfectamente”. (Marzo 28, 1905)
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DESALIENTO
Encontrándome en un estado lleno de desaliento, especialmente por la privación de mi sumo Bien, esta mañana apenas dejándose ver me ha dicho:
«El desaliento es un humor infeccioso que infecta las más bellas flores y los más agradables frutos y penetra hasta el fondo de la raíz, de modo que aquel humor infeccioso, invadiendo todo el árbol lo marchita, lo vuelve escuálido, y si no se le pone remedio regándolo con el humor contrario, como aquel humor malo se ha introducido hasta la raíz, seca la raíz y hace caer por tierra al árbol. Así le sucede al alma que se embebe de este humor infeccioso del desaliento.»
A pesar de todo esto yo me sentía todavía desalentada, toda encogida en mí misma y me veía tan mala que no me atrevía a arrojarme hacia mi dulce Jesús, mi mente estaba ocupada pensando en que para mí era inútil esperar como antes las continuas visitas de Él, sus gracias, sus carismas; todo para mí había terminado. Y Él, casi reprendiéndome ha agregado:
«¿Qué haces? ¿Qué haces? ¿No sabes tú que la desconfianza deja moribunda al alma? Y ésta, pensando en que debe morir no piensa más en nada, ni en adquirir, ni en comerciar, ni en embellecerse más, ni en poner remedio a sus males, no piensa otra cosa sino que para ella todo ha terminado. Y no sólo vuelve al alma moribunda, sino que la desconfianza pone a todas las virtudes en peligro de expirar.» (Febrero 4, 1900)
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Continuando mi habitual estado, mi adorable Jesús no venía. Entonces, habiendo esperado mucho me sentía toda desalentada y temía mucho que esta mañana no viniera. Después, en cuanto vino me ha dicho:
«Hija mía, ¿no sabes tú que el desaliento mata más almas que el resto de los vicios? Por eso, ánimo, valor, porque así como el desaliento mata, así el valor, el coraje hacen revivir, y es el acto más loable que el alma pueda hacer, porque mientras se siente desalentada, del mismo desaliento toma valor, se anula a sí misma y espera; y deshaciéndose a sí misma, ya se encuentra rehecha en Dios.» (Septiembre 8, 1904)
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Desánimo
(2) “Hija mía, no te abatas, porque el abatimiento llama al desánimo, el cual duplica el peso de las penas, tanto, que la pobre criatura, con este peso duplicado apenas puede arrastrarse en el camino que debe recorrer, mientras que mi Querer quiere que no te arrastres, sino que vueles en su luz interminable. Y además, el dolor soy Yo, en el cual hago mis pequeñas visitas, el velo es el dolor, pero dentro está mi persona, que escondida dentro del velo del dolor visita a la criatura; la necesidad soy Yo que escondido en ellas hago las más bellas visitas para hacerme ayuda de las necesidades que dispongo. No es con el sólo hacerme ver que visito a las criaturas, sino en tantos modos que se puede decir que en cada encuentro, en cada circunstancia, en cada cosa que le sucede, grande o pequeña, es una visita que me dispongo a hacerle para darle lo que necesita. Para quien vive en mi Querer Divino, siendo mi presencia permanente en ella, no sólo la visito, sino le voy ensanchando los confines de mi Querer”. (Agosto 12, 1930)
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(2) “Ánimo hija mía, la firmeza es de las almas resueltas a hacer el bien, ellas son imperturbables bajo cualquier tempestad, y mientras oyen el estruendo de los truenos y relámpagos, hasta ser sacudidos por ellos, y quedan bajo la abundante agua que les llueve encima, se sirven del agua para lavarse y salir más bellas, y sin poner atención a la tempestad, están más que nunca resueltas y animosas a no apartarse del bien comenzado. El desánimo es de las almas indecisas, que no llegan jamás a cumplir un bien. El coraje le muestra el camino, el coraje pone en fuga cualquier tempestad, el coraje es el pan de los fuertes, el coraje es el luchador que sabe vencer cualquier batalla. Por eso hija buena, ánimo, no temas; y además ¿de qué temes? Te he dado seis ángeles para tu custodia, cada uno de ellos tiene la misión de guiarte por los caminos interminables de mi Eterno Querer para hacer que tú pudieras corresponder con tus actos, con tu amor, lo que hizo la Divina Voluntad al pronunciar seis Fiat en la Creación. Por eso cada ángel tiene en custodia un Fiat y lo que salió de este Fiat, para llamarte a corresponder cada uno de estos Fiat, incluso con el sacrificio de tu vida. Estos ángeles recogen tus actos y con ellos forman corona, y postrados los ofrecen a la Divinidad como correspondencia de lo que hizo nuestra Divina Voluntad, a fin de que sea conocida y forme su reino sobre la tierra. Pero esto no es todo, a la cabeza de estos ángeles estoy Yo que te guío y vigilo en todo, y que formo en ti los mismos actos y aquel amor que se requiere para que tú puedas tener amor suficiente para poder corresponder tantas obras grandes de nuestro Querer Supremo. Por eso no te detengas, hay mucho qué hacer, tienes que seguirme a Mí que no me detengo jamás, tienes que seguir a los ángeles porque quieren cumplir su cometido asignado, tienes qué cumplir tu misión de hija de la Divina Voluntad”. (Abril 16, 1931)
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DESANIMO
«Hija mía, no te abatas, porque el abatimiento llama al desánimo, el cual duplica el peso de las penas, tanto, que la pobre criatura, con este peso duplicado apenas puede arrastrarse en el camino que debe recorrer, mientras que mi Querer quiere que no te arrastres, sino que vueles en su Luz interminable. Y además el dolor soy Yo, en el cual hago mis pequeñas visitas, el velo es el dolor, pero dentro está mi Persona, que escondida dentro del velo del dolor visita a la criatura; la necesidad soy Yo que escondido en ellas hago las más bellas visitas para hacerme ayuda de las necesidades que dispongo. No es con el sólo hacerme ver que visito a las criaturas, sino en tantos modos que se puede decir que en cada encuentro, en cada circunstancia, en cada cosa que le sucede, grande o pequeña, es una visita que me dispongo a hacerle para darle lo que necesita. Ahora, para quien vive en mi Querer Divino, siendo mi presencia permanente en ella, no sólo la visito, sino le voy ensanchando los confines de mi Querer.» (Agosto 12, 1930)
Desconfianza
(6) Y Jesús, hablando de nuevo ha agregado: “Hija mía, cálmate, no temas, tu Jesús no te deja. Yo soy celoso de tu confianza, no quiero que desconfíes mínimamente de Mí. Mira, Yo amo tanto que las almas estén con toda confianza Conmigo, que muchas veces escondo algún defecto o imperfección de ellas, o alguna incorrespondencia a mi gracia, para no darles ocasión de que no estén Conmigo con toda confianza, porque si pierden la confianza el alma queda como dividida de Mí y toda encogida en sí misma, se pone a distancia de Mí y queda paralizada en el arrojo del amor, y por eso paralizada en el sacrificarse por Mí. ¡Oh! cuánto daño hace la desconfianza, se puede decir que es como esa helada primaveral que apaga la vida a las plantas, y muchas veces si la helada es fuerte las hace aun morir; así la desconfianza, más que helada detiene el desarrollo a las virtudes y pone el hielo al más ardiente amor; ¡oh! cuántas veces por falta de confianza quedan detenidos mis designios y las más grandes santidades, por eso Yo tolero cualquier defecto excepto la desconfianza, porque jamás le pueden producir tanto daño. Y además, ¿cómo puedo dejarte si he trabajado tanto en tu alma? Mira un poco cuánto he debido trabajar”.
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Continuamos con el mismo tema: los obstáculos. Estos no lo son sólo para vivir en la Divina Voluntad, sino para tener una vida de relación con nuestro Dios.
Jesús nos los va enseñando, para estar conscientes de los defectos de nuestra voluntad humana, y al mismo tiempo nos va conduciendo, aparentemente, en el camino de las virtudes, o sea de la santidad humana, pero si lo analizamos con detenimiento, en la vida en la Divina Voluntad, dichas virtudes no son las armas para vencerlos, aparecen de manera espontanea, no son producto de un esfuerzo de nuestra razón, de nuestra inteligencia, sino que son las propuestas que nuestro Señor va haciendo surgir en nuestro interior, y son claramente contrarias a nuestra manera habitual de actuar; no hemos puesto nada de lo nuestro para lograrlo, ya que nuestro único pensamiento debe haber sido el querer vivir en su Voluntad, por lo que estos son los primeros resultados del perdernos en su Querer.
Por supuesto que es una “sugerencia” de cómo actuar, y se enfrentará a nuestra naturaleza humana que propondrá, casi siempre, lo contrario. Ahora depende de mi voluntad el decidir por cuál camino seguir, pues todo debe ser “voluntario”, un amor, una entrega forzados no son de su agrado.
De aquí la necesidad de hacernos conocer estos obstáculos, para tener conocimiento del mal de la voluntad humana, que como ya mencionamos anteriormente es necesario.
Almas Indecisas
10-8
Diciembre 24, 1910
Las almas indecisas no son buenas para nada.
(1) Habiendo recibido la comunión rogaba al buen Jesús por un sacerdote que quería saber si el Señor lo llamaba al estado religioso, y el buen Jesús me ha dicho:
(2)“Hija mía, Yo lo llamo y él está siempre indeciso. LAS ALMAS QUE NO SON DECIDIDAS NO SON BUENAS PARA NADA; lo contrario cuando son decididas y resueltas, entonces todas las dificultades las supera, las soluciona, aquellos mismos que suscitan las dificultades, viéndolo tan resuelto, se debilitan y no tienen el valor de oponerse. Es un poco de apego lo que lo ata, y Yo no quiero contaminar mi gracia en los corazones que no están libres de todo; si se separa de todo y de todos, entonces mi gracia lo inundará de más y sentirá la fuerza necesaria para seguir mi llamada”.
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I n c o n s t a n c i a
4-62
Marzo 31, 1901
Inconstancia y volubilidad.
(1) Esta mañana, sintiéndome toda amargada, me veía aún tan mala que casi no me atrevía a ir en busca de mi sumo y único Bien, pero el Señor no mirando mis miserias, se ha dignado venir diciéndome:
(2) “Hija mía, es a Mí a quien quieres, pues bien, he venido a alegrarte, estémonos juntos, pero estémonos en silencio”.
(3) Después de haber estado así por un poco, me ha transportado fuera de mí misma, y veía que la Iglesia festejaba el día de las palmas, y Jesús rompiendo el silencio me ha dicho:
(4) “¡Cuánta volubilidad, cuánta inconstancia! Así como hoy gritaron hosanna proclamándome como su Rey, otro día gritaron crucifícalo, crucifícalo. Hija mía, LA COSA QUE MÁS ME DISGUSTA ES LA INCONSTANCIA Y LA VOLUBILIDAD, PORQUE ESTO ES SEÑAL DE QUE LA VERDAD NO HA TOMADO POSESIÓN DE TALES ALMAS, y aun en cosas de religión puede ser que encuentren su satisfacción, su propia comodidad y el interés, o bien porque se encuentran en tal partido, pero mañana pueden cambiar estas cosas y se pueden encontrar en medio de otros partidos, y he aquí que se desvían de la religión, y sin disgusto se entregan a sectas; porque CUANDO LA VERDADERA LUZ DE LA VERDAD ENTRA EN UN ALMA Y SE POSESIONA DE UN CORAZÓN, ESTA ALMA NO ESTÁ SUJETA A INCONSTANCIA, MÁS BIEN TODO LO SACRIFICA POR AMOR DE AQUELLA Y PARA HACERSE DOMINAR POR ELLA, y con ánimo firme desprecia todo lo demás que no pertenece a la verdad”.
(5) Y mientras esto decía, lloraba sobre la condición de la presente generación, que peor que antes está sujeta a la inconstancia según soplan los vientos.
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6-115
Junio 2, 1905
La paciencia es el alimento de la perseverancia.
(1) Esta mañana, el bendito Jesús al venir me ha dicho:
(2) “Hija mía, la paciencia es el alimento de la perseverancia, porque la paciencia mantiene en su lugar a las pasiones y corrobora todas las virtudes, y las virtudes, recibiendo de la paciencia la actitud de la vida continua, no sienten el cansancio que produce la inconstancia, tan fácil a la criatura. Por eso el alma no se abate si es mortificada o humillada, porque rápidamente la paciencia le suministra el alimento necesario, y forma un vínculo más fuerte y estable de perseverancia. Ni si es consolada y ensalzada se eleva mucho, porque la paciencia alimentando a la perseverancia, se contiene en la moderación sin salir de sus límites. Además de esto, así como la paciencia es alimento, y hasta en tanto una persona se alimenta se puede decir que tiene vida, no está muerta; así el alma, hasta en tanto que tenga paciencia, gozará la vida de la perseverancia”.
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6-135
Octubre 12, 1905
El conocimiento de sí misma,
vacía al alma de sí misma y
la llena de Dios.
«Hija mía, el conocimiento de sí misma vacía al alma de sí misma y la llena de Dios; y no sólo esto, en el alma hay muchos armarios, y todo lo que en el mundo se ve, de acuerdo al concepto que se forma de ello, así, quién más, quién menos, toman su lugar en estos armarios. Ahora, el alma que se conoce a sí misma y está llena de Dios, conociendo que ella es nada, más bien se sabe un vaso frágil, putrefacto, fétido, se cuida bien de hacer entrar en su interior otras podredumbres fétidas, como son las cosas que se ven en el mundo. Sería un loco aquél que teniendo una llaga putrefacta va juntando más podredumbre para ponerla sobre su llaga; conocerse a sí misma lleva consigo el conocimiento de las cosas del mundo, por eso, como todo es vanidad, fugacidad, bienes sólo disfrazados, engaños, inconstancia de criatura, entonces conociendo cuáles son las cosas en sí mismas, se cuida bien de hacerlas entrar en sí misma, y todos aquellos armarios quedan llenos de las virtudes de Dios.»
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11-28
Agosto 12, 1912
El Amor de Dios
simbolizado por el sol.
Esta mañana, en cuanto ha venido mi siempre amable Jesús me ha dicho:
«Hija mía, mi Amor está simbolizado por el sol: El sol surge majestuoso, pero mientras parece que surge, él está siempre fijo y no surge nunca. Con su luz invade toda la tierra, con su calor fecunda todas las plantas, no hay ojo que de él no goce, se podría decir que casi no hay bien que sobre la tierra se encuentre que no venga de su benéfico influjo, ¿cuántas cosas no tendrían vida sin él? No obstante hace todo sin estrépito, sin decir ni siquiera una palabra, sin pretender nada, no da fastidio a ninguno, es más, no ocupa espacio alguno de la misma tierra que invade con su luz, el hombre puede hacer lo que quiera con ella, es más, mientras gozan del bien del sol no le ponen ninguna atención y lo tienen inobservado en medio de ellos. Así es mi Amor simbolizado por el sol: Como sol majestuoso surge en medio a todos, no hay mente que no esté irradiada con mi Luz, no hay corazón que no sienta mi calor, no hay alma que no esté abrazada por mi Amor. Más que sol me estoy en medio a todos; pero, ¡ay!, cuán pocos me ponen atención, estoy casi inobservado en medio de ellos, no soy correspondido y continúo dando luz, calor, amor; pero si algún alma me pone atención, entonces Yo me vuelvo loco, pero sin estrépitos, porque mi Amor, siendo sólido, fijo, veraz, no está sujeto a debilidades. Así quisiera tu amor hacia Mí; y si así fuera vendrías a ser también sol para Mí y para todos, porque el verdadero amor tiene todas las cualidades del sol, en cambio el amor no sólido, no fijo, no veraz, es símbolo del fuego de acá abajo, sujeto a variedad, su luz no es capaz de iluminar a todos, y es una luz muy débil, mezclada con humo, su calor es limitado, y si no se alimenta con la leña se apaga y se vuelve cenizas, y si la leña es verde hace estrépito y humo; así son las almas que no son todas para Mí, ni mis verdaderas amantes, si hacen un poco de bien es más el estrépito que hacen, y más el humo que sale de sus acciones que la luz, y si no son alimentadas con algún afán humano, aun bajo aspecto de santidad, de conciencia, se apagan y se vuelven frías, más que cenizas, SU CARACTERÍSTICA ES LA INCONSTANCIA: Ahora fuego, ahora cenizas.»
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18-24
Febrero 11, 1926
La voluntad humana es la polilla que roe todos los bienes y la llave
que abre todos los males. Cada acto de voluntad humana
no unida con la de
Dios, forma un abismo de distancia entre el
Creador y la criatura.
(1)Estaba pensando entre mí: “¿Por qué tanto temor en mí, tanto de sentirme faltar la vida, si jamás sea, no hiciera en todo y por todo la Santísima Voluntad de Dios? El solo pensamiento me destruye, ¿qué será si llegara a sustraerme aun por un solo instante de la Voluntad Suprema y adorable de mi Creador?” Mientras esto pensaba, mi amable Jesús ha salido de dentro de mi interior, y tomando mis manos entre las suyas las ha besado con un amor indecible, después se las ha estrechado a su pecho, fuerte fuerte, y todo ternura me ha dicho:
(2)“Hija mía, cómo es bella mi Voluntad obrante en tus manos, tus movimientos son heridas para Mí, pero heridas divinas, porque salen del fondo de mi Voluntad dominante, obrante y triunfante en ti, así que me siento herido como por otro Yo mismo. Con justa razón temes si por un solo instante salieras de la Voluntad Suprema, ¡oh! cómo descenderías en lo bajo, te reducirías casi casi del estado de Adán inocente al estado de Adán culpable, y como Adán había sido creado como cabeza de todas las generaciones, su voluntad sustraída de su Creador formó la polilla en la raíz del árbol de todas las generaciones, por eso todos sienten las ruinas que formó la polilla de la voluntad humana desde el principio de la creación del hombre. Cada acto de voluntad humana no conectada con la de Dios forma un abismo de distancia entre el Creador y la criatura, por tanto, distancia de santidad, de belleza, de nobleza, de luz, de ciencia, etc. Entonces Adán no hizo otra cosa con sustraerse de la Divina Voluntad, que ponerse a distancia de su Creador, esta distancia lo debilitó, lo empobreció, lo desequilibró todo y llevó el desequilibrio a todas las generaciones, porque cuando el mal está en la raíz, todo el árbol está obligado a sentir los efectos malignos, los humores nocivos que hay en la raíz. Entonces hija mía, habiéndote llamado a ti como primera y cabeza de la misión de mi Voluntad, esta mi Voluntad debe poner en ti el equilibrio entre tú y el Creador, y por lo tanto quitar la distancia que hay entre la voluntad humana y la Divina, para poder formar en ti la raíz del árbol sin humores malos, haciendo correr en él sólo el humor vital de mi Voluntad, a fin de que el árbol no quede perjudicado en la vegetación, en el desarrollo y en la preciosidad de sus frutos. Ahora, si tú quisieras hacer un acto de tu voluntad no conectada con la mía, vendrías a formar la polilla a la misión que te he confiado, y como un segundo Adán me arruinarías la raíz del árbol de mi Voluntad que quiero formar en ti, y perjudicarías a todos aquellos que querrán injertarse a este árbol, porque no encontrarían toda la plenitud de mi Voluntad en quien de Ella ha tenido el principio. Por eso soy Yo que pongo este temor en tu alma a fin de que mi Voluntad sea siempre dominante en ti, y todas las manifestaciones que te he hecho estén siempre en vegetación para formar raíces, tronco, ramas, flores y frutos divinos sin la sombra de tu voluntad humana. Así regresarás a tu origen en el seno de tu Creador toda bella, crecida y formada con la plenitud de la Voluntad Suprema, y la Divinidad, satisfecha en ti de la obra de la creación del hombre, hará salir de ti y de la misión a ti confiada su pueblo elegido del Fiat Voluntas Tua como en el Cielo así en la tierra, por eso sé atenta hija mía, y no quieras arruinar la obra de mi Voluntad en ti; la amo tanto y me cuesta tanto, que usaré todo mi celo infinito y estaré Yo mismo a guardia de mi Voluntad, a fin de que la tuya jamás tenga vida”.
(3)Yo he quedado sorprendida y comprendía con claridad qué significa un acto de voluntad humana en comparación de un acto de Voluntad Divina, y cómo el alma con el hacer la suya pierde la fisonomía de su Creador, y despojándose de la belleza con la cual fue creada se viste de míseros harapos, se arrastra con dificultad en el bien, adquiere la semejanza diabólica, se nutre con alimentos puercos. Jesús mío, danos la gracia a todos de jamás hacer la propia voluntad, lo cual es llamar a vida todas las pasiones. Entonces, casi temblando trataba de abismarme más adentro en la Suprema Voluntad, y llamaba a mi Mamá Celestial en mi ayuda, a fin de que junto conmigo pudiéramos, a nombre de todos adorar a la Voluntad Suprema por todas las voluntades humanas opuestas a Ella. Ahora, mientras esto hacía, el Cielo se ha abierto y mi Jesús ha salido de dentro de mi interior todo en fiesta y me ha dicho:
(4)“Hija de mi Querer, tú debes saber que cuando reina íntegra mi Voluntad en el alma, todo lo que el alma hace es el desarrollo de la Vida de mi Eterna Voluntad en ella, así que no has sido tú quien ha llamado a mi Divina Mamá, sino mi misma Voluntad que la ha llamado, y sintiéndose llamar por una Voluntad Divina, la cual ha sido siempre íntegra y triunfante en Ella, ha advertido súbito que una de la familia celestial la llamaba en la tierra, y ha dicho a todo el Cielo: ‘Vayamos, vayamos, es una de nuestra familia que nos llama a cumplir los deberes de la familia a la cual pertenecemos’. Y helos aquí, míralos a todos en torno a Nosotros, la Virgen, los santos, los ángeles, para hacer tu acto de adoración que quieres hacer, y la Divinidad para recibirlo. Mi Voluntad tiene tal potencia que encierra todo y hace hacer a todos la misma cosa, como si fuera un solo acto. Por eso la gran diferencia que hay entre quien hace reinar a mi Voluntad en ella y entre quien vive del propio yo. En la primera está una Voluntad Divina que reza, que obra, que piensa, que mira, que sufre; a cada movimiento suyo mueve Cielo y tierra y une todo junto, de manera que todos sienten la potencia de la Divina Voluntad obrante en la criatura, descubren en ella la nobleza, la semejanza, la filiación de su Creador, y como hija de la familia celestial todos la protegen, la asisten, la defienden y la suspiran junto con ellos en la patria celestial. Todo lo contrario para quien vive de la propia voluntad, ella es la llave del infierno, de las miserias, de la inconstancia; donde ella abre, no sabe abrir otra cosa más que donde está el mal, y si acaso hace algún bien, es aparente, porque dentro está la polilla del propio querer que roe todo. Por eso, aunque te cueste la vida, no salgas jamás, jamás de mi Voluntad”.
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A través de la lectura de los escritos de Luisa, nos hemos ido dando cuenta de la grandeza de este vivir en la Divina Voluntad. La finalidad que Dios se trazó al crearnos empieza a tener cumplimiento, el hombre se acerca a Dios de una manera insospechada, y Dios se llega a su criatura para unificarla a Él, para dotarla con su naturaleza Divina.
Conocemos el modo en que nosotros, criaturas, nos podemos acerca a esta Divina Voluntad, conocemos el qué hacer, pero ¿qué hace Ésta para llegar a nosotros? Veamos:
(2) “Hija mía, mi Voluntad está siempre en camino en las cosas creadas para ir hacia la criatura, ¿pero quién la completa? ¿Quién pone el último punto al trabajo de mi Voluntad? La criatura. Esto es, la criatura que toma todas las cosas creadas como cumplimiento de mi Voluntad; mi Voluntad hace su camino en la semilla, hace que la tierra la reciba, dándole virtud de hacerla germinar y multiplicarse; hace su camino llamando al agua para regarla, al sol para fecundarla, al viento para purificarla, al frío para hacerle profundizar sus raíces, al calor para desarrollarla y hacerla llegar a justa maduración; luego da virtud a las máquinas para cosecharla, para trillarla, para molerla, y así poder darle sustancia de pan, y llamando al fuego para cocerla la lleva a la boca de la criatura, a fin de que de ella coma y conserve su vida. Ve entonces cuánto camino y trabajo ha hecho mi Voluntad en aquella semilla, cuántas cosas creadas ha llamado sobre esa semilla para hacerla llegar como pan a la boca de las criaturas. Ahora, ¿quién pone el último paso al camino de mi Voluntad y el cumplimiento del último acto de mi Supremo Querer? Quien toma aquel pan y lo come como portador del Divino Querer en él, y conforme come el pan, come mi Querer en él para acrecentar las fuerzas del cuerpo y del alma, para cumplir en todo la Divina Voluntad. Se puede decir que la criatura es el centro del reposo al cual mi Voluntad aspira en todos los caminos y trabajos que hace en todas las cosas creadas para llegar a la criatura; y así en todas las otras cosas creadas que sirven al hombre, mi Voluntad hace su camino en el mar y trabaja en la multiplicación de los peces; hace su camino sobre la tierra y multiplica plantas, animales y pájaros; hace su camino en las esferas celestes para tener todo bajo sus ojos, para hacer que nada le huya y hacerse pies, manos y corazón para cada criatura, para dar a cada una el fruto de sus innumerables cosechas; pero toda su fiesta es sólo por quien toma de lo suyo como último punto y cumplimiento de su Supremo Querer. Si no fuese por mi Voluntad, – que en cuanto se desprendió su Fiat, se dejó en camino en todas las cosas creadas para hacerlas llegar al hombre, a fin de que tuviese su primer puesto el Fiat Supremo en quién y para quién todas las cosas habían sido creadas, y así fuera el regulador y el actor de la misma vida de la criatura – , todas las cosas quedarían paralizadas, y como tantas pinturas en las cuales no está la vida de las cosas que representan; así que, pobre criatura si mi Voluntad se retirase de hacer su camino en todas las cosas creadas, todas quedarían como pinturas, sin producir más el bien que cada cosa contiene hacia el hombre; por eso puedo decir que no son las cosas creadas que lo sirven, sino mi Voluntad velada, escondida, que se hace servidora del hombre. ¿No es entonces justo y el más sagrado deber, que el hombre mire en todas las cosas a mi Suprema Voluntad y la cumpla en todo, e intercambiándose servicio sirva a Aquélla que no desdeña servirlo aun en las más pequeñas cosas? Y Yo me siento como correspondido, pagado por mi trabajo cuando veo que llegan al hombre y las toma como cumplimiento de mi Voluntad. Y por eso hago fiesta, porque la finalidad de mi largo camino en las cosas creadas ha obtenido mi intento y el cumplimiento de mi Voluntad realizado en la criatura. Sucede a mi Voluntad como a un actor, el cual debe exponer su escena al público. ¡Pobrecito! cuántos trabajos escondidos, cuántos desvelos, cuantos preparativos, cuánto arte en sus mismos movimientos no prepara para ponerse en actitud, ahora de hacer sonreír al público, ahora de hacerlo llorar. En todo este trabajo el actor no hace fiesta, más bien suda, se cansa y se fatiga, y cuando todo le parece que ya está preparado, se dispone a llamar al público a ver su escena, y por cuanta más gente ve, más siente despuntar en el corazón la alegría, quién sabe y a lo mejor podrá hacer una bella fiesta, pero el verdadero cumplimiento de su fiesta es cuando terminada la escena siente correr a manos llenas las monedas de oro y de plata en sus manos, como aprobación y triunfo de su escena; pero si en cambio después de tantos preparativos, prepara la mesa, toca y vuelve a tocar trompetas y ninguno se presenta, o poca gente, que a los primeros actos de su escena lo dejan solo, pobrecito, cómo sufre, y la esperanza de su fiesta se cambia en luto. ¿Quién ha sido el que ha amargado tanto a aquel pobre actor tan hábil y tan bueno en hacer sus escenas? ¡Ah! la gente ingrata que no ha querido ser ni siquiera espectadora de las escenas de aquel pobre actor. Tal es mi Voluntad, que como hábil actor prepara las escenas más bellas para divertir al hombre en el teatro de toda la Creación, no para recibir sino para dar: prepara las escenas de luz, de las más refulgentes; las escenas de floración y de bellezas, las más deslumbrantes; las escenas de fuerza en el estruendodel trueno, en el estallido del rayo, en el elevarse de las olas y hasta en las alturas de las montañas más altas; las escenas más conmovedoras del niño que llora, que tiembla entumecidode frío; escenas dolorosas de sangre y trágicas, y hasta de muerte en mi Pasión; ningún actor por cuan hábil sea, puede igualarme en la variedad de mis escenas amorosas. Pero, ¡ay de Mí! cuántos no miran mi Voluntad en todas estas escenas y no toman la sustancia del fruto que hay en ellas, y cambian en luto las fiestas que se preparaba mi Voluntad en la Creación y en la Redención, por eso hija mía, no dejes que se te escape nada, todas las cosas tómalas como don que te hace mi Voluntad, sean pequeñas o grandes, naturales o sobrenaturales, amargas o dulces, haz que todas entren en ti como dones y cumplimiento de mi Voluntad”. 18-19 (Enero 10, 1926)
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Una verdadera sorpresa, ¿no les parece? Todos esos pasos que estamos tan acostumbrados a ver, que prácticamente ya no los vemos, desde la semilla, la tierra, el agua, la luz del sol, los trabajadores, las máquinas, etc., etc., que por ser tan cotidianas no les tomamos importancia, y llegamos a creer que son “naturales” y que nada tienen que ver con nuestro Creador, son ni más ni menos que instrumentos en sus manos para hacernos llegar no sólo las cosas materiales, creadas para nuestro beneficio material, sino su misma Vida para hacer crecer su misma Vida que se encuentra en nosotros.
¿Con cuánto amor, agradecimiento, admiración debemos ver el gran trabajo que nuestro Creador ha realizado en beneficio de toda la familia humana? Y cuánto amor y correspondencia no deberá nacer de nosotros hacia nuestro Divino benefactor. Pero para que sean adecuados deberán partir de un alma inmersa en la Divina Voluntad.
Sigamos escuchando:
(2) “Hija mía, es tanto el amor de mi Fiat Divino hacia las criaturas, que toma todas las formas para darse a la criatura: Toma la forma de cielo para permanecer extendido sobre su cabeza, y con el permanecer ahí perennemente distendido, la abraza por todos lados, la guía, la protege, la defiende, sin retirarse jamás, permaneciendo siempre cielo, para formar su cielo en el corazón de la criatura; toma forma de estrellas y dulcemente hace descender su apacible centelleo sobre la criatura, para acariciarla con su beso de luz y dulcemente insinuarse, para que forme las estrellas de las más bellas virtudes en el cielo de su alma; toma forma de sol para irradiarla de luz, y con su calor vibrante descender en el fondo del alma, y con la fuerza de su luz y calor forma las tintas de los más bellos colores para formar el Sol de su Fiat en la criatura; toma la forma de viento para purificarla, y con su imperio, soplando, mantiene encendida la Vida Divina, y conforme sopla así la hace crecer en el corazón de la criatura. Mi Divina Voluntad se abaja a todo, y es tanto su amor, que de todo aquello que puede servir a la criatura se constituye vida, y llega a tomar forma de aire para hacerse respirar, de alimento para alimentarla, de agua para quitarle la sed, en suma, no hay cosa de la que la criatura se sirva, que mi Querer no corra junto para darse incesantemente a la criatura, pero ¿cómo corresponde a los tantos múltiples modos que mi Fiat toma para asediar a la criatura, a las tantas formas amorosas a fin de que si no la reconoce en un modo la reconozca en el otro; si no le hace brecha una forma, le haga brecha otra, para recibir al menos una mirada, una sonrisa de complacencia, una invitación para hacerla descender en su alma para reinar, un gracias de reconocimiento a sus tantas locuras de amor? ¡Ah, cuántas veces mi Divina Voluntad queda sin que la criatura le preste ninguna atención! ¡Qué dolor, cómo queda traspasada! Pero con todo esto no se detiene, continúa incesantemente con su firmeza toda divina a hacer correr su Vida Divina en todas las cosas creadas, para llevar bajo el velo de ellas su Vida a todos, esperando con paciencia invencible a quien la debe reconocer y recibir, para formar su Vida dentro de las apariencias y forma humana, y así reinar completamente en todas las cosas creadas por Nosotros”. (28-23 Agosto 24, 1930)
Volvemos al punto de la admiración, no hay nada, absolutamente nada que no sea utilizado para acercarse a nosotros, para traernos no sólo lo creado, sino lo increado que es su misma Vida. Para reforzar esta idea, volvamos a los escritos de Luisa, donde nos encontramos con la siguiente verdad:
(2) «Hija mía, todas las cosas creadas están preñadas de mi Divina Voluntad, la cual se dejó en ellas, no para Nosotros que no teníamos necesidad, sino por amor de las criaturas, dándose en tantos modos distintos por cuantas cosas creaba. Ella, haciendo de verdadera madre quería asaltar a las criaturas con tanto amor por cuantas cosas sacaba a la luz del día, quería darse a cada instante sin interrupción, para darse a sorbos para formar su Vida y extender su reino en cada alma, por eso tú ves que no hay cosa donde mi Fiat no quiera darse, y se puede decir que cada cosa creada forma su trono de amor, de donde hace descender su misericordia, sus gracias, y camino para comunicar su Vida Divina. Ella está como vigilando para ver qué bien puede hacer a sus hijos si le abren el corazón para recibir sus bienes, y para conformarse a sus modos divinos. Así que cada cosa creada es una llamada que hace a la criatura para recibir el don que quiere hacerle mi Divina Voluntad, cada cosa creada es un nuevo amor que quiere comunicarle, y un acto de su Vida de más que quiere desarrollar alrededor y dentro de la criatura. Pero, ¡ay de Mí! cuántas ingratitudes por parte de ellas, mi Divina Voluntad las abraza, se las estrecha a su seno con sus brazos de luz, y ellas huyen de dentro de su luz sin restituirle el abrazo y mirarla para saber quién es que la ama tanto. Por eso hija mía, sé tú su reparadora, síguela en todas las llamadas que te hace por medio de cada cosa creada, para darle amor por amor y recibir todos los sorbos de su Vida Divina en el fondo de tu alma, para darle la libertad de hacerla reinar». (28-24 Agosto 29, 1930)
¿Qué nos dice todo lo anterior? Dios quiso que el hombre fuese una reproducción del Ser Divino, que contuviera todo aquello que Él contenía en Sí, quería formar en el hombre el centro de todo lo que Él contiene. ¡Fabuloso…! Debemos encerrar en nosotros todo, recibir no sólo el amor, el valor y el oficio de cada cosa creada, sino lo que de divino contiene cada una, no por virtud propia, sino porque la Divinidad usa de sus creaciones como vehículo para llegar a nosotros. Somos como nuevos Adanes que la virtud creadora de nuestro Dios reproduce, haciéndonos semejantes a él:
(4) “Hija mía, la creación del hombre fue el centro donde nuestro Fiat y nuestro amor se instalaron para tener ahí su sede perenne. Nuestro Ser Divino tenía todo dentro de Nosotros, el centro de nuestro amor y el desarrollo de la Vida de nuestro Querer; con crear al hombre quiso formar el segundo centro de nuestro amor, para hacer que nuestro Fiat pudiese desarrollar las vidas humanas con su imperio y dominio, como hacía en nuestro Ser Supremo. Por eso tú debes saber que en el acto de crear a Adán, todas las criaturas venían creadas en él, todas estuvieron presentes, ninguna faltó; amábamos como él y en él a todas las criaturas. Y cuando con tanto amor formábamos su humanidad, plasmándola y modelándola con nuestras manos creadoras, formando los huesos, extendiendo los nervios, cubriéndolos de carne, formando todas las armonías de la vida humana, en Adán venían plasmadas, manejadas todas las criaturas, en todas formábamos los huesos, extendíamos los nervios y cubriéndolos de carne dejábamos el toque de nuestras manos creadoras, la marca de nuestro amor, la virtud vivificadora de nuestro Querer, e infundiéndole el alma con la potencia de nuestro aliento omnipotente, venían formadas las almas en todos los cuerpos con la misma potencia con la que venía formada el alma de Adán. Mira entonces cómo cada criatura es una nueva creación, como si hubiésemos creado al nuevo Adán, porque en cada una de ellas queríamos renovar el gran prodigio de la creación, la instalación del centro de nuestro amor, el desarrollo de la Vida de nuestro Fiat. Fue tanto el exceso de nuestro amor al crear al hombre, que hasta en tanto no venga la última criatura sobre la tierra estaremos en continuo acto de creación, para dar a cada uno lo que fue dado al primer hombre creado, nuestro amor desbordante, el toque de nuestras manos creadoras por la formación de cada una de ellas. Por eso hija mía, te recomiendo que sepas reconocer y conservar en ti la instalación de nuestro amor y la Vida obrante de nuestro Fiat, y sentirás los prodigios de la continua creación y nuestro amor desbordante, que ahogándote de amor no sentirás otra cosa que amor y Voluntad mía”. (28-23 Agosto 24, 1930)
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Cualquiera que haya leído las anteriores lecciones, podría llegar a pensar que son cambios muy radicales en nuestra forma de concebir la relación Dios-hombre-Dios, y que todo lo establecido en nuestra Iglesia es suficiente para llegar a la meta de llegar a ser hijos de Dios.
¿Será verídico que el final de nuestra relación con la Divinidad es llegar a ser sus hijos adoptivos? Oigamos a Sn juan en su I carta, cap. 3: 2
“Carísimos, nosotros somos ya ahora hijos de Dios; mas lo que seremos algún día no aparece aún. Sabemos, sí, que cuando se manifestare claramente Jesucristo, seremos semejantes a Él en la gloria, porque le veremos como Él es”.
O lo que nos dice Sn Pablo en Colosenses cap. 3: 1 a 4
“Ahora bien, si habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas que son de arriba, donde Cristo está sentado a la diestra de Dios Padre; saboreaos en las cosas del cielo, no en las de la tierra. Porque muertos estáis ya, y vuestra nueva vida está escondida con Cristo en Dios. Cuando aparezca Cristo, que es vuestra vida, entonces apareceréis también vosotros con él gloriosos”.
Muy clara la idea: No hemos llegado al punto deseado por Dios, y solamente cuando Jesús sea conocido en plenitud, sabremos lo que debemos ser, porque es entonces cuando veremos qué debe ser el hombre, pues es Jesús quien nos manifiesta claramente quienes debemos ser nosotros.
CIC: 1701. “Cristo, el nuevo Adán, en la misma revelación del misterio del Padre y de su amor, manifiesta plenamente el hombre al propio hombre y le descubre la grandeza de su vocación” (GS 22, 1). En Cristo, “imagen del Dios invisible” (Col 1,15; cf 2 Co 4, 4), el hombre ha sido creado “a imagen y semejanza” del Creador. En Cristo, redentor y salvador, la imagen divina alterada en el hombre por el primer pecado ha sido restaurada en su belleza original y ennoblecida con la gracia de Dios.
Así que el mismo Catecismo nos marca el camino. ¿Queremos ser verdaderos hombres? Cristo es el modelo, y en la medida que vamos conociéndolo, vamos sabiendo qué soy y cómo debo actuar.
Los cambios son debido a que el conocimiento de Jesús ha sido paulatino, y esto viene sucediendo desde el tiempo de Adán, pero por razones de espacio vayamos solamente a analizar algunos cambios sucedidos de Jesús en adelante:
Hechos de los apóstoles Cap. 10: 9 a15
El día siguiente, mientras estaban ellos haciendo su viaje, y acercándose a la ciudad, subió Pedro a lo alto de la casa, cerca del mediodía, a hacer oración. Sintiendo hambre, quiso tomar alimento. Pero mientras se lo aderezaban, le sobrevino un éxtasis, y en él vio el cielo abierto, y bajar cierta cosa como un mantel grande, que pendiente de sus cuatro puntas se descolgaba del cielo a la tierra, en el cual había todo género de animales cuadrúpedos, y reptiles de la tierra, y aves del cielo. Y oyó una voz que le decía: Pedro, levántate, mata y come. Dijo Pedro: No haré tal Señor, pues jamás he comido cosa profana e inmunda. Le replicó la misma voz: Lo que Dios ha purificado, no lo llames tú profano. Esto se repitió, por tres veces; y luego el mantel volvió a subirse al cielo.
Hechos Cap.15: 1 a 33. Pablo corrige a Pedro
En este pasaje se ve la enorme resistencia al cambio, aferrándose a lo antiguo, pues como era lo mejor hasta antes de ese momento, se resisten a llevarlo a cabo. Al final acceden, pero eso sí, poniendo una condición “antigua” (no ceden del todo).
Algunos que bajaron de Judea enseñaban a los hermanos: -Si no os circuncidáis según la costumbre mosaica no podéis salvaros. Se produjo entonces una conmoción y controversia no pequeña de Pablo y Bernabé contra ellos. Decidieron que Pablo y Bernabé, con algunos otros, acudieran a los apóstoles y presbíteros de Jerusalén, para tratar esta cuestión. Así pues, ellos, enviados por la Iglesia, atravesaron Fenicia y Samaría, narrando detalladamente la conversión de los gentiles y causando gran alegría a todos los hermanos. Cuando llegaron a Jerusalén fueron recibidos por la Iglesia, por los apóstoles y los presbíteros, y contaron lo que Dios había realizado por mediación de ellos. Pero se levantaron algunos de la secta de los fariseos que habían creído y dijeron: -Es necesario circuncidarles y ordenar que cumplan la Ley de Moisés. Los apóstoles y los presbíteros se reunieron para examinar esta cuestión. Después de una larga deliberación se levantó Pedro y les dijo: -Hermanos, vosotros sabéis que desde los primeros días Dios me eligió entre vosotros para que por mi boca oyesen los gentiles la palabra del Evangelio y creyeran. Y Dios, que conoce los corazones, dio testimonio a favor de ellos, dándoles el Espíritu Santo igual que a nosotros; y no hizo distinción alguna entre ellos y nosotros, purificando sus corazones con la fe. ¿Por qué tentáis ahora a Dios imponiendo sobre los hombros de los discípulos un yugo que ni nuestros padres ni nosotros pudimos llevar? Nosotros, por el contrario, creemos que somos salvados por la gracia del Señor Jesús, de la misma manera que ellos. Toda la multitud calló y escucharon a Bernabé y a Pablo contar los milagros y prodigios que había obrado Dios por medio de ellos entre los gentiles. Cuando terminaron de hablar, Santiago contestó: -Hermanos, oídme: Simón ha contado cómo desde el principio Dios se dignó elegir entre los gentiles un pueblo para su Nombre. Con esto concuerdan las palabras de los Profetas, según está escrito: «Después de esto volveré» «y reedificaré la tienda caída de David», «reconstruiré sus ruinas y la levantaré de nuevo», «para que busquen al Señor los demás hombres» «y todas las naciones sobre las que ha sido invocado» «mi Nombre.» «Así dice el Señor, que hace estas cosas» «conocidas desde la eternidad». »Por lo cual estimo que no se debe inquietar más a los gentiles que se convierten a Dios, sino que se les escriba para que se abstengan de lo contaminado por los ídolos, de la fornicación, de los animales estrangulados y de la sangre; porque desde generaciones antiguas Moisés tiene en cada ciudad quienes le predican en las sinagogas cuando le leen todos los sábados. Entonces les pareció bien a los apóstoles y a los presbíteros, y a toda la Iglesia, enviar a Antioquía con Pablo y Bernabé a algunos varones elegidos de entre ellos: a Judas, llamado Barsabás, y a Silas, destacados entre los hermanos. Con ellos les enviaron este escrito: «Los apóstoles y presbíteros hermanos, a los hermanos de la gentilidad que viven en Antioquía, Siria y Cilicia: saludos. Puesto que hemos oído que algunos salidos de entre nosotros -pero que nosotros no hemos enviado- os han desconcertado con sus palabras y os han llenado de inquietud, unánimemente nos ha parecido oportuno elegir a unos hombres y enviarlos donde vosotros en compañía de nuestros queridísimos Bernabé y Pablo, hombres que han entregado su vida por el nombre de nuestro Señor Jesucristo. Enviamos por lo tanto a Judas y Silas, que os comunicarán de palabra estas mismas cosas; porque hemos decidido el Espíritu Santo y nosotros no imponeros más cargas que las necesarias: abstenerse de lo sacrificado a los ídolos, de la sangre, de los animales estrangulados y de la fornicación. Obraréis bien al guardaros de estas cosas. Que tengáis salud». Ellos, después de despedirse, bajaron a Antioquía, reunieron a la muchedumbre y entregaron la carta; y al leerla se llenaron de alegría por estas palabras de consuelo. Judas y Silas, que también eran profetas, alentaron y confortaron a los hermanos con un largo discurso. Pasado algún tiempo, fueron despedidos en paz por los hermanos, para volver a quienes les habían enviado.
Como está visto, los cambios son necesarios, muy dolorosos, por supuesto, pero así lo decide nuestro Creador, por lo tanto el criterio humano debe ceder ante el Divino.
Ahora vayamos a los escritos de Luisa:
“Estaba pensando entre mí: «Cómo será que también la vida espiritual sufre tantos cambios, mientras se está convencido de que éste debe ser mi camino, cuando menos se piensa ya se ha saltado a otro lado, sufriendo quién sabe cuantos desgarros dolorosos que hacen sangrar al corazón; se puede decir que por los tantos cambios que se sufren, es un continuo martirio.»
Nos damos cuenta, Luisa no es la excepción de este aferrarse a lo pasado, a lo que cree lo mejor, y con lo que su vida espiritual, según ella, está completa.
Entonces mi dulce Jesús, moviéndose en mi interior me ha dicho:
«Hija mía, es verdad que la vida espiritual debe ser un continuo martirio, porque debe ser semejante al primero y al más grande de los mártires, el cual fui Yo, y si no fuera así, no se puede dar verdadero nombre de vida espiritual, sino larva y sombra de ella…
“OJO”.- Si no nos sometemos al cambiar, nos quedaremos en la etapa de “larva, sombra”
…Además, es necesario que sufra varios cambios, y esto es para hacerla llegar a debida estatura y para volverla noble, bella y perfecta…
Pongamos atención a esto, si dice que son para llegar a debida estatura, volver noble, bella y perfecta nuestra vida espiritual, ES QUE AÚN NO TIENE LA ESTATURA DEBIDA, QUE NO ES NOBLE, NI TODO LO BELLA QUE DEBE SER, Y AUN ES IMPERFECTA.
…Si la misma naturaleza humana, menos importante, sufre quién sabe cuántos cambios para hacerla llegar a la debida estatura, mucho más la espiritual que es más importante y superior a la vida natural, es más, la vida natural simboliza a la vida espiritual. Observa un poco cuántos cambios sufre la vida natural: Ella es concebida dentro del seno materno y está ahí por nueve meses para formar bien el cuerpecito, y cuando está formado es obligado a salir, y si quisiera continuar dentro moriría, porque faltando el espacio para crecer se sofocaría, arriesgando su vida y la de su mamá. Ahora, si esta concepción se formase fuera de un seno materno, ¿quién debería prestar la sangre, el calor para formar el cuerpecito? Y además, siendo los miembros ternísimos, el aire mismo lo mataría; luego, ¿cuánta cautela no se necesita para el recién nacido? El calor, el frío, la misma estrechez del seno materno le pueden ser de muerte; he aquí el por qué de pañales, cuna, leche; si se quisiera dar otro alimento, el pequeño no sabría como masticarlo, así que se pondría en peligro su vida; pero después llega el tiempo en el cual se hace capaz de tomar otro alimento, de quitarse los pañales y se aprende a dar los primeros pasos. Mira, no estamos más que en la infancia y ya ha sufrido tres cambios; ahora, ¿qué se diría si este pequeño viéndose puesto en tierra para hacerle dar el primer paso, temiendo ser soltado por los brazos de la mamá, grita, llora y no quiere saber nada? Sería de lamentarse, porque en brazos de la mamá jamás se haría hombre, sin movimiento no se volvería fuerte ni desarrollado.
Ahora vengamos a la verdadera vida espiritual…
VERDADERA VIDA ESPIRITUAL. O SEA QUE LO ANTERIOR NO ES VERDADERA VIDA, O SEA SIGUE SIENDO LARVA
…ella se concibe en mi seno; mi sangre, mi Amor, mi aliento la forman; después la alimento a mi pecho, la fajo con mis gracias, luego paso a hacerla caminar con mis verdades, pero no es mi deseo formar una niña juguetona, sino formar una copia toda semejante a Mí, por eso entran los cambios, que no son para otra cosa que para hacerla llegar a edad madura y darle todos aquellos privilegios y prerrogativas que contiene la verdadera vida espiritual, de otra manera permanecerá como niña en pañales, que en lugar de formar mi honor y mi gloria, formaría mi dolor y deshonor, y cuántas hay que permanecen solamente recién nacidas, o a lo más en pañales, y poquísimas son las que trabajan junto conmigo para hacer de ellas una copia de Mí.» (Junio 11, 1922)
NO, no queremos llegar a ser niñas juguetonas, no queremos quedar siempre en pañales sin crecimiento verdadero, sin llegar nunca a la semejanza total con Jesús.
Todo lo anterior es útil al principio, no se deben quitar, el alma sola deberá descubrirlo para que las pueda dejar.
Estaba diciendo a mi siempre amable Jesús: “Hace ya mucho tiempo que no me pones dentro de Ti, yo ahí me sentía más segura, participaba más de tu Divinidad, y era como si la tierra no me perteneciera, y el Cielo fuera mi morada; ¿cuántas lágrimas no derramaba cuando tu Querer me ponía fuera de Ti? El sólo sentir el aire de la tierra me era de peso insoportable, pero tu Querer vencía y yo inclinando la frente me resignaba. Ahora te siento siempre dentro de mí, y cuando deliro por verte, sólo con moverte en mi interior, o bien sacando un brazo me calmas y me das la vida; dime, ¿cuál es la causa?”
Y Jesús: “Hija mía, es justo, después de haberte llevado en mi interior toda mi Vida, es tu deber que me lleves a Mí en tu interior toda tu vida; y si te ponía en mi interior era para perfumar tu alma y extender en ti un nuevo cielo para volverla digna habitación de mi persona. Es verdad que te sentías más segura, y las alegrías llovían sobre ti, pero la tierra no es lugar de delicias, sino que el dolor es su herencia, y la cruz es el pan de los fuertes. Mucho más que debiendo establecer en ti el centro de mi Querer, era necesario que viviera en ti y que te sirviera como alma al cuerpo. Mi Voluntad jamás podía descender en un alma en modo singular y fuera de lo ordinario, si no tuviera sus prerrogativas distintas, como con mi amada Mamá, no podía descender Yo, Verbo Eterno, si Ella no hubiese tenido sus prerrogativas distintas y el soplo divino no hubiera soplado en Ella como a nueva creación, para volverla admirable a todos y superior a todas las cosas creadas. Así en ti, primero mi Humanidad ha querido hacer estable morada en ti para prepararte, y después te está dando la Vida de mi Voluntad como alma al cuerpo. Tú debes saber que mi Voluntad debe ser como alma al cuerpo; mira, también en Nosotros sucede esto, entre las Tres Divinas Personas, nuestro amor es grande, infinito, eterno, pero si no tuviéramos una Voluntad que anima y da vida a este amor, nuestro amor estaría sin vida, sin obras; nuestra sabiduría llega a lo increíble, nuestro poder puede pulverizar todo en un minuto, y en otro minuto puede rehacerlo todo, pero si no tuviéramos una Voluntad que quisiera manifestar la maestría de nuestra sabiduría, como la manifestó en la Creación, en la cual todo ordenó y armonizó junto, y con su poder le dio su lugar en tal modo que no puede apartarse ni un tantito, tanto mi sabiduría como mi poder habrían estado sin hacer nada, y así de todos nuestros demás atributos.
Ahora, así lo quiero, que mi Voluntad sea como alma al cuerpo; el cuerpo sin el alma está sin vida, a pesar de que contiene todos los sentidos, pero no ve, ni habla, ni siente, ni obra, es casi una cosa inservible y tal vez aún insoportable, pero si está animado, ¿cuántas cosas no puede hacer? Y ¡oh! cuántos se vuelven inservibles e insoportables porque no están animados por mi Voluntad, parecen como instalaciones eléctricas sin luz, como máquinas sin movimiento, cubiertas de herrumbre y de polvo y casi impotentes al movimiento, ¡ah, cómo dan piedad! Entonces, cada cosa que no está animada por mi Voluntad es una vida de santidad que viene a faltar, por eso quiero ser en ti como alma al cuerpo, y mi Voluntad hará nuevas sorpresas de creaciones, da nueva vida a mi amor, nuevas obras y maestría de mi sabiduría, y da nuevo movimiento a mi poder, por eso sé atenta y déjame hacer, a fin de que cumpla mi gran designio: Que la criatura sea animada por mi Voluntad”. (Octubre 27, 1921)
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Más argumentos:
…Después de esto me sentía oprimida al pensar en mi pobre existencia, especialmente en el estado en el cual me encuentro. ¡Cuántos cambios he debido sufrir, también por parte de Nuestro Señor! Pero mientras esto y otras cosas pensaba, que no es necesario ponerlas por escrito, mi dulce Jesús haciéndose ver en mi interior me ha dicho:
«Hija mía, mi amor por ti ha sido exuberante, y para conducirte a donde mi Querer Divino te quería, he debido tener diversos modos de obrar en los diferentes períodos de tu vida: En el primer período mi amor y mi obrar fue para ti tan tierno, dulce, suave, y tan celoso, que sólo Yo quise hacer todo en tu alma, no quise a ningún otro, ni que ninguno supiese lo que Yo hacía en ti y te decía; era tanto mi celo, que te ponía en la impotencia de abrirte con ninguno, ni siquiera con tu confesor, quería estar solo en mi trabajo, libre, no quería que ningún otro entrase en medio, ni que pudiese juzgar lo que Yo hacía. Me interesaba tanto este período de tu vida, que me estaba al tú por tú contigo, puedo decir que mi amor usó todas las armas divinas, que haciéndote la guerra te asaltaba en todos los modos para que tú no pudieras resistir. Todo esto era necesario a mi amor, porque sabiendo lo que quería hacer de ti, nada menos que restablecer la Creación, dar los derechos de reinar a mi Divina Voluntad, hacer despuntar la nueva era en medio a la humana familia, por eso usó todas las artes y estratagemas para obtener el intento. Ahora, después de que me aseguré de ti, y aseguré mi trabajo, se cambió mi modo de obrar, te hice romper el silencio y fue tal y tanto el ímpetu de mis enseñanzas y de mi decir, que puedo llamarte la cátedra de mi Divina Voluntad, la secretaria de sus más íntimos secretos, que no pudiendo contenerlos todos en ti, te ordenaba manifestarlos a mi ministro. Y éste mi obrar era necesario, de otra manera, ¿cómo se habría conocido mi Divina Voluntad? Ahora hija mía, en este último período de tu vida, tú sientes otro modo de obrar mío, no te preocupes, déjame hacer y Yo sabré dar la última mano a mi trabajo. Ánimo pues, tienes la Divina Voluntad en tu poder, ¿de qué temes? Así que siempre adelante en mi Querer.»
¿Hemos entendido? Así debe ser nuestro progreso espiritual, nunca quedar estacionados, pues de esa manera Dios siempre quedará sin encontrar su finalidad.
Que panorama tan distinto al que estamos acostumbrados, es algo tan excelso, tan maravilloso, que con dificultad aceptamos como una realidad; nos cuesta tanto renunciar a lo aprendido desde la niñez, que corremos el enorme peligro de dejar a un lado la propuesta de Dios, el plan maestro de nuestro Creador para que Él pudiera tener compañía semejante, y de esta manera poder entablar una relación con seres totalmente semejantes, recreándose en el amar y ser amado en plenitud, pero una plenitud divina, no plenitud de criatura.
Hemos ya mencionado la causa por la que nos fueron dadas nuestra vida y voluntad humanas, causa de absoluta necesidad para poder participar de uno de los atributos de nuestro Creador, sin el cual la semejanza, y la relación mutua de amor nunca se hubiera podido dar, «LA LIBERTAD»
Era ésta su función, aceptar libremente la participación de la naturaleza divina. Sin embargo, ¡horrendo el decirlo…! Nuestra voluntad lo echó todo por tierra. Ella falsifica todo el obrar de la criatura:
“…¡Oh! cuántas almas falsifican la verdadera devoción y profanan las obras más santas con la propia voluntad, buscándose siempre a sí mismas. Y si también en las cosas santas se busca el modo y el «gusto» propio y la satisfacción de sí misma, se encuentra a sí misma, huye Dios, y no lo encuentra más«. Julio 31, 1904
La voluntad humana, del papel otorgado a ella por Dios, se convirtió en el enemigo principal tanto del hombre como de Dios mismo, la cual, en el mejor de los casos, nos presenta a la Divina Voluntad como una santidad más, lo que nos impide en manera absoluta acceder a Ella.
Dice Jesús a Luisa: Hija mía, ¿tú crees que la santidad de mi Voluntad sea una santidad como las otras santidades? ¿Un bien, una gracia casi al parejo de las otras que he hecho durante tantos siglos a los demás santos y a toda la Iglesia? No, no, aquí se trata de una época nueva, de un bien que debe servir a todas las generaciones, y sobre todo a Dios, pues Voluntad Divina significa: dar Dios a Dios, desahogo divino y transformación de naturaleza humana en Divina, comunicación de virtud creadora, abrazar el infinito, elevarse en el Eterno y tomar como en un puño la eternidad para decir a Dios: ‘Desde la eternidad yo te amaba, tu Voluntad no tiene principio, es eterna Contigo, y yo en Ella te amaba con amor sin principio y sin fin’. ¿Qué cosa es mi Voluntad? Es todo”. (Mayo 22, 1927)
Esta santidad se trata del prodigio más grande que pueda existir, así nos lo manifiesta el mismo Jesús en el siguiente dictado:
«Hija querida mía, amo tanto estos actos hechos en mi Querer, que en cuanto el alma entra en Él para obrar, la sombra de mi luz la circunda y Yo corro para hacer que mi acto y el suyo sean uno solo. Yo soy el acto primero de toda la Creación, y sin mi primer movimiento todas las cosas creadas quedarían paralizadas, sin fuerza e incapaces de un mínimo movimiento; la vida está en el movimiento, sin él todo está muerto, por tanto Yo soy el primer movimiento, que doy vida y actitud a todos los demás movimientos, así que a mi primer movimiento la Creación se pone en movimiento; sucede como en una máquina, al toque del primer movimiento del primer engrane, todos los otros se ponen en movimiento. Mira entonces como es casi natural que quien obra en mi Voluntad se mueve en mi primer movimiento, y obrando en el mío viene a encontrarse y obra en el movimiento de todas las criaturas; y Yo veo a la criatura, la siento, porque corriendo en mi mismo movimiento y en todos los movimientos de las criaturas, me da tantos actos divinos por cuantos actos humanos ofensivos hacen todas las demás, y esto sólo porque ha obrado en mi primer movimiento, por eso digo que quien vive en mi Querer me sustituye por todos, me defiende de todos y pone a salvo mi movimiento, es decir, mi misma Vida. He aquí por qué el obrar en mi Querer es el prodigio de los prodigios, pero sin estrépitos, sin aclamaciones humanas, pero es mi verdadero triunfo sobre toda la Creación, y siendo el triunfo todo divino, lo humano calla y no tiene palabras adecuadas para aclamar el triunfo de mi Suprema Voluntad». (Abril 9, 1923)
Todo esto para dios, pero el hombre tiene también sus enormes privilegios, ya que conteniendo todos los bienes esta Divina Voluntad, el hombre se aquieta encontrando el alimento para todo su ser, veámoslo:
“Continuando mi habitual estado, me sentía más que nunca amargada por su privación. En un instante me he sentido como absorbida en la Voluntad de Dios, y sentía todo mi interior tranquilo, de modo de no sentirme más a mí misma, sino en todo al Querer Divino, y yo decía para mí: “¡Qué fuerza, qué encanto, qué atractivo contiene esta Divina Voluntad, que hace que me olvide de mí misma, y hace correr en todo al Querer Divino!” Mientras estaba en esto se ha movido en mi interior y me ha dicho:
“Hija mía, como la Divina Voluntad es el único alimento sustancioso, que contiene todos los sabores y los gustos adecuados al alma, en Ella el alma encuentra su alimento exquisito y se tranquiliza; el deseo encuentra su alimento y piensa en apacentarse lentamente, y se forma sin desear otra cosa; la inclinación no tiene hacia donde tender, porque ha encontrado el alimento que la satisface; la propia voluntad no tiene otra cosa que querer, porque se ha dejado a sí misma, que formaba su tormento y ha encontrado la Voluntad Divina que forma su felicidad; ha dejado la pobreza y ha encontrado la riqueza, no humana sino Divina; en suma, todo el interior del alma encuentra su alimento, es decir su trabajo en el cual queda ocupada y absorbida, tanto que no puede hacer nada más, porque en este alimento y trabajo, mientras encuentra todos los contentos, encuentra tanto qué hacer y aprender, y gustar siempre nuevas cosas, que el alma de una ciencia menor aprende ciencias mayores, y siempre queda qué aprender; de cosas pequeñas pasa a cosas grandes, de un gusto pasa a otros gustos, y siempre queda algo más de nuevo por gustar en este ambiente de la Divina Voluntad”. (Diciembre 15, 1906)
Y una vez que la criatura ha llegado a ésta, ha llegado al punto más alto que puede existir en el Cielo y en la tierra.
…Y yo: “Jesús, siempre estamos aquí, en tu Voluntad, parece que no tienes otra cosa qué decir”.
Y Jesús: “Mi Voluntad es el punto más alto que puede existir en el Cielo y en la tierra, y cuando el alma ha llegado a Ella, ha sojuzgado todo y ha hecho todo, y no le queda más que morar en lo alto de estas alturas, gozárselas y comprender siempre más esta mi Voluntad, aún no bien comprendida ni en el Cielo ni en la tierra. Se necesita tiempo para estarnos, porque poquísimo has comprendido y mucho te queda por comprender, mi Voluntad es tal, que quien la hace puede decirse dios de la tierra, y como mi Voluntad forma la beatitud del Cielo, así estos dioses que hacen mi Voluntad forman la beatitud de la tierra y de quienes les están junto, y no hay bien que sobre la tierra exista, que no se deba atribuir a estos dioses de mi Voluntad, o como causa directa o indirecta, pero todo a ellos se debe. Y así como en el Cielo no hay felicidad que de Mí no salga, así en la tierra no hay bien que exista que no venga de ellos”. (Noviembre 27, 1913)
En un principio el alma debe conocer las verdades, punto principal para acceder a la Divina Voluntad, como lo hemos comentado antes. Una vez conocidas, ahora debe suspirarlas, y para ello se debe disponer a pedir, a rogar le sea dado este Don, por lo que en un principio se deberá pedirlo en préstamo, a lo que Jesús accederá gustoso, y conforme vaya viendo si el alma responde o no, si en verdad se encuentra pronta a continuar a pesar de cualquier obstáculo que se pudiera presentar, el préstamo será cada vez por más tiempo, hasta el día en que esté seguro que el alma no rechazará el Don por el motivo que fuere, entonces se le dará en posesión. Vamos a leer algo relacionado con ello:
«Hija mía, es verdad que el vivir en mi Querer es un don, y es el poseer el don más grande, pero este don que contiene valor infinito, que es moneda que brota a cada instante, que es luz que nunca se apaga, que es sol que jamás tiene ocaso, que pone al alma en su lugar establecido por Dios en el orden divino, y por lo tanto toma su lugar de honor y de soberanía en la Creación, no se da sino a quien está dispuesto, a quien no debe hacer despilfarro, a quien debe estimarlo tanto y amarlo más que la propia vida, es más, debe estar pronto a sacrificar la propia vida para hacer que este don de mi Querer tenga la supremacía sobre todo y sea tenido en cuenta más que la propia vida, más bien, su vida como una nada en comparación a Él. Por eso primero quiero ver que el alma quiere hacer en verdad mi Voluntad y nunca la suya, pronta a cualquier sacrificio para hacer la mía, en todo lo que hace pedirme siempre, aun como préstamo el don de mi Querer. Entonces Yo, cuando veo que nada hace sin el préstamo de mi Querer, lo doy como don, porque con pedirlo y volver a pedirlo ha formado el vacío en su alma donde poner este don celestial, y con haberse habituado a vivir con el préstamo de este alimento divino, ha perdido el gusto del propio querer, su paladar se ha ennoblecido y no se adaptará a los alimentos viles del propio yo; por eso, viéndose en posesión del don que ella tanto suspiraba, anhelaba y amaba, vivirá de la vida de aquel don, lo amará y lo tendrá en la estima que merece. ¿No condenarías tú a un hombre que lleno de afecto pueril hacia un niño, sólo para que le estuviese un poco en su compañía entreteniéndose juntos, le diese un billete de mil, y el niño no conociendo el valor, después de algunos momentos lo rompa en mil pedazos? Pero si en cambio primero lo hace desear, luego le hace conocer el valor, después el bien que le puede hacer ese billete de a mil y luego se lo da, aquel niño no lo hará pedazos, sino que ira a guardarlo bajo llave, apreciando el don y amando más al donador, tú alabarías a ese hombre que ha tenido la habilidad de hacer conocer el valor del billete al pequeño niño. Si esto hace el hombre, mucho más Yo que doy mis dones con sabiduría, con justicia y con verdadero amor; he aquí entonces la necesidad de las disposiciones, del conocimiento del don y de la estima y aprecio y del amar al mismo don. Por eso, como precursor del don de mi Voluntad que quiero hacer a la criatura es el conocimiento de Ella, el conocimiento prepara el camino, el conocimiento es como el contrato que quiero hacer del don que quiero dar, y por cuanto más conocimiento envío al alma, tanto más es estimulada a desear el don y a solicitar al Divino Escritor que ponga la última firma, que el don es suyo y lo posee. Entonces, la señal de que quiero hacer don de mi Querer en estos tiempos, es el conocimiento de Él, por eso sé atenta en no dejar escapar nada de lo que te manifiesto sobre mi Voluntad, si quieres que Yo ponga la última firma del don que suspiro dar a las criaturas.» (Diciembre 25, 1925)
¿Qué se requiere para que nos sea proporcionado el “Don”? Hacer vida continua, o sea actos continuados, pues una vida no se puede desarrollar donde no existe continuación de ellos; pobre vida, ahora late, ahora no; ahora respira, ahora no; a esto se le puede dar el nombre que se quiera, pero “vida”, JAMÁS. Es debido a esto que nos es confirmado éste, cuando la Divinidad está segura de nuestra decisión, cuando nuestros actos se sucedan sin interrupciones, para no arriesgar su propia Vida.
“Cada acto hecho en mi Divina Voluntad forma el alimento para alimentar los actos pasados hechos en Ella, porque tantos actos unidos juntos han formado su Vida en el alma, y la vida no se puede conservar y crecer sin alimento, por eso un acto sirve para conservar el otro y para formar la Vida de mi Voluntad en la criatura, los repetidos actos forman el agua para regarla, el aire para darle el respiro continuo a esta Vida toda de cielo, el latido para hacerle sentir el continuo latido de mi Querer, el alimento para conservarla en vida. Y así como el cuerpo no puede vivir sin alimento, sin aire que lo haga respirar continuamente, y sin latido que le dé el movimiento a toda la vida, y no basta haber tomado el alimento alguna vez, respirar y palpitar a intervalos para poder formar la vida humana, sino siempre, siempre, porque sólo los actos continuos tienen virtud de formar vida, de otra manera la vida se apaga, así quien quiere formar en ella la Vida de mi Querer, tiene la necesidad de actos repetidos, de modo que a esta Vida no le debe faltar ni el aire para hacerla respirar, ni el alimento para alimentarla, ni el calor, ni la luz, para hacerle sentir la Vida del cielo en su alma. Por eso no te preocupes de otra cosa, sino siempre adelante en mi Divina Voluntad». (Noviembre 20, 1930)
Con esto último, se ponen de manifiesto dos cosas:
1,- El dar el Don es de Dios. Sólo Él tiene la capacidad de comunicarlo. Él desea hacerlo a todas las criaturas, por lo que podemos estar seguros que con decirlo, se ha comprometido a dar los bienes que sus verdades encierran.
2.- A la criatura le toca la constancia en ponerlo en práctica. Aquí Dios propone dar su Don, pero es el hombre el que dispone el recibirlo o no.
Todo está hecho por parte de Él, lo único que permanece en la incógnita es si lo aceptamos o no.
¡…Dios es amor!
…8 Quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es Amor.
…16 Y nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene, y hemos creído en él. Dios es Amor y quien permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él. (I Jn 4)
Esta proclamación de San Juan es una fascinante revelación, que nos abre un océano inmenso de bienaventuranza, pero sobre todo de una esperanza total, esperanza en que por el amor que nos tiene hará hasta lo imposible por darse a nosotros, tanto en vida como después de nuestra muerte, cuando hayamos iniciado nuestra verdadera vida, pero vida eterna, en la que, solamente aquellos demasiado obstinados, no entrarán a formar parte del reino de los cielos, donde nuestro Jesús se encuentra, junto con el Padre y el Espíritu Santo.
Ahora, veamos si desde la perspectiva de la Divina Voluntad, esta afirmación de San Juan es confirmada.
Y así como la vida humana tiene su vida, sus miembros distintos, sus cualidades, así nuestro Ser Supremo tiene sus cualidades purísimas, no materiales, porque en Nosotros no existe materia que forme nuestra Vida; unidas juntas santidad, potencia, amor, luz, bondad, sabiduría, omnividencia de todo, inmensidad, etc., forman nuestra Vida Divina, ¿pero quién constituye el movimiento, quién regula, quién desarrolla con un movimiento incesante y eterno todas nuestras cualidades divinas? Nuestra Voluntad, Ella es el motor, la dirigente que da a cada una de nuestras cualidades la vida obrante, así que si no fuese por nuestra Voluntad, nuestra potencia estaría sin ejercicio, nuestro amor sin amar, y así de todo lo demás. (Septiembre 17, 1933)
Por lo dicho anteriormente, parece que existe una pequeña diferencia con lo expresado por San Juan, pues si el Amor no es la parte esencial de Dios, y todos sus atributos están a la par, y todos necesitan ser movidos por su Voluntad, entonces se podría decir que Dios es “Voluntad”. Sin embargo, en otra parte de sus escritos nos dice:
“…Así mi Divinidad, mi Voluntad toma la parte dirigente y todos los otros atributos se ponen en plena armonía para seguir lo que mi Querer quiere, así que concurre la Sabiduría, la Potencia, la Ciencia, la Bondad, etc., pero como todos mis atributos, si bien distintos entre ellos, viven en la fuente del Amor, desbordan de amor, he aquí el por qué mientras es el Amor el que corre, que obra, que se dona, todos mis otros atributos concurren junto. (Febrero 17, 1922)
Con esta aclaración, ahora entendemos que, aunque la Divina Voluntad sea el motor, como todos los atributos divinos se encuentran sumergidos en el mar inmenso del Amor, al poner en acción cualquiera de ellos, siempre es Amor lo que sale fuera: amor de potencia, amor de bondad, amor de sabiduría; la pureza es amor, la santidad es amor, y así de todos los demás. Por tanto, aunque el motor sea la Voluntad, el resultado de su acción siempre será: “Amor”.
«Hija de mi Voluntad, mi Voluntad es vida, mi Amor es alimento. La vida no puede estar sin el alimento, y si existiese el alimento sin la vida que lo toma, se volvería inútil, y Dios cosas inútiles no sabe hacer. La vida hace surgir el alimento, así que la una y el otro se vuelven necesarios. La vida no puede formarse, ni crecer, ni desarrollar sus obras grandes sin alimentarse; el alimento quedaría sin obras, sin dar de sí en cosas maravillosas si no tuviese una vida que lo recibe. Además de esto, mi Voluntad es luz, el Amor es calor, inseparables entre ellos, no puede estar la luz sin el calor, ni el calor sin la luz, parece que sean gemelos, nacidos en un parto, sin embargo la primera en nacer es la luz y después surge el calor, así que el calor es hijo de la luz. Así mi Voluntad tiene su acto primero, el Amor es su hijo predilecto, su primogénito inseparable. Si mi Voluntad no quiere, no se mueve, no quiere obrar, entonces el Amor se está escondido dentro de su Mamá sin hacer nada; en cambio, si mi Voluntad quiere obrar, el Amor corre, vuela, es todo ojo, movimiento, obras y pasos, sin cansarse jamás. (Julio 24, 1938)
¿A dónde nos lleva lo anterior? Si todo lo que sale de Dios es Amor, ¿qué seremos nosotros?
El amor es la cuna del hombre.
«Hija mía, mi Amor está siempre en acto de querer dar nuevas prendas de amor a la criatura, y en cuanto veo que mi Voluntad toma la parte obrante, dirigente de darse a la criatura, mi Amor hace fiesta, corre, vuela hacia ella, se hace cuna del hombre, y si ve que no reposa en su cuna, lo mece, le canta para hacerlo reposar y dormir en su seno, y mientras duerme él le da su aliento en la boca para darle nueva vida de amor. Si ve, por su respiro entrecortado, que su corazón no es feliz, con el aliento que le da, mi Amor le forma la cuna en el corazón para quitarle las amarguras, los estorbos, las molestias y hacerlo feliz de amor. Y cuando se despierta, oh, cómo se alegra mi Amor al verlo renacido, feliz y lleno de vida y le dice: ‘Mira, te he arrullado en mi seno para darte reposo, en tu sueño he vigilado a tu lado para hacer que te despertaras fuerte, feliz y otro diferente del que eras, ahora quiero ser cuna a tus pasos, a tus obras, a tus palabras, a todo, piensa que estás cunada por mí, y en la cuna de mi Amor pon tu amor a fin de que fundiéndonos nos hagamos felices recíprocamente, pero ten cuidado de poner alguna otra cosa, porque entonces me entristecería y me harías llorar amargamente.’
Es mi Amor lo que más se acerca al hombre, más bien es la cuna donde él ha nacido, si bien en mi Divinidad todo es armonía, como están en plena armonía los miembros al cuerpo. Así como en el hombre la inteligencia toma la parte dirigente, pues es donde reside la voluntad del hombre, y si ella no quiere se puede decir que el ojo no ve, la mano no obra, el pie no camina; en cambio si quiere, el ojo ve, la mano obra, el pie corre, todos los miembros se ponen de acuerdo; Además, lo que al hombre le es más necesario es el amor; el amor es como el pan a la vida natural, así que puede prescindir de la ciencia, de la potencia, de la sabiduría, porque a lo más son cosas que se necesitan en algún tiempo o circunstancia, ¿pero qué se diría si Yo hubiera creado al hombre y no lo amara? Y además, ¿para qué crearlo si no debiera amarlo? Esto me serviría para deshonor y sería una obra no digna de Mí, que no sé hacer otra cosa que amar. ¿Y qué sería del hombre si no tuviera un principio de amor y no pudiera amar? Sería un bruto y no sería digno ni de ser mirado. Por eso en todo debe correr el amor, el amor debería correr en todas las acciones humanas como corre la imagen del rey en la moneda del reino, y si la moneda no está sellada con la imagen del rey no es reconocida por moneda, así, si no corre el amor, no es reconocida por obra mía.» (Febrero 17, 1922)
Así que Dios es “Amor”: Él nos creó a su imagen y semejanza; La cuna del hombre ha sido el “Amor”. Ahora la pregunta es: ¿qué somos nosotros?
“Hija mía, Yo soy Amor, e hice a las criaturas todo amor: los nervios, los huesos, las carnes, son tejidos de amor; y después de haberlas tejido de amor hice correr en todas sus partículas, como cubriéndolas con un vestido, la sangre, para darles vida de amor, así que la criatura no es otra cosa que un complejo de amor, y no se mueve por ninguna otra cosa sino sólo por amor; a lo más puede haber diversidad de amores, pero siempre por amor se mueve, puede haber amor divino, amor de sí misma, amor de criaturas, amor perverso, pero siempre amor, no pude hacer de otra manera porque su vida es amor, creada por el Amor eterno, por lo tanto, llevada por una fuerza irresistible al amor, así que la criatura, aún en el mal, en el pecado, en el fondo debe tener un amor que la empuja a hacer ese mal…
Somos amor, estamos formados de amor, y es un amor que ni siquiera es nuestro, es de nuestro Creador, y nos lo dio para usarlo amándolo a Él, pero lo malgastamos en cosas bajas, caducas, provocando con ello dos consecuencias:
La primera es un dolor y un sufrimiento inimaginable a nuestro Creador, el cual se refleja en la pasión de Nuestro Señor Jesucristo, pero en la pasión que no terminó hace dos mil años, sino que permanece en acto, para que en cada instante en que se le da una muerte a su Vida de Amor en nosotros, Él paga sufriendo una muerte infligida por su Amor. Sigamos leyendo:
…¡Ah, hija mía! ¿Cuál no será mi dolor al ver en las criaturas la propiedad de mi Amor que he puesto en ellas, profanado, contaminado en otro uso? Yo, para custodiar este amor salido de Mí y dado a las criaturas, me estoy en torno a ellas como un pobre mendigo, y conforme la criatura se mueve, late, respira, obra, habla, camina, le voy mendigando todo, y le pido, le suplico y le ruego que me dé todo a Mí diciéndole: “Hija, no te pido sino lo que te he dado, es por tu bien, no me robes lo que es mío: El respiro es mío, respira sólo para Mí; el latido, el movimiento son míos, late y muévete sólo por Mí, y así de todo lo demás”. Pero con sumo dolor soy obligado a ver que el latido toma un camino, el respiro otro camino, y Yo, el pobre mendigo, me quedo en ayunas, mientras que el amor de sí misma, de las criaturas, de las mismas pasiones, quedan saciados; ¿puede haber injusticia mayor que ésta? Hija mía, quiero desahogar contigo mi Amor y mi dolor, pues sólo quien me ama me puede compadecer”. (Febrero 26, 1912)
En esta nota, un poco extensa, damos una ligera semblanza de lo que significa la Eucaristía. Espero que al terminar su lectura, hayamos captado la verdadera finalidad de este Sacramento, y una vez entendida ésta, apreciemos en toda su extensión la donación que Jesús nos hace.
Para corresponder a ella, se han establecido múltiples prácticas como reconocimiento a nuestro Salvador, entre ellas cabe destacar la «ADORACIÓN NOCTURNA», acompañarlo en las horas en que permanece solo en el Tabernáculo. Algo semejante son las visitas al Santísimo Sacramento, cuando se encuentra expuesto.
Sin embargo, no era ésta su finalidad al haberse quedado en el pan y en el vino; su verdadera finalidad, como lo hemos visto, era llegar por medio de las especies a sus criaturas, quería ser liberado de dichas especies para encontrar especies más nobles, más queridas por Él, para hacerse vida de su criatura, irla preparando a la venida de su Reino (el reino de la Divina Voluntad), darle todo lo necesario para animarla y poder llegar a vivir en éste. Además, quiere, justamente, la retribución por haber perpetuado su estancia en la tierra para estar con nosotros, retribución en amor, quiere ser amado en manera divina, y esto sólo lo puede hacer el alma que vive en la Divina Voluntad.
POR ESTO LES PROPONGO FORMAR UNA LEGIÓN DE ALMAS EUCARÍSTICAS, QUE SE COMPROMETAN A LIBERAR A JESÚS DE LOS ACCIDENTES DEL PAN Y DEL VINO, PERMITÉNDOLE ASÍ EL CUMPLIR SU FINALIDAD: «REPETIR SU VIDA EN CADA UNO DE NOSOTROS» AL MISMO TIEMPO DE RECIBIR EL AMOR Y LA CORRESPONDENCIA QUE MERECE.
COMPROMETAMONOS A COMULGAR LO MÁS FRECUENTE POSIBLE, RECIBIÉNDOLO UNIDOS A SU HUMANIDAD, A SU DIVINIDAD Y A SU VOLUNTAD. Y DE SER POSIBLE, HACERLO DIARIAMENTE.
¿ACEPTAS? ¿TE ATREVES A COMPROMETERTE CON TU JESÚS A HACERLO?
LA EUCARISTÍA DESDE
LA PERSPECTIVA
DE LA DIVINA VOLUNTAD
Planteamiento
El Sacramento de la Eucaristía ha sido, desde su institución, objeto de toda la atención, veneración y respeto de la Iglesia, pues siempre se ha aceptado que es la persona de Jesús transubstanciada en el pan y en el vino; Jesús mismo en cuerpo, sangre, alma y divinidad, que se encuentra en espera de su criatura para darse a ella, para ser recibido por ella y servirle de alimento para su crecimiento espiritual, y proporcionarle los medios necesarios para su «salvación», y darle los bienes de los que disfrutará en la eternidad, pues si no se es tomado como alimento, no se podrá tener parte con Él en la vida eterna.[1] Aunado a lo anterior, es el memorial de su sacrificio, y no sólo memorial, sino la perpetuación de él.[2]
Por tanto, este Sacramento, al igual que todos los demás, se toma como orientado a la «salvación» del hombre, la cual hemos considerado como la finalidad de nuestra existencia, y la finalidad de la acción de Dios hacia su criatura. Visto de esta manera, este Sacramento puede ser tomado como la cumbre y el centro de la Iglesia.[3] Para reafirmar lo anterior, basta leer los documentos emanados de los concilios, encíclicas y congresos Eucarísticos. Veamos algunas de las declaraciones de la Encíclica Ecclesia de Eucaristía, de S.S. Juan Pablo II, donde se reafirman los conceptos antes vertidos:
1.- Del misterio pascual nace la Iglesia. Precisamente por eso la Eucaristía, que es el Sacramento por excelencia del misterio pascual, está en el centro de la vida eclesial.
2.- Por su íntima relación con el sacrificio del Gólgota, la Eucaristía es sacrificio en sentido propio y no sólo en sentido genérico, como si se tratara del mero ofrecimiento de Cristo a los fieles como alimento espiritual. En efecto, el don de su amor y de su obediencia hasta el extremo de dar la vida (cf. Jn 10 17-18), es en primer lugar un don a su Padre. Ciertamente es un don en favor nuestro, más aún, de toda la humanidad (cf. Mt 26 28; Mc 14 24; Lc 22 20; Jn 10 15), pero don ante todo al Padre: «sacrificio que el Padre aceptó, correspondiendo a esta donación total de su Hijo que se hizo “obediente hasta la muerte” (Fl 2 8) con su entrega paternal, es decir, con el don de la vida nueva e inmortal en la resurrección»[4]
3.- La incorporación a Cristo, que tiene lugar por el Bautismo, se renueva y se consolida continuamente con la participación en el Sacrificio eucarístico, sobre todo cuando ésta es plena mediante la comunión sacramental. Podemos decir que no solamente cada uno de nosotros recibe a Cristo, sino que también Cristo nos recibe a cada uno de nosotros. Él estrecha su amistad con nosotros: «Vosotros sois mis amigos» (Jn 15 14). Más aún, nosotros vivimos gracias a Él: «el que me coma vivirá por mí» (Jn 6 57). En la comunión eucarística se realiza de manera sublime que Cristo y el discípulo «estén» el uno en el otro: «Permaneced en mí, como yo en vosotros» (Jn 15 4)
4.- Si la Eucaristía es centro y cumbre de la vida de la Iglesia, también lo es del ministerio sacerdotal. Por eso, con ánimo agradecido a Jesucristo, nuestro Señor, reitero que la Eucaristía «es la principal y central razón de ser del Sacramento del sacerdocio, nacido efectivamente en el momento de la institución de la Eucaristía y a la vez que ella»[5]
5.- La Eucaristía se manifiesta, pues, como culminación de todos los Sacramentos, en cuanto lleva a perfección la comunión con Dios Padre, mediante la identificación con el Hijo Unigénito, por obra del Espíritu Santo. Un insigne escritor de la tradición bizantina expresó esta verdad con agudeza de fe: en la Eucaristía, «con preferencia respecto a los otros Sacramentos, el misterio de la comunión es tan perfecto que conduce a la cúspide de todos los bienes: en ella culmina todo deseo humano, porque aquí llegamos a Dios y Dios se une a nosotros con la unión más perfecta»[6]
Como vemos, la idea central es la «salvación» de la familia humana, sin embargo, la consecuencia de recibir dicho Sacramento es la unión de Dios a su criatura, en la manera más perfecta que se podría pensar o imaginar, aunque, siempre desde la perspectiva de la «salvación», que podría ser: O la unificación de voluntades de San Juan de la Cruz, o la Encarnación Mística de Conchita Cabrera de Armida.[7] Sin duda alguna es un Sacramento sublime, donde Jesús queda transubstanciado en las especies del pan y del vino para darse a cada uno de nosotros, sin importar que se vea expuesto a las ofensas, al desprecio, al desamor, a la indiferencia de las criaturas.[8]
Pongamos atención a estas palabras de Jesús, dichas a Luisa Piccarreta, donde manifiesta la finalidad del Sacramento, como también las quejas por su suerte Sacramental:
Vol. 15 27/03/23
“…Hija mía, ven entre mis brazos y hasta dentro de mi corazón; me he cubierto de los velos Eucarísticos para no infundir temor, he descendido en el abismo más profundo de las humillaciones en este Sacramento para elevar a la criatura hasta Mí, fundiéndola tanto en Mí, de formar una sola cosa conmigo, y con hacer correr mi sangre sacramental en sus venas constituirme vida de su latido, de su pensamiento y de todo su ser. Mi Amor me devoraba y quería devorar a la criatura en mis llamas para hacerla renacer como otro Yo, por eso quise esconderme bajo estos velos eucarísticos, y así escondido entrar en ella para formar esta transformación de la criatura en Mí; pero para que suceda esta transformación se necesitaban las disposiciones por parte de las criaturas, y mi Amor llegando al exceso, mientras instituía el Sacramento Eucarístico, así ponía fuera de dentro de mi Divinidad otras gracias, dones, favores, luz para bien del hombre, para volverlo digno de poderme recibir; podría decir que puse fuera tanto bien de sobrepasar los dones de la Creación, quise darle primero las gracias para recibirme, y después darme para darle el verdadero fruto de mi Vida Sacramental. Pero para preparar con estos dones a las almas, se necesita un poco de vacío de ellas mismas, de odio a la culpa, de deseo de recibirme; estos dones no descienden en la podredumbre, en el fango, por eso sin mis dones no tienen las verdaderas disposiciones para recibirme, y Yo descendiendo en ellas no encuentro el vacío para comunicar mi Vida, estoy como muerto para ellas y ellas muertas para Mí, Yo ardo y ellas no sienten mis llamas, soy Luz y ellas quedan más cegadas. ¡Ay de Mí! cuántos dolores en mi Vida Sacramental, muchas por falta de disposiciones, no sintiendo nada de bien en el recibirme, llegan a nausearme, y si continúan recibiéndome es para formar mi continuo calvario y su eterna condena; si no es el amor lo que las lleva a recibirme, es una afrenta de más que me hacen, es una culpa de más que agregan a sus almas. Por eso reza y repara por los tantos abusos y sacrilegios que se hacen al recibirme Sacramentado.”
Pero debemos preguntarnos, ¿realmente ésta era la finalidad que Dios tenía al decidir salir “ad extra” para obrar? ¿La «salvación» de la familia humana es el centro de la actividad divina en su “ad extra”? ¿La Humanidad de Nuestro Señor se la debemos al pecado?[9]
Desarrollo
Para esclarecer esta incógnita, lo primero será dejar en claro el plan de Dios en la creación. Esto deberíamos abordarlo con razonamientos teológicos, pero no llegaríamos a ninguna conclusión, como ha pasado con los grandes pilares de nuestra Iglesia, como Sto. Tomás de Aquino, y además sería desviarnos del tema que nos hemos propuesto desarrollar, por lo que únicamente pondremos las palabras de Jesús a Luisa Picarreta en el volumen 25, el 31 de Marzo de 1929, que por sí mismas son esclarecedoras y dejan la firme convicción de la venida de Jesús al mundo como «finalidad de todo el obrar “ad extra” de Dios», y por lo tanto, todos nosotros, creados a imagen y semejanza del Verbo Encarnado, en la mente de Dios, en su finalidad, no requeríamos de «salvación»
“…Si Adán no hubiese pecado, el Verbo Eterno, que es la misma Voluntad del Padre Celestial, debía venir a la tierra glorioso, triunfante y dominador, acompañado visiblemente por su ejército angélico, que todos debían ver, y con el esplendor de su gloria debía fascinar a todos y atraer a todos a Sí con su belleza; coronado como rey y con el cetro de mando para ser rey y cabeza de la familia humana, de modo de darle el gran honor de poder decir: Tenemos un rey hombre y Dios.”
“…Por lo tanto Yo debía venir a encontrar al hombre feliz, santo y con la plenitud de los bienes con los cuales lo había creado. En cambio, porque quiso hacer su voluntad cambió nuestra suerte, y como estaba decretado que Yo debía descender sobre la tierra, y cuando la Divinidad decreta, no hay quien la aparte, sólo cambié modo y aspecto, así que descendí, pero bajo vestidos humildísimos, pobre, sin ningún aparato de gloria, sufriente, llorando y cargado con todas las miserias y penas del hombre. La voluntad humana me hacía venir a encontrar al hombre infeliz, ciego, sordo y mudo, lleno de todas las miserias, y Yo para sanarlo lo debía tomar sobre de Mí, y para no infundirle espanto debía mostrarme como uno de ellos para hermanarlos, y darles las medicinas y remedios que se necesitaban.”
“…Escucha mi pequeña recién nacida de mi Divina Voluntad, si el hombre no hubiese pecado, no se hubiese sustraído de mi Divina Voluntad, Yo habría venido a la tierra, pero ¿sabes como? Lleno de Majestad, como cuando resucité de la muerte.”
Contundente, ¿no es verdad? Así que ahora debemos tener esta perspectiva: El plan original de Dios era que Jesús viniera a vivir entre nosotros (sus hermanos), pues todo fue creado por Él, y en atención a Él,[10] y Él debía venir a enseñarnos cómo obrar a lo divino, debía dejarnos sus actos como herencia, para que así cada uno de nosotros los pudiéramos tomar y hacerlos nuestros, para hacer una realidad nuestra imagen y semejanza, y así acceder a la santidad divina que Dios pensó para nosotros desde toda la eternidad,[11] para darle a Dios la gloria, el reconocimiento, pero sobre todo el amor que había determinado que debía recibir de nosotros. Por lo que la Redención, y la «salvación» como consecuencia, no son finalidad, sino medio para alcanzar dicha finalidad. Entonces, todo lo que resultó de esta Redención: La Iglesia, los Sacramentos, incluida la Eucaristía, etc., no pueden ser nuestro centro, no son la parte culminante del amor de Dios, sino que son remedios, medicinas para poder sanar de la herida del pecado original, y poder así encaminarnos nuevamente hacia nuestra meta original: «Ser imagen y semejanza de Jesús, ser otros Jesús»
Teniendo como base la verdadera finalidad de Dios al crearnos, cabe preguntar si la institución de la Eucaristía es solamente con fines de la «salvación», o tiene algún otro fin. Jesús le dice a Luisa:
“…Ahora, habiendo cumplido mi camino acá abajo, partí para el Cielo, y al mismo tiempo quedé aprisionado en cada hostia Sacramental, ¿pero sabes por qué? Porque mi Amor formándome una dulce prisión me dijo: «La finalidad por la que descendiste del Cielo a la tierra no está cumplida, el reino de nuestra Voluntad, ¿dónde está? Ni existe ni es conocido, así que quédate prisionero en cada hostia Sacramental, así no será un solo Jesús como en tu Humanidad, sino tantos Jesús por cuantas hostias consagradas existan; tantas Vidas tuyas harán brecha y furor de amor delante a la Divinidad, y brecha y furor de amor a cada corazón que te recibirá. Estas Vidas tendrán una palabrita qué decir para hacer conocer nuestro Querer, porque estas Vidas cuando desciendan en los corazones no serán Vidas mudas, sino hablantes, y Tú hablarás en lo íntimo de sus corazones de nuestro Fiat, serás el portador de nuestro reino»
Yo vi justas las pretensiones de mi Amor, y de buena gana me quedé en la tierra para formar el reino de mi Voluntad hasta que sea obra completa.
Mira, si Yo partí para el Cielo y al mismo tiempo me quedé en la tierra, mi Vida esparcida en tantas hostias Sacramentales no será inútil acá abajo, no, sino que formaré con certeza el reino de mi Querer. Yo no me habría quedado si supiera que no iba a obtener mi intento, mucho más que me cuesta más sacrificio que mi misma Vida mortal: ¡Cuántas lágrimas secretas, cuántos amargos suspiros en medio a tantas llamas de amor que me devoran! ¡Ah, quisiera devorar a todos en mi Amor para hacer resurgir a nueva vida a las almas que deben vivir en mi Querer Divino! Desde el centro de mi Amor saldrá este reino, él quemará los males de la tierra, no pondrá atención a nada, sino solamente se tomará en cuenta a Sí mismo, armará su Omnipotencia, y con tantas victorias suyas vencerá nuestro reino en medio de las criaturas para dárselo a ellas.
…Desde cada tabernáculo mis oraciones son incesantes para que las criaturas conozcan mi Voluntad para hacerla reinar, y todo lo que sufro, lágrimas y suspiros, los envío al Cielo para mover a la Divinidad a conceder una gracia tan grande, y las envío también a cada corazón para moverlos a compasión de mis lágrimas y penas, para hacerlos rendirse y recibir este bien tan grande.”[12]
En estas palabras se define claramente la finalidad real de la Vida Eucarística de Jesús, y es: la formación del reino de su Voluntad «obrante» en las criaturas, y sólo así es congruente la finalidad de este Sacramento con la finalidad de la Redención, la cual también su fin último fue el formar dicho reino, aunque en un principio debía primero redimir al hombre, salvar las habitaciones para después salvar al que debía habitarlas, o sea, a Dios mismo. Jesús Eucarístico debía servirnos de guía, de maestro, hablando en nuestro interior acerca de su Querer, de su Fiat, en una palabra, prepararnos para dar nuevamente el reino de su Voluntad obrante en nosotros. Es necesario decir que no solamente este Sacramento, sino todos los demás, todas las gracias, la misma Iglesia, su finalidad es el reino de la Divina Voluntad obrante en la criatura; la «salvación» es sólo un paso intermedio, pero no la finalidad, además, debemos decirlo, que la misma Vida, Pasión, muerte y resurrección de Jesús llevan esta finalidad primaria, pues para la «salvación» no eran necesarios. En el volumen 19 Jesús le dice:
“…Hija mía, el primer hombre al pecar perdió una Voluntad Divina y por eso se necesitó mi Humanidad unida al Verbo Eterno, que debía sacrificar en todo y por todo la voluntad humana de mi Humanidad para readquirir esta Voluntad Divina, para darla de nuevo a la criatura. Así que mi Humanidad no le dio ni siquiera un respiro de vida a su voluntad humana, sino que la tuvo sólo para sacrificarla y para pagar la libertad que se había tomado el hombre de rechazar con tanta ingratitud a esta Voluntad Suprema, y perdiéndola le faltaron todos sus bienes, su felicidad, su dominio, su santidad, todo le quedó malogrado. Si el hombre hubiera perdido una cosa humana, dada a él por Dios, un ángel, un santo se la habría podido restituir, pero como perdió una Voluntad Divina, se necesitó un Hombre y Dios que la pudiese restituir. Ahora, si hubiese venido a la tierra solamente para redimirlo, habría bastado una gota de mi sangre, una pequeña pena para ponerlo a salvo, pero como vine no sólo para salvarlo sino para restituirle mi Voluntad perdida, quiso descender esta Divina Voluntad en todas mis penas, en mis lágrimas, en mis suspiros y gemidos, en todo lo que Yo hacía y sufría para readquirir de nuevo el dominio en todos y sobre todos los actos humanos, y así poder formar de nuevo su reino en medio a las criaturas.”
El fruto y la finalidad de la Eucaristía, a un nivel inicial, lo veremos en algunos capítulos de Luisa:
Vol. 8 Enero 8, 1909
“…Para estrecharte más íntimamente conmigo hasta llegar a perder tu ser en Mí, así como Yo me transfundo en el tuyo, debes en todo tomar lo que es mío y en todo dejar lo que es tuyo; de modo que si tú piensas siempre en cosas santas y que se refieren solamente al bien, al honor y a la gloria de Dios, dejas tu mente y tomas la divina; si hablas, si obras bien y sólo por amor de Dios, dejas tu boca, tus manos y tomas mi boca y mis manos; si caminas los caminos santos y rectos, caminarás con mis mismos pies; si tu corazón me ama sólo a Mí, dejarás tu corazón y tomarás el mío y me amarás con mi mismo amor; y así de todo lo demás. Así que tú quedarás revestida de todas mis cosas, y Yo de todas las cosas tuyas. ¿Puede haber una unión más estrecha que ésta? Si el alma llega a no reconocerse más a sí misma, sino al Ser Divino en ella, estos son los frutos de las buenas comuniones, y ésta es la finalidad divina al quererse dar en comunión a las almas, pero cuánto queda frustrado mi Amor, y qué pocos frutos recogen las almas de este Sacramento, hasta quedar la mayor parte indiferentes y aun nauseados de este alimento divino.”[13]
Esta debería de ser toda nuestra intención al recibirlo, irnos estrechando más a Él, para que así, poco a poco, fuera uniformándonos a sus modos y habituándonos a su manera de actuar, para poder decir al igual que San Pablo: No soy yo el que vivo, sino que Cristo vive en mí.[14]
Este alimento que Jesús nos deja, era el mismo que debería de haber comido el hombre en el paraíso terrenal (árbol de la vida), y el mismo que comerán todos los bienaventurados en el Cielo.[15] Existen sólo 2 diferencias, la primera es la forma en que Jesús tiene que quedarse, pues en este Sacramento se queda a perpetuar su Vida, Pasión, muerte y resurrección, para seguir aplicándolos a todos sus hermanos enfermos, mientras que en el árbol de la vida es en forma gloriosa y con todo poder y majestad; la segunda es que en el Sacramento lo recibimos como medicina, y su efecto está sujeto a nuestras disposiciones, no a su amor, majestad y poder, existiendo la posibilidad, inclusive, de que nos sirva de condenación.
Aquí tenemos, forzosamente, que preguntarnos: ¿Si este Sacramento es el punto culminante de toda la acción de la Iglesia, y por lo tanto de todos nosotros, ¿por qué la presencia real de Nuestro Señor dura tan solo mientras duran las especies sacramentales, dejando posteriormente a su consumación solamente la vida de la gracia, que son tan solo los efectos de la Vida Divina en las almas que están en gracia? ¿No debería quedarse en forma continua para realizar su finalidad? Y, ¿no sería éste el mejor premio a la entrega total de la criatura a su Dios? Estas preguntas, y muchas más que podríamos formular, quedarán contestadas a través de la presente meditación.
REDENCIÓN
Siempre se ha enseñado que la venida de Jesús a la tierra fue originada por el pecado de Adán. Esto tiene gravísimas consecuencias, aunque el doctor angélico, Sto. Tomás de Aquino no le dé importancia, diciendo que lo mismo da si vino por el pecado o si iba a venir aunque no hubiera habido pecado. Veamos:
1.- Si Dios cambia de plan en su creación, y es necesario que ahora Él tenga que asumir una humanidad para venir a redimir al hombre, aunque sea por amor, forzosamente tenemos que decir que el pecado le cambió a Dios todo su obrar y sus decisiones que había tomado desde “ab eterno”, aunado a que entonces Dios tuvo que realizar un «segundo» acto, cosa que desdice en forma total uno de los atributos más esenciales de Dios, el ser acto puro,[16] o sea que en Él no hay potencia y acto, sino que es acto puro, sin mezcla de potencia. Dios solamente tiene un acto, no más.
2.- Si aceptamos lo anterior, tendremos que enfrentarnos a una realidad poco común: Dios no supedita sus obras a Él mismo, sino que la creación la supedita al hombre, y a éste, que es su obra maestra, tampoco lo supedita a Él, sino que es Él quien se supedita al hombre, pues es Él quien tiene que salvarlo; por amor, sí, pero sin que Él obtenga nada, pues nos dicen claramente que el hombre no aumenta en nada la Gloria de Dios, así que el único beneficiado sería el hombre. Tremenda aseveración, que no hemos meditado detenidamente, y por eso es que nos queda tan lejano el Dios Bíblico, y difícilmente podremos entender el sufrimiento de Jesús (Segunda persona de la Santísima Trinidad unida hipostáticamente a su Humanidad) donde es la misma Divinidad la que se compromete a servir de reparador y de suplidor.
3.- ¿Dónde quedan las palabras aquellas de: “Todo fue creado por Él, para Él…?” Aceptar la teoría tradicional querría decir que toda la creación fue realizada para el pequeñísimo hombre, aunque nunca podría tomar posesión de ella en su totalidad;[17] y sería tanto como decir que Dios ha hecho cosas inútiles, inútiles para el hombre, e inútiles para Él.
Por supuesto que no es así, toda la creación fue creada para el «hombre» pero para el «Hombre-Dios» Para Él fueron creadas todas las cosas, incluso los hombres. Dios no cambió de plan, simplemente de modos, aunque éstos también, debido a la Omnipresencia, Omnividencia y Omnisapiencia de Dios ya estaban previstos.
En esta etapa de nuestra historia (Redención), todo lo que Jesús nos deja para nuestro crecimiento tiene muchos obstáculos, y la Eucaristía no es la excepción, el 27 de noviembre de 1917, Jesús le dice a Luisa:
“…Hija mía, te recomiendo que no salgas de dentro de mi Voluntad, porque mi Voluntad contiene tal potencia, que es un nuevo bautismo para el alma, es más, más que el mismo bautismo, porque en los Sacramentos hay parte de mi Gracia, en cambio en mi Voluntad está toda la plenitud; en el bautismo se quita la mancha del pecado original pero quedan las pasiones, las debilidades; en mi Voluntad, destruyendo el alma el propio querer, destruye las pasiones, las debilidades y todo lo que es humano, y vive de las virtudes, de la fortaleza y de todas las cualidades divinas.”
Yo al oír esto decía entre mí: “Dentro de poco dirá que su Voluntad es más que la misma comunión.” Y Él ha agregado:
“Cierto, cierto, porque la comunión sacramental dura pocos minutos; mi Voluntad es comunión perenne, más bien es eterna, que se eterniza en el Cielo. La comunión sacramental está sujeta a obstáculos por enfermedades, por necesidades, o por parte de quien la debe administrar, mientras que la comunión de mi Voluntad no está sujeta a ningún estorbo, sólo conque el alma la quiera y todo está hecho, ninguno puede impedirle un bien tan grande, que forma la felicidad de la tierra y del Cielo: ni los demonios, ni las criaturas, ni mi misma Omnipotencia; el alma es libre, nadie tiene derecho sobre ella en este punto de mi Voluntad. Por eso Yo la insinúo, quiero tanto que la tomen mis criaturas, es la cosa que más me importa, que más me interesa; todas las otras cosas no me interesan, ni aun las cosas más santas, y cuando obtengo que el alma viva de mi Voluntad me siento triunfante, porque encierra el mayor bien que puede haber en el Cielo y en la tierra.”
“…Además, las iglesias son pocas, muchas serán destruidas; muchas veces no encuentro sacerdotes que me consagren, otras veces permiten que almas indignas me reciban y que almas dignas no me reciban, otras veces las almas no pueden recibirme, así que mi Amor se encuentra obstaculizado, por eso quiero hacer la santidad del vivir en mi Querer, en ella no tendré necesidad de sacerdotes para consagrarme, ni de iglesias, ni de tabernáculos y hostias, sino que estas almas serán todo junto: Sacerdotes, iglesias, tabernáculos y hostias. Mi Amor estará más libre, cada vez que quiera consagrarme lo podré hacer, a cada momento, de día, de noche, en cualquier lugar donde esas almas se encuentren, ¡oh, cómo mi Amor tendrá su desahogo completo! ¡Ah, hija mía, la presente generación merece ser destruida del todo, y si permitiré que algo poco quede de ella, es para formar estos soles de la santidad del vivir en mi Querer, que a ejemplo mío me reharán de todo lo que me debían las otras criaturas, pasadas, presentes y futuras. Entonces la tierra me dará verdadera gloria y mi Fiat Voluntas Tua como en el Cielo así en la tierra, tendrá su cumplimiento y conclusión.”
Vuelve otra vez a mostrarse esa debilidad de los Sacramentos, y sobre todo, la insatisfacción de Jesús por lo que recibe, y cómo añora la época de la restitución de la Divina Voluntad en la criatura, para que sea Él el que reciba la gloria que decretó desde toda la eternidad recibir.
Para rebatir el argumento de que la Eucaristía es el centro, Jesús mismo se pone en contra de dicha aseveración:
“…Habiendo dicho al confesor que Jesús me había dicho que la Voluntad de Dios es el centro del alma, y que este centro está en el fondo del alma, que como sol expandiendo sus rayos da luz a la mente, santidad a las acciones, fuerza a los pasos, vida al corazón, potencia a la palabra, a todo; y no sólo esto, sino que este centro de la Voluntad de Dios, mientras nos está dentro para hacer que nunca la podamos dejar y para estar a nuestra continua disposición y ni siquiera un minuto dejarnos solos ni separados, nos está al frente, a la derecha, a la izquierda, por detrás y por doquier, y aun en el Cielo será nuestro centro, el confesor decía, en cambio, que nuestro centro es el Santísimo Sacramento. Entonces, al venir, el bendito Jesús me ha dicho:
“…Hija mía, Yo debía hacer de modo que la santidad debía ser fácil y accesible a todos, excepto para quien no la quisiera, y en todas las condiciones, en todas las circunstancias y en todos los lugares. Es verdad que el Santísimo Sacramento es centro, pero, ¿quién lo instituyó? ¿Quién sojuzgó a mi Humanidad a encerrarse en el breve giro de una hostia? ¿No fue mi Voluntad? Por lo tanto mi Voluntad tiene siempre la supremacía sobre todo; y además, si el todo está en la Eucaristía, los sacerdotes que me llaman del Cielo en sus manos y que están más que todos en contacto con mi carne Sacramental deberían ser los más santos, los más buenos, y en cambio muchos son los más malos. ¡Pobre de Mí, cómo me tratan en el Santísimo Sacramento! Y tantas almas devotas que me reciben, tal vez todos los días, deberían ser otras tantas santas si bastara el centro de la Eucaristía, y en cambio, cosa de llorar, están siempre en el mismo punto: Vanidosas, iracundas, escrupulosas, etc., ¡pobre centro del Santísimo Sacramento, cómo quedo deshonrado! En cambio una madre de familia que hace mi Voluntad y que por sus condiciones, no que no quiera, no puede recibirme todos los días, se ve paciente, caritativa, lleva en sí el perfume de mis virtudes Eucarísticas; ¡ah!, ¿es acaso el Sacramento, o mi Voluntad, a la que ella se ha sometido la que la tiene sojuzgada y que suple al Santísimo Sacramento? Es más, te digo que los mismos Sacramentos producen sus frutos según las almas están sujetas a mi Voluntad, y según la conexión que tienen con mi Querer así producen sus efectos. Y si conexión con mi Querer no hay, me comulgarán pero quedarán en ayunas, se confesarán pero quedarán siempre sucias, vendrán a mi presencia Sacramental, pero si nuestros quereres no se identifican estaré para ellas como muerto, porque sólo mi Voluntad en el alma que se hace sojuzgar por Ella produce todos los bienes y da vida a los mismos Sacramentos; y quien esto no comprende, significa que es niño en la religión.”
Suficiente este argumento para que quede claro que, aunque la Vida de Jesús es de la que nos debemos alimentar, la Vida Eucarística no es el medio para abastecernos de Ella, pues ahí solamente dura unos cuantos minutos y sólo nos deja sus efectos (Gracia). Su finalidad es conducirnos hacia la Divina Voluntad, para hacer vida en Ella, y esto es lo más importante, pues iremos uniéndonos a Jesús para que Él nos indique el modo y el medio para vivir con Él «inseparablemente», y formar después nuestra Vida en la Divina Voluntad, donde cada uno de nuestros actos serán como hostias vivas donde Él se pueda consagrar, y no estén sujetas a consumarse las especies.
SANTIFICACIÓN
Ahora, bajo esta nueva perspectiva, debemos reconsiderar nuestra posición hacia este Sacramento, y ver en Él un medio no sólo para la «salvación», sino para la santificación, y sobre todo, que una vez alcanzado este fin, el Sacramento debemos tomarlo para dar a Jesús el fruto completo de haberse quedado en la hostia. Para algunos parecerá extraño lo que se ha mencionado acerca de la Vida de Jesús que dura tan sólo unos minutos, y que después se va al consumirse las especies, dejando tan solo los efectos de esta Vida; de igual manera lo de darle a Jesús el fruto completo de su Vida Sacramental; y el que para nosotros es menos importante el Sacramento que su Voluntad. Dejemos que sea el mismo Jesús el que nos conduzca nuevamente a estas realidades:
Noviembre 5, 1923
…Ahora, mientras desahogaba mi dolor con Jesús, se ha hecho ver en mi interior, y los velos sacramentales formaban como un espejo, en el cual Jesús estaba dentro, vivo y verdadero; y mi dulce Jesús me ha dicho:
“…Hija mía, este espejo son los accidentes del pan que me tienen aprisionado en ellos. Yo formo mi Vida en la hostia, pero ella nada me da, ni un afecto, ni un latido, ni el más pequeño “te amo”, ella está como muerta para Mí, permanezco solo, sin la sombra de alguna correspondencia, y por eso mi Amor está casi impaciente por salir, por romper este espejo y bajar a los corazones para encontrar en ellos la correspondencia que la hostia ni sabe ni puede darme. ¿Pero sabes tú dónde encuentro mi verdadera correspondencia? En el alma que vive en mi Voluntad; Yo, en cuanto desciendo en su corazón, pronto consumo los accidentes de la hostia, porque sé que accidentes más nobles y a Mí más queridos están listos para aprisionarme, para no hacerme salir de aquél corazón que me dará no sólo vida en él, sino vida por vida; no estaré solo, sino que estaré con mi más fiel compañía, seremos dos corazones palpitando juntos, amaremos unidos, nuestros deseos serán uno solo, así que Yo permanezco en ella, y en ella hago vida vivo y verdadero, como la hago en el Santísimo Sacramento. ¿Pero sabes tú cuáles son estos accidentes que encuentro en el alma que hace mi Voluntad? Son sus actos hechos en mi Querer, que más que accidentes se extienden en torno a Mí y me aprisionan, pero dentro de una prisión noble, divina, no obscura, porque sus actos hechos en mi Querer, más que sol la iluminan y la calientan. ¡Oh! cómo me siento feliz de hacer Vida real en ella, porque me siento como si me encontrara en mi morada celestial. Mírame en tu corazón, ¡cómo estoy contento, cómo me deleito y siento las alegrías más puras!”
Y yo: “Mi amado Jesús, ¿no es una cosa nueva y singular lo que Tú dices, que en quien vive en tu Voluntad Tú haces Vida real en él? ¿No es más bien esa vida mística que Tú haces en los corazones que poseen tu Gracia?”
Y Jesús: “No, no, no es Vida mística, como para aquellos que poseen mi Gracia pero no viven con sus actos fundidos en mi Querer, y por eso no tienen materia suficiente para formarme los accidentes para aprisionarme; sería como si faltara la hostia al sacerdote y quisiera pronunciar las palabras de la consagración, las podría decir, pero las diría en el vacío y ciertamente mi Vida sacramental no tendría existencia; así me encuentro en los corazones, que mientras pueden poseer mi Gracia, pero no viven del todo en mi Querer, estoy en ellos por gracia, pero no realmente.”
Y yo: “Amor mío, ¿cómo puede ser que Tú puedas vivir realmente en el alma que vive en tu Querer?”
Y Jesús: “Hija mía, ¿no vivo acaso en la hostia sacramental vivo y verdadero, en alma, cuerpo, sangre y Divinidad? ¿Y por qué vivo en la hostia en alma, cuerpo, sangre y Divinidad? Porque no hay una voluntad que se oponga a la mía; si Yo encontrara en la hostia una voluntad que se opusiera a la mía Yo no haría en ella ni Vida real, ni perenne, y es también ésta la causa por la cual los accidentes sacramentales se consuman cuando las criaturas me reciben, porque no encuentro una voluntad humana unida Conmigo, de manera que quieran perder la suya para hacer adquisición de la mía, sino que encuentro una voluntad que quiere obrar, que quiere hacer por sí misma, y Yo hago mi breve visita y parto. En cambio, para quien vive en mi Voluntad, mi Querer y el suyo son uno solo; y si lo hago en la hostia, mucho más lo puedo hacer en ella, mucho más, pues encuentro un latido, un afecto, mi correspondencia y mi utilidad, lo que no encuentro en la hostia; al alma que vive en mi Voluntad le es necesaria mi Vida real en ella, de otra manera, ¿cómo podría vivir de mi Querer? ¡Ah! tú no quieres entenderlo, que la santidad del vivir en mi Querer es una santidad del todo diferente de todas las demás santidades, y quitadas las cruces, las mortificaciones y los actos necesarios de la vida, que hechos en mi Voluntad la embellecen de más, no es otra cosa que la vida de los bienaventurados del Cielo, que como viven en mi Querer, en virtud de Él cada uno me tiene en ellos como si fuera para uno solo, vivo y verdadero, no místicamente, sino realmente habitante en ellos; y así como no se podría decir vida de Cielo si no me tuvieran en ellos como vida propia, y si faltara aun una pequeña partecita de mi Vida en ellos no sería ni completa ni perfecta su felicidad, así quien vive en mi Querer no sería ni plena ni perfecta mi Voluntad en ella, porque faltaría mi Vida real que emite esta Voluntad. Es verdad que son todos prodigios de mi Amor, es más, el prodigio de los prodigios, que hasta ahora mi Querer ha retenido en Él y que ahora quiere hacerlo salir para alcanzar la finalidad primaria de la creación del hombre. Por esto mi primera Vida real la quiero formar en ti.”
Y yo, al oír esto he dicho: “¡Ay! Amor mío, Jesús, a pesar de todo esto me siento tan mal por todas estas circunstancias, y Tú lo sabes; es verdad que esto me sirve para abandonarme más en tus brazos y pedirte a Ti lo que no me dan, pero con todo y esto me siento un hálito de turbación que turba la paz de mi alma, ¿y Tú dices que quieres formar Vida real en mí? ¡Oh, cuán lejana estoy de eso!”
Y Jesús de nuevo: “Hija, no te preocupes de eso; lo que quiero es que tú no pongas nada de lo tuyo y que obedezcas por cuanto puedas. Se sabe que todas las demás santidades, esto es, la de la obediencia y de las otras virtudes no están exentas de pequeñeces, de turbaciones, de contiendas y de pérdida de tiempo, que impiden formar un hermoso sol; a lo más forman una pequeña estrella; sólo la santidad de mi Querer es la que está exenta de estas miserias. Y además, mi Voluntad encierra todos los Sacramentos y los efectos de ellos; por eso abandónate del todo en mi Voluntad, hazla toda tuya y recibirás los efectos de la absolución o de alguna otra cosa que te fuera negada. Por eso te recomiendo que no pierdas tiempo, pues con perderlo vienes a obstaculizar mi Vida real que estoy formando en ti.”
Y estas otras:
“Hija mía, los Sacramentos salieron de mi Voluntad como tantas fuentecitas, las saqué fuera de Ella, reservándose en Ella el manantial del cual recibe continuamente cada fuente los bienes y los frutos que cada una contiene y actúan según las disposiciones de quien los recibe, así que por falta de disposiciones de parte de las criaturas las fuentes de los Sacramentos no producen los grandes bienes que contienen. Muchas veces arrojan agua y las criaturas no quedan lavadas, otras veces consagran imprimiendo un carácter divino e incancelable, pero a pesar de todo esto no se ven santificadas. Otra fuente da a luz la Vida de tu Jesús continuamente, reciben esta Vida, pero no se ven ni los efectos, ni la Vida de tu Jesús en ellos. Por eso cada Sacramento tiene su dolor, porque no ven en todas las criaturas sus frutos y los bienes que contienen.
Ahora, quien vive en mi Voluntad haciéndola reinar como en su propio reino, poseyendo Ella la fuente de los Sacramentos, ¿qué maravilla que quien viva en mi Querer Divino poseerá la fuente de todos los Sacramentos y sentirá en sí la naturaleza de los Sacramentos con todos los efectos y bienes que contienen? Y recibiéndolos de la Iglesia sentirá que es alimento que ella posee, pero que lo toma para darle aquella gloria completa a aquellos Sacramentos de los cuales ella posee la fuente, para glorificar aquella misma Voluntad Divina que los instituyó, porque sólo en ella se dará la perfecta gloria a todas nuestras obras. Por eso suspiro tanto el reino del Fiat Supremo, porque sólo él pondrá el equilibrio a todo, dará a las criaturas todos los bienes que quiere y recibirá la gloria que ellas le deben.”
Agosto 21, 1938
“…Hija mía, para Nosotros todo es fácil, con tal que encontremos que la voluntad humana se presta a vivir en la nuestra, nos deleitamos formando aun en el movimiento, en el respiro, en el paso, Vidas nuestras que se mueven, que respiran, que caminan, que hablan. La voluntad humana nos presta como tantos velos en los cuales podemos formar tantas Vidas nuestras, éste es el último desahogo de nuestro Amor, y nos agrada tanto, que con tal de que la voluntad humana nos preste su pequeño velo, Nosotros poblamos todos sus actos con la multiplicidad de nuestras Vidas Divinas. Ahí está mi Vida Eucarística que da prueba y confirmación de lo que te digo, ¿no son tal vez pequeños velos los accidentes del pan en el cual quedo consagrado, vivo y verdadero en alma, cuerpo, sangre y Divinidad? Y si hay mil hostias, mil Vidas mías formo, una para cada hostia, y si hay una sola hostia, formo una sola Vida mía. Y además, ¿qué cosa me da la hostia? Nada, no un “te amo”, ni un respiro, ni un latido, ni un paso de compañía; estoy solo, y muchas veces la soledad me oprime, me amarga y estallo en llanto. Cómo me pesa el no tener a quién decirle una palabra, estoy bajo la opresión de un silencio profundo. ¿Qué cosa me da la hostia? El escondite para esconderme, la pequeñita prisión para volverme, estaría por decir, para volverme infeliz, pero como es mi Voluntad la que quiere que Yo quede Sacramentado en cada hostia, Ella, que jamás es portadora de infelicidad, ni a Nosotros ni a las criaturas que viven en Ella, hace correr en mi Vida Sacramental nuestras alegrías celestiales, que son inseparables de Nosotros, pero esto es siempre por parte nuestra, la hostia no me da jamás nada, no me defiende ni me ama. Ahora, si esto hago, o sea formar tantas Vidas mías en la hostia que nada me da, mucho más en quien vive en mi Voluntad. La diferencia entre mis Vidas Sacramentales y las tantas Vidas mías que formo en quien vive en mi Querer es incalculable, hay más distancia que la que existe entre el Cielo y la tierra. Primero porque no estamos jamás solos, y tener compañía es la más grande alegría, que hace felices a la Vida Divina y a la humana. Ahora, tú debes saber que cuando formo mi Vida en el pensamiento de la criatura que vive en mi Querer, siento la compañía de la inteligencia humana que me corteja, me ama, me comprende, y me da su memoria, la inteligencia, la voluntad en mi poder, y como en estas tres potencias fue creada nuestra imagen, me siento dar por compañía a nuestra eterna memoria, que no olvida jamás nada, siento la compañía de mi sabiduría que me comprende, y además la compañía de la voluntad humana fundida con la mía, que me ama con eterno amor. Cómo no multiplicar en cada pensamiento suyo otras tantas Vidas nuestras; cuando encontramos que más nos comprende y nos ama, podemos decir: ‘Encontramos nuestra ganancia.’ Porque por cuanta más Vida formamos, tanto más nos hacemos comprender, le damos duplicado Amor y nos ama de más. Si formamos nuestra Vida en la palabra, encontramos la compañía de la suya, y como nuestro Fiat es suyo, encontramos todos los prodigios que ha obrado cuando nuestro Fiat se ha pronunciado. Si la formamos en su respiro, encontramos su respiro que respira junto, y es la compañía de nuestro aliento omnipotente cuando al crearla le infundimos la vida. Si la formamos en su movimiento, encontramos sus manos que nos abrazan, nos estrechan fuerte, porque no nos quieren dejar más; si la formamos en los pasos, nos siguen por doquier. Qué bella compañía; quien vive en nuestra Voluntad no hay peligro de que nos deje jamás solos, ambos somos inseparables. Por eso el vivir en nuestro Querer es el prodigio de los prodigios, donde hacemos desahogo de nuestras tantas Vidas Divinas, hacemos conocer quienes somos, lo que podemos hacer, y ponemos a la criatura en orden con Nosotros, tal como la creamos, porque tú debes saber que estas nuestras Vidas llevan consigo mares de Luz, de Amor, mares de Sabiduría, de Belleza, de Bondad, que invisten a la criatura para hacerla poseer la Luz que siempre crece, que jamás se apaga, la Sabiduría que siempre comprende, la Belleza que siempre se embellece de más.
También debemos mencionar que la criatura tendrá el fruto completo no sólo de la Eucaristía, sino de todos los Sacramentos cuando viva en la Divina Voluntad:
Mayo 2, 1923
“…Padre, si no es dado este pan de tu Voluntad no podré jamás recibir todos los frutos de mi Vida Sacramental, que es el segundo pan que todos los días te pedimos; ¡oh! cómo se encuentra mal mi Vida Sacramental porque el pan de tu Voluntad no los alimenta, es más, encuentra el pan corrupto de la voluntad humana, ¡oh! cómo me da asco, cómo lo rehúyo, y si bien voy a ellos, pero los frutos, los bienes, los efectos, la santidad, no puedo darlos, porque no encuentro nuestro pan, y si alguna cosa doy es en pequeña proporción, según sus disposiciones, pero no todos los bienes que contengo, y mi Vida Sacramental espera pacientemente que el hombre tome el pan de la Voluntad Suprema para poder dar todo el bien de mi Vida Sacramental. Ve entonces cómo el Sacramento de la Eucaristía, y no sólo éste, sino todos los Sacramentos dejados a mi Iglesia e instituidos por Mí, darán todos los frutos que contienen y tendrán pleno cumplimiento cuando el pan nuestro, esto es, la Voluntad de Dios, se haga como en el Cielo así en la tierra.
Ahora, teniendo este panorama, debemos entender que al acercarnos al Sacramento, lo único que nos debe importar es el que éste nos conduzca hacia la vida en la Divina Voluntad. Y cuando la criatura ya vive en Ella, el acercarse al Sacramento de la Eucaristía debe ser como gozo, alegría y alimento a la Vida Divina que esta Voluntad está formando en nosotros, y sobre todo, darle a Jesús el fruto completo de este Sacramento, pues solamente estas criaturas pueden dárselo; para darle el amor que espera recibir; y nos debe empujar el deseo de que Jesús pueda ser liberado de los velos eucarísticos, y pase a consagrarse a Sí mismo en cada uno de nuestros actos, para que así, Jesús forme la Vida de su Querer en nosotros y nos pueda comunicar los bienes que posee su Vida completa; además, para que se pueda reconocer no sólo Él, sino la misma Trinidad en cada uno de nosotros; y finalmente, junto con Él darle al Padre las gracias, el amor, el reconocimiento, que Él mismo le dio por haber permitido que se quedara en el Sacramento.
Sin embargo, es triste el decirlo, cada vez que lo recibimos pensamos en nuestras cosas humanas: peticiones, actos de agradecimiento realizados con nuestra voluntad, etc., dejándolo solo y entristecido por no poder dar a las criaturas todos los bienes que su Vida encierra, y no poder formar en ellas vida real, perenne y total. Oigamos en qué soledad ponemos a Jesús al recibirlo Sacramentado:
Enero 18, 1933
“…Hija mía, sé fiel en no dejarme jamás solo, porque la pena de la soledad es la más oprimente, porque la compañía es el alimento del desahogo de quien sufre, en cambio sin compañía se sufre el dolor y se está obligado a sentir el hambre, porque falta quién le dé el desahogo del alimento, falta todo, y quizá falta quién pudiese ofrecer el alivio, aunque fuera una medicina amarga. Hija mía, cuántas almas me reciben Sacramentado en sus corazones y me ponen en soledad, me siento en ellas como dentro de un desierto, como si no les perteneciese, me tratan como extraño, ¿pero sabes por qué no toman parte en mi Vida, en mis virtudes, en mi santidad, en mis alegrías y en mis dolores? Compañía significa tomar parte en todo lo que hace y sufre la persona que le está cerca, por tanto recibirme y no tomar parte en mi Vida, es para Mí la soledad más amarga, y quedando solo no puedo decirle cuánto ardo en amor por ellas, y por eso queda aislado mi amor, aislada mi santidad, mis virtudes, mi Vida, en suma, todo es soledad en Mí y fuera de Mí. ¡Oh! cuántas veces desciendo en los corazones y lloro, porque me veo solo, y cuando desciendo, viéndome solo, me siento no atendido, no apreciado, no amado, tanto, que estoy obligado por su desatención a reducirme al silencio y a la tristeza, y como no toman parte en mi Vida Sacramental, me siento apartado en sus corazones, y viéndome que no tengo qué hacer, con paciencia divina e invencible espero la consumación de las especies sacramentales, dentro de las cuales mi Fiat eterno me había aprisionado, dejando apenas los rastros de mi descendimiento, porque nada he podido dejar de mi Vida Sacramental, quizá sólo mis lágrimas, porque no habiendo tomado parte en mi Vida faltaba el vacío donde poder dejar las cosas que me pertenecen, y que Yo quería poner en común con ellas. Por eso se ven tantas almas que me reciben Sacramentado y no dan de Mí, son estériles de virtud, estériles de amor, de sacrificio; pobrecillas, se alimentan de Mí, pero como no me hacen compañía quedan en ayunas. ¡Ay! en qué estrechura de dolor y de cruel martirio es puesta mi Vida Sacramental, muchas veces me siento ahogado de amor, quisiera liberarme y suspiro descender en los corazones, pero ¡ay de Mí! estoy obligado a salir de ellos más sofocado que antes. ¿Cómo podía desahogarme si ni siquiera han puesto atención a las llamas que me quemaban? Otras veces la plenitud del dolor me inunda, suspiro un corazón para tener un alivio a mis penas, ¡pero qué! quisieran que Yo tomase parte en las de ellas, no ellas en las mías…, y lo hago, escondo mis dolores, mis lágrimas para consolarlas, y Yo quedo sin el alivio suspirado. ¿Pero quién puede decirte los tantos dolores de mi Vida Sacramental, y cómo son más los que me reciben y me dejan en soledad en sus corazones, pero soledad amarga, que los que me hacen compañía? Y cuando encuentro un corazón que me hace compañía, pongo en comunicación mi Vida con ella, dejándole el depósito de mis virtudes, el fruto de mis sacrificios, la participación de mi Vida, y Yo la escojo como mi morada, para escondite de mis penas y como lugar de mi refugio, y me siento como correspondido por el sacrificio de mi Vida Eucarística, porque encuentro quién rompe mi soledad, quién me enjuga las lágrimas, quién me da libertad para que pueda desahogar mi Amor y mis dolores, son ellas quienes me sirven como especies vivientes, no como las especies sacramentales que nada me dan, solamente me esconden, el resto lo hago todo Yo solo, no me dicen una palabra que rompa mi soledad, son especies mudas. En cambio en las almas que me sirven como especies vivientes, desarrollamos la vida juntos, palpitamos con un solo latido, y si la veo dispuesta le comunico mis penas y continúo en ella mi Pasión, puedo decir que de las especies sacramentales paso a las especies vivientes para continuar mi Vida sobre la tierra, no solo, sino junto con ella. Tú debes saber que no están más en mi poder las penas, y les voy pidiendo por amor a estas especies vivientes de las almas, que me suplan en lo que a Mí me falta. Por eso hija mía, cuando encuentro un corazón que me ama y me hace compañía, dándome la libertad de hacer lo que quiero, Yo llego a los excesos, no me fijo en nada, doy tanto, que la pobre criatura se siente ahogar por mi Amor y por mis gracias, y entonces no queda más estéril mi Vida Sacramental cuando desciendo en los corazones, no, me reproduce, bilocando y continuando mi Vida en ella, y éstas son mis conquistadoras que suministran a este pobre indigente de penas, su vida y me dicen: ‘Amor mío, Tú tuviste tu turno de penas y terminó, ahora es mi turno, por eso déjame que te supla y que yo sufra en lugar tuyo.’ Y ¡oh! cómo quedo contento por esto, mi Vida Sacramental queda en su puesto de honor, porque reproduce otras Vidas suyas en las criaturas. Por eso siempre junto conmigo te quiero, a fin de que hagamos vida juntos y tú tomes a pecho mi Vida y Yo tome la tuya.”
Ya sabemos qué significa la Eucaristía, qué finalidad tiene, cómo debemos recibirla, para qué recibirla, así que no tenemos pretexto, el alma que quiera vivir de Divina Voluntad debe acudir a este Sacramento, tanto si está en camino de querer llegar a vivir en Ella, como si ya está haciendo vida. No hay pretextos, debemos ir con la conciencia clara de que se trata de darle a Jesús el fruto completo de su Vida Sacramental, y de recibir nosotros el fruto completo, que es ni más ni menos, que la propia divinización.
Que la Divina Voluntad los ilumine y los guíe para reproducir su Vida en ustedes.
[1] Jn. 6 54-ss. Jesús les dijo: En verdad, en verdad os digo, que si no comiereis la carne del Hijo del hombre, y no bebiereis su sangre, no tendréis vida en vosotros. Quien come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna; y yo le resucitaré en el último día. Porque mi carne verdaderamente es comida, y mi sangre verdaderamente es bebida. Quien come mi carne y bebe mi sangre, en mí mora, y yo en él.
[2] La Iglesia vive continuamente del sacrificio redentor, y accede a él no solamente a través de un recuerdo lleno de fe, sino también en un contacto actual, puesto que este sacrificio se hace presente, perpetuándose sacramentalmente en cada comunidad que lo ofrece por manos del ministro consagrado. Encíclica Ecclesia de Eucaristía, de S.S. Juan Pablo II
[3] La Iglesia vive de la Eucaristía. Esta verdad no expresa solamente una experiencia cotidiana de fe, sino que encierra en síntesis el núcleo del misterio de la Iglesia. Con razón ha proclamado el Concilio Vaticano II que el Sacrificio eucarístico es «fuente y cima de toda la vida cristiana» «La sagrada Eucaristía, en efecto, contiene todo el bien espiritual de la Iglesia, es decir, Cristo mismo, nuestra Pascua y Pan de Vida, que da la vida a los hombres por medio del Espíritu Santo» S. S. Juan Pablo II
[4] Carta enc. Redemptor hominis (15 marzo 1979), 20: AAS 71 (1979), 310.
[5] Carta ap. Dominicae Cenae (24 febrero 1980), 2: AAS 72 (1980), 115.
[6] Nicolás Cabasilas, La vida en Cristo, IV, 10: Sch 355, 270.
[7] Ninguna de las 2 formas es un vivir en Divina Voluntad, y en ninguna la criatura se funde en su Creador en una sola Vida.
[8] El sacrificio dura aún, el esfuerzo es continuo, si bien esfuerzo todo de amor, ¿y quieres saber dónde y cómo? En el Sacramento de la Eucaristía, en él el sacrificio es continuo, perpetuo, es la fuerza que hago al Padre para que use Misericordia con las criaturas y con las almas para obtener su amor, y me encuentro en continuo contraste de morir continuamente, si bien todas muertes de amor. Luisa Piccarreta, Vol. 4 12/03/03
[9] Una pequeña aclaración: Si así fuera, querría decir que Dios al crearnos tenía en su mente, como finalidad, el salvarnos, por lo que ya estaría predeterminado que el hombre iba a pecar y necesitar de la salvación. ¿Dios nos habrá creado para pecar? ¡BLASFEMIA el sólo pensarlo!
[10] Col. 1 16
[11] Por eso al crearlo no le di leyes, ni instituí Sacramentos, sino sólo le di al hombre mi Voluntad, porque era más que suficiente, estando en el principio de Ella, para encontrar todos los medios para llegar no a una santidad baja, sino a la altura de la santidad divina y así encontrarse en el puerto de su fin. Esto significa que el hombre no debía tener necesidad de otra cosa sino sólo de mi Voluntad, en la cual debía encontrar todo en modo sorprendente, admirable y fácil para hacerse santo y feliz en el tiempo y en la eternidad. Luisa Piccarreta, Vol 17 10/06/24
[12] Luisa Piccarreta 24/01/38
[13] Cfr también Vol. 12 25/12/20
[14] Gal. 2:20
[15] Se mostró también un río de agua de vida, claro como un cristal, que manaba del solio de Dios y del Cordero. En medio de la plaza de la ciudad, y de la una y otra parte del río estaba el árbol de la vida, que produce doce frutos, dando cada mes su fruto, y las hojas del árbol sanan a las gentes. Ap 22
[16] Cfr Vías de demostración de Dios, Suma Teológica Sto. Tomás de Aquino
[17] Esto no requiere demostración, pues basta ver la extensión de ella, confrontada con la pequeñez humana
Lección 027
Quince días han pasado desde nuestra última sesión, 15 largos días en que debemos haber meditado en nuestra propuesta, espero que hayan reflexionado acerca de esto, y que haya muchas almas que se dediquen a liberar a Jesús Eucarístico, para darle el pago que Él espera de sus criaturas.
Ahora prosigamos con nuestras sesiones. Hemos tratado de sobrevolar por los lineamientos generales del qué es y cómo se vive esta Divina Voluntad, ahora trataremos de analizar algunos aspectos muy particulares. El primero que quisiera tocar es el “Amor”.
Sabemos que Dios, siendo amor, nos creó puro amor, no podía obrar diferente, pues eso no hubiera sido una obra digna de Él.
“Hija mía, Yo soy Amor, e hice a las criaturas todo amor: los nervios, los huesos, las carnes, son tejidos de amor; y después de haberlas tejido de amor hice correr en todas sus partículas, como cubriéndolas con un vestido, la sangre, para darles vida de amor, así que la criatura no es otra cosa que un complejo de amor, y no se mueve por ninguna otra cosa sino sólo por amor; a lo más puede haber diversidad de amores, pero siempre por amor se mueve, puede haber amor divino, amor de sí misma, amor de criaturas, amor perverso, pero siempre amor, no pude hacer de otra manera porque su vida es amor, creada por el Amor Eterno, por lo tanto, llevada por una fuerza irresistible al amor, así que la criatura, aún en el mal, en el pecado, en el fondo debe tener un amor que la empuja a hacer ese mal. (Febrero 26, 1912)
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Con lo anterior, podemos estar seguros del por qué nuestra naturaleza tiende siempre al amor. Sin embargo, desconocemos nuestro origen, y utilizamos nuestra sustancia, nuestra esencia en cosas que no lo merecen, amando no sólo a las criaturas semejantes a nosotros, sino a las inferiores a nosotros, negándole a nuestro Creador la correspondencia merecida, volviéndolo infeliz.
Nos hemos acostumbrado a vivir «amando todo lo que nos gusta, nos satisface y nos da placer» lo cual nos lleva a pensar que se puede vivir amando a varios sujetos al mismo tiempo, que pueden ser personas, cosas, deseos, satisfacciones, etc., y dentro de todo este marco injertamos el amor a Dios, dándole una prioridad relativa, condicionada al propio criterio.
Para el hombre el amar la diversidad y el mayor número, significa plenitud, madurez, y difícilmente entendemos que esta diversidad de “amores” no significa plenitud, sino escasez, vacío, pero sobre todo incapacidad de los objetos “amados” para satisfacer la necesidad de «AMAR» que el hombre recibió de su Creador.
Incapacidad, así es, como ejemplo: Si amamos una persona, dependiendo de quién sea ésta y cuál su relación con nosotros, podrá satisfacer una parte de nuestra afectividad, pero quedan otras más sin llenar; amamos al hijo, pero dicho amor no llena el vacío del amor a la mujer o al hombre (esposos), etc., y así podríamos poner muchos ejemplos, y es por eso que, como dice San Agustín, nuestra alma anda inquieta.
…¡Ah, hija mía! ¿Cuál no será mi dolor al ver en las criaturas la propiedad de mi Amor que he puesto en ellas, profanado, contaminado en otro uso? Yo, para custodiar este amor salido de Mí y dado a las criaturas, me estoy en torno a ellas como un pobre mendigo, y conforme la criatura se mueve, late, respira, obra, habla, camina, le voy mendigando todo, y le pido, le suplico y le ruego que me dé todo a Mí diciéndole: “Hija, no te pido sino lo que te he dado, es por tu bien, no me robes lo que es mío: El respiro es mío, respira sólo para Mí; el latido, el movimiento son míos, late y muévete sólo por Mí, y así de todo lo demás”. Pero con sumo dolor soy obligado a ver que el latido toma un camino, el respiro otro camino, y Yo, el pobre mendigo, me quedo en ayunas, mientras que el amor de sí misma, de las criaturas, de las mismas pasiones, quedan saciados; ¿puede haber injusticia mayor que ésta? Hija mía, quiero desahogar contigo mi Amor y mi dolor, pues sólo quien me ama me puede compadecer”. (Febrero 26, 1912)
Debido a tantos siglos de incorrespondencia, esta característica que Dios usó para crearnos se ha distorsionado, y las ideas que tenemos acerca del amor y del cómo usarlo (amar) se han alejado del verdadero amor que Él quiere encontrar en nosotros, así que vayamos a analizar algunas de las características del verdadero amor:
Esta mañana, habiendo recibido la santa comunión, por un poco he visto a mi adorable Jesús, y yo, en cuanto lo vi le dije: “Dulce Bien mío, dime, ¿continúas amándome?”
Y Él: “Sí, pero soy amante y celoso, celoso y amante, más bien te digo que para ser perfecto el amor debe ser triple, y en Mí hay esta triple condición de amor:
Primero, te amo como Creador, como Redentor y como Amante. Segundo, te amo en mi omnipotencia. Tercero, te amo ab eterno.
Ahora, tú estás obligada a corresponderme este triple amor, amándome como tu Dios, en el cual te debes fijar toda tú, y no hacer salir nada de ti que no sea amor por Mí; amándome por cuenta tuya y por el bien que a ti te viene; y amarme por todos y en todos”. (Enero 11, 1902)
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¿Qué lugar ocupa Dios en esta gama de amores? No importa en qué lugar esté, lo único es que no es un amor total, de ahí la necesidad de analizar un poco qué amor quiere Él recibir.
“…Hija mía, el verdadero amor se olvida de sí mismo y vive a los intereses, a las penas y a todo lo que pertenece a la persona amada”.
Y de nuevo ha agregado que ahí está el sacrificio del verdadero amor, porque mientras se tiene a sí mismo debe vivir a todo lo que pertenece a la persona amada, es más, si se recuerda de sí mismo, este recuerdo debe servir para ingeniarse mayormente en cómo poderse consumir por el objeto amado, y el amado si ve que el alma se da toda a Él, la sabrá recompensar bien dándole todo Sí mismo y haciéndola vivir de su Vida Divina; así que quien todo olvida, todo encuentra”. (Noviembre 10, 1903)
Jesús quiere de nosotros un amor puro, y Él mismo nos dice cómo saber si tenemos o no este amor:
…Después continuaba mi te amo en el Fiat Divino, y pensaba entre mí: “¿Pero es puro mi amor?” Y mi amado Jesús ha agregado:
“Hija mía, para poderme dar un amor puro, una mirada a tu interior lo dice todo, si tu corazón palpita, suspira, desea sólo mi amor, si tus manos obran sólo por mi amor, si tus pies caminan sólo por amor, si tu voluntad quiere sólo mi amor, si tu inteligencia busca siempre cómo amarme; tu te amo con la palabra ¿sabes qué hace? Recoge todo el amor que tienes dentro de ti y hace uno sólo, y forma un acto de puro amor y completo a tu Jesús, así que tu palabra no hace otra cosa que externar la extensión del amor que tienes dentro de ti; pero si dentro no es todo amor, faltando la fuente pura de adentro, no puede ser ni amor puro, ni completo”. (Marzo 16, 1931)
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Otra característica del amor que desea, es que sea “SOLO”, ¿a qué se refiere?, veamos:
…“El verdadero amor debe ser solo; en cambio cuando está apoyado en algún otro, aunque sea santo, aunque sea persona espiritual, me da nausea y en lugar de contento me da amargura y fastidio, porque el amor sólo cuando es solo me da completo dominio y puedo hacer lo que quiero del alma; además el ser solo es de la naturaleza del verdadero amor. En cambio cuando no es solo, una cosa se puede hacer, pero otra no; es un dominio restringido que no me da plena libertad, y por lo tanto el amor se encuentra a disgusto y restringido”. (Julio 19, 1912)
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“Has comprendido como nadie me quiere, sin embargo esto es nada, dirijámonos a la clase religiosa y veamos si me quieren”.
Entonces me he encontrado en medio de sacerdotes, obispos, religiosas, consagrados; y Jesús con voz sonora ha repetido: “Ecce Homo”.
Y aquellos decían: “Lo queremos, pero queremos también nuestra conveniencia”. Otros: “Lo queremos, pero junto con el interés”. Respondían otros: “Lo queremos pero unido a la estima, al honor, ¿qué hace un religioso sin estima?” Replicaban otros: “Lo queremos, pero unido a alguna satisfacción de criatura, ¿cómo se puede vivir solo y sin que nadie nos satisfaga?” Y algunos llegaban a querer al menos la satisfacción en el sacramento de la confesión. Pero solo, solo, casi ninguno lo quería, no faltando también que alguno no se ocupara de hecho de Jesucristo.
Entonces todo afligido me ha dicho: “Hija mía, retirémonos, has visto cómo ninguno me quiere, o a lo más me quieren unido con alguna cosa que a ellos les agrada, Yo no me contento con esto, porque el verdadero reinar es cuando se reina solo”. (Marzo 6, 1903)
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Jesús quiere encontrar en el alma que lo ama, todo y a todos, o sea todas sus obras, pues si no es de esta manera, el amor se encontrará fragmentado, pero sobre todo no será “amor divino”, amor que salga de su Voluntad, y eso desea de nosotros, un amor a la par del suyo, por lo que sin su Voluntad, jamás podremos dárselo:
…»Hija mía e hija de mi Madre, cómo estoy contento de encontrar a la hija con mi Madre, y a la Mamá con la hija, porque Ella quiere que las criaturas me amen con su mismo amor, y se sirvan de su boca para besarme, y de sus brazos para abrazarme, quiere darles su maternidad para ponerme al seguro y hacer que me hagan de mamá. Encontrar a la Madre y a la hija que me aman con un solo amor, es para Mí el más grande contento, siento que ambas me dan un nuevo paraíso en la tierra. Pero esto no me basta, en quien vive en mi Voluntad quiero encontrar todo, si falta alguna cosa no puedo decir que esté completa mi Voluntad en la criatura; y no sólo quiero encontrar en su puesto de honor, de Reina y de Madre a mi Madre en ella, sino que quiero encontrar también a mi Celestial Padre y al Espíritu Santo, y haciendo suyo su Amor me ame con la inmensidad e infinitud de su Amor. Hija mía, dame el gusto de decirme que me amas con el Padre y con el Espíritu Santo.»
Jesús ha hecho silencio para esperar que le dijese como Él quería, y yo, si bien indigna, para contentarlo le he dicho: «Te amo en la Potencia y Amor inmenso del Padre, con el Amor interminable del Espíritu Santo, te amo con el amor con el cual te aman todos los ángeles y santos, te amo con el amor con el cual te aman o deberían amarte todas las criaturas presentes, pasadas y futuras, te amo por todas las cosas creadas y con aquel amor con el cual las creaste.» El amado Jesús ha dado un largo suspiro y ha agregado:
«Finalmente siento apagadas mis ansias de encontrar todo en la criatura: Encuentro nuestros mares de Amor que jamás terminan, encuentro las delicias de mi Mamá que me ama, encuentro todo y a todos, así que en quien vive en mi Voluntad debo encontrar todo y a todos, y a esta criatura la debo encontrar en todos. Y además, mi Padre Celestial me Generó en el amor, y a quien me ama y no deja escapar nada de nuestro Amor, me lo siento conmigo en acto de darme y recibir amor continuo.» (Abril 10, 1938)
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Otras características de nuestro amor para ser grato a sus ojos es la siguiente:
«Hija mía, mi Amor está simbolizado por el sol: El sol surge majestuoso, pero mientras parece que surge, él está siempre fijo y no surge nunca. Con su luz invade toda la tierra, con su calor fecunda todas las plantas, no hay ojo que de él no goce, se podría decir que casi no hay bien que sobre la tierra se encuentre que no venga de su benéfico influjo, ¿cuántas cosas no tendrían vida sin él? No obstante hace todo sin estrépito, sin decir ni siquiera una palabra, sin pretender nada, no da fastidio a ninguno, es más, no ocupa espacio alguno de la misma tierra que invade con su luz, el hombre puede hacer lo que quiera con ella, es más, mientras gozan del bien del sol no le ponen ninguna atención y lo tienen inobservado en medio de ellos. Así es mi Amor simbolizado por el sol: Como sol majestuoso surge en medio a todos, no hay mente que no esté irradiada con mi Luz, no hay corazón que no sienta mi calor, no hay alma que no esté abrazada por mi Amor. Más que sol me estoy en medio a todos; pero, ¡ay!, cuán pocos me ponen atención, estoy casi inobservado en medio de ellos, no soy correspondido y continúo dando luz, calor, amor; pero si algún alma me pone atención, entonces Yo me vuelvo loco, pero sin estrépitos, porque mi Amor, siendo sólido, fijo, veraz no está sujeto a debilidades. Así quisiera tu amor hacia Mí; y si así fuera vendrías a ser también sol para Mí y para todos, porque el verdadero amor tiene todas las cualidades del sol, en cambio el amor no sólido, no fijo, no veraz, es símbolo del fuego de acá abajo, sujeto a variedad, su luz no es capaz de iluminar a todos, y es una luz muy débil, mezclada con humo, su calor es limitado, y si no se alimenta con la leña se apaga y se vuelve cenizas, y si la leña es verde hace estrépito y humo; así son las almas que no son todas para Mí, ni mis verdaderas amantes, si hacen un poco de bien es más el estrépito que hacen, y más el humo que sale de sus acciones que la luz, y si no son alimentadas con algún afán humano, aun bajo aspecto de santidad, de conciencia, se apagan y se vuelven frías, más que cenizas, su característica es la inconstancia: Ahora fuego, ahora cenizas.» (Agosto 12, 1912)
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Y así podríamos seguir enumerando casi hasta el infinito las características del verdadero amor, pero basten éstas para hacernos entender hacia dónde encaminar nuestros pasos para lograrlo.
Lección 028
“Hija querida mía, todas las cosas que el alma hace en mi Voluntad y junto Conmigo, esto es, oraciones, acciones, pasos, etc., adquieren mis mismas cualidades, la misma vida y el mismo valor. MIRA, TODO LO QUE YO HICE EN LA TIERRA, ORACIONES, SUFRIMIENTOS, OBRAS, ESTÁN TODOS EN ACTO Y ESTARÁN ETERNAMENTE PARA BIEN DE QUIEN LOS QUIERA. Mi obrar difiere del obrar de las criaturas, pues conteniendo en Mí la potencia creadora, hablo y creo, así como un día hablé y creé el sol, y este sol está siempre lleno de luz y calor, y da siempre luz y calor sin disminuir jamás, como si estuviese en acto de recibir de Mí creación continua. Tal fue mi obrar en la tierra, conteniendo en Mí la potencia creadora, así como el sol está en continuo acto de dar luz, así las oraciones que hice, los pasos, las obras, la sangre derramada, están en continuo acto de rezar, de obrar, de caminar, etc., así que mis oraciones continúan, mis pasos están siempre en acto de correr hacia las almas, y así de todo lo demás, de otra manera, ¿qué gran diferencia habría entonces entre mi obrar y el de mis santos? (Septiembre 21, 1913)
«En acto» Esto lo vamos a seguir encontrando a lo largo de todos los dictados de nuestro Jesús. ¿Pero qué quiere decir que sus obras se encuentren en acto?
Para entender estas palabras, debemos adentrarnos en los terrenos de la filosofía, aunque de manera muy superficial, pero sin hacerlo difícilmente lograremos comprender lo que Jesús nos está diciendo:
Para Aristóteles las cosas del mundo son al mismo tiempo acto y potencia, en acto cuando se nos presentan tal como son en el momento presente; y en potencia, como una posibilidad de ser algo distinto a lo que son ahora, por ejemplo, un niño es un acto tal como es, pero ese niño está en potencia de ser un hombre adulto, algún día lo será en un futuro. Otra manera de estar en acto, es por ejemplo si nos encontramos sentados, podemos decir que nos encontramos en “acto” de estar en reposo, pero en nosotros tenemos la posibilidad de estar caminando, ya que en nuestro “ser” se encuentran todas las facultades para hacerlo, sin embargo este acto lo tenemos en “potencia”, porque no se está manifestando en el momento presente; de esta manera nos estamos presentando en el momento actual en reposo, y el caminar representa una posibilidad de presentarnos en forma distinta de la actual.
Cualquiera de las dos formas, representa un movimiento, un cambio del “ser”, lo cual puede ser un cambio de realidad, sin posibilidad de revertirlo: “de niño a hombre”. En el segundo ejemplo se trata de alternar entre diferentes posibilidades de manifestación del “ser”, poner en uso una función o potencia que se tenía oculta, y ésta puede dividirse a su vez en dos ramas: Activa y pasiva. En la activa no se requiere de una causa externa que active el cambio, como por ejemplo el alternar del reposo al caminar, donde es la propia voluntad la que lo lleva a cabo. La pasiva requiere de un agente exterior que motive el cambio o movimiento, como podría ser, por ejemplo: El llegar a poseer la ciencia; nuestra inteligencia se encuentra en potencia pasiva con referencia a ella, pero le es necesario recibir la actividad de dicho conocimiento, agente exterior que será la causa eficiente del cambio.
Sin embargo, activa o pasiva, ninguna potencia, como potencia, puede, por sí misma, pasar al acto, pues no es concebible que sea acto y potencia al mismo tiempo, así que se requiere la intervención del acto.
Como vemos, sea cual sea la manera de pasar de potencia al acto, equivale a requerir de un acto externo para modificarse, lo cual resulta inconcebible el aplicarlo a Dios. Además, sería un perfeccionarse, en el primer ejemplo, o un alternar sus acciones, lo cual dejaría vacíos en su obrar, aunque fuera por instantes, pero vacíos al fin y al cabo, lo que también resultaría absurdo.
Dios solo es Acto puro: eternamente todo lo que Él es, es enteramente e infinitamente realizado.
Para adentrarnos más y profundizar un poco, sería conveniente leer las cinco vías de demostración de la existencia de Dios de Santo Tomás de Aquino.
Pero volvamos a Luisa, donde Jesús, hablando de la Inmaculada Concepción de su mamá le dice:
“…Tú debes saber que mi Divinidad es un acto solo, todos los actos suyos se concentran en uno solo, esto significa ser Dios, el portento más grande de nuestra Esencia Divina, no estar sujeta a sucesión de actos, y si a la criatura le parece que ahora hacemos una cosa, y ahora otra, es más bien que hacemos conocer lo que hay en aquel acto solo, porque la criatura, incapaz de conocerlo todo de un solo golpe, se lo hacemos conocer poco a poco. Ahora, todo lo que Yo, Verbo Eterno debía hacer en mi asumida Humanidad, formaba un solo acto con aquel acto único que contiene mi Divinidad, así que antes de que esta noble Criatura fuese concebida, ya existía todo lo que debía hacer en la tierra el Verbo Eterno, por lo tanto, en el acto en que esta Virgen fue concebida, se alinearon en torno a su Concepción todos mis méritos, mis penas, mi sangre, todo lo que contenía la Vida de un Hombre Dios, y quedó concebida en los interminables abismos de mis méritos, de mi sangre divina, en el mar inmenso de mis penas”. (Diciembre 8, 1923)
«Hija mía, un acto solamente se puede llamar perfecto cuando encierra en sí todos los actos juntos, y sólo mi Voluntad encierra este acto perfecto, que mientras hace un acto solo, salen de este acto solo todos los actos posibles e imaginables que existen en el Cielo y en la tierra. Este acto solo de mi Querer es símbolo de una fuente, que mientras que la fuente es una, de ella brotan mares, ríos, fuego, luz, cielo, estrellas, flores, montes y tierra; de esta sola fuente sale todo. Ahora, Adán en el estado de inocencia y la Alteza de la Soberana Reina, poseyendo mi Voluntad, si amaban, en el amor encerraban la adoración, la gloria, la alabanza, la bendición, la oración; en el más pequeño de sus actos nada faltaba, corría la multiplicidad de las cualidades del acto solo de mi Supremo Querer, que haciéndoles abrazar todo en un acto daban a su Creador lo que le convenía, así que si amaban adoraban, y si adoraban amaban; los actos aislados que no abrazan todos los actos juntos no se pueden llamar perfectos, son actos mezquinos, que llevan mucho de voluntad humana. He aquí por qué sólo en el Fiat el alma puede encontrar la perfección verdadera en sus actos y ofrecer un acto divino a su Creador.» (Diciembre 6, 1926)
Así que Dios es un solo acto, en eso radica su grandeza. No tiene necesidad de nada externo para moverse, ya que TODO ÉL SE ENCUENTRA EN “ACTO CONTINUO”, no existe “potencia en Él.
Ahora, todo lo que Jesús hizo se encuentra inmerso en dicho acto único, está siempre en acto de darse a la criatura, por lo que debemos concluir que ésta, que se encuentra en acto de manifestar su “ser” humano, sin Dios, tiene la “potencia” de recibir la acción del acto divino, y adquirir el movimiento o transformación de su “ser”, pasando a adquirir las características de la causa eficiente (Dios), y lo único que se requiere para lograrlo es que la propia naturaleza se preste a recibirlo.
¿Confuso? Así parece, pero es la más grande realidad, difícilmente imaginada por el hombre, pero pensada, amada, querida por Dios, y recordemos que en Él no existe “potencia” de cambiar, por lo que todo está realizado, sólo resta aceptarlo.
¿Qué sucede con la criatura si lo acepta? La siguiente lectura nos dará un bosquejo de ello:
La Divina Voluntad es un acto solo, inmenso y eterno que contiene
todo junto: Creación, Redención, Santificación. Quien vive en la
Divina Voluntad posee este acto solo y toma parte en todas sus
obras, formando un acto solo con su Dios.
(1) Encontrándome en mi habitual estado, sentía a mi dulce Jesús moverse en mi interior, en acto de extenderse en mí, como si me pusiera en agonía; yo oía su estertor de agonizante y me sentía también yo agonizar junto con Él. Después de haber sufrido un poco junto con Jesús me ha dicho:
(2) “Hija mía, el pensar en mi Pasión, el compadecerme en mis penas me es muy grato, siento que no estoy solo en mis penas, sino que tengo junto Conmigo la compañía de la criatura, por causa de la cual Yo sufro y a la que amo tanto, y teniéndola junto Conmigo el sufrir se me hace más dulce. ¡Cómo es duro el aislamiento en el sufrir! Cuando me veo solo no tengo a quién confiar mis penas, ni a quién dar el fruto que mis penas contienen, y por eso quedo como ahogado de penas y de amor, y por eso mi amor no pudiendo más, vengo a ti para sufrir en ti y tú sufres junto Conmigo las penas de mi Pasión en acto, para repetir lo que Yo hice y sufrí en mi Humanidad. El repetir mi Pasión en acto en la criatura difiere de quien sólo piensa y compadece mis penas; lo primero es un acto de mi Vida que se pone en lugar mío para repetir mis penas, y Yo siento darme de nuevo los efectos, el valor de un Vida Divina; en cambio el pensar en mis penas y el compadecerme, es sólo la compañía que siento de la criatura. ¿Pero sabes tú en quién puedo repetir mis penas en acto de mi Pasión? En quien está como centro de vida mi Voluntad. Sólo mi Voluntad es un acto solo, que no tiene sucesión de actos; este acto único está como fijado en un punto que jamás se cambia, este punto es la eternidad, y mientras es un acto solo, es acto primero, acto interminable, sin embargo su circunferencia es tan inmensa que nada le puede escapar, abraza todo y a todos con un solo abrazo, partiendo todo de aquel acto primero como un solo acto; así que la Creación, la Redención y Santificación es un acto único para la Divinidad, y solamente porque es un acto solo tiene la potencia de hacer suyos todos los actos como si fueran uno solo. AHORA, QUIEN VIVE EN MI VOLUNTAD POSEE ESTE ACTO ÚNICO, Y NO ES MARAVILLA EL QUE TOME PARTE EN LAS PENAS DE MI PASIÓN COMO EN ACTO; EN ESTE ACTO ÚNICO ENCUENTRA COMO EN ACTO A SU CREADOR QUE CREA LA CREACIÓN, Y ELLA, FORMANDO UN ACTO SOLO CON SU DIOS, CREA JUNTO CON ÉL, CORRIENDO COMO UN SOLO ACTO EN TODAS LAS COSAS CREADAS, Y FORMA LA GLORIA DE LA CREACIÓN A SU CREADOR; SU AMOR BRILLA SOBRE TODAS LAS COSAS CREADAS, GOZA Y TOMA PLACER DE ELLAS, LAS AMA COMO COSAS SUYAS Y DE SU DIOS. EN AQUEL ACTO SOLO ELLA TIENE UNA NOTA QUE HACE ECO A TODO EL OBRAR DIVINO, Y DICE EN SU ÉNFASIS DE AMOR: ‘LO QUE ES TUYO ES MÍO, Y LO QUE ES MÍO ES TUYO; SEAN DADOS GLORIA, HONOR Y AMOR A MI CREADOR’. EN ESTE ACTO SOLO ENCUENTRA EN ACTO LA REDENCIÓN, LA HACE TODA SUYA, SUFRE MIS PENAS COMO SI FUERAN SUYAS, CORRE EN TODO LO QUE YO HICE, EN MIS ORACIONES, EN MIS OBRAS, EN MIS PALABRAS, EN TODO TIENE UNA NOTA DE REPARACIÓN, DE COMPADECIMIENTO, DE AMOR Y DE SUSTITUCIÓN A MI VIDA’. EN ESTE ACTO SOLO ENCUENTRA TODO, TODO LO HACE SUYO Y POR DOQUIER PONE SU CORRESPONDENCIA DE AMOR, POR ESO EL VIVIR EN MI VOLUNTAD ES EL PRODIGIO DE LOS PRODIGIOS, ES EL ENCANTO DE DIOS Y DE TODO EL CIELO, PORQUE VEN CORRER LA PEQUEÑEZ DE LA CRIATURA EN TODAS LAS COSAS DE SU CREADOR, Y COMO RAYO SOLAR UNIDO A ESTE ACTO SOLO SE DIFUNDE POR DOQUIER Y EN TODOS. POR ESO TE RECOMIENDO QUE JAMÁS, AUN A COSTA DE TU VIDA, SALGAS DE ESTE ACTO SOLO DE MI VOLUNTAD, A FIN DE QUE REPITA EN TI COMO EN ACTO, LA CREACIÓN, REDENCIÓN Y SANTIFICACIÓN.
(3) Mira, también la naturaleza contiene la semejanza de este acto solo: En la atmósfera el sol tiene un acto único, desde que fue creado por Dios hace siempre un acto solo, su luz, su calor están tan fundidos juntos que se vuelven inseparables el uno del otro, y está siempre en acto, desde lo alto, de mandar luz y calor, y mientras desde lo alto no sabe hacer otra cosa que un solo acto, la circunferencia de su luz que desciende a lo bajo es tan grande, que abraza toda la tierra, y con su abrazo produce innumerables efectos, se constituye vida y gloria de todas las cosas creadas. En virtud de este acto único tiene virtud de encerrar en sí cada planta, y suministra: a quién el desarrollo, a quién la maduración de los frutos, a quién la dulzura, a quién el perfume; se puede decir que toda la tierra mendiga del sol la vida, y cada planta, aun el más pequeño hilo de hierba implora del sol su crecimiento y cada fruto que deben producir, pero el sol no cambia jamás acción, se gloría de hacer siempre un acto solo.
(4) También la naturaleza humana contiene la semejanza de un acto solo, y ésta lo contiene el latido del corazón. Comienza la vida humana con el latido; éste hace siempre un acto único, no sabe hacer otra cosa que latir, pero la virtud de este latido, los efectos, son innumerables sobre la vida humana: Conforme late y a cada latido hace circular la sangre en los miembros, hasta en las partes extremas, y conforme late da la fuerza a los pies para caminar, a las manos para obrar, a la boca para hablar, a la mente para pensar; suministra el calor y la fuerza a toda la persona, todo depende del latido, tan es verdad, que si el latido es un poco débil se pierde la energía, las ganas de obrar; la inteligencia se disminuye, se llena de dolores y llega un malestar general; y si cesa el latido cesa la vida. La potencia de un acto solo continuamente repetido es grande, mucho más el acto único de un Dios Eterno, que tiene virtud de hacer todo con un solo acto. Por eso ni el pasado ni el futuro existen en este acto, y quien vive en mi Voluntad se encuentra ya en este acto único, y así como el corazón hace siempre un latido en la naturaleza humana, que se constituye vida de ella, así mi Voluntad en el fondo del alma late continuamente, pero con un latido único, y a medida que late le da la belleza, la santidad, la fortaleza, el amor, la bondad, la sabiduría. Este latido encierra Cielo y tierra, es como circulación de sangre, como circunferencia de luz se encuentra en los puntos más altos y en las partes más extremas. Donde este acto único, este latido del alma tiene pleno vigor y reina completamente, es un prodigio continuado, es el prodigio que sólo un Dios sabe hacer y por eso se descubren en el alma nuevos cielos, nuevos abismos de gracias, verdades sorprendentes. Pero si se le pregunta, ¿de dónde tanto bien? Respondería unida con el sol, junto con el latido humano y con el acto solo del Dios eterno: Hago una sola cosa, hago siempre la Voluntad de Dios y vivo en Ella, este es todo mi secreto y toda mi fortuna”.
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Lección 029
Con lo que hemos hablado hasta aquí sobre la Divina Voluntad, parecería que nos hemos adentrado bastante en el tema, sin embargo no es así, hasta ahora simplemente hemos planteado los lineamientos generales, una somera idea sobre qué es este vivir en Ella.
Luisa pasó 64 años de su vida confinada en una celda, la más pequeña que pueda existir: “su cama”, donde Jesús la visitaba casi a diario. En una ocasión, se queja con Jesús de que ya no le habla de su Voluntad, sino que todo era sobre las virtudes, por lo que ella dice a Jesús: “Hace ya mucho que no me hablas de tu Voluntad, y a mí me gusta más cuando me hablas de Ella, que cuando me hablas de otras cosas tuyas”.
Y Jesús le dice que está esperando a que la verdad anterior la pase como naturaleza, para decirle una nueva verdad.
Esto es exactamente lo que Él desea: que pongamos en práctica sus verdades, para que pueda comunicarnos nuevas revelaciones acerca de su Voluntad. Recordemos que estas enseñanzas no son conocimientos que se deban almacenar en la memoria para valernos de ellos en determinadas ocasiones, no…, son todo un plan de vida, mejor dicho, son la misma Vida Divina que quiere incorporarse como vida nuestra. La decisión es de nosotros, pues por parte de Él no hay cambio posible, una vez decidido no se muda jamás. Así que todo es nuestro – si lo queremos – y nadie podrá quitárnoslo.
Tomando en cuenta lo anterior, vamos a internarnos de lleno en los escritos, poco a poco, para ir descubriendo lo que realmente nos está pidiendo para darnos el gran don de su Voluntad. Todo lo anterior nos sirva como un mapa, donde se nos dice a qué lugar hay que llegar, así que ahora es tiempo de ponernos en marcha, no sin antes suplicarles que por ningún motivo dejen la lectura, pues ésta es la que nos hará crecer. Nos detendremos en puntos aislados, que son – desde mi punto de vista – neurálgicos, tanto para comprender como para vivir esta Divina Voluntad.
En ocasiones, tocaremos puntos ya tratados en las lecciones pasadas, sin embargo ahondaremos un poco más en ellos. Y una advertencia muy importante:
Iniciaremos con el debatido tema de las virtudes: “¿Son necesarias o no para entrar a vivir en la Divina Voluntad?” Si Jesús lleva a Luisa por el camino de ellas durante tantos años, señal segura – dicen algunos – que son importantes e imprescindibles para vivir en este ambiente. Iniciemos con este último punto:
¿Por qué nuestro Señor hace que su pequeña Hija de la Divina Voluntad, se entrene durante tantos años en ellas? Pongamos atención:
Dice Jesús: Tú debes saber que cuando vine a la tierra, vine a abolir las leyes antiguas, otras a perfeccionarlas, pero con abolirlas no me exenté de observar aquellas leyes, es más, las observé en el modo más perfecto, como no lo hacían los demás, pero debiendo unir en Mí lo antiguo y lo nuevo, quise observarlas para dar CUMPLIMIENTO – (según la RAE, Acción y efecto de cumplir o cumplirse) – a las leyes antiguas, poniéndoles el sello de la abolición y dar principio a la ley nueva que vine a establecer sobre la tierra, ley de gracia y de amor, en la cual encerraba todos los sacrificios en Mí, debiendo ser Yo el verdadero y el único sacrificado, por tanto todos los demás sacrificios no eran más necesarios, porque siendo Yo Hombre y Dios, era más que suficiente para satisfacer por todos. (Noviembre 8, 1923)
Comentario: La clave para entender lo anterior, se encuentra en la palabra «cumplimiento», por eso pusimos el significado que nos da la Real Academia de la lengua española. Dios había establecido después del fracaso de Adán en su prueba, el que para volver a darle al hombre los dones que él había perdido, primero tenía que venir el Redentor a pagar la deuda de todo el género humano, estableciendo que el hombre tenía que cumplir un determinado número de actos de arrepentimiento, de petición, de anhelo, suspiros, etc., para que se decretara su venida a la tierra, por lo que todos los hombres de aquel tiempo, Patriarcas, Profetas, etc., iban poniendo su granito de arena; sin embargo, difícil, por no decir imposible, le resultaba al hombre satisfacer las peticiones divinas, por lo que la venida del Verbo a la tierra se lleva a cabo “en la plenitud de los tiempos”. ¿Qué quiere decir esto?
Plenitud de los tiempos
“…Es costumbre de la Sabiduría Eterna establecer los actos de la criatura para dar cumplimiento al bien que le quiere hacer a ella, esto sucedió para que viniera a la tierra la Redención del Verbo Eterno, se necesitó el curso de cuatro mil años, y para este intervalo de tiempo estaban establecidos todos los actos que debían hacer las criaturas para disponerse a merecer el gran bien de la Redención, y todas las gracias y conocimientos que debía dar la Suprema Majestad para hacer conocer el mismo bien que debía llevar el descendimiento del Verbo en medio de ellas. He aquí el porqué de los Patriarcas, de los santos padres, de los Profetas y todos los buenos del antiguo testamento, los cuales, con sus actos debían hacer el camino, la escalera para llegar al cumplimiento de la Redención ansiada.
Pero esto no basta, por cuan buenos y santos eran sus actos, estaba el muro altísimo del pecado original que mantenía la división entre ellos y Dios. He aquí el por qué se necesitó una Virgen concebida sin mancha original, inocente, santa y enriquecida por Dios con todas las gracias, la cual hizo como suyos todos los actos buenos del curso de los cuatro mil años, los cubrió con su inocencia, santidad y pureza, de modo que la Divinidad veía aquellos actos a través de los actos de esta inocente y santa Criatura, la cual no sólo abrazó todos los actos de los antiguos, sino que Ella con los suyos los superó a todos, y por eso obtuvo el descendimiento del Verbo a la tierra.
Así que la Virgen completó todos los actos que se necesitaban para hacer descender el Verbo a la tierra; pero no terminó aquí, para hacer que el Redentor tuviera su campo de acción en la tierra, y para hacer que cualquiera que lo quisiera pudiera servirse de aquellos actos como monedas para comprarse el Cielo, se necesitaba el sello de la inocencia, santidad y Querer Divino, se necesitaba el sello del obrar del mismo Verbo para hacer subir al hombre al Cielo. Si el sello de la Virgen bastó para hacerme descender en medio de las criaturas, para hacer subir al hombre se necesitaba mi obrar divino; y he aquí por esto que Yo abracé e hice míos todos aquellos actos, suplí a todos, cumplí todo y por todos puse el sello divino a todos los actos buenos, desde el primero hasta el último hombre que vendrá a la tierra, y este sello fue hecho por Mí con penas inauditas y con el desembolso de mi sangre, y así di como Rey magnánimo la moneda a todos para comprarse el Cielo. Todo esto estaba establecido por la Sabiduría Increada, y ni siquiera un acto podía faltar de todo esto para venir a cumplimiento la Redención”. (Noviembre 12, 1925)
Tenemos ahora un cuadro diferente, María es la plenitud de los tiempos, porque Ella, con la Divina Voluntad que poseía en plenitud, satisface lo requerido por el Padre para el descendimiento del Verbo a la tierra; Jesús, que es la misma Divina Voluntad, satisface con sus actos lo pedido por la Divinidad para que el hombre pudiera tener acceso al Cielo, pero una vez CUMPLIDO con este requisito, pone fin a dicha época, a dichos requerimientos, y da paso a la nueva revelación: El Evangelio.
Continúa Jesús:
“Ahora hija mía, así como fue de la Redención así es de mi Voluntad; para hacerla conocer y hacerla reinar como acto primero de vida en la criatura, se necesita el cumplimiento de los actos pedidos por la Majestad Suprema para volver a dar la oportunidad de tenerla, actos de “santidad humana”, peticiones del Reino (Padres nuestros), y esto se logra nuevamente por medio de una criatura que posee la Divina Voluntad como vida, que gracias a Ella pueda satisfacer lo establecido por Dios:
Por eso dice a Luisa:
“También tú, a ejemplo de mi Celestial Mamá y del mío, debes en mi misma Voluntad abrazar todos los actos hechos en el antiguo testamento, los de la Reina del Cielo, aquellos hechos por Mí, aquellos que se hacen y que se harán por todos los buenos y santos hasta el último de los días, y a todos les pondrás tu sello de correspondencia de amor, de bendición, de adoración, con la Santidad y Potencia de mi Voluntad, nada te debe escapar. Mi Voluntad abraza todo, también tú debes abrazar todo y a todos, y poner en ellos en el primer puesto de honor, sobre todos los actos de las criaturas sólo mi Voluntad. Ella será tu sello, con el cual sellarás la imagen de mi Voluntad sobre todos los actos de las criaturas. Por eso tu campo es vasto; te quiero ver correr en mi Voluntad sobre todas las gracias y prodigios que hice en el antiguo testamento, para darme tu correspondencia de amor y de agradecimiento; en los actos de los patriarcas y profetas para suplir su amor; no hay acto en el que no te quiera encontrar, no me sentiría satisfecho ni contento si no te encontrase en todos los actos de las criaturas que se han hecho y se harán, ni tú podrías decir que has completado todo en mi Voluntad, te faltaría alguna cosa del verdadero vivir en mi Querer. Por eso sé atenta si quieres que la plenitud de la luz sea suficiente para poder iluminar con el Sol de mi Voluntad a todas las gentes.
Ahora querida hija mía, queriendo hacer de ti una imagen más perfecta de Mí y dar principio a una santidad tan noble y Divina, cual es el Fiat Voluntas Tua como en el Cielo así en la tierra, quiero concentrar en ti todos los estados de ánimo que han habido hasta ahora en el camino de la santidad, Y A MEDIDA QUE LOS PASAS Y LOS SUFRES, HACIÉNDOLO EN MI QUERER, YO LES DOY EL CUMPLIMIENTO, LOS CORONO Y EMBELLECIÉNDOLOS LES PONGO EL SELLO. TODO DEBE TERMINAR EN MI VOLUNTAD, Y DONDE LAS OTRAS SANTIDADES TERMINAN, LA SANTIDAD DE MI QUERER SIENDO NOBLE Y DIVINA, LAS TIENE POR ESCABEL A TODAS Y DAN A ELLA SU PRINCIPIO, por eso déjame hacer, hazme repetir mi Vida, y lo que hice en la Redención con tanto amor, ahora con más amor quiero repetirlo en ti, para dar principio a que mi Voluntad, sus leyes, sean conocidas, pero quiero tu querer unido y perdido en el Mío”. (Noviembre 12, 1925)
Ahora entendemos qué quiere decir dar cumplimiento, y Luisa, con la Divina Voluntad obrante en ella, cumple por todos nosotros, y ahora comienza otra etapa, el reino del Querer Divino.
No quisiera abandonar el tema, aunque tenga que extenderme un poco más, porque si no queda perfectamente claro, siempre tendremos la “tentación” de seguir actuando como antes, lo que dificultaría el establecimiento del Reino de Dios en nosotros.
Cuando la persona desea dirigir sus pasos hacia Dios, lo primero que nos proponemos es hacer uso de las virtudes, y de esta manera semejar nuestro actuar al de Jesús, y a esto es a lo que llamamos nuestra prueba.
Si en la Divina Voluntad no es necesario hacerlo, como estamos proponiendo, entonces la pregunta es: ¿Cuál será nuestra prueba?, y ¿con qué supliremos a las virtudes?
Veamos:
“Hija mía, cierto que no hay seguridad sin una prueba, y cuando el alma resiste a la prueba recibe la confirmación de mis designios y todo lo que le es de necesidad y conviene para desarrollar el estado al cual es llamada por Mí. Por eso quise probar a Adán, para confirmar su estado feliz y el derecho de rey sobre toda la Creación, pero como no fue fiel en la prueba, por justicia no podía recibir la confirmación de los bienes que quería darle su Creador, porque en la prueba el hombre adquiere el sello de la fidelidad, el cual lo pone en derecho de recibir los bienes que Dios había establecido darle en el estado al cual el alma era llamada por Él. Quien no es probado, se puede decir que no tiene ningún valor, ni ante Dios, ni ante los hombres, ni siquiera ante sí mismo; Dios no puede fiarse de un hombre sin prueba, él mismo, esto es, el hombre, no sabe qué fuerza tiene. Entonces, si Adán hubiese resistido a la prueba, todas las generaciones humanas habrían sido confirmadas en su estado feliz y de realeza. AHORA, YO, AMANDO CON AMOR TODO ESPECIAL A ESTOS HIJOS DE MI QUERER DIVINO, QUISE YO MISMO SOSTENER LA PRUEBA POR TODOS ELLOS EN MI HUMANIDAD, RESERVANDO PARA ELLOS LA SOLA PRUEBA DE NO HACERLOS HACER JAMÁS SU VOLUNTAD, SINO SOLO Y SIEMPRE LA MÍA, PARA RECONFIRMARLES TODOS LOS BIENES QUE SE NECESITAN PARA VIVIR EN EL REINO DE MI FIAT DIVINO; con esto les cerré todas las puertas de salida, los ungía de una fuerza invencible, de manera que nadie podrá entrar en los recintos altísimos de mi reino, porque cuando Yo mando que esta cosa no se haga, es una puerta que dejo por donde el querer humano puede hacer su salida, es una ocasión que la criatura tiene siempre, para poder salir de dentro de mi Voluntad, pero cuando digo: ‘De aquí no se sale’, todas las puertas quedan cerradas, la debilidad viene fortificada, y sólo le queda la decisión de entrar para no salir más, o bien, de hecho no entrar.
POR TANTO, PARA VIVIR EN EL REINO DE MI QUERER ESTARÁ SÓLO LA DECISIÓN, Y LA DECISIÓN LLEVARÁ EL ACTO CUMPLIDO. ( Abril 01, 1928)
Por último, la opinión de Jesús deberá ser concluyente:
Una premisa antes de comenzar: No se trata de ser NO ser virtuoso, sino de no poner atención a la virtud, sólo a la DV, y obrar con sus atributos.
… “¡Oh! el bello vivir en mi Querer, me agrada tanto, que HARÉ DESAPARECER TODAS LAS DEMÁS SANTIDADES, BAJO CUALQUIER OTRO ASPECTO DE VIRTUD EN LAS FUTURAS GENERACIONES, Y HARÉ REAPARECER LA SANTIDAD DEL VIVIR EN MI VOLUNTAD, que son y serán no las santidades humanas, sino divinas, y su santidad será tan alta, que como soles eclipsarán las estrellas más bellas de los santos de las pasadas generaciones, por esto quiero purgar la tierra, porque es indigna de estos portentos de santidad”. (Noviembre 20, 1917)
“Hija mía, mira cuánto te amo, he querido llenar todo tu corazón de la leche de la gracia y del amor, así que todo lo que dirás y harás no será otra cosa que el desahogo de la gracia de la que te he llenado. Tú nada harás, sólo pondrás tu querer en mi Voluntad y Yo haré todo; tú no serás otra cosa que el sonido de mi voz, la portadora de mi Querer, la destructora de las virtudes en modo humano y la que hará resurgir las virtudes en modo divino, selladas por un punto eterno, inmenso, infinito”. (Enero 07, 1921)
Habiendo leído un libro que trataba de las virtudes, mirándome a mí misma estaba pensativa porque no veía en mí ninguna virtud; si no fuera sólo porque quiero amarlo, lo quiero, lo amo, y quiero ser amada por Jesús bendito, nada, nada existiría en mí de Dios. Ahora, encontrándome en mi habitual estado, mi adorable Jesús me ha dicho:
«Hija mía, cuanto más el alma llega al término, para acercarse a la fuente de todo bien, cual es el verdadero y perfecto amor de Dios, donde todo quedará sumergido y sólo el amor existirá para ser el motor de todo, así el alma perderá todas las virtudes que ha practicado en el viaje, para encerrar todo en el amor y reposarse de todo para sólo amar”. (Octubre 16, 1905)
Yo encuentro todos los contentos en ellas, y doy todos los contentos a ellas, su vida es la vida de los bienaventurados, solamente dos cosas les interesan, desean, añoran: Mi Voluntad y el Amor. Poco tienen que hacer, mientras hacen todo, LAS MISMA VIRTUDES QUEDAN ABSORBIDAS EN MI VOLUNTAD Y EN EL AMOR, ASÍ QUE NO TIENEN MÁS QUÉ HACER CON ELLAS, PORQUE MI VOLUNTAD CONTIENE, POSEE, ABSORBE TODO, PERO EN MODO DIVINO, INMENSO E INTERMINABLE; ESTA ES LA VIDA DE LOS BIENAVENTURADOS.» (Marzo 15, 1912)
Perder las virtudes para adquirir los atributos divinos, no obrar con las limitaciones de la voluntad humana, aunque sea virtuosa, y adquirir el obrar ilimitado de los atributos de Dios, no más la bondad, la pureza, el amor, etc., humanos, sino hacer reaparecer sobre la tierra la Bondad, la Pureza, el Amor, etc., Divinos.
Nuestro obrar, de ahí en adelante perderá las imperfecciones propias de nuestra naturaleza, adquiriendo la perfección sublime de la Naturaleza Divina.
Dios quiera y haya quedado claro qué queremos decir con no más las virtudes, aunque en la próxima lección continuaremos hablando sobre el tema, y de esta manera dejar claro el panorama.
Lección 030
Pasaron ya los tiempos navideños, donde lo único que nos debería haber llevado al festejo, es el acontecimiento de la natividad de nuestro Redentor (Jesús), no otras ideas, donde se mezcla lo humano, tratando de opacar el punto central, “Jesús”.
Aparentemente olvidamos dar seguimiento a estas lecciones, lo cual no es real, nos dedicamos a revisar los 9 excesos de amor de Jesús en la novena de navidad, lo que es una profunda enseñanza de la actividad de Jesús redentor, y nos debería mover a reflexión, no sólo de lo que Él tuvo que pasar por nosotros, o sea de su pasión, sus sufrimientos, etc., todo lo cual lo enmarcamos en su AMOR por la criatura. Sin embargo, yo propondría otra perspectiva: pensemos en la finalidad que tendrá para su criatura, finalidad que lo lleva a cambiar su gloria que le corresponde por naturaleza, por el dolor, sufrimiento, ignominia, que le proporciona su misma criatura. ¿Cuál podrá ser dicha finalidad? ¿Qué tan grande serán sus designios sobre nosotros, que lo llevan a aceptar este cambio? Designios que por fuerza y decoro deben ser para Él, no solamente para el hombre, lo que nos daría una perspectiva errónea, la perspectiva del humanismo religioso.
Pensemos en lo que el hombre le QUITA a Dios al separarse de Él, y de esta manera nos estaremos acercando al centro, a la esencia del mismo Ser Divino, al AMOR. A esto nos ayuda todo lo que se expuso en la reflexión de lo que podemos darle como regalo en estas fechas, darle algo que NO TIENE EN EL CIELO, y que únicamente lo puede conseguir a través del alma viadora.
De hoy en adelante revisaremos los escritos de Luisa, partiendo del volumen 11, e iremos reflexionando sobre las verdades que nos son dadas para iniciar el cambio de perspectiva en la relación Dios–hombre. No sin antes pedirles que no omitan la lectura personal, y animarlos a que si existen dudas o comentarios, los expongan en el muro.
Jesús da inicio a sus enseñanzas con algo que es esencial para llegar a vivir en su Voluntad: «nuestra vida debe terminar» No más actos humanos, sino que de aquí en adelante deberá ser su Divina Voluntad la que tome el trabajo de vivir a través nuestro:
11-5
Febrero 18, 1912
Cómo quien vive de la vida de Jesús, puede decir que su vida ha terminado.
…(4) “Hija amada mía, viviendo tú de mi Vida, se puede decir que tu vida ha terminado, que no vives más, así que no viviendo más tú, sino Yo en ti, todo lo que te hacen, agradable o desagradable, Yo lo recibo como hecho propiamente a Mí; y esto lo puedes comprender porque ante eso que te hacen, agradable o desagradable, tú no sientes nada, esto significa que debe ser otro quien siente ese gusto o ese disgusto, ¿y quién otro lo puede sentir sino Yo que vivo en ti y que te amo tanto, tanto?”
Nuestra vida ha terminado, ¿qué quiere decir? En ocasiones resulta difícil entenderlo, por lo que por ahora intentemos ponerlo a nivel de las virtudes, de la “Obediencia”, lo cual nos resultará más sencillo, y podremos practicarlo fácilmente, logrando olvidarnos de nosotros mismos, para darle vida a Jesús en nosotros. Él nos dice el cómo:
11-29
Agosto 14, 1912
(2) “Hija mía, para que el alma pueda olvidarse de sí misma, debe hacer de manera que todo lo que hace y que le es necesario, lo haga COMO SI YO LO QUISIERA HACER EN ELLA: Si reza debe decir, es Jesús que quiere rezar, y yo rezo juntamente con ella; si debe trabajar, es Jesús que quiere trabajar, es Jesús que quiere caminar, es Jesús que quiere tomar alimento, que quiere dormir, que quiere levantarse, que quiere divertirse, y así de todo lo demás de la vida. SÓLO ASÍ PUEDE EL ALMA OLVIDARSE DE SÍ MISMA, PORQUE NO SÓLO HARÁ TODO PORQUE LO QUIERO YO, SINO QUE, PORQUE LO QUIERO HACER YO, ME NECESITA PROPIAMENTE A MÍ”.
Fácil, ¿no les parece? Un simple cambio de intención nos anula por completo, y aunque sigamos “vivos”, la realidad es que estamos “muertos”, pues lo que hagamos, lo hacemos porque es otro quien lo quiere hacer, y es otro quien lo lleva a cabo.
Claro está, se debe tener la firme convicción de que esto es una realidad, no una forma de hablar o pensar. Cuestión de “Fe”. No dudar por la simple razón de no entender, pues se debe recordar que para entender se debe creer, por lo tanto aquí tendremos oportunidad de practicar la “Fe” en modo heroico, pues estamos llegando al sacrificio supremo, que es la anulación de nuestro propio ser.
Los modos humanos nos llevarán a juzgar que todo es una simple intención, por lo que quedará como un buen deseo. Mentira. Si lo hacemos en modo humano, realmente quedará en eso, porque nuestra voluntad no tiene el poder de convertir el pensamiento o el deseo en acto, pero recordemos que para la Divina Voluntad no existen las intenciones, sino que todo se convierte en acto cumplido. Así que la intención es el alma de la acción:
33-33
Febrero 24, 1935
Entonces sentía que tocaba con la mano el gran Amor del Fiat Divino, y pensaba entre mí: «¿Cómo se puede vivir en Él, tal vez poniendo siempre la intención de vivir en Él?» Y mi siempre amable Jesús ha agregado:
«Mi buena hija, el vivir en mi Voluntad no son intenciones, las intenciones sirven cuando no se pueden hacer los actos, porque falta quien tiene virtud de dar vida a todo lo que de bien quiere hacer la criatura, y esto está fuera del vivir en mi Querer, y Yo doy el mérito a ellas no como actos, sino como santas intenciones. En cambio en mi Voluntad está la Virtud vivificadora, actora y obradora, de modo que todo lo que la criatura quiere hacer, encuentra quién forme la vida a sus actos, siente la Fuerza vivificadora que vivifica su acto y lo convierte en obra. Por eso en mi Voluntad todas las cosas cambian, todas las cosas poseen la vida, el amor, la plegaria, la adoración, el bien que se quiere hacer, todas las virtudes están llenas de vida, por lo tanto no sujetas a terminar, a cambiarse, porque quien les suministra la vida las tiene consigo para que hagan vida juntos, y Yo les doy el mérito de obras animadas por mi Voluntad. Qué diferencia entre las intenciones y las obras, la intención simboliza a los pobres, a los enfermos, que no pudiendo quisieran al menos con la buena voluntad ejercitar la caridad, propagar el bien, hacer quién sabe cuántas bellas cosas, pero la pobreza, la enfermedad, se los impiden y los hacen casi prisioneros, sin poder hacer el bien que quieren hacer. En cambio el obrar en mi Divina Voluntad simboliza al rico, que teniendo la riqueza a su disposición, la intención no tiene valor, porque si quiere puede hacer la caridad, puede ir donde quiere, puede hacer el bien a todos, ayudar a todos. Son tales y tantas las riquezas de mi Querer, que la criatura se pierde en Ella, y a manos llenas puede tomar lo que quiere para ayudar a todos, y sin hacer ni estrépito, ni ruido, casi como luz silenciosa lleva la ayuda y se retira”.
Con una sola frase: “Quien vive de la vida de Jesús, puede decir que su vida ha terminado”. Nos hemos adentrado no sólo en lo que significa vivir en la Divina Voluntad, sino que se comienza a entender cómo es que sin pensar en las virtudes, éstas se encuentran incluidas en este vivir, sin necesidad de poner atención a ellas. Hemos incluido ya la obediencia y la Fe. Ahora, si es Jesús quien vive en la persona, y es Él mismo quien da certidumbre a la Esperanza, pues es con su Vida, con sus sufrimientos, su muerte y resurrección que se forma Ésta, podemos afirmar que la Esperanza es Jesús mismo, por tanto la criatura viviendo de Él, practica la segunda virtud teologal: “Esperanza” en modo perfecto y total.
¿Y qué es lo que nos llevaría a emprender este camino de anulación de nuestra vida humana? Solamente el amor tiene esta capacidad, el amor da la fuerza para rechazar lo que nos pertenece, para vivir de todo aquello que le pertenece al Ser amado, más bien, no de lo que le pertenece, sino del mismo Ser amado. El amor logra la transformación de uno en el Otro, siendo éste el sostén de dicha vida. Y he aquí puesta en acción, de modo total y perfecto, la tercera virtud teologal, “el Amor”.
Nos encontramos ya sumergidos de lleno en Dios, pues Él es la Fe, la Esperanza y la Caridad (el Amor). Por lo tanto, el vivir en la Divina Voluntad es llevar a cabo estas tres virtudes de forma total, absoluta y perfecta.
2-73
Septiembre 19, 1899
(3)Después de esto me ha hecho ver su corazón y dentro tenía tres globos de luz distintos, que después formaban uno solo, y Jesús volviendo a hablar me ha dicho:
(4)“Los globos de luz que ves en mi corazón son la Fe, la Esperanza y la Caridad, que traje a la tierra para hacer feliz al hombre sufriente, ofreciéndoselos en don; ahora, también a ti te quiero hacer un don más especial”.
(5) Y mientras así decía, de aquellos globos de luz salían como tantos hilos de luz que inundaban mi alma, formando como una especie de red, y yo quedaba dentro.
(6) Y Jesús: “Mira en lo que quiero que ocupes tu alma: Primero vuela con las alas de la Fe y sumergiéndote en esa luz conocerás y adquirirás siempre nuevas noticias de Mí, tu Dios, pero al conocerme más tu nada se sentirá casi dispersa, y no tendrás donde apoyarte. Pero tú elévate más y arrojándote en el mar inmenso de la Esperanza, el cual son todos mis méritos que adquirí en el curso de mi vida mortal, y todas las penas de mi Pasión que también de ellas hice don al hombre, y sólo por medio de estos puedes esperar los bienes inmensos de la Fe, porque no hay otro medio para poderlos obtener. Entonces, sirviéndote de estos mis méritos como si fuesen tuyos, tu nada no se sentirá más dispersa y hundida en el abismo de la nada, sino que adquiriendo nueva vida quedará embellecida, enriquecida en modo tal de atraerse las mismas miradas divinas; y entonces no más tímida, sino que la Esperanza le suministrará el valor, la fuerza, de modo de volver al alma estable como columna, expuesta a todas las inclemencias del aire, como son las diferentes tribulaciones de la vida, que no la moverán nada, y la Esperanza hará que el alma no sólo se sumerja sin temor en las inmensas riquezas de la Fe, sino que se volverá dueña y llegará a tanto con la Esperanza, de hacer suyo al mismo Dios. ¡Ah! sí, la Esperanza hace llegar al alma hasta donde quiere, la Esperanza es la puerta del Cielo, así que sólo por su medio se abre, porque quien todo espera, todo obtiene. Entonces el alma, cuando haya llegado a hacer suyo al mismo Dios, súbito, sin ningún obstáculo se encontrará en el océano inmenso de la Caridad, y ahí llevando consigo la Fe y la Esperanza, se sumergirá dentro y hará una sola cosa Conmigo, su Dios”.
El camino para llegar a esto: “La Obediencia”.
Lección 031
Hemos mencionado en varias ocasiones, que para poder vivir en la Divina Voluntad es necesario abandonar todo lo humano, y entre todo lo que debe quedar atrás, se encuentran las virtudes.
Argumento rechazado por algunos, y no comprendido a plenitud por muchos, sin embargo en estas lecturas que vamos a repasar, queda muy claro el por qué se menciona lo anterior. Analicemos juntos las palabras de Nuestro Jesús:
11-6
Febrero 24, 1912
El alma que hace la Divina Voluntad pierde su
temperamento, y adquiere el temperamento
de Jesús. Sonrisa de Jesús.
…Entonces yo he agregado: “Amor mío, dime, y mi temperamento, ¿cuál es?”
Y Jesús: “Quien vive en mi Voluntad pierde su temperamento y adquiere el mío. Así que en el alma que hace mi Voluntad se descubre un temperamento afable, atrayente, penetrante, digno y a la vez sencillo, de una sencillez infantil, en suma, me asemeja en todo. Más bien, más todavía, tiene en su poder el temperamento como lo quiere y como se necesita, pues como vive en mi Voluntad toma parte en mi Potencia, por lo tanto tiene las cosas y a sí misma a su disposición, así que según las circunstancias y las personas con las que trata, toma mi temperamento y lo desarrolla”.
+ + +
Temperamento, según el diccionario de la Real Academia Española, quiere decir:
«Forma de ser predominante y prácticamente invariable de una persona. Manera de ser o de reaccionar de las personas»
Cabe añadir que se trata de un rasgo genético, con el cual se nace y NUNCA se podrá quitar. Existen múltiples temperamentos, quizá los más conocidos son el colérico (violento), el flemático (imperturbable), el pícnico (alegre), etc.
A este temperamento se le irán añadiendo con el tiempo, y dependiendo de la voluntad de la persona, ciertos rasgos que lo moderen o que lo adecuen a las determinadas situaciones de la vida; el resultado de esto se llama carácter, que no es otra cosa que el recubrimiento que se le pone, como a una pared, ya sea de ladrillo, de adobe, o cualquier otro material, a la cual, posteriormente se le coloca el aplanado de cualquier material. Resultado: una apariencia distinta a su verdadero ser, pero en el fondo seguirá siendo ladrillo, adobe, o cualquier material del que esté hecha. No cambia su esencia por el recubrimiento.
De la misma manera nuestro temperamento, es nuestra esencia en el actuar, y el recubrimiento depende de nuestra educación, principios, cultura, medio en que nos desenvolvemos, etc. Si la persona tiende al mejoramiento espiritual, acercándose a Dios, entonces los actos que deberá desarrollar para lograrlo van encaminados a la imitación de las actitudes de Jesús, y estos llevan el nombre de virtudes, las cuales tienen como cimientos las tres virtudes teologales (Fe, Esperanza y Caridad), y como aval a la gracia.
Como vemos, y fácilmente se comprende, son actos sujetos a medición, cuál más, cuál menos, y en un mismo individuo una virtud más desarrollada que otra, y en esto se fundamenta la santidad humana.
Jesús por su parte, teniendo en Él dos naturalezas, la humana (perfecto hombre) y la Divina (perfecto Dios) en una sola Persona, la Persona del Verbo, somete PERFECTAMENTE lo humano a lo divino, no dándole nunca la oportunidad de hacer un solo acto, ni aunque fuera virtud. ¿Entonces con qué actuaba? ¿Y de qué manera se comportaba en las diferentes situaciones que se le presentaban?
Lógicamente la Persona del Verbo eterno era la que tomaba la iniciativa y actuando con la parte divina, convertía en divino el actuar de SU parte humana.
¿Podemos demostrar lo anterior? Vayamos a leer el siguiente dictado:
11-9
Marzo 3, 1912
El temperamento de Jesús lo forma su Voluntad, y el
alma que hace la Voluntad de Dios toma parte en
todas las cualidades de su temperamento.
“…Hija mía, quien hace mi Voluntad pierde su temperamento y toma el mío, y como en mi temperamento hay tantas músicas que forman el paraíso de los bienaventurados, esto es: música es mi temperamento dulce, música es la Bondad, música la Santidad, música la Belleza, la Potencia, la Sabiduría, la Inmensidad, y así de todo lo demás de mi Ser…
+ + +
Como vemos, Jesús tiene en propiedad los atributos divinos, los usa en las situaciones que se le presentan, tomando el indicado para ese momento. No puede haber error en su actuar, es Dios mismo el que toma la iniciativa a través de sus propios atributos.
Por eso Jesús puede decir: «Ustedes creen que Yo he venido a hacer mis obras; se equivocan, es mi Padre que mora en Mí quien hace sus obras en Mí»
Ahora, si este temperamento de Jesús, o digámoslo mejor, el acto único de Dios, se convierte en la acción de la criatura, tomando las actitudes indicadas para cada momento de su vida, ¿qué podrá suceder con ella? Simplemente se diviniza a través de los actos suscitados por el acto único divino.
Y continuamos con la lectura anterior:
11-9
Marzo 3, 1912
…Entonces el alma tomando parte en todas las cualidades de mi temperamento, recibe en ella todas las variedades de estas músicas, y conforme va haciendo aun las más pequeñas acciones, me hace una música y Yo al oírla conozco inmediatamente que es música que el alma ha tomado de mi Voluntad, esto es de mi temperamento, y corro y la voy a oír, y me agrada tanto que quedo recreado y resarcido por todas las afrentas que me hacen todas las demás criaturas. Hija mía, ¿qué será cuando estas músicas pasen al Cielo? Al alma la pondré frente a Mí, Yo haré mi música y ella la suya, nos saetearemos recíprocamente, el sonido de uno será el eco del sonido de la otra, las armonías se confundirán, Y CON TODA CLARIDAD SE CONOCERÁ POR TODOS LOS BIENAVENTURADOS QUE ESTA ALMA NO ES OTRA COSA QUE FRUTO DE MI QUERER, PORTENTO DE MI VOLUNTAD, Y TODO EL CIELO POR ELLA GOZARÁ DE UN PARAÍSO DE MÁS.
+ + +
Pregunta obligada: ¿Qué pasaría si la criatura, llevada por algún impulso, costumbre, habito, aunque fuera santo, quisiera llevar consigo sus propias virtudes? Simplemente se pondría fuera de la Divina Voluntad, y Ésta no aceptaría continuar su Vida en la criatura, puesto que la quieren obligar a actuar con virtudes humanas imperfectas, dejando a un lado sus atributos divinos, lo que significaría vivir de voluntad humana, un humanizarse.
Un verdadero desatino el pensarlo, sin embargo hay quienes defienden esta tesis, que son necesarias las virtudes.
Qué ciertas son las palabras de Jesús, Él nos dice que para comprender la Divina Voluntad es necesario CREER, creer en lo que nos dice, y lo que dice es que las virtudes no tienen más que hacer con la criatura, que cuando ésta ha llegado a su Voluntad, ha sojuzgado todo, y no le queda otra cosa que gozársela (a su Voluntad).
Sin embargo, el hombre quiere corregirle la página a Dios, y ahora decimos que es necesario comprender para creer.
Verdadera locura.
Lección 032
Continuemos recorriendo el libro 11 de los escritos de la Divina Voluntad, es un libro que hemos catalogado como el libro del cambio, pues es en éste donde Jesús habla ya, abiertamente, de su Voluntad y de la enorme diferencia entre santidad humana y divina.
Vamos a detenernos en 2 lecturas, que a pesar de haberlas visto en pasadas lecciones, no por ello nos dejan de admirar, sobretodo que cada vez que las repasamos, se hacen patentes nuevos conceptos que no habíamos observado anteriormente. La primera de ellas es:
Marzo 15, 1912
Quien hace la Voluntad de Dios obra a lo Divino. La
Divina Voluntad es la Santidad de las santidades.
“…Hija mía, mi Voluntad es la Santidad de las santidades, así que el alma que hace mi Voluntad, por cuanto fuera pequeña, ignorante, ignorada, deja atrás a todos los demás santos, a pesar de los portentos, de las conversiones estrepitosas, de los milagros que hayan hecho, es más, confrontándolos, las almas que hacen mi Voluntad son reinas, y todas las demás están como a su servicio…
Asunto por demás importante: la sabiduría, la cultura, la forma de ser, la condición social, incluso económica, no son relevantes en lo que respecta al ejercicio de la santidad que nos propone Jesús, y el alma que se adentra en ésta, se eleva por encima de todas las demás santidades que han existido hasta el momento actual, sin importar qué hayan hecho, o quienes sean los que las hayan practicado. Y es muy lógico, puesto que todas han sido realizadas a través de actos de voluntad humana, meritorios, claro; aceptos a Dios, por supuesto…, pero ninguno puede decir que ha sido hecho por la mismísima Divina Voluntad, por tanto un acto divino. Ésta es la razón por la que Jesús, ante la pregunta que Luisa hace acerca de la santidad de Adán, contesta:
…Tú debes saber que verdaderamente Adán posee en el Cielo una gloria que a ningún otro, por cuan santo sea le es dada, fuera de la Mamá Celestial, porque ningún otro posee un solo acto en la unidad de mi Voluntad Divina… (Septiembre 10, 1928)
Poseer actos en la unidad de la Divina Voluntad, equivale a la inserción del acto humano en el Querer Divino, y que Éste sea el que lleve a cabo el acto en la criatura, por lo que se puede decir que la criatura posee actos que pertenecen a Dios. Lo que nos pone de manifiesto que dicha santidad se eleva por encima de cualquier otra santidad de criatura, exceptuando, claro está, a nuestra Madre Santísima y al mismo Jesús.
Continúa el dictado:
…”El alma que hace mi Voluntad parece que no hace nada, pero hace todo, porque estando en mi Voluntad obran a lo divino, ocultamente y en modo sorprendente”…
¡Parece que no hacen nada…! Qué acostumbrados estamos a las obras exteriores, casi todo lo valoramos en función de aquello que se ve, que tiene forma de medirse, y de acuerdo a lo grande o pequeño de dicha obra. Las personas que no llevan a cabo obras de esta índole pasan inadvertidas, jamás son tomadas en cuenta. Sin embargo, dichas personas son a menudo las más valiosas, y las que más han contribuido al bien de la humanidad; para muestra está nuestra Madre Santísima… no hizo ninguna obra visible, no milagros, no exterioridades, no era una mujer conocida, importante, de sociedad, todo fue interno, entre Ella y Dios, y gracias a ello pudo llevar a cabo la obra más grande que la humanidad haya conocido: “Dar vida al Redentor”. Otro ejemplo es Jesús mismo, Verbo eterno (2da Persona de la Trinidad) encarnado, viviendo en este mundo la nimiedad de 30 años, más nueve meses de estar en el vientre materno, sin darse a conocer, viviendo como uno más, llevando a cabo obras aparentemente humildes (recordemos que era carpintero), y sólo tres años dedicado a proclamar el evangelio, a mostrar quién era Él, y el último día de su Vida lleva a cabo su sacrificio para consumar la Redención.
Sin embargo, veamos que nos dice Él acerca de esto:
…”Hija, la vida oculta que hice en Nazaret no es valorizada por los hombres, sin embargo no podía haberles hecho más bien que con esa vida, después de la Pasión, porque abajándome Yo a todos aquellos actos pequeños y bajos, a aquellos actos que los hombres hacen en su vida diaria, como el comer, el dormir, el beber, el trabajar, el encender fuego, el barrer, etc., actos todos que nadie puede dejar de hacer, Yo hacía correr en sus manos una monedita divina y de precio incalculable. Así que si la Pasión los redimió, mi vida oculta cortejaba cada acción humana, aun la más indiferente, con mérito divino y de precio infinito”. (Agosto 14, 1912)
Esto es obrar a lo divino, y de esta misma manera, el alma que vive de su Voluntad, obra a lo divino, haciendo en su interior, junto con la Divinidad, todo lo que Ella hizo tanto en María como en Jesús, sin exterioridades, dando a la Santísima Trinidad todo el honor, la gloria y el amor debido, y consiguiendo méritos incalculables, no para ella, sino para toda la humanidad.
Continúa:
…”así que son luz que ilumina, son vientos que purifican, son fuego que quema, son milagros que hacen hacer los milagros, y quienes los hacen son sólo los canales, porque en ellas es donde reside la potencia para hacerlos, así que son el pie del misionero, la lengua de los predicadores, la fuerza de los débiles, la paciencia de los enfermos, el régimen de los superiores, la obediencia de los súbditos, la tolerancia de los calumniados, la firmeza en los peligros, el heroísmo de los héroes, el valor de los mártires, la santidad de los santos, y así de todo lo demás, porque estando en mi Voluntad concurren a todo el bien que puede haber en el Cielo y en la tierra. He aquí porqué puedo decir que son mis verdaderas hostias, pero hostias vivas, no muertas, porque los accidentes que forman la hostia no están llenos de vida ni fluyen a mi Vida, en cambio el alma está llena de vida, y haciendo mi Voluntad fluye y concurre a todo lo que hago Yo, he aquí por qué me son más queridas estas hostias consagradas por mi Voluntad que las mismas hostias sacramentales, y si tengo alguna razón de existir en éstas, es para formar las hostias sacramentales de mi Voluntad. Hija mía, es tanto el placer que tomo de mi Voluntad, que al sólo oír hablar de Ella me estremezco de alegría y llamo a todo el Cielo a hacer fiesta; imagínate tú misma qué será de aquellas almas que la hacen. Yo encuentro todos los contentos en ellas y doy todos los contentos a ellas, su vida es la vida de los bienaventurados, solamente dos cosas les interesan, desean, añoran: Mi Voluntad y el Amor…
Realmente sin comentarios, todo el obrar divino, y todo lo que Dios hace hacia la familia humana, sale ahora de esta afortunada criatura. ¿Se puede pensar en algo más grande?
Se hace una realidad el mandato de Jesús: «Sean santos, COMO mi Padre celestial es santo»
He aquí el por qué no tienen que llevar a cabo grandes empresas, no les es necesario, dando explicación a la parte final de dicho dictado:
…”Poco tienen que hacer, mientras hacen todo, las misma virtudes quedan absorbidas en mi Voluntad y en el Amor, así que no tienen más qué hacer con ellas, porque mi Voluntad contiene, posee, absorbe todo, pero en modo divino, inmenso e interminable; ésta es la vida de los bienaventurados…”
Todo lo anterior, aunque a primera vista parece difícil el entenderlo, Jesús lo resume en una pequeña frase: «No lo quieren comprender, que el todo está en darse todo a Mí y hacer en todo y siempre mi Querer»
Así es, no queremos comprender, porque para comprender debemos creer, y… ¡parece increíble…! Somos católicos, creemos en Dios, en Jesucristo, en el Espíritu Santo, en la Santísima Virgen, en la Iglesia católica, en una palabra, profesamos las verdades enunciadas en el “credo”, parece que creemos, pero creemos en la separación de Dios y la criatura, nos resulta muy cómodo esta postura, podemos seguir con nuestra misma vida de siempre, compromisos con Jesús, pero desde nuestra voluntad. Para decirlo rápidamente, queremos conservar lo nuestro, incluso aquellos que le pertenecen rechazan esta igualdad que nos ofrece:
Marzo 6, 1903
Jesús la lleva a ver el mundo y dice “Ecce homo”
(1) Después de haber esperado mucho, el bendito Jesús se hacía ver dentro de mi interior, diciéndome:
(2) “¿Quieres que vayamos a ver si las criaturas me quieren?”
(3) Y yo: “Seguro que te querrán; siendo Tú el Ser más amable, ¿quién tendrá la osadía de no quererte?”
(4) Y Él: “Vayamos y después verás lo que harán”.
(5) Nos hemos ido, y cuando llegamos a un punto donde había mucha gente, ha sacado su cabeza de dentro de mi interior y ha dicho aquellas palabras que dijo Pilatos cuando lo mostró al pueblo: “Ecce Homo”. Y comprendía que aquellas palabras significaban si querían que el Señor reinase como su Rey, y tuviese el dominio en sus corazones, en las mentes, y obras; y aquellos respondieron: “Quítenlo, no lo queremos, más bien crucifíquenlo, a fin de que sea destruida toda memoria suya”. ¡Oh, cuántas veces se repiten estas escenas! Entonces el Señor ha dicho a todos: “Ecce Homo”.
(6) Al decir esto sucedió un murmullo, una confusión, quién decía: “No lo quiero por Rey mío, quiero la riqueza, otro el placer, otro el honor, quién las dignidades y quién tantas otras cosas más. Con horror yo escuchaba estas voces y el Señor me ha dicho:
(7) “Has comprendido como nadie me quiere, sin embargo esto es nada, dirijámonos a la clase religiosa y veamos si me quieren”.
(8) Entonces me he encontrado en medio de sacerdotes, obispos, religiosas, consagrados; y Jesús con voz sonora ha repetido: “Ecce Homo”.
(9) Y aquellos decían: “Lo queremos, pero queremos también nuestra conveniencia”. Otros: “Lo queremos, pero junto con el interés”. Respondían otros: “Lo queremos pero unido a la estima, al honor, ¿qué hace un religioso sin estima?” Replicaban otros: “Lo queremos, pero unido a alguna satisfacción de criatura, ¿cómo se puede vivir solo y sin que nadie nos satisfaga?” Y algunos llegaban a querer al menos la satisfacción en el sacramento de la confesión. Pero solo, solo, casi ninguno lo quería, no faltando también que alguno no se ocupara de hecho de Jesucristo.
(10) Entonces todo afligido me ha dicho: “Hija mía, retirémonos, has visto cómo ninguno me quiere, o a lo más me quieren unido con alguna cosa que a ellos les agrada, Yo no me contento con esto, porque el verdadero reinar es cuando se reina solo”.
Lección 033
Jesús nos va abriendo un panorama diferente. Una santidad sin fronteras, sin la limitación de la naturaleza humana, donde la criatura se expande no en los límites de la materia, sino que rebasando su propia naturaleza, se interna en el ámbito del espíritu, no el espíritu humano creado, sino en el espiritual divino, en la potencia e infinitud de Dios, haciendo junto con el Creador lo que Él hace.
Todo esto se encuentra al alcance de la criatura, Dios ha decidido abrirnos sus secretos, y cuando Él habla es que quiere hacernos don de los bienes que su palabra contiene, jamás manifiesta una verdad, sino cuando quiere hacer don de ella, dando la vida y el bien que esa verdad contiene.
El trabajo de la Divina Voluntad ya se hizo realidad, sólo basta el de la criatura. Lo primero que deberá hacer es conocer dichas verdades, y éstas se encargarán de formar tantos dulces encantos, que la criatura, sorprendida, quedará conquistada e investida por la luz del eterno Querer, porque no se necesita otra cosa para que venga su reino, que el que las dos voluntades se besen, que una se pierda en la otra, la Divina para dar y la humana para recibir.
Este perderse la una en la otra se lleva a cabo por el “Amor”. Dios ama a tal grado a su criatura, que está dispuesto a darle su propia Vida, a ponerse a su disposición, y gracias a la vida, pasión, muerte y resurrección de Jesús, conocemos de lo que es capaz este amor divino, pero desafortunadamente no es capaz de transformar al hombre, siendo él mismo quien deberá hacerlo, quien deberá decidir aceptar el trato que se le propone.
¿Qué necesitamos entonces para lograrlo? Llegar al amor, más bien, transformarnos en amor, pues sólo el amor es lo que transforma al alma en Dios y la forma una sola cosa con Él. Así que sólo el amor es lo que triunfa sobre todas las imperfecciones humanas, el único que consume lo que impide que el alma llegue a tomar Vida Divina en Dios, las otras virtudes, por cuan altas y sublimes sean, hacen siempre distinguir a la criatura y al Creador.
Ya conocemos el camino, camino que inicia con el conocimiento, continúa con la confianza, la cual, sin el conocimiento es imposible lograrla. Una vez conseguida ésta, el siguiente paso es el amor por el ser conocido al cual se le brindó toda la confianza.
Aparentemente ahí termina la labor de la criatura, pero, si esto fuera verdad, ¿qué sucedería? Veamos:
1.- Si el conocimiento de Dios se quedara solamente en la inteligencia, lo que sucedería es que tendremos un soberbio espiritual.
2.- Si lograra pasar al sentimiento (corazón) y se quedara ahí, se habría formado entonces un fanático.
Por lo que tanto el conocimiento como el sentimiento se deben transmitir a la voluntad, para hacer de ello vida, sucediendo entonces que todo lo divino se transforma en naturaleza de la criatura, recibiendo en sí al Todo que es Dios, el cual transformará la nada de la criatura.
Dice Jesús: “Hija mía, el Amor quiere encontrar a las almas liberadas de todo, de otra manera no puede vestirlas con el vestido del amor, sucedería como a alguien que queriendo ponerse un vestido lo encuentre lleno de estorbos por dentro, por lo tanto no se lo puede poner, quiere sacar un brazo y encuentra un estorbo, así que el pobrecito, o debe dejar de intentarlo o hace el ridículo. Así el Amor, cuando quiere vestir al alma de Sí, si no encuentra al alma escombrada de todo, amargado se retira”.
Despojados de todo acerquémonos con la voluntad, y así Él podrá realizar el más grande milagro que la potencia divina puede llegar a realizar:
(3) Y deteniéndose un poco ha agregado: “La mira que tengo sobre ti no es de cosas prodigiosas, y de tantas otras cosas que podría obrar en ti para mostrar mi obra, sino que MI MIRA ES ABSORBERTE EN MI VOLUNTAD Y HACERTE UNA SOLA COSA CON ELLA, Y HACER DE TI UN EJEMPLAR PERFECTO DE UNIFORMIDAD DE TU QUERER CON EL MÍO. ESTE ES EL ESTADO MÁS SUBLIME, ES EL PRODIGIO MÁS GRANDE, ES EL MILAGRO DE LOS MILAGROS LO QUE DE TI QUIERO HACER. (3-73)
Para recibir los beneficios de la presencia de
Jesús, hay que acercarse a Él con la voluntad.
(1) Continuando mi habitual estado, en cuanto el bendito Jesús ha venido me ha dicho:
(2) “Hija mía, Yo estoy con las almas, dentro y fuera, pero ¿quién experimenta los efectos? Quien se acerca con su voluntad a la mía, quien me llama, quien reza, quien conoce mi Poder y el bien que puedo hacerle, de otra manera sucede como a aquél que tiene agua en su casa pero no se acerca para tomarla y beber, a pesar de que está el agua no goza del beneficio del agua y arde por la sed; así si siente frío, y a pesar de que hay fuego no se acerca a él para calentarse, no gozará el beneficio del calor, y así de todo lo demás. ¡Cuál no es mi desagrado, que mientras quiero dar no hay quien tome mis beneficios!” (11-36)
En estas pocas palabras se han encerrado prodigios inauditos. Se requiere constancia y mucha Fe para conseguir su posesión, y sobre todo NINGUNA REFLEXIÓN SOBRE SÍ MISMO.
11-35
Las reflexiones, las preocupaciones sobre sí
mismo, aun sobre el bien, para quien
ama a Dios son tantos vacíos que forman al amor.
(1) Estaba diciendo a mi siempre amable Jesús: “Mi único temor es que Tú me pudieras dejar, retirándote de mí”.
(2) Y Jesús: “Hija mía, no puedo dejarte porque tú no haces ninguna reflexión sobre de ti misma, ni tomas ningún cuidado de ti; las reflexiones, los cuidados personales aun sobre el bien, para quien me ama de verdad son tantos vacíos que forma al amor, por lo tanto mi Vida no llena toda, toda el alma, estoy como al margen, en un rincón y me dan así ocasión de darme mis escapadas; en cambio quien no es llevado a las reflexiones de los cuidados propios, y piensa sólo en amarme, y toma cuidado sólo de Mí, Yo lo lleno todo, no hay punto de su vida en que no encuentre la mía, y queriendo darme mis escapadas debería destruirme a Mí mismo, lo cual no puede ser jamás.
(3) Hija mía, si supieran las almas el mal que hacen las reflexiones propias, encorvan al alma, la abajan, la hacen tener el rostro vuelto hacia sí mismas, y mientras más se miran más humanas se vuelven, más reflexionan, más sienten las miserias y más empobrecen, en cambio el solo pensamiento de Mí, en amarme, en estarse toda abandonada en Mí, hace recta al alma, y con tener el rostro dirigido a mirarme sólo a Mí, se elevan y crecen; más me miran más divinas se hacen, mientras más reflexionan sobre Mí más se sienten ricas, fuertes y valerosas”.
(4) Después ha agregado: “Hija mía, las almas que están unidas con mi Querer y que me hacen hacer mi Vida en ellas y piensan sólo en amarme, están unidas Conmigo como los rayos al sol; ¿quién forma los rayos? ¿Quién les da vida? El sol; si el sol no pudiera formar los rayos no podría extender su luz ni su calor, así que los rayos ayudan al sol a hacer su curso y lo embellecen de más. Así Yo, sólo por medio de estos rayos que forman una sola cosa Conmigo, me extiendo sobre todas las regiones y doy luz, gracia, calor, y me siento más embellecido que si no los tuviera.
(5) Ahora, ¿se podría preguntar a un rayo de sol cuántos caminos ha hecho, cuánta luz, cuánto calor ha dado? Si tuviera razón respondería: “No me quiero ocupar de esto, lo sabe el sol y basta; pero si hubiera otras tierras a las cuales dar luz y calor los daría, porque el sol que me da vida, a todo puede llegar”. Y si el rayo quisiera reflexionar, volverse hacia atrás a lo que ha hecho, perdería su curso y se oscurecería. Así son mis almas amantes, son mis rayos vivientes, no reflexionan sobre lo que hacen, estarse en el Sol Divino es toda su intención, y si quisieran reflexionar les sucedería a ellas como al rayo del sol y mucho perderían”.
+ + +
Un tema dentro de la Divina Voluntad que resulta apasionante, es: ¿qué podrá esperar Jesús del vivir la criatura en su Voluntad? Luisa misma se lo pregunta de la siguiente manera:
Mi pobre y pequeña inteligencia la sentía llena por tantos pensamientos respecto a la Divina Voluntad, y pensaba entre mí: «¿Y por qué Jesús tienen tanto interés, insiste, suspira, pide y quiere que se pida que venga a reinar su Divina Voluntad? Es verdad que para la criatura será la adquisición más grande, tener un su poder un Querer inmenso, una Potencia que no se agota jamás, un Amor que siempre arde, una Luz que no se extingue jamás, una Santidad que da en lo increíble y siempre crece, se puede decir que no le queda otra cosa qué desear ni poseer, porque todo lo posee, pero para Dios, ¿CUÁL PUEDE SER SU GANANCIA, SU GLORIA, SU HONOR?
La respuesta que le es dada, no sólo sorprende, sino que llena de estupor dada la grandeza de ella para Dios, y la inmedible ganancia para la criatura, oigamos:
«…Hija mía, hija amadísima de mi Voluntad, la razón, la causa, la finalidad por la que tanto suspiro que mi Divina Voluntad tome su puesto, su dominio y la haga de soberano en la criatura, ES PORQUE NUESTRO ENTE SUPREMO VA EN BUSCA DE ENCONTRARSE A SÍ MISMO EN LA PEQUEÑEZ HUMANA. Piensa bien qué significa un Dios que va en busca de Sí mismo, pero, ¿dónde? ¿Tal vez en la extensión de los cielos? No. ¿En la inmensidad de la luz que llena toda la tierra? No. ¿Acaso en la multiplicidad de las aguas del mar? No. Sino en el pequeño corazón humano; queremos esconder nuestra Inmensidad, nuestra Potencia, nuestra Sabiduría y todo nuestro Ser Divino en la criatura”. (32-15)
Para llegar a tener una visión exacta de lo que esto significa, debemos recorrer lentamente los escritos de Luisa, tratando de encontrar lecturas que nos vayan guiando en esta dirección, e irlas uniendo para que las verdades vertidas en ellos hagan camino en nuestra mente, y una vez comprendidas pasarlas a nuestra voluntad, donde se convertirán en naturaleza nuestra. Así que iniciemos por el libro 11:
(1) Continuando mi aflicción decía entre mí: “No me reconozco más, dulce vida mía, ¿dónde estás? ¿Qué cosa debería hacer para reencontrarte? Faltando Tú, amor mío, no encuentro la belleza que me embellece, la fortaleza que me fortifica, la vida que me vivifica, me falta todo, todo es muerte para mí, y la misma vida sin Ti es más desgarradora que cualquier muerte, ¡ah, es siempre morir! Ven Jesús, no puedo más. ¡Oh luz suprema, ven, no me hagas esperar más! Me haces sentir los toques de tus manos, y mientras hago por asirte me huyes; me haces ver tu sombra, y mientras hago por mirar dentro de la sombra la majestad, la belleza de mi Sol Jesús, pierdo sombra y Sol. ¡Ah, piedad, mi corazón está atormentado, está desgarrado en pedazos, no puedo vivir más! ¡Ah, si pudiera morir al menos!” Mientras esto decía, en cuanto ha venido mi siempre amable Jesús me ha dicho…:
A estas alturas, para Luisa, Jesús no sólo era el ser amado, no sólo se queja por no verlo, por el ansia de tenerlo cercano y de forma que sus sentidos pudieran tener contacto con Él, pues si ponemos atención, refiere a Jesús todo lo que ella es, y al no tenerlo en forma sensible, ella no se visualiza más, pues es un reflejo de Él. Las enseñanzas de su Jesús han comenzado a desarrollar su efecto, aunque aún siente su propio ser, pues si no lo ve ella no se reconoce más. Razón por la que Jesús inicia su enseñanza de la siguiente manera:
…(2) “Hija mía, estoy aquí dentro de ti, SI QUIERES RECONOCERTE VEN EN MÍ, Y DENTRO DE MÍ VEN A RECONOCERTE; SI VIENES EN MÍ A RECONOCERTE TE PONDRÁS EN EL ORDEN, PORQUE EN MÍ ENCONTRARÁS TU IMAGEN HECHA POR MÍ Y SEMEJANTE A MÍ, ENCONTRARÁS TODO LO QUE SE NECESITA PARA CONSERVAR Y EMBELLECER ESTA IMAGEN, y viniendo a reconocerte en Mí, reconocerás también al prójimo en Mí, y viendo cómo te amo a ti y cómo amo al prójimo, te elevarás al grado del verdadero amor divino, y todo, dentro y fuera de ti, las cosas tomarán el verdadero orden, que es el orden divino…
Aparentemente la afirmación que le hace Jesús parece un poco disparatada, ¿cómo es posible que ella y todos nosotros debamos reconocernos en Él? No se trata de verlo como modelo a seguir, lo cual nos daría semejanza en acciones, alguno más, otro menos, pero sería totalmente entendible su afirmación; si nos fijamos bien en sus palabras, dice «encontrarás tu imagen hecha por Mí» Hecha por Mí, es la afirmación, de esta manera no nos deja opción, solamente ser lo que Él ya hizo, y si lo hizo Él, entonces es perfecto, no puede ser desemejante.
¿Cuándo la hizo? Y, si debe ser lo que Él decide, ¿dónde queda la libertad?
Debemos recordar que la santidad del vivir en el reino del Fiat Supremo, es divina, y que la criatura por medio de ésta, desarrollará una Vida Divina. Pero, ¿cómo puede ser posible que una criatura humana pueda llegar a desarrollar una Vida Divina? La única respuesta es que ésta Vida haya sido sacada por quien tiene la Divinidad, y la haya dejado a disposición de nosotros, y aquí está el uso de nuestra libertad, pues solamente optando por ésta Vida LIBREMENTE, es como se puede pasar como naturaleza de la criatura, pues si fuera forzada, ya no sería Divina, pues Dios es libre, y por fuerza la Vida de la criatura debe ser libre. Jesús le dice a Luisa:
«Pequeña hija de mi Querer, esta Luz inmensa que ves es mi Suprema Voluntad, de la cual nada escapa. Tú debes saber que al crear el cielo, el sol, las estrellas, etc., a todo le fijé sus límites, su lugar, su número, no pueden crecer ni decrecer, todas las cosas las tengo como en un puño. ASÍ AL CREAR AL HOMBRE, AL MISMO TIEMPO CREÉ TODAS LAS INTELIGENCIAS Y CADA UNO DE LOS PENSAMIENTOS, TODAS LAS PALABRAS, LAS OBRAS, LOS PASOS Y TODO LO DEMÁS DEL HOMBRE, DESDE EL PRIMERO HASTA EL ÚLTIMO QUE DEBERÁ EXISTIR, Y ESTO ERA CONNATURAL EN MÍ, MUCHO MÁS QUE YO MISMO DEBÍA SER ACTOR Y ESPECTADOR HASTA DE UN PENSAMIENTO; Y SI EL HOMBRE NO LO PODÍA HACER SIN MÍ, ¿CÓMO NO DEBÍA YO SABERLO Y CONOCER HASTA EL NÚMERO? ASÍ QUE EN MI VOLUNTAD NADA TODO EL OBRAR DE LAS CRIATURAS, COMO LOS PECES NADAN DENTRO DE UN VASTO MAR. Pero habiendo creado al hombre no esclavo, sino libre, porque no era decoroso para Mí, ni obra digna salida de mis manos, si hiciera salir a este hombre atado, sin libertad, ni podría decir hagámoslo a nuestra imagen y semejanza si no lo hacía libre; quería dotarlo con la libertad. Yo era libre, libre también él, pues no hay cosa que más torture a una persona que dar un amor forzado, además causa desconfianza, sospechas, temores y casi asco en quien lo recibe. Ve dónde tiene origen cada acto de criatura, aun un pensamiento: En la Santidad de mi Voluntad. Con esta diferencia, que si el hombre quiere, ese pensamiento, palabra, etc., puede hacerlo bien o mal, santo o perverso. Ahora, mi Voluntad tuvo un dolor al ver en tantos, cambiados sus actos, de los cuales era actora, en actos mortales para Mí y para ellos, por eso quise que mi Voluntad haciéndose doblemente actora de cada acto, extendiera sobre todos otro acto divino, que debía corresponderme según la Santidad de mi Voluntad con otros tantos actos divinos; pero se necesitaba alguien para hacer esto, y he aquí a mi Humanidad Santa, libre también Ella, que no queriendo otra vida que la sola Voluntad Divina, nadando en este mar inmenso iba duplicando cada pensamiento, palabra y obra de criatura, y extendía sobre todo un acto de Voluntad Divina, y esto daba satisfacción y glorificaba al Padre divino, de modo que Él pudo mirar al hombre y abrirle las puertas del Cielo, y Yo anudaba con más fuerza a la voluntad humana, dejándola siempre libre de no separarse de la Voluntad de su Creador, causa por la que se había precipitado en tantas desgracias. (14-73)
Y ahora las cosas son aún más grandes: La primera Vida fue hecha por la Segunda Persona de la Santísima Trinidad desde toda la eternidad. Pero debido al pecado original, ahora es necesario hacer una reparación, o sea pagar por todos los actos humanos realizados sin la unión de la Divina Voluntad, y volver a hacer lo hecho desde la eternidad, y esto lo lleva a cabo la misma Segunda Persona de la Trinidad (Verbo) pero encarnado (Jesús).
Y dicho sea de paso, esto aclara una frase de San Pablo que dice:
“Por cuanto somos hechura suya en la gracia como lo fuimos en la naturaleza, creados en Jesucristo para obras buenas, preparadas por Dios desde la eternidad para que nos ejercitemos en ellas y merezcamos la gloria”. (Ef. 2:10)
No se trata de predestinación, pues se nos da la libertad de escoger, aunado a que esta Vida preparada desde toda la eternidad, reafirmada desde hace dos mil años, debe llevar el sello personal de cada criatura.
Sigamos ahora con la lectura con la iniciamos:
…En cambio si te quieres reconocer dentro de ti, en primer lugar no te reconocerás en verdad, pues te faltará la luz divina; en segundo lugar, todas las cosas las encontrarás en desorden y reñirán entre ellas; la miseria, la debilidad, las tinieblas, las pasiones y todo lo demás, será el desorden que encontrarás dentro y fuera de ti, que no sólo te harán la guerra a ti, sino también entre ellas para ver cuál te hace más mal, e imagínate tú misma en que orden te pondrán al prójimo. Y no sólo quiero que debas reconocerte en Mí, sino que si quieres recordarte de ti debes venir a hacerlo en Mí, de otra manera si quieres recordarte de ti sin Mí, harás más mal que bien”. (11-41)
Hasta el recuerdo debemos hacerlo en Él, y si no lo hacemos de esa manera, nunca podremos integrar en nosotros lo que ha sido preparado por Dios para nosotros.
El prójimo, qué difícil tema, pues hay prójimos con los que tenemos empatía, pero en otros lo que existe es la antipatía, pero vistos, reconocidos en Jesús, no veremos otra cosa que a nuestro amado, y los lazos humanos se romperán para dar paso al amor por Jesús, de esta manera el prójimo será objeto de nuestro amor, pues encontraremos en él a Jesús.
Tema largo y complicado, que seguiremos tratando en las próximas lecciones.
Tiempo suficiente ha pasado desde la última lección para asimilar lo dicho en ella, para comprender la enseñanza que Jesús quiere participarnos, inicia a revelar su plan ideado desde toda la eternidad, la grandeza que significa dicho plan para Dios, y la sublimidad para la criatura, el que nos quiera unificar a su Vida, a su naturaleza, para que de dos seres tan distantes, se llegue a ver un solo Ser, que sea capaz de participar de todas las cualidades divinas, pero con el sello de lo humano, pues la “persona” nunca desaparecerá, antes bien, éste permanecer significará el triunfo de Dios.
Ahora sigamos analizando lecturas que nos hablen del mismo tema, y continuaremos en el Vol. 11:
(9) Y yo: “He llorado con mi Mamá, no es que haya llorado con algún otro, y he llorado porque Tú no estabas”. Y Jesús tomando mis manos en las suyas parecía que me mitigaba los dolores, y luego me ha hecho ver dos escaleras altas de la tierra al Cielo, en una había mucha gente y en la otra poquísima. En la que había pocos era de oro macizo y los pocos que subían por ella parecía que eran otros tantos Jesús, así que cada uno de ellos era un Jesús; en la otra, donde había más gente, parecía de madera, y se distinguía quiénes eran las personas, casi todas bajas y sin gran desarrollo. Y Jesús me ha dicho:
(10) “Hija mía, en la escalera de oro suben aquellos que hacen su vida en mi Vida, así que puedo decir: “Son mis pies, mis manos, mi corazón, todo Yo mismo”. Como tú ves, porque son otros Yo ellos son todos para Mí y Yo soy vida de ellos, sus acciones son todas de oro y de precio incalculable, porque son divinas, su altura nadie la podrá alcanzar jamás, porque son mi misma vida, casi ninguno los conoce porque viven escondidos en Mí, sólo en el Cielo se tendrá perfecto conocimiento de ellos. La escalera de madera en la cual hay más gente, son las almas que caminan por el camino de las virtudes, sí, pero no con la unión de mi Vida y con la conexión continua con mi Voluntad, sus acciones son de madera, porque únicamente la unión Conmigo forma la acción de oro, por lo tanto son de precio mínimo, son bajas de altura, casi raquíticas, porque en sus acciones buenas muchos fines humanos mezclan, y los fines humanos no dan crecimiento; son conocidas por todos porque no viven escondidas en Mí, sino viven en ellas mismas, por lo que nadie las cubre, al Cielo no harán ninguna sorpresa pues eran conocidas aun en la tierra. Por eso hija mía toda en mi Vida te quiero, nada en la tuya, y te recomiendo a los que tú sabes y ves, que se mantengan fuertes y constantes en la escalera de mi Vida”. (11- 42)
Hacer nuestra vida en la suya significa ser parte de Él, por lo que Jesús dice: Son mis pies, mis manos, mi corazón, etc., en una palabra «TODO YO MISMO»
¿Qué querrá decir esto, que la criatura llegue a ser todo Jesús mismo? Las palabras no alcanzan, y la interpretación deberá quedar a cargo de cada uno de nosotros, y dependerá del acercamiento que se tenga con nuestro Jesús, pues son conceptos que las palabras no pueden expresar. Sin embargo, a cualquier nivel que lo entendamos, es grandioso el formar unidad con Él.
Y continúa: Sus acciones son divinas, porque son mi misma Vida. Lo que la criatura hace en virtud de la Divina Voluntad obrante en ella, se injerta ahora indisolublemente en los actos (Vida) de Jesús, y como son los actos los que forman la vida, de ahí que los actos de la criatura, (siempre y cuando sean realizados en la Divina Voluntad) se convierten ahora en los generadores de la Vida de Él, quien a su vez, es nuestra vida. Por esto es que se dice que se forma una sola Vida, pero todo es debido a la virtud unitiva de su Voluntad. Fabuloso, ¿no les parece?
Nadie los conoce, así es, pues los actos de la criatura han desaparecido al desaparecer la acción de la voluntad humana, siendo ahora visible solamente a través de los actos divinos, por la unificación que acabamos de mencionar, y lo que se ve es lo que Dios hace, pero el sello de la persona humana sólo será visible en el Cielo.
Lo anterior es una señal para conocer si caminamos por el sendero correcto, no son nuestras obras las que deben relucir, y si algo de esto existe, se debe tener suma atención a que no sean producto de nuestra voluntad. ¿Cómo saberlo?
Escribe Luisa:
“… “LA SEÑAL SEGURA PARA CONOCER SI UN ESTADO ES VOLUNTAD DE DIOS, ES SI EL ALMA ESTÁ DISPUESTA A HACER DIVERSAMENTE SI CONOCIERA QUE LA VOLUNTAD DE DIOS NO FUERA MÁS AQUELLA”. (8-34)
Si el sabor de la obra que se está llevando a cabo alaga a la voluntad por medio de los sentidos, señal segura que la obra es llevada a cabo por la voluntad humana, y al indicársele que cambie de acción sentirá en su interior un movimiento de dolor, de rechazo, de resistencia, etc., lo que indicará que no se está dando campo libre a la Divina Voluntad, pues si fuera Ésta, en el momento de que Ella decidiera cambiar acción, la criatura teniendo en su interior la misma Voluntad, para ella sería natural el dejar lo anterior.
La comparación que hace con las acciones emanadas de la práctica de la virtud es demoledora, dice que estas son de precio mínimo, bajas de altura, casi raquíticas, porque en sus acciones buenas muchos fines humanos mezclan, y los fines humanos no dan crecimiento. Y si son llevadas a cabo por la voluntad del hombre, son alcanzables por los sentidos, por lo que son conocidas por todos porque no viven escondidas en Él, sino que viven encerradas en ellas mismas.
Para ratificar lo anterior, veamos las siguientes palabras de Jesús:
…Después ha agregado con un acento más tierno: «Hija mía, nuestra Majestad adorable ama tanto a la criatura, que ponemos a su disposición nuestra Vida para hacer de ella un similar a Nosotros, ponemos nuestra Vida como un modelo delante a la criatura a fin de que, modelándose sobre Ella, copie nuestra Vida y forme los facsímiles con su Creador, por eso usamos tantas estratagemas, finezas de amor, damos gracias sorprendentes, para vernos copiado en la criatura. Y sólo estaremos contentos cuando nuestro Amor unido con nuestra Divina Voluntad, venciendo a la criatura, podamos reconocer en ella nuestra imagen y semejanza, tal y como salió de nuestras manos creadoras.»
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Sesión 036
Retomamos nuestro recorrer los escritos acerca de la Divina Voluntad, y seguimos en el vol. 11, el cual nos brinda la enorme enseñanza del cambio. Nos habla acerca de las virtudes vistas desde el punto de vista de esta Divina Voluntad, pero sobre todo nos va introduciendo en el terreno de su Voluntad.
En la lectura 11-43 (Diciembre 14, 1912) nos dice lo siguiente:
…“Hija mía, no te quiero atar con sogas y cadenas; con los rebeldes se usan cuerdas y cadenas de hierro, pero con los dóciles, con quienes no quieren otra vida que mi Voluntad y no toman otro alimento que mi Amor, apenas un hilo se necesita para tenerlos unidos Conmigo, y muchas veces ni siquiera me sirvo de este hilo, pues están tan adentrados en Mí que forman una sola cosa Conmigo, y si lo uso es casi para entretenerme en torno a ellos”…
Sogas, cadenas para atarnos, lo que significa que esa criatura quiere liberarse, irse lejos de aquel punto donde se encuentra. ¿Qué estará diciendo? La respuesta es muy sencilla, pues todos nosotros lo hemos vivido. Estas ataduras son sus mandatos, su evangelio, sus consejos, incluso sus amenazas. Nos mantenemos en el camino recto por todo lo anterior, pero ciertamente en nuestro interior se percibe la lucha, una feroz batalla que libra nuestra naturaleza carnal en contra de los mandatos espirituales, y en ocasiones son batallas que hacen sangrar, haciendo que lleguemos a pensar que Dios es demasiado exigente, lo cual lleva a muchas almas a desvincularse de Él, buscando nuevas perspectivas que le brinden una vida más satisfactoria, tanto en el ámbito material como espiritual. Por esto tiene que usar dichas ataduras, pues de lo contrario nos separaríamos del todo.
Sólo el amor es lo que nos puede mantener unidos a Él sin la lucha, sin sentir la tiranía de nuestra naturaleza que intenta llevarnos nuevamente hacia la parte “humana”. Pues, ¿quién hay que amando a un ser deseé estar lejos de Él? Nadie, y si existiese, señal segura que su amor no es total.
…Entonces, mientras Jesús me ataba yo me he encontrado en el mar interminable de la Voluntad de mi dulce Jesús, y por consecuencia en todas las criaturas, e iba extendiéndome en la mente de Jesús, en los ojos de Jesús, en la boca, en el corazón, y así, en la mente, en los ojos y en todo lo demás de las criaturas y hacía todo lo que hacía Jesús. ¡Oh! cómo con Jesús se abraza todo, no queda excluido ninguno. Después Jesús ha agregado:
“Quien está en mi Voluntad abrazando todo, rezando y reparando por todos, toma en sí sola el amor que tengo por todos, así que el amor que tengo por todos lo encierra ella sola, y por cuanto la amo, otro tanto me es querida, otro tanto bella, así que todo deja atrás de ella”…
Una maravillosa verdad acabamos de oír: el alma que en verdad ama a Jesús, en su Voluntad, no sólo permanece unida a Él, sino que se extiende es sus obras, y hace lo que Él hace, se extiende en toda la familia humana, hace lo mismo que hizo Jesús, o sea rehacer los actos de todos para presentarlos ante la Divinidad para darle amor, adoración, alabanza, etc. a nombre de todos.
Al hacerlo, como connatural toma en sí todo el amor que Él tiene por todos los integrantes de dicha familia, y entonces la unión con esta criatura se vuelve «infinita». Y al verse amada de tal manera, con la comunicación de bienes, gozos, felicidad que trae consigo este amor, se enamora más de aquél donador, sin quererse separar más, por lo que las sogas, las ataduras se vuelven innecesarias, siendo solamente el amor lo que une a esta afortunada criatura con su Creador. Sólo aspira a la pureza, para serle más acepta, no desea más que atributos divinos para que ahora sea ella la que ate a Jesús, quien no podrá separarse jamás de ella, pues ha encontrado su mismas cosas, sus mismos atributos, incluso su misma vida ahí, en el cerco de la criatura.
Qué belleza la de aquella alma, que al igual que nuestra Madre Santísima se recubre de todos los atributos del altísimo para serle grata.
Y continúa con un pensamiento de Luisa:
…Entonces yo, habiendo leído que quien no es tentado no es agradable a Dios, y pareciéndome que desde hace mucho tiempo no sé qué sea tentación, se lo he dicho a Jesús y Él me ha dicho…:
OJO: cuando el alma se decide a vivir en el ambiente de la Divina Voluntad, padecerá tentaciones, una lucha interior terrible, pero al mismo tiempo verá muy lejana la tentación como tal, y por supuesto la caída que esta tentación quisiera propinarle. La respuesta de Jesús se convierte en un magnífico aliciente para todo aquel que de verdad busca el camino para perfeccionarse, para no ofender más a nuestro Creador, y sobre todo, acercarnos, unirnos a Él.
…“Hija mía, quien está del todo en mi Voluntad no está sujeto a tentaciones, porque el demonio no tiene el poder de entrar en mi Voluntad, y no sólo esto, sino que el demonio mismo no quiere entrar, porque mi Voluntad es luz, y el alma ante esta luz conocería muy bien sus astucias, por lo tanto se burlaría del enemigo, el cual no tolera estas burlas y le son más terribles que el mismo infiero, y con todas sus fuerzas las rehúye. Prueba a salir de mi Voluntad y verás cuantos enemigos te lloverán encima. Quien está en mi Voluntad lleva siempre en alto la bandera de la victoria, y de los enemigos ninguno osa hacer frente a esta bandera inexpugnable”.
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El demonio no tiene el poder de entrar en la Divina Voluntad, y si Esta se encuentra en el alma, por supuesto que le será impedido el acceso a ella. ¿No tendrá prueba esta alma? Por supuesto que sí, pero su única prueba será el no salir nunca de la Divina Voluntad. Ésta se volverá toda su actividad, no pensar más en los vicios, no tener preparadas las armas de las virtudes para pelear contra nuestros vicios, esta defensa se le encargará a la misma Divina Voluntad, y la atención constante a no salirse jamás será toda la actividad del alma. Ésta se verá ayudada por el Amor divino, por lo que de llegar a este punto, se burlará de su enemigo (demonio), y éste, siendo el padre de la soberbia, no podrá resistirlo y huirá de aquella alma.
En la lectura siguiente, 11-44 (Diciembre 20, 1912), se nos corrobora que si lo anterior se vuelve la actividad constante del alma, o sea estar unido siempre a la Divina Voluntad, este estado producirá más amor, lo que nos unirá más. Esto es un «CÍRCULO VIRTUOSO» al cual el alma debe aspirar.
(2) “Hija mía, con quien hace mi Voluntad me siento como en deber de darle mis virtudes, mi belleza, mi fortaleza, en una palabra, todo lo que Yo soy, y si no se lo diera me lo negaría a Mí mismo”…
…(8) Después estaba pensando en qué le gustará más al bendito Jesús, “el amor o su Voluntad”.
(9) Y Jesús: “Hija mía, sobre todo debe tener la primacía mi Querer. Mira un poco tú misma, tienes un cuerpo, un alma, estás compuesta de inteligencia, de carne, de huesos, de nervios, pero no eres de frío mármol, contienes también un calor, así que el alma, la inteligencia, el cuerpo, la carne, los huesos, los nervios, deben ser mi Voluntad, y el calor que contiene, el amor. Mira la llama, el fuego; la llama, el fuego, debe ser mi Voluntad, y el calor que produce la llama y el fuego, el amor. Así que en todas las cosas la sustancia debe ser mi Voluntad, los efectos el amor; el uno y la otra están tan conectados juntos, que no puede estar el uno sin la otra, así que cuanta más sustancia de mi Voluntad el alma contiene, más amor produce”.
¿Entendido? El Amor es el resultado de la acción de la Voluntad, así que mientras más actos en Ella, más amor se produce. Veamos la siguiente lectura:
“Me siento investida por el Fiat, me parece que me llama en todas las cosas creadas para darme su Amor y así poderlo amar de más. Pero pensaba entre mí: «¿Qué diferencia hay entre el Amor y la Divina Voluntad?» Y mi adorable Jesús repitiéndome su breve visita, todo bondad me ha dicho:
«Hija de mi Voluntad, mi Voluntad es luz, el Amor es calor, inseparables entre ellos, no puede estar la luz sin el calor, ni el calor sin la luz, parece que sean gemelos, nacidos en un parto, sin embargo la primera en nacer es la luz y después surge el calor, así que el calor es hijo de la luz. Así mi Voluntad tiene su acto primero, el Amor es su hijo predilecto, su primogénito inseparable. Si mi Voluntad no quiere, no se mueve, no quiere obrar, entonces el Amor se está escondido dentro de su Mamá sin hacer nada; en cambio, si mi Voluntad quiere obrar, el Amor corre, vuela, es todo ojo, movimiento, obras y pasos, sin cansarse jamás. (Julio 24, 1938)
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Lección 037
Vamos a continuar con la lectura 11-45, la cual trata la Pasión de Jesús, y teniendo dicho tema en mente, intentemos hacer un recorrido completo en Ella, así que en marcha:
Que terrible ignorancia la nuestra. Dios mismo se ha inmolado por nosotros, y lo único que conocemos de esto es lo que sucedió en el último día de su existencia, las últimas 20 horas, muy cruentas y trágicas, cierto, pero ¿será todo lo que Jesús pasó y sufrió por nosotros?
Aun tomando sólo esto último, ¿no fue demasiado? ¿Se necesitaba tanto sufrimiento para otorgarnos el perdón? Cuando que Dios con el simple deseo de usar su atributo de la Bondad, o Misericordia unido a su Amor hubiera sido suficiente. O quizá se hubiera necesitado solamente una lágrima, una sola gota de sangre de Jesús para conquistar la redención para toda la familia humana.
Pensar de esta manera es desconocer lo que Dios es. Iniciemos poniendo atención a lo siguiente:
Jesús vivió sobre la tierra 34 años (9 meses de gestación aunados a sus 33 años). Esto no habría tenido nada de extraño si fuera únicamente hombre, pero debemos recordar que es la 2da Persona de la Trinidad que se encuentra unida «hipostáticamente» a su humanidad, por lo que debemos pensar lo siguiente: su humanidad se desarrollaba como cualquier otro, crecía en intimidad con su Divinidad, pero su Divinidad, ¿qué hacía en esta tierra? ¿Seguir los actos del hombre?
Tratemos de investigar un poco acerca del tema en cuestión. Lo primero que debemos entender es el ¿por qué de la Redención?
Veamos:
13-36-(5)
Única finalidad de la Creación fue que todos cumplieran mi Querer; no fue que el hombre hiciera cosas grandes, más bien, éstas las veo como una nada y con desprecio si no son frutos de mi Voluntad, y por eso muchas obras en su mejor momento se deshacen, porque la Vida de mi Voluntad no estaba dentro. Entonces el hombre, habiendo roto su voluntad con la mía, me destruyó lo más bello, la finalidad para la que lo había creado; él se arruinó completamente y me negó todos los derechos que me debía dar como a su Creador. Pero mis obras llevan el sello de lo eterno, y mi infinita sabiduría y mi eterno amor no podían dejar la obra de la Creación sin sus efectos y los derechos que me correspondían; he aquí el porqué de la Redención.
Muy simple la causa de la Redención, ¿no les parece? Permitir que todo lo que la Divinidad determinó recibir por su obra creadora, tuviera su realización.
Fuimos creados, como ya sabemos, para hacer compañía a Dios, para entablar una relación de amor al Tú por tú con Él, para que pudiera desahogar plenamente su amor en su criatura; y en segundo lugar, recibir de ésta la correspondencia, pero una correspondencia digna de Él, y para ello se requería que la criatura tuviera el mismo amor, la misma potencia, la misma adoración, los mismos atributos de Él, etc. Todo lo cual se pierde en el momento terrible de la desobediencia de Adán, y nosotros, sus descendientes, quedamos privados de estos atributos que volvían una realidad la imagen y semejanza con la que fue dotada la familia humana.
Por tanto se requería no sólo el perdón, sino la restitución completa de todo lo que nuestro primer padre perdió allá, en el paraíso terrenal. Recurramos a los escritos de Luisa para que Jesús nos dé luz en esto:
16-14-(2)
…La Redención, podría decir que me costó poco, habrían bastado mi Vida externa, las penas de mi Pasión, mis ejemplos, mi palabra, y la habría hecho en muy poco tiempo; pero para formar el gran plano de la voluntad humana en la Divina, para unir todas las relaciones y vínculos por ella despedazados, debí poner todo mi interior, toda mi Vida oculta, todas mis penas íntimas, que son de más duración y más intensas que mis penas externas y que aún no son conocidas; basta decir que no era el solo perdón lo que impetraba, la remisión de las culpas, el refugio, la salvación, la defensa en los graves peligros de la vida del hombre, como lo impetré en mi Pasión, sino era el resurgimiento de todo el interior, debía hacer surgir ese Sol del Querer eterno, que atando con fuerza raptora todo el interior del hombre, aun las más íntimas fibras, debía conducirlo al seno de mi Padre Celestial como renacido en su eterno Querer. ¡Oh! cómo me fue más fácil conseguirle la salvación que reordenarle su interior en mi Supremo Querer; y si esto no lo hubiera hecho, la Redención no habría estado completa, ni hubiera sido obra digna de un Dios, ni habría ajustado ni ordenado todas las partidas del hombre, ni restituido aquella Santidad perdida con haberse sustraído y roto las relaciones con la Divina Voluntad. El plano está ya hecho, pero para hacerlo conocer era necesario que primero el hombre conociera que con mi Vida y Pasión podía obtener el perdón y la salvación, para disponerlo a hacerle conocer cómo le había conseguido la cosa más grande y más importante, que es el resurgimiento de su querer en el mío, para restituirle su nobleza, las relaciones rotas con mi Voluntad, y con esto su estado de origen.
23-43-(4)
«Hija mía, toda mi Vida oculta, y que fue tan prolongada, no fue otra cosa que el llamamiento del reino de mi Voluntad Divina sobre la tierra, quise rehacer en Mí todos los actos que debían hacer las criaturas en Ella, para después dárselos a ellos…
…Así que primero pensé en el reino de mi Voluntad Divina, porque la voluntad humana había sido la primera en ofender a la mía con sustraerse de Ella, todas las otras ofensas vinieron en segundo grado, como consecuencia del primer acto. La voluntad humana es la vida o la muerte de las criaturas, su felicidad o su tiranía y desventura en la cual se precipita, su ángel bueno que la conduce al Cielo, o transformándose en demonio la precipita al infierno; todo el mal está en la voluntad, como también todo el bien, porque ella es como fuente de vida puesta en la criatura, que puede hacer brotar alegrías, felicidad, santidad, paz, virtud, o bien arroja de sí fuentes de penas, de miserias, de pecados, de guerras que destruyen todos los bienes. Por eso en esta Vida oculta de treinta años, primero pensé en el reino de mi Voluntad, y después con la pequeña Vida pública de apenas tres años pensé en la Redención,…
…Mira entonces cómo el reino de mi Querer Divino, por necesidad, por razón y por consecuencia era formado con mi venida sobre la tierra en primer orden, no habría podido formar la Redención si no hubiese satisfecho a mi Padre Celestial del primer acto ofensivo que le había hecho la criatura.
Se aclara la cuestión del porqué tanto tiempo, es que tuvo que reordenar todo el interior del hombre y dar al Padre todo lo que la familia humana no quiso o no le pudo dar. Falta el que nos hable de sus penas:
Jesús nos dice que para salvar a todos los hombres hubiera bastado una gota de su sangre, una lágrima, un suspiro.
33-15-(4)
Escúchame hija mía: Para sanar al hombre se requerían mis penas, para darle la vida se requería mi muerte, sin embargo habría bastado una lágrima mía, un suspiro mío, una sola gota de mi sangre para salvar a todos, porque todo lo que Yo hacía estaba animado por mi Voluntad Suprema.
Visto lo anterior, podemos decir junto con Jesús que la Redención, su fruto completo no es solamente la salvación, sino la restitución de su Reino sobre la tierra. Por lo que la Redención es solamente salvación, pero la Divina Voluntad es santidad con el sello de la santidad Divina, lo que hará posible que el ser humano cumpla el deseo de Jesús: “Sean santos como mi Padre es santo”, o sea, con santidad divina.
13-38-(4, 5)
…Ahora, después de cumplida la Redención debía reafirmar al hombre en los bienes de la Redención, y para esto escogí a los apóstoles como confirmadores de los frutos de la Redención, donde con los Sacramentos debían buscar al hombre perdido y ponerlo a salvo, así que la Redención es salvación, es salvar al hombre de cualquier precipicio, por eso en una ocasión te dije que el hacer vivir al alma en mi Querer es cosa más grande que la misma Redención, porque salvarse, con hacer una vida mediana, ahora caer y ahora levantarse, no es tan difícil y esto lo consiguió mi Redención, porque quería salvar al hombre a cualquier costo y esto lo confié a mis apóstoles como depositarios de los frutos de la Redención. Así que debiendo hacer lo menos en ese entonces, dejé para ahora lo más, reservándome otras épocas para el cumplimiento de mis altos designios.
(5) Ahora, el vivir en mi Querer no es sólo salvación, sino es santidad que debe elevarse sobre todas las demás santidades, que debe llevar el sello de la santidad de su Creador, por eso debían primero venir las santidades menores como cortejo, como precursoras, como mensajeras, como preparativos de esta santidad toda Divina.
Explicado tenemos ya la duración de los 34 años de permanencia de Jesús (2da Persona de la Trinidad) en la tierra, Demos ahora un recorrido por la verdadera Pasión de nuestro Redentor:
11-45-(2-7)
“Hija mía, mi primera Pasión fue el amor, porque el hombre al pecar, el primer paso que da en el mal es la falta de amor, por lo tanto, faltando el amor se precipita en la culpa; por eso, el Amor para rehacerse en Mí de esta falta de amor de las criaturas, me hizo sufrir más que todos, casi me trituró más que bajo una prensa, me dio tantas muertes por cuantas criaturas reciben la vida.
El segundo paso que sucede en la culpa es defraudar la gloria de Dios, y el Padre para rehacerse de la gloria quitada por las criaturas me hizo sufrir la Pasión del pecado, esto es, que cada culpa me daba una pasión especial; si la pasión fue una, el pecado en cambio me dio tantas pasiones por cuantas culpas se cometerán hasta el fin del mundo; y así se rehizo la gloria del Padre.
El tercer efecto que produce la culpa es la debilidad en el hombre, y por eso quise sufrir la Pasión por manos de los judíos, esta es mi tercera Pasión, para rehacer al hombre de la fuerza perdida.
Así que con la Pasión del amor se rehízo y se puso en justo nivel el Amor, con la Pasión del pecado se rehízo y se puso a nivel la gloria del Padre, con la Pasión de los judíos se puso a nivel y se rehízo la fuerza de las criaturas. Todo esto lo sufrí en el huerto, fue tal y tanto el sufrimiento, las muertes que sufrí, los espasmos atroces, que habría muerto de verdad si la Voluntad del Padre hubiera llegado a que Yo muriera”.
Después continué meditando cuando mi amable Jesús fue arrojado por los enemigos al torrente Cedrón. El bendito Jesús se hacía ver en un aspecto que movía a piedad, todo bañado con aquellas aguas puercas y me ha dicho:
“Hija mía, al crear el alma la vestí de un manto de luz y de belleza; el pecado quita este manto de luz y de belleza y la cubre con un manto de tinieblas y de fealdad, volviéndola repugnante y nauseante, y Yo para quitar este manto tan nauseabundo que el pecado pone al alma, permití que los judíos me arrojaran en este torrente, donde quedé como recubierto dentro y fuera de Mí, porque estas aguas pútridas me entraron hasta en las orejas, en las narices, en la boca, tanto, que los judíos tenían asco de tocarme. ¡Ah, cuánto me costó el amor de las criaturas, hasta volverme nauseabundo a Mí mismo!”
12-106-(1, 2)
Estaba pensando en la Pasión de mi siempre amable Jesús, especialmente cuando se encontró bajo la tempestad de los flagelos y pensaba entre mí: “¿Cuándo Jesús pudo sufrir más, en las penas que la Divinidad le había hecho sufrir en todo el curso de su Vida, o bien en el último día en las que le dieron los judíos?” Y mi dulce Jesús con una luz que mandaba a mi inteligencia me ha dicho:
“Hija mía, las penas que me dio la Divinidad superan por mucho las penas que me dieron las criaturas, tanto en la potencia como en la intensidad y multiplicidad y en la duración, pero no hubo ni injusticia ni odio, sino sumo amor, acuerdo de las Tres Divinas Personas, empeño que Yo había tomado sobre de Mí de salvar a las almas a costa de sufrir tantas muertes por cuantas criaturas salían a la luz de la Creación, y que el Padre con sumo amor me había otorgado. En la Divinidad no existe ni puede existir ni la injusticia ni el odio, por tanto era incapaz de hacerme sufrir estas penas, pero el hombre con el pecado había cometido suma injusticia, odio, etc., y Yo para glorificar al Padre completamente debía sufrir la injusticia, el odio, las burlas, etc., he aquí por qué el último de mis días mortales sufrí la Pasión por parte de las criaturas, donde fueron tantas las injusticias, los odios, las burlas, las venganzas, las humillaciones que me hicieron, que a mi pobre Humanidad la convirtieron en el oprobio de todos, hasta tal punto que no parecía que fuera hombre, me desfiguraron tanto que ellos mismos tenían horror de mirarme, era la abyección y el desecho de todos, así que podría llamarlas dos Pasiones distintas. Las criaturas no me podían dar tantas muertes ni tantas penas por cuantas criaturas y pecados habrían ellas de cometer, eran incapaces, y por eso la Divinidad tomo el empeño, pero con sumo amor y de acuerdo entre Nosotros. Por otro lado, la Divinidad era incapaz de injusticia, etc., y ahí entraron las criaturas, y completé en todo la obra de la Redención. ¡Cuánto me cuestan las almas, y es por esto que las amo tanto!”
Por último vayamos a conocer las heridas más dolorosas para Jesús:
12-79-(2, 3, 4)
“Hija mía, entre tantas heridas que contiene mi corazón, hay tres heridas que me dan penas mortales y tal acerbidad de dolor, que sobrepasan a todas las demás heridas juntas, y éstas son: Las penas de mis almas amantes. Cuando veo a un alma toda mía sufrir por causa mía, torturada, humillada, dispuesta a sufrir aun la muerte más dolorosa por Mí, Yo siento sus penas como si fueran mías, y tal vez más. ¡Ah! el amor sabe abrir heridas más profundas, de no dejar sentir las otras penas. En esta primera herida entra en primer lugar mi querida Mamá, ¡oh! cómo su corazón traspasado por causa de mis penas se vertía en el mío, y Yo sentía a lo vivo todas sus heridas, y al verla agonizante y no morir por causa de mi muerte, Yo sentía en mi corazón el desgarro, la crudeza de su martirio, y sentía las penas de mi muerte que sentía el corazón de mi amada Mamá, y por ello mi corazón moría junto, así que todas mis penas unidas con las penas de mi Mamá, sobrepasaban todo; por eso era justo que mi Celestial Mamá tuviera el primer puesto en mi corazón, tanto en el dolor como en el amor, porque cada pena sufrida por amor mío, abría mares de gracias y de amor que se volcaban en su corazón traspasado; en esta herida entran todas las almas que sufren por causa mía y sólo por amor, en ésta entras tú, y aunque todos me ofendieran y no me amaran, Yo encuentro en ti el amor que puede suplirme por todos, y por eso, cuando las criaturas me arrojan, me obligan a huir de ellas, Yo rápido vengo a refugiarme en ti como a mi escondite, y encontrando mi amor, no el de ellas, y penante sólo por Mí, digo: “No me arrepiento de haber creado cielo y tierra y de haber sufrido tanto”. Un alma que me ama y que sufre por Mí es todo mi contento, mi felicidad, mi compensación de todo lo que he hecho, y haciendo a un lado todo lo demás, me deleito y me entretengo con ella. Sin embargo, esta herida de amor en mi corazón, mientras es la más dolorosa y sobrepasa todo, contiene dos efectos al mismo tiempo: Me da intenso dolor y suma alegría, amargura indecible y dulzura indescriptible, muerte dolorosa y vida gloriosa. Son los excesos de mi amor, inconcebibles a mente creada; y en efecto, ¿cuántos contentos no encontraba mi corazón en los dolores de mi traspasada Mamá?
La segunda herida mortal de mi corazón es la ingratitud. La criatura con la ingratitud cierra mi corazón, más bien, ella misma da dos vueltas a la llave, y mi corazón se hincha porque quiere derramar gracias, amor, y no puede, porque la criatura me los ha encerrado y ha puesto el sello con la ingratitud, y Yo doy en delirio, desvarío sin esperanza de que esta herida me sea curada, porque la ingratitud me la va haciendo siempre más profunda, dándome pena mortal.
La tercera es la obstinación. ¡Qué herida mortal a mi corazón! La obstinación es la destrucción de todos los bienes que he hecho para la criatura; es la firma de la declaración que la criatura hace de no conocerme, de no pertenecerme más, es la llave del infierno, al cual la criatura va a precipitarse; y mi corazón siente por ello el desgarro, se me hace pedazos, y me siento llevar uno de esos pedazos. ¡Qué herida mortal es la obstinación!
Lección 038
Retomemos la lección pasada, y tratemos de penetrar un poco más en los efectos que produce la Pasión de nuestro Señor en nosotros.
¿En nosotros? Así es, y esto nos explicará la insistencia de Jesús en no olvidar su Pasión.
Después que Jesús le diera a Luisa las primeras indicaciones del cómo debía comportarse, de haberla alejado del mundo exterior, de haberle indicado que debía destruir su propio “yo”, de haberle dado la enseñanza de cómo llevarlo a cabo, de haberla puesto en batalla con el enemigo para purificar del todo su interior y que le dio indicaciones para encaminarse a la imitación de su Vida, le dice lo siguiente:
“Amada mía, las cosas pasadas no han sido más que un preparativo, ahora quiero venir a los hechos…
Palabras muy claras: todo lo anterior ha sido preparación. ¿Preparación el renunciar a su voluntad; preparación el desapego al mundo exterior, incluyendo a las personas; preparación el espíritu de sacrificio, de mortificación, etc.? En efecto, pues todo lo anterior puede quedarse en actos virtuosos, como simples palabras, pensamientos, pero que no llegan a modificar nuestra naturaleza convirtiéndola en “amor”, al igual que la naturaleza Divina (Dios es Amor, 1 Sn Jn: 4-8) Por eso es que le dice que debe pasar a “LOS HECHOS”. O sea modificar su propia naturaleza. ¿Cómo? El camino para llegar a esto es largo, sin embargo es necesario partir de un punto fundamental (cimientos), conocernos a nosotros mismos, y conocerlo a Él, quién es Él y quienes nosotros.
…y para disponer tu corazón para hacer lo que quiero de ti, esto es, la imitación de mi Vida, quiero que te internes en el mar inmenso de mi Pasión, y cuando tú hayas comprendido bien la acerbidad de mis penas, el amor con el que las sufrí, quién soy Yo que tanto sufrí, y quién eres tú vilísima criatura, ah, tu corazón no osará oponerse a los golpes, a la cruz, que Yo sólo por tu bien le tengo preparada. Más bien al sólo pensar que Yo, tu maestro, he sufrido tanto, tus penas te parecerán sombras comparadas con las mías, el sufrir te será dulce y llegarás a no poder estar sin sufrimientos”. (01-63)
Meta: la imitación de su Vida.
Método: conocimiento de uno mismo.
Vayamos ahora a esto último. En el principio, Dios había creado al hombre dotado de todos los bienes naturales, los cuales poseemos aún, pero aunado a estos, se nos habían dado dones preternaturales (pertenecientes a otra naturaleza diferente de la humana: angélica), y dones sobrenaturales (por encima de cualquier naturaleza creada: Divinos), todo lo cual se encerraba en un ser que había sido creado puro «AMOR», a semejanza de la naturaleza Divina:
…(2) “Hija mía, Yo soy Amor, e hice a las criaturas todo amor: los nervios, los huesos, las carnes, son tejidos de amor; y después de haberlas tejido de amor hice correr en todas sus partículas, como cubriéndolas con un vestido, la sangre, para darles vida de amor, así que la criatura no es otra cosa que un complejo de amor, y no se mueve por ninguna otra cosa sino sólo por amor, no puede hacer de otra manera porque su vida es amor, creada por el Amor Eterno, por lo tanto, llevada por una fuerza irresistible al amor. (11-07)
Imaginemos por un instante la belleza del ser humano en el principio de la creación, ¡tanta! Que el mismo Dios quedó arrobado al verlo, no pudiendo separar su mirada de él, y no sólo su mirada, sino que Él mismo quedó, de tal manera unido a su criatura, de llegar a formar una sola cosa con éste.
Con la desobediencia de Adán se pierde todo aquello que se le había dado como un don, y que era lo que lo volvía tan bello, tan irresistible para su Creador. Y si Luzbel con su rebelión se convierte en lucifer, en el horrible, ¿qué se podrá decir del hombre? El cual era infinitamente más bello, más agraciado que el mismo Luzbel, pues éste no debía llevar unido, fundido con él a su mismo Creador, y el hombre sí.
¿Cuál será la fealdad del ser humano? ¿Cómo imaginarla sin conocer la parte perdida?
Aquí entra la Pasión de nuestro Señor, pues debemos recordar que Él no sólo toma nuestros pecados, lo cual hubiera bastado si solamente quisiera redimirnos, conseguirnos el perdón, pero no, no es el solo perdón, pues hubiera puesto a salvo a su criatura, pero sin restituirla al punto de origen, a su propia finalidad. La finalidad de Dios hubiera quedado interrumpida, lo cual no sería posible ni siquiera imaginarlo. Primero es Dios, por lo tanto el verdadero trabajo era restituirle los dones perdidos. Para eso, tiene que tomar no sólo nuestros pecados, sino TODA NUESTRA VIDA, ponerla en Él y hacer lo contrario que hizo nuestro primer padre, Adán, darle muerte para dar vida a la Vida Divina.
Él (Jesús) es Dios, dotado de una Humanidad perfecta, y para semejarse a nosotros (hombres caídos), debe tomar nuestra apariencia, y esto, en forma material, lo lleva a cabo en su Pasión, por eso permite le sea quitada su belleza, dejando que se le deforme a tal grado de quedar irreconocible: deformado por los golpes, llagado, arrancadas sus carnes, quitada la dignidad por medio de la burla (corona, cetro, manto, lleno de escupitajos), quitada su pureza (bañado por las aguas negras del cedrón, desnudo ante el pueblo), quitada su libertad (cadenas, empujado, levantado a golpes, clavado a una cruz, incapaz de valerse por Sí mismo, ni siquiera puede tomar agua para mitigar su sed, y le es dado el vinagre para exacerbar su sed y sufrimiento) etc.
Exactamente esto es lo que deberíamos ver en Él, nuestra propia imagen, en Él estamos representados, es nuestra verdadera naturaleza caída, de la cual estamos tan orgullosos, que yo pienso que el mismo satanás, si posible fuera, quedaría horrorizado, pero no, esto no es, puesto que es su obra, todo su empeño lo puso en deformar la obra maestra de Dios, la cual, ahora, se nos muestra en toda su crudeza en la Humanidad de Jesús.
Junto con lo anterior, debemos reconocer quién es Aquél que toma mi lugar, que asume mi vida, sufriendo tanto para rehacernos, y todo por AMOR. Debemos visualizar su dignidad, su altura, al mismo tiempo que reconocer nuestra indignidad, nuestra miseria, nuestra “locura” de estar tan ufanos de nuestra naturaleza. Tomar conciencia de su AMOR, y de nuestro desamor. Así que la Pasión es una verdadera «TOMA DE CONCIENCIA», vernos como nos ve Dios. Es llegar a conocer quién es Jesús, cuál es el amor de Dios, y hasta donde es capaz de llegar por nosotros.
Por todo esto, es que Luisa llega a decir:
…Entonces me puse toda a meditar la Pasión, y esto hizo tanto bien a mi alma, que creo que todo el bien me ha venido de esta fuente. Veía la Pasión de Jesucristo como un mar inmenso de luz, que con sus innumerables rayos me herían toda, esto es, rayos de paciencia, de humildad, de obediencia y de tantas otras virtudes; me veía toda rodeada por esta luz, y quedaba aniquilada al verme tan desemejante de Él. Aquellos rayos que me inundaban eran para mí otros tantos reproches que me decían:
“Un Dios paciente, ¿y tú? Un Dios humilde y sometido aun a sus mismos enemigos, ¿y tú? Un Dios que sufre tanto por amor tuyo, y tus sufrimientos por amor suyo, ¿dónde están?” (01-63 a 66)
Deforme, el hombre quedó desfigurado por el pecado original, y dicha deformidad la vamos incrementando continuamente yendo al salón de belleza llamado pecado personal, pues al faltar el amor en el hombre, se precipita cada vez más en la culpa.
Oigamos un poco más lo que Luisa piensa después de haberse sumergido en la Pasión:
…Después continué meditando cuando mi amable Jesús fue arrojado por los enemigos al torrente Cedrón. El bendito Jesús se hacía ver en un aspecto que movía a piedad, todo bañado con aquellas aguas puercas y me ha dicho:
“Hija mía, al crear el alma la vestí de un manto de luz y de belleza; el pecado quita este manto de luz y de belleza y la cubre con un manto de tinieblas y de fealdad, volviéndola repugnante y nauseante, y Yo para quitar este manto tan nauseabundo que el pecado pone al alma, permití que los judíos me arrojaran en este torrente, donde quedé como recubierto dentro y fuera de Mí, porque estas aguas pútridas me entraron hasta en las orejas, en las narices, en la boca, tanto, que los judíos tenían asco de tocarme. ¡Ah, cuánto me costó el amor de las criaturas, hasta volverme nauseabundo a Mí mismo!”
Todo lo sufrido por nuestro Redentor, su finalidad, su meta no era solamente perdonar, rehacerlo ante el Padre, sino era dejarle nuevamente su Vida original, tal como el Padre la había dado en el momento de la Creación.
…”Ahora, el portento de mi Redención fue la Resurrección, –que más que refulgente sol coronó mi Humanidad, haciendo resplandecer aún mis más pequeños actos con un esplendor y maravilla tal, que hicieron quedar estupefactos a Cielo y tierra–, que será principio, fundamento y cumplimiento de todos los bienes, corona y gloria de todos los bienaventurados; mi Resurrección es el verdadero sol que glorifica dignamente a mi Humanidad, es el sol de la Religión Católica, es la verdadera gloria de cada cristiano; sin la Resurrección habría sido como el cielo sin sol, sin calor y sin vida. Ahora, mi Resurrección es símbolo de las almas que formarán la santidad en mi Querer; los santos de los siglos pasados son símbolos de mi Humanidad, que si bien resignados, no han tenido actitud continua en mi Querer, por tanto no han recibido la marca del sol de mi Resurrección, sino la marca de las obras de mi Humanidad antes de la Resurrección, por eso serán muchos, casi como estrellas me formarán un bello ornamento al cielo de mi Humanidad, pero los santos del vivir en mi Querer, que simbolizarán mi Humanidad resucitada, serán pocos.
Ahora, si mi Resurrección simboliza a los santos del vivir en mi Querer, es con razón, porque cada acto, palabra, paso, etc., hecho en mi Querer es una resurrección Divina que el alma recibe, es la marca de gloria que recibe, es un salir de sí para entrar en la Divinidad y esconderse en el refulgente Sol de mi Querer, y ahí ama, obra, piensa; ¿qué maravilla entonces si el alma queda toda resucitada y fundida en el mismo sol de mi gloria y simboliza mi Humanidad resucitada? Pero pocos son los que se disponen a esto, porque las almas, en la misma santidad, quieren alguna cosa de bien propio; en cambio la santidad del vivir en mi Querer, nada, nada tiene de propio, sino todo de Dios, y para disponerse las almas a despojarse de los bienes propios, se necesita demasiado, por eso no serán muchos. Tú no eres del número de los muchos, sino de los pocos; por eso está siempre atenta a la llamada y a tu vuelo continuo”. (12-98)
He aquí entonces el valor del sumergirnos en la Pasión de nuestro amado Jesús, vernos tal cual somos, verlo a Él en toda su majestad y gloria, ver el amor infinito que nos tiene, y hacia donde nos conduciría el seguirlo.
Ustedes deciden.
S e s i ó n 039
“Mas no ruego tan solamente por ellos, sino también por los que han de creer en Mí por la palabra de ellos, para que sean todos una cosa. Así como tú, Padre, en Mí, y yo en Ti, que también sean ellos una cosa en Nosotros, para que el mundo crea que tú me enviaste. Yo les he dado la gloria que Tú me diste, para que sean una cosa, como también Nosotros somos una cosa: Yo en ellos, y Tú en Mí, para que sean consumados en una cosa, y que conozca el mundo que Tú me has enviado, y que los has amado, como también me amaste a Mí”. (Jn 17:20 a 23)
Hermosísimas palabras. Nos muestran de una manera muy sencilla la finalidad de Dios para su criatura: «Consumirnos en Él, y llegar a unificarnos con Ellos, de la misma manera que el Hijo es uno con el Padre en el Espíritu Santo»
A lo largo de 38 sesiones hemos ido recorriendo lecturas donde Jesús nos habla de lo que es su Voluntad, el cómo adquirirla, y algunas consecuencias de ello. También observamos la utilidad de zambullirnos en su Pasión, con lo que llegamos a visualizar quién es Jesús, su Amor infinito hacia su criatura (nosotros), y quienes somos nosotros.
Ahora vayamos a ver qué significa “unidad” para Jesús, todo dentro de los escritos de Luisa Piccarreta.
La unidad en la Trinidad no es en las Personas, sino en la Divinidad: “Tres Personas distintas, un solo Dios verdadero”. O sea, en la Vida que anima a dichas personas, y si lo que los une es la misma Vida Divina, que se desenvuelve en Ellos, esta Vida no puede ir separada de sus acciones (actos), por lo que los Tres comparten la misma Divina Voluntad, que es la que da origen a todos los actos.
“…Y así como la vida humana tiene su vida, sus miembros distintos, sus cualidades, así nuestro Ser Supremo tiene sus cualidades purísimas, no materiales, porque en Nosotros no existe materia que forme nuestra Vida; unidas juntas Santidad, Potencia, Amor, Luz, Bondad, Sabiduría, Omnividencia de todo, Inmensidad, etc., forman nuestra Vida Divina, ¿pero quién constituye el movimiento, quién regula, quién desarrolla con un movimiento incesante y eterno todas nuestras cualidades divinas? Nuestra Voluntad. Ella es el motor, la dirigente que da a cada una de nuestras cualidades la vida obrante, así que si no fuese por nuestra Voluntad, nuestra Potencia estaría sin ejercicio, nuestro Amor sin amar, y así de todo lo demás. (32-24)
Viendo lo anterior, entendemos perfectamente el por qué quiere que vivamos en su Voluntad, pues teniéndola a Ella como vida, absorbemos en nosotros todos los atributos divinos, y llegamos a participar de su Naturaleza, de su Ser, de su Divinidad, de su Bondad, Sabiduría, etc. (2Pe 1:4) (CIC 295,460) y formaremos “Unidad”.
Vayamos poco a poco descubriendo en los escritos lo que esto significa:
La consumación en la unidad de voluntades, forma la unidad suprema.
(2) “Hija mía, la unidad suprema es cuando el alma llega a tal estrechez de unión con mi Voluntad, que consume cualquier sombra de su querer, de modo que no se discierne más cuál sea mi Querer y cuál el suyo. Así que mi Querer es la vida de esta alma, de manera que cualquier cosa que dispongo tanto sobre ella como sobre los demás, en todo está contenta; cualquier cosa le parece conveniente para ella: la muerte, la vida, la cruz, la pobreza, etc., las mira todas como cosas suyas y que sirven para mantener su vida. Llega a tanto, que aun los castigos no la asustan más, sino que en todo está contenta del Querer Divino, tanto que le parece que si Yo lo quiero ella lo quiere, y si ella lo quiere el Señor lo hace, Yo hago lo que quiere ella, y ella hace lo que quiero Yo. Éste es el último punto de la consumación de tu voluntad en la mía, que tantas veces te he pedido…
…Ésta es la unidad suprema; además está la unidad baja, en la cual el alma está resignada, sí, pero no ve mis disposiciones como cosa suya, como vida suya, ni se hace feliz en ella, ni pierde su voluntad en la mía. (9-52)
El vivir en el Querer Supremo es la cosa más grande, es el vivir Vida Divina, y el alma obra en la unidad de la Luz Eterna.
(4) Después de esto, mi pobre mente se perdía en el Querer Supremo, y hacía cuanto más podía por hacer todos mis actos en la Divina Voluntad; me sentía investida por una luz suprema, y mis pequeños actos, en cuanto salían de mí, tomaban lugar en aquella luz y se convertían en luz, y yo no podía ver ni el punto de la luz en el cual los había hecho, ni dónde encontrarlos, sólo veía que se habían incorporado en aquella luz interminable y no más…
(5)“…Hija mía, cómo es bello el obrar del alma en mi Voluntad, su acto se une al acto único de su Creador que no conoce sucesión de actos, porque la luz eterna no es divisible, y si se pudiera dividir, lo que no puede ser, la parte dividida se volvería tinieblas, así que el acto divino, siendo luz, de todo su obrar forma un solo acto. Por eso el alma obrando en la luz de mi Querer se une a aquel acto único de su Creador y toma lugar en el ámbito de la luz de la eternidad…
…El vivir en el Querer Supremo es la cosa más grande, es el vivir Vida Divina. El Celestial Creador en cuanto ve al alma en su Voluntad, la toma entre sus brazos, y poniéndola en su seno la hace obrar con sus mismas manos y con aquella potencia de aquel Fiat con el cual fueron hechas todas las cosas; hace descender sobre la criatura todos sus reflejos para darle la semejanza de su obrar; he ahí por qué el obrar de la criatura se vuelve luz y se une a aquel acto único de su Creador y se constituye gloria eterna y alabanza continua de su Creador. Por eso sé atenta y haz que el vivir en mi Querer sea para ti tu todo, a fin de que jamás puedas descender de tu origen, es decir del seno de tu Creador”. (18-18)
El Querer Divino envuelve todo y a todos en la unidad de su luz. Cómo toda la Creación posee la unidad, y quien debe vivir en el Querer Divino posee esta unidad.
(1)…Mientras me encontraba en este estado, yo estaba doliente porque no veía a mi dulce Jesús y pensaba entre mí: “Jesús me ha dejado, y en esta bendita luz yo no sé hacia dónde volver mis pasos para encontrarlo, porque no se ve ni dónde comienza ni dónde termina…
(2) “…Hija mía, ¿por qué temes? Yo no te dejo, más bien es el Querer Supremo que me eclipsa en ti. La luz de mi Voluntad es interminable, infinita, no se encuentran sus confines, ni dónde comienza ni dónde termina, en cambio mi Humanidad tiene sus confines, sus límites, y por eso siendo mi Humanidad más pequeña que mi Eterna Voluntad, Yo quedo envuelto en Ella y como eclipsado, y mientras estoy contigo doy el campo de acción a mi Querer y gozo de su obrar divino en la pequeñez de tu alma, y preparo una nueva lección que darte para hacerte conocer siempre más las maravillas de mi Supremo Querer; por eso cuando nades en Él está segura de que estoy contigo, más bien hago contigo lo que haces tú, y para darle todo el campo de acción Yo estoy en ti como escondido, para gozarme sus frutos. Ahora, tú debes saber hija mía que la verdadera luz es inseparable; mira, también el sol que está en la atmósfera tiene esta prerrogativa y posee la unidad de la luz, tiene tan compactada a la luz en su esfera, que no pierde ni un átomo, y a pesar de que desciende a lo bajo llenando de luz toda la tierra, la luz no se divide jamás, es tan compacta en sí misma, unida, inseparable, que jamás pierde nada de su luz solar, tan es verdad, que expande sus rayos todos juntos haciendo huir por todas partes de la tierra a las tinieblas, y al retirar su luz retira todos sus rayos, no dejando ni siquiera las huellas de sus átomos. Si la luz del sol fuese divisible, desde hace mucho tiempo se hubiese empobrecido de luz y no tendría más la fuerza para iluminar a toda la tierra, y se podría decir: ‘luz dividida, tierra desolada’. Así que el sol puede cantar victoria y posee toda su fuerza y todos sus efectos en la unidad de su luz, y si la tierra recibe tantos admirables e innumerables efectos, de poderse llamar al sol vida de la tierra, todo esto sucede por la unidad de la luz que posee, que desde hace tantos siglos no ha perdido ni siquiera un átomo de luz de los que Dios le confió, y por esto es siempre triunfante, majestuoso y fijo, siempre estable en alabar en su luz el triunfo y la gloria de la luz eterna de su Creador. Ahora hija mía, el sol es el símbolo de mi Eterno Querer, y si este símbolo posee la unidad de la luz, mucho más mi Voluntad que no es símbolo, sino la realidad de la luz, y el sol se puede llamar la sombra de la luz inaccesible de mi Voluntad. Tú has visto su inmensidad, y que no sólo se ve un globo de luz como en el sol, sino una vastedad inmensa, la cual el ojo humano no puede llegar a ver ni dónde comienza ni dónde termina, sin embargo toda esta interminabilidad de luz es un acto solo del Eterno Querer. Está tan compacta toda esta luz increada, que se vuelve inseparable, indivisible, así que más que sol posee la unidad eterna, en la cual viene fundado el triunfo de Dios y de todas nuestras obras. Ahora, este triunfo de la unidad del Supremo Querer, el centro de su sede, de su trono, es el centro de la Trinidad Sacrosanta, de este centro divino parten sus rayos fulgidísimos e invisten toda la patria celestial, y todos los santos y ángeles están investidos por la unidad de mi Querer, y todos reciben los efectos innumerables, que raptándolos todos a sí, forma de ellos una sola unidad con la unidad suprema de mi Voluntad; estos rayos invisten toda la Creación y forman su unidad con el alma que vive en mi Voluntad. Mira, la unidad de esta luz de mi Voluntad que está en el centro de las Tres Divinas Personas, está ya fijada en ti, así que una es la luz y el acto, una es la Voluntad. Ahora, mientras hagas tus actos en esta unidad, están ya incorporados a aquel acto solo del centro de las Tres Divinas Personas, y la Divinidad está ya contigo para hacer lo que haces tú; la Mamá Celestial, los santos y ángeles y toda la Creación, todos en coro repiten tu acto y sienten los efectos de la Voluntad Suprema. Mira, escucha el prodigio nunca visto de aquel acto solo que llena Cielo y tierra, y que la misma Trinidad, unificándose con la criatura, se pone como primer acto del acto de la criatura”.
(3) Mientras estaba en esto veía la luz eterna fijada en mí, y oía el coro de todo el Cielo y de toda la Creación en su mudo lenguaje, ¿pero quién puede decirlo todo, y lo que comprendía de la unidad de la luz del Supremo Querer? Y Jesús ha agregado:
(4) “Hija mía, cada acto para ser bueno y santo, su principio debe venir de Dios, y he aquí que el alma que vive en mi Querer, en la unidad de esta luz, su adoración, su amor, su movimiento y todo lo que pueda hacer comienza en la Trinidad Divina, así que recibe el principio de sus actos de Dios mismo, y he aquí que su adoración, su amor, su movimiento, es la misma adoración que tienen entre Ellas las Tres Divinas Personas, y el mismo amor recíproco que reina entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo; su movimiento es aquel movimiento eterno que jamás cesa y que da movimiento a todos. La unidad de esta luz pone todo en común, y lo que hace Dios hace el alma, y lo que hace el alma hace Dios, Dios por virtud propia, el alma en virtud de la unidad de la luz que la envuelve; por eso el prodigio del vivir en mi Querer es el prodigio de Dios mismo, es prodigio primario, todos los otros prodigios, todas las otras obras, aun buenas y santas, quedan eclipsadas, desaparecen delante a los actos hechos en la unidad de esta luz. Imagínate el sol, que en la unidad de su luz expande sus rayos invadiendo toda la tierra, y a las criaturas que pusieran de frente a la fulgurante luz del sol todas las luces que hay en lo bajo de la tierra, luz eléctrica, luces privadas, por cuantas quisieran poner su luz quedaría mezquina delante al sol, casi como si no existieran, y ninguno se serviría de todas aquellas luces para dar luz a su paso para caminar, a la mano para trabajar, al ojo para ver, sino que todos se servirían del sol y todas aquellas luces quedarían ociosas, sin hacer bien a ninguno. Así son todas las otras obras que no son hechas en la unidad de la luz de mi Querer, son las pequeñas luces delante al gran sol, que casi no se les presta atención; sin embargo aquellas luces que estando el sol no sirven para nada y no hacen ningún bien, desaparecido el sol adquieren su pequeño valor y hacen su pequeño bien, son luz en las tinieblas de la noche, sirven al obrar del hombre, pero jamás son sol, ni pueden hacer el gran bien que puede hacer el sol. El fin de la Creación era, que habiendo salido todas las cosas de dentro de la unidad de esta luz del Fiat Supremo, todas debían quedar en la unidad de Él, sólo la criatura no quiso conocer esta finalidad y salió de la unidad de la luz del sol de mi Querer, y se redujo a mendigar los efectos de esta luz, casi como tierra que mendiga del sol la vegetación y el desarrollo de la semilla que esconde en su seno. ¡Qué dolor hija mía, qué dolor, de rey reducirse a mendigo y mendigar de quien debía estar a su servicio!” (19-24)
Podríamos seguir poniendo lecturas y más lecturas, lo que rebasa la finalidad de esta sesión, sin embargo pienso ha quedado muy bien indiciado el principio fundamental: obrando en la Divina Voluntad se llega a formar dicha “unidad” con nuestro Creador, que es, como ya se ha mencionado, la finalidad de Dios, y la máxima gloria y realización a la que podamos aspirar: «Ser “UNO” con Ellos»
Lección 040
Todas las anteriores lecciones nos han llevado por un camino teórico al conocimiento de la Divina Voluntad. Ahora, antes de continuar con los conocimientos descritos, quisiera abarcar un tema de vital importancia: «La Virgen María» El cual nos llevará a profundizar los conocimientos de la Divina Voluntad
Para comprender a esta celestial criatura, es necesario abandonar nuestros conceptos anteriores, pues la fuerza de la costumbre nos impide ver su grandeza, y todo lo que Ella es; al igual que un pequeño príncipe no logra percatarse de la nobleza de su madre, y la trata con la naturalidad propia de un niño. Sin embargo, conforme crece, toma conciencia de quién es aquella que lo trajo al mundo, conoce su dignidad, nobleza, conoce los bienes que posee, se percata del amor que le tiene, y su admiración por ella crece, al igual que su amor, llegando, si es buen hijo, a una verdadera veneración. De la misma manera los seres humanos nos comportamos con nuestra verdadera Madre, la tratamos más con el concepto que nuestra cultura nos enseña de lo que significa una madre, tan es así, que conforme crecemos vamos relegándola a un segundo, tercer lugar de importancia en nuestra vida, llegando en ocasiones a sacarla de nosotros, acordándonos de ella en muy contadas ocasiones, como los días tradicionales: el día de las madres, su onomástico, o cuando la necesidad o amarguras de la vida nos imponen la búsqueda de consuelo.
Cada uno de nosotros, como creyentes, tenemos una idea muy particular de Dios, y le asignamos una grandeza adecuada a nuestros pensamientos, sin embargo, todos lo consideramos como un Ser perfecto y muy por encima de nosotros mismos, al cual aspiramos. Entonces, tomemos esta idea que nos hemos forjado de Él como punto de partida para iniciar nuestro conocimiento de Ella:
Nuestra Madre es, ni más ni menos, que la Hija, la Esposa, la Madre de nuestro Dios, y por esta triple relación podemos vislumbrar los dones y gracias con que haya sido favorecida, y el amor que Dios pueda dispensarle; basten las siguientes palabras de Jesús para entender que tan grande es nuestra Madre:
Jesús le dice a Luisa que ella es el segundo eslabón, después de su propia Humanidad, de unión con la humanidad.
“…Estaba diciendo a mi dulce Jesús: “¿Será posible que yo sea el segundo anillo de conjunción con tu Humanidad? Hay almas tan queridas para Ti, ante las cuales yo no merezco ni estar bajo sus pies, y además está tu indivisible Mamá, la cual ocupa el primer lugar en todo y sobre todo, me parece dulce amor mío que quieres decirme mentiras, no obstante me veo obligada por la obediencia, con el más grande desgarro de mi alma, a ponerlo por escrito; Jesús mío, ten piedad de mi duro martirio”. Mientras esto decía, mi siempre amable Jesús, acariciándome me ha dicho:
“Hija mía, ¿por qué te inquietas? ¿No es acaso mi costumbre elegir de entre el polvo y formar de él grandes portentos, prodigios de Gracia? Todo el honor es *** mío, y cuanto más débil e ínfimo el sujeto, tanto más quedo en él glorificado. Y además, mi Mamá no entra en la parte secundaria de mi amor, de mi Querer, sino que forma un solo anillo Conmigo. (12-83)
Su Persona se profetizó desde el antiguo testamento, en el mismo instante de la caída del hombre, y a pesar de esto poco se habló de Ella, y lo mismo sucede en el nuevo testamento.
Nos preguntamos, ¿por qué Jesús permitió que pasara esto? La respuesta podemos deducirla al leer los escritos de Luisa Piccarreta.
En los primeros libros narra el que Jesús la lleva al Cielo para asistir a una fiesta a la Virgen, que se celebraba el día de la Asunción. Una vez que se encuentra en dicho lugar, veía todos los preparativos, todos estaban de fiesta: Cielo, tierra y purgatorio; menciona que todos tenían un gozo, un júbilo nuevo. También narra que muchas almas salían del purgatorio para asistir a la fiesta. Todo estaba preparado, pero por ningún lado se veía a la Virgen.
Comenta que no se veía otra cosa que un sol luminosísimo, y que por iluminación sabía que dicho sol era la misma Divinidad; los rayos de dicho sol mostraban sus atributos: uno mostraba la santidad de Dios, otro la pureza, otro el poder, otro la sabiduría y así de las demás virtudes y atributos de Dios.
Y aquí viene lo que nos interesa: Luisa dice que para ver la fiesta de nuestra Mamá Reina, se debía ver desde dentro de aquel Sol, tanto parecía inmersa en Dios la Virgen Santísima, que mirando desde otros puntos no se veía nada. Lo que nos da a entender que la Virgen tiene un lugar muy especial entre los bienaventurados, pues Ella se encuentra sumergida, abismada en Dios, y si se le busca en otro lugar no se le encuentra. (2-59)
Ésta es la respuesta, si se intenta ver a María fuera de la Divinidad (Divina Voluntad), no se ve nada, por lo que solamente se pueden hacer conjeturas, y hablar un poco de la parte externa, de los adornos de María, del comportamiento, etc., pero es tan insuficiente este material, que sólo nos alcanza para describir algunos destellos y mencionar en forma casi poética lo que nosotros alcanzamos a pensar, a imaginar lo que Ella debe ser. De ahí la frase de: «Todo lo guardaba en su corazón»
Es tan grande nuestro desconocimiento, que se ha llegado a mencionar, que Ella, la llena de Gracia, iba descubriendo poco a poco quién era su Hijo, su misión; que se espantó en el momento del anuncio del ángel, etc.
Todo esto porque para conocerla debemos penetrar en el Sol de la Divinidad, debemos entender quién es nuestro Señor Jesucristo, lo cual, todo estaba velado, no había llegado el tiempo anunciado por Jesús para la venida del Espíritu Santo, que nos conduciría poco a poco hasta la Verdad (Jesús) plena.
¡Qué enorme gracia nos viene concedida! Ahora tenemos a la mano los conocimientos de esta Divina Voluntad, con los que podemos penetrar en ese Sol que describe Luisa, y dentro de Él, nos espera nuestra Madre, nos espera para descubrirnos sus maravillas, sus atributos, sus mares de gracia, y no para decírnoslo solamente, sino para hacernos partícipes de todo, hasta de su misma Vida, que no es otra cosa que la Divina Voluntad.
¿Queremos conocerla? La respuesta está en el conocimiento de Jesús. ¿Queremos compartir sus riquezas? La Divina Voluntad hará el papel de paraninfo para acercarnos y compartir. ¿Queremos llegar a Jesús? María es el camino, y la Divina Voluntad el camino para llegar a María.
Esto nos debe animar a conocer, a participar en esta Vida que nos viene ofrecida, y así poder entender y hablar de Ella, de la Madre. Fuera de la Divina Voluntad, nunca lo lograremos, así que ánimo, a leer y aprender, pero sobre todo, a vivir, a hacer vida lo que nos viene dado. Dios lo quiere, solamente falta que lo queramos nosotros, y si lo queremos, todo está hecho, pues es lo único que falta.
Ya en los albores del tiempo aparece la figura de nuestra Madre Santísima. Es posterior a la caída del hombre cuando Dios anuncia:
«Dijo entonces el Señor Dios a la serpiente: «Por cuanto hiciste esto, maldita tú eres o seas entre todos los animales y bestias de la tierra; andarás arrastrando sobre tu pecho, y tierra comerás todos los días de tu vida. Yo pondré enemistades entre tú y la mujer, entre tu descendencia y la descendencia suya, Ella quebrantará tu cabeza, y andarás acechando su calcañar» (Gn 3: 14–15)
«Sabed que UNA VIRGEN CONCEBIRÁ Y PARIRÁ UN HIJO, y su nombre será Emmanuel (Dios con nosotros)» (Is. 7:14)
Se atribuye a María lo dicho de la sabiduría en Proverbios 8
«Yahveh me creó, primicia de su camino, antes que sus obras más antiguas. Desde la eternidad fui fundada, desde el principio, antes que la tierra. Cuando no existían los abismos fui engendrada, cuando no había fuentes cargadas de agua. Antes que los montes fuesen asentados, antes que las colinas, fui engendrada. No había hecho aún la tierra ni los campos, ni el polvo primordial del orbe. Cuando asentó los cielos, allí estaba yo, cuando trazó un círculo sobre la faz del abismo, cuando arriba condensó las nubes, cuando afianzó las fuentes del abismo, cuando al mar dio su precepto – y las aguas no rebasarán su orilla – cuando asentó los cimientos de la tierra» (Prov 8:22 ss)
En el Nuevo Testamento:
En el Evangelio de san Lucas, vemos que el ángel Gabriel anunció a María:
«y vas a concebir en tu seno y darás a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús» (Lc. 1:31)
«El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso lo que nacerá santo será llamado Hijo de Dios» (Lc. 1:35).
Y más adelante, en el mismo Evangelio, santa Isabel, «llena del Espíritu Santo», exclamó a la santa Virgen:
«Y ¿de dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí?» (Lucas 1:44)
No solo encontramos referencias para la divina maternidad en la Sagrada Escritura, sino también en la Sagrada tradición. En la Iglesia cristiana primitiva no había malentendidos sobre el tema, pues los primeros Padres de la Iglesia fueron muy claros y firmes sobre la divina maternidad de María.
San Ignacio de Antioquía (cerca del 110 d.C.) escribió:
«Nuestro Dios Jesucristo nació de María en su vientre maternal».
En otra ocasión, san Ignacio escribe: «Hay solamente un Sanador, compuesto al mismo tiempo de carne y espíritu, engendrado de Dios y de María: Jesucristo, nuestro Señor.
San Ireneo (202 d.C.) enseñó: «Este Cristo, que como el Verbo del Padre estaba con el Padre… nació de una virgen».
Tertuliano (220 d.C.) dijo: «Dios nació en el vientre de una madre».
San Atanasio (373 d.C.) enseñó: «Confesamos que el Hijo de Dios se hizo hombre por la toma de carne de la virgen Madre de Dios».
Estas referencias de los primeros Padres reflejan la doctrina que siempre se ha sostenido en la Iglesia católica.
INMACULADA CONCEPCIÓN
Dogmas de la iglesia católica
1.- La Inmaculada Concepción:
El Papa Pío IX, en la Bula Ineffabilis Deus, del 8 de Diciembre de l854 definió solemnemente el dogma de la Inmaculada Concepción de María.
«Declaramos, pronunciamos y definimos que la doctrina que sostiene que la Santísima Virgen María, en el primer instante de su concepción, fue por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente en previsión de los méritos de Cristo Jesús, Salvador del genero humano, preservada inmune de toda mancha de culpa original, ha sido revelada por Dios, por tanto, debe ser firme y constantemente creída por todos los fieles».- (Dz. 1641)
a) María desde el primer instante que es constituida como persona en el seno de su madre, lo es sin mancha alguna de pecado, (pecado original).
b) Cómo fue concebida sin pecado:
1.- Ausencia de toda mancha de pecado.
2.- Llena de la gracia santificante.
3.- Ausencia de la inclinación al mal.
c) Este privilegio y don gratuito le fue concedido sólo a la Virgen y a nadie más, en atención a que había sido predestinada para ser la Madre de Dios.
e) En previsión de los méritos de Cristo porque a María la Redención se le aplicó antes de la muerte del Señor.
Jesús le dice a María Valtorta. «Hablar de la concepción de María, la sin mancha, quiere decir sumergirse en el azul, en la luz, en el amor» En un azul purísimo, sin límites… En una luz radiante, intensa, sin la más pequeña sombra… En un amor embriagador, extasiante, divino.
Y para sumergirnos en ello, presentaremos algunos preliminares, que tratan de 4 cosas:
a).- Sobre el pecado original
b).- sobre un Querer Divino que evitó la herencia que la Virgen hubiera tenido, de contraer el pecado original.
c).- Sobre el especial privilegio de la “preservación” del pecado original (Redención preservativa)
d).- Si tuvo conocimiento de este privilegio antes de la anunciación.
¿Qué quiere decir Inmaculada?
El significado de Inmaculada, no es solamente ausencia de pecado, sino que está llena de Dios. El ser humano fue creado a imagen y semejanza de Dios en su Hijo Jesucristo, por lo que todo lo que Él es en naturaleza, el ser humano lo debiera de ser por gracia, por don, Jesús dice a Luisa:
«La creación del hombre fue el centro donde nuestra Divinidad concentraba todos los bienes que debían surgir en la criatura, poníamos en ella Vida Divina y Voluntad Divina, vida humana y voluntad humana; la vida humana debía servirnos de habitación, y las dos Voluntades fundidas juntas debían hacer vida en común, con sumo acuerdo, más bien la voluntad humana debía tomar de la nuestra para formar sus actos, y la nuestra debía estar en acto continuo de dar de lo suyo para hacer que la voluntad humana quedase modelada y toda uniformada en la Divina Voluntad. Ahora, no hay vida, tanto humana, espiritual y Divina, que no tenga necesidad de alimento para crecer, para fortalecerse, embellecerse y felicitarse. Nosotros poníamos nuestra Vida Divina en el hombre porque era incapaz de recibir toda la plenitud de nuestro Ser Divino, pusimos en él cuanto podía contener de nuestra Vida, dándole libertad de hacerla crecer cuanto más pudiera y quisiera, pero nuestra Vida en el hombre, para crecer, tenía necesidad de alimento, he aquí la necesidad de poner en él una Voluntad Divina; nuestra Vida Divina no se habría adaptado a alimentos de voluntad humana». (29-31-2)
Esto es lo que Ella, nuestra Madre readquiere de nuestro Creador, junto con todos los bienes que el hombre perdió por la desobediencia.
Pecado original:- Antes de que se cometiera, Dios había concedido al hombre tres clases de dones:
1.-Dones naturales, necesarios para formar un ser humano, alma racional y el cuerpo.
2.- Dones preternaturales, enriquecen la naturaleza humana, pero no son esenciales para formar al ser humano: Liberación de la concupiscencia; Inmortalidad del cuerpo y liberación de enfermedades; la ciencia infusa.
3.-Dones sobrenaturales.- La posesión de Vida y Voluntad Divinas
Al pecar se vio privado de aquello que había despreciado voluntariamente: los dones preternaturales y sobrenaturales. El pecado tuvo varios desórdenes, que fueron: 1.- Soberbia (querer ser iguales a Dios en el querer comunicar a otros la vida), 2.- Desobediencia (al precepto, incitados por la soberbia). 3.- Desconfianza. 4.- La duda. 5.- La rebelión. 6.- La avidez o concupiscencia espiritual (querer conocer lo que Dios no les había enseñado). 7.- Concupiscencia carnal
¿En virtud de qué quedó Inmaculada?
El Querer Divino (acto único, ETERNO, SIN PASADO NI FUTURO) fue el que evitó en la Virgen la herencia que le correspondía por ser parte de la familia humana. Sin Éste, María no habría sido diferente de los demás, podría haber sido una “JUSTA”, pero nada más.
Redención preservativa.- Se le aplicaron anticipadamente los méritos de la futura Redención. Para explicar esto, recurramos a un pasaje en la obra de María Valtorta, que se refiere a María antes de los 3 años, Ella dice a su mamá que quiere ser virgen, pero luego le menciona que también quisiera ser pecadora, muy pecadora, si no temiera ofender al Señor, y pregunta, ¿Se puede ser pecadora por amor a Dios?
Ana no entiende, y la niñita dice: pecar para poder ser amada por Dios que se vuelve Salvador. Se salva lo que está perdido, ¿no es verdad? Yo quisiera ser salvada por el Salvador para tener su mirada de amor, por esto quisiera pecar, pero no cometer pecado que lo disguste. ¿Cómo puedo salvarme si no me pierdo?
Joaquín viene a aclarar las cosas, diciendo: “Te ha salvado anticipadamente, porque sabe que tú lo amas y quieres amarlo sólo a Él. Por esto tú ya eres redimida y puedes ser virgen como tú quieres. Y le da un ejemplo tomando a un pajarito que lleva en sus manos:
Mira, te traigo este pequeño pajarito, que en su primer vuelo llegó hasta la fuente. Pude haberlo dejado, pero sus débiles alas y patitas tiernas no tenían fuerza para elevarlo de nuevo. Habría caído en la fuente. No he esperado a que eso sucediera, lo he tomado y te lo doy. El hecho es que ha sido salvado antes de caer en el peligro. Dios ha hecho lo mismo contigo. Ahora dime, María: ¿he amado más al pajarito salvándolo antes, o lo habría amado más salvándolo después?
Lo has amado más al no permitir que se hiciera daño con el agua helada.
Dios te ha amado más, porque te ha salvado antes de que tú pecaras
CONTINUARÁ:
Sesión 041
Inmaculada Concepción: Llena de Dios, de Vida Divina, el ser tal como fuimos pensados por Dios: Vida Divina, vida humana, Voluntad Divina, voluntad humana:
“…Hija mía, la creación del hombre fue el centro donde nuestra Divinidad concentraba todos los bienes que debían surgir en la criatura, poníamos en ella Vida Divina y Voluntad Divina, vida humana y voluntad humana; la vida humana debía servirnos de habitación, y las dos Voluntades fundidas juntas debían hacer vida en común, con sumo acuerdo, más bien la voluntad humana debía tomar de la nuestra para formar sus actos, y la nuestra debía estar en acto continuo de dar de lo suyo para hacer que la voluntad humana quedase modelada y toda uniformada en la Divina Voluntad. Ahora, no hay vida, tanto humana, espiritual y Divina, que no tenga necesidad de alimento para crecer, para fortalecerse, embellecerse y felicitarse. Nosotros poníamos nuestra Vida Divina en el hombre porque era incapaz de recibir toda la plenitud de nuestro Ser Divino, pusimos en él cuanto podía contener de nuestra Vida, dándole libertad de hacerla crecer cuanto más pudiera y quisiera, pero nuestra Vida en el hombre, para crecer, tenía necesidad de alimento, he aquí la necesidad de poner en él una Voluntad Divina, nuestra Vida Divina no se habría adaptado a alimentos de voluntad humana… ” (29-31)
Así que éste es el verdadero significado de la palabra “Inmaculada”. Ahora vayamos a investigar un poco el cómo fue todo este proceso:
María, siendo miembro de la familia humana, era heredera de la mancha original, y por lo tanto necesitada de redención, que como hemos visto, se le aplican por adelantado los méritos de su Hijo. Recorramos los momentos de la creación del alma de nuestra Madre para conocer a fondo el cómo de esta Concepción maravillosa.
Antes de comenzar, es necesario entender el actuar de Dios, y saber el por qué pudo ser preservada de la mancha original y por consecuencia de la concupiscencia.
Premisa.
Estamos acostumbrados a nuestro actuar en el tiempo y espacio, por lo que resulta hasta cierto punto incomprensible cómo pudo gozar de los méritos de su Hijo 48 años antes de que Él los consiguiera.
Dios, viviendo en la eternidad, es un acto único, sin sucesión de actos:
“…A mi pequeña recién nacida quiero hacerle conocer la Inmaculada Concepción de la Virgen, concebida sin pecado. Pero primero tú debes saber que mi Divinidad es un acto solo, todos los actos suyos se concentran en uno solo, esto significa ser Dios, el portento más grande de nuestra Esencia Divina, no estar sujeta a sucesión de actos, y si a la criatura le parece que ahora hacemos una cosa, y ahora otra, es más bien que hacemos conocer lo que hay en aquel acto solo, porque la criatura, incapaz de conocerlo todo de un solo golpe, se lo hacemos conocer poco a poco…
…Ahora, todo lo que Yo, Verbo Eterno debía hacer en mi asumida Humanidad, formaba un solo acto con aquel acto único que contiene mi Divinidad… (Su humanidad y sus actos son eternos “ad intra”)
…así que antes de que esta noble Criatura fuese concebida, ya existía todo lo que debía hacer en la tierra el Verbo Eterno, por lo tanto, en el acto en que esta Virgen fue concebida, se alinearon en torno a su Concepción todos mis méritos, mis penas, mi sangre, todo lo que contenía la Vida de un Hombre Dios, y quedó concebida en los interminables abismos de mis méritos, de mi sangre divina, en el mar inmenso de mis penas. En virtud de ellos quedó inmaculada, bella y pura; al enemigo le quedó cerrado el paso por los incalculables méritos míos y no pudo hacerle ningún daño. Era justo que quien debía concebir el Hijo de un Dios, debía primero ser Ella concebida en las obras de este Dios, para poder tener virtud de concebir al Verbo que debía venir a redimir al género humano; así que Ella primero quedó concebida en Mí, y Yo quedé concebido en Ella, no quedaba más que a tiempo oportuno hacerlo conocer a las criaturas, pero en la Divinidad estaba como ya hecho. Por eso, la que más recibió los frutos de la Redención, más bien tuvo el fruto completo, fue esta excelsa Criatura, que siendo concebido en Ella, amó, estimó y conservó como cosa suya todo lo que el Hijo de Dios obró sobre la tierra. ¡Oh! la belleza de esta tierna pequeñita, era un prodigio de la gracia, un portento de nuestra Divinidad, creció como Hija nuestra, fue nuestro decoro, nuestra alegría, el honor y la gloria nuestra”. (16-36)
Esto nos lo avala Sn Pablo cuando dice:
“…Por cuanto somos hechura suya en la gracia como lo fuimos en la naturaleza, creados en Jesucristo para obras buenas, preparadas por Dios desde la eternidad para que nos ejercitemos en ellas y merezcamos la gloria. (Ef. 2:10)
De la misma manera en los escritos de Luisa aparece esta afirmación en múltiples ocasiones.
La Virgen, en el libro “La Reina del Cielo” nos describe paso a paso el proceso de su creación, veamos:
1er paso. Tú debes saber que Yo conocí mi voluntad humana sólo para tenerla sacrificada en homenaje a mi Creador, mi vida fue toda de Voluntad Divina, desde el primer instante de mi concepción fui plasmada, enfervorizada y puesta en su luz, la cual purificó con su potencia mi germen humano y quedé concebida sin mancha original, por eso, si mi concepción fue sin mancha y tan gloriosa de formar el honor de la Familia Divina, fue sólo el Fiat omnipotente que se volcó sobre mi germen, y pura y santa quedé concebida. Así que si el Querer Divino no se hubiera vertido sobre mi germen, más que una tierna madre para impedir los efectos del pecado original, habría encontrado la triste suerte de las otras criaturas, de ser concebida con el pecado original, por eso la causa primaria fue la Divina Voluntad, a Ella sea el honor, la gloria, el agradecimiento de ser toda concebida sin mancha de origen.
2do paso. En cuanto el Querer Divino se volcó sobre mi germen humano para impedir los tristes efectos de la culpa, la Divinidad sonrió, se puso en fiesta al ver mi germen, aquel germen humano puro y santo como salió de sus manos creadoras en la creación del hombre. Y el Fiat Divino hizo entonces el segundo paso en Mí, llevando éste mi germen humano, por Él purificado y santificado ante la Divinidad, a fin de que se volcara a torrentes sobre mi pequeñez en acto de ser concebida, y la Divinidad descubriendo en Mí, bella y pura su obra creadora, sonrió de complacencia y queriéndome festejar, el Padre celestial vertió en Mí mares de potencia, el Hijo mares de sabiduría, el Espíritu Santo mares de amor. Así que Yo quedé concebida en la luz interminable de la Divina Voluntad y en medio de estos mares divinos, que mi pequeñez, no pudiéndolos contener, formaba olas altísimas para enviarlas nuevamente como homenajes de amor y gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo…
Nota.- El siguiente paso es importantísimo para comprender la prueba a la que fue sometida nuestra Madre Santísima, pero sobre todo el cómo, siendo una criatura inmersa en el tiempo, su prueba tiene vigencia para toda su Vida.
3er paso. Escucha hija mía, en cuanto la Divinidad sonrió y festejó mi concepción, el Fiat Supremo hizo el tercer paso en mi pequeña humanidad. Muy pequeñita me dotó de razón divina (Le dan la opción de ver las cosas como las ve Dios), y movida toda la Creación a fiesta me hizo reconocer por todas las cosas creadas como su Reina…
Querida hija mía, has de saber que la Divina Voluntad cuando reina en el alma no sabe hacer cosas pequeñas, sino grandes, quiere concentrar en la afortunada criatura todas sus prerrogativas divinas, y todo lo que ha salido de su Fiat omnipotente la circundan y quedan obedientes a sus indicaciones. ¿Qué cosa no me dio el Fiat Divino? Me dio todo, Cielo y tierra estaban en mi poder, me sentía dominadora de todo, incluso de mi mismo Creador.
4 paso. Y mientras todo era sonrisa y fiesta entre Ellos y Yo, Yo veía que no se podían confiar de Mí si no tenían una prueba. Hija mía, la prueba es la bandera que dice victoria, la prueba pone al seguro todos los bienes que Dios nos quiere dar, la prueba madura y dispone al alma para adquirir grandes conquistas, y también Yo veía la necesidad de esta prueba, porque quería dar a mi Creador, como correspondencia de tantos mares de gracias que me había dado, un acto de mi fidelidad, que me costase el sacrificio de toda mi vida. Cómo es bello poder decir: “Me has amado y te he amado.” Pero sin la prueba esto no puede decirse jamás…
Ahora escucha hija de mi corazón, al conocer los graves males de la voluntad humana en Adán y en toda su descendencia, Yo, tu celestial Mamá, si bien apenas recién concebida, lloré amargamente con lágrimas ardientes sobre el hombre caído… (Vale la pena hacer notar que fue necesario hacerle conocer el mal, lo que la voluntad humana había realizado)
…Así, el Fiat Supremo hizo el cuarto paso en mi alma, pidiéndome por prueba mi voluntad, esperando de Mí mi Fiat y la aceptación de tal prueba.
5 paso. En cuanto el Ser Supremo me pidió mi querer humano, y habiendo comprendido el grave mal que puede hacer la voluntad humana en la criatura, y cómo ella pone en peligro todo, incluso las obras más bellas de su Creador; cómo la criatura con su querer humano, toda es oscilante, es débil, inconstante, desordenada, y esto porque Dios al crearla la había creado unida, como en naturaleza con su Voluntad Divina, de modo que Ella debía ser la fuerza, el movimiento primario, el sostén, el alimento, la vida de la voluntad humana, así que con no dar vida a la Voluntad Divina en la nuestra, se rechazan los bienes recibidos de Dios en la Creación y los derechos recibidos en naturaleza en el acto en que fuimos creados; ¡oh, cómo comprendí bien la grave ofensa que se hace a Dios y los males que llueven sobre la criatura! Así que tuve horror y miedo de hacer mi voluntad, y justamente temía, porque también Adán fue creado por Dios, inocente, y con hacer su voluntad, ¿en cuántos males no se arrojó él y a todas las generaciones?
Por eso tu Mamá presa de terror, y más por el amor hacia mi Creador, juré no hacer jamás mi voluntad, tomé ésta y la até a los pies del trono divino en homenaje continuo de amor y de sacrificio, jurando no servirme jamás, aun por un solo instante de mi vida, de mi voluntad, sino siempre de la de Dios. Ahora hija mía amadísima, en cuanto hice don de mi voluntad a mi Creador, Yo me sentí triunfadora en la prueba querida para Mí, y Dios se sintió triunfador sobre mi voluntad humana.
Lecturas en los escritos de Luisa acerca de la prueba a la cual fue sometida la Virgen. Dice Luisa:
“Grande es el prodigio de la Inmaculada Concepción, pero mi Mamá Celestial no tuvo ninguna prueba en su Concepción, todo le fue propicio, tanto de parte de Dios como de parte de su naturaleza creada por Dios tan feliz, tan santa, tan privilegiada; entonces, ¿cuál fue su heroísmo y su prueba? Si de la prueba no fue excluido el ángel en el Cielo, ni Adán en el Edén, ¿acaso sólo la Reina de todos debía ser excluida de la aureola más bella, que la prueba debía poner sobre su cabeza augusta de Reina y de Madre del Hijo de Dios?” Mientras esto pensaba, mi amable Jesús moviéndose en mi interior me ha dicho:
“Hija mía, nadie puede ser aceptable a Mí sin la prueba. Si no hubiera estado la prueba habría tenido una Madre esclava, no libre, y la esclavitud no entra en nuestras relaciones ni en nuestras obras, ni puede tomar parte en nuestro libre amor. Mi Mamá tuvo su primera prueba desde el primer instante de su Concepción, en cuanto tuvo su primer acto de razón, conoció su voluntad humana por una parte y la Voluntad Divina por la otra, y fue dejada libre para elegir a cuál de las dos voluntades debía adherirse, y Ella, sin perder un instante y conociendo toda la magnitud del sacrificio que hacía, nos donó su voluntad sin quererla conocer más, y Nosotros le hicimos don de la nuestra, y en este intercambio de donación de voluntades por ambas partes, concurrieron todos los méritos, las bellezas, los prodigios, los mares inmensos de gracia en la Inmaculada Concepción de la más privilegiada de todas las criaturas. (17-25)
Así que, habiendo dicho FIAT en la Divina Voluntad, no podía cambiar, era inmutable su decisión.
«…Hija mía, la Inmaculada Concepción de mi amada Mamá fue prodigiosa y del todo maravillosa, tanto que Cielos y tierra quedaron estupefactos e hicieron fiesta. Las Tres Divinas Personas hicieron competencia: El Padre hizo salir un mar inmenso de potencia; Yo, Hijo, saqué un mar infinito de sabiduría; y el Espíritu Santo un mar inmenso de eterno amor, que fundiéndose formaron un solo mar y en medio de este mar fue formada la Concepción de esta Virgen, elegida entre las elegidas, así que la Divinidad suministró la sustancia de esta Concepción, y no sólo era centro de vida de esta admirable y singular criatura, sino que este mar le estaba alrededor, no sólo para tenerla defendida de todo lo que pudiera ensombrecerla, sino para darle a cada instante nuevas bellezas, nuevas gracias, potencia, sabiduría, amor, privilegios, etc. Así que su pequeña naturaleza fue concebida en el centro de este mar, y se formó y creció bajo el influjo de estas olas divinas, tanto, que no apenas fue formada esta noble y singular criatura, la Divinidad no quiso esperar como es su costumbre con las demás criaturas, quería sus abrazos, la correspondencia de su amor, sus besos, gozarse sus inocentes sonrisas, y por eso no apenas fue formada su Concepción le di el uso de razón, la doté de todas las ciencias, le hice conocer nuestras alegrías y nuestros dolores con relación a la Creación; y desde el seno materno Ella venía al Cielo, a los pies de nuestro trono para darnos los abrazos, la correspondencia de su amor, sus tiernos besos, y arrojándose en nuestros brazos nos sonreía con tal complacencia de gratitud y de agradecimiento, que arrancaba nuestras sonrisas. ¡Oh!, cómo era bello ver a esta inocente y privilegiada criatura, enriquecida con todas las cualidades divinas, venir en medio de Nosotros toda amor, toda confianza, sin temor, porque solamente el pecado es lo que pone distancia entre Creador y criatura, rompe el amor, hace perder la confianza e infunde temor, así que Ella venía en medio de Nosotros como Reina, que con su amor, dado por Nosotros, nos dominaba, nos raptaba, nos ponía en fiesta y se hacía raptora de otro amor, y Nosotros la hacíamos hacer, gozábamos del amor que nos arrebataba y la constituimos Reina del Cielo y de la tierra. Cielo y tierra exultaron e hicieron fiesta junto con Nosotros, por tener después de tantos siglos a su Reina; el sol sonrió en su luz, y se creyó afortunado por tener que servir a su Reina con darle luz; el cielo, las estrellas y todo el universo sonrieron de alegría e hicieron fiesta, porque debían alegrar a su Reina haciéndole ver la armonía y belleza del firmamento; sonrieron las plantas, pues debían nutrir a su Reina, y también la tierra sonrió y se sintió ennoblecida al deber dar habitación y por tener que hacerse pisar por los pasos de su Emperatriz. Sólo el infierno lloró y sintió perder las fuerzas por el dominio de esta Soberana Señora. (15-1)
“…Hija mía, la Inmaculada María, pequeña luz de la estirpe humana, porque la tierra humana le dio el origen, pero fue siempre hija de la luz porque ninguna mancha entró en esta luz; ¿pero sabes tú donde está toda su grandeza, quién le dio la soberanía, quién formó los mares de Luz, de santidad, de gracia, de amor, de belleza, de potencia, dentro y fuera de Ella? Hija mía, lo humano no sabe hacer jamás cosas grandes, ni dar cosas grandes, así que la Reina Celestial habría quedado la pequeña luz si Ella no hubiese puesto como a un lado su querer, que era la pequeña luz, y no haciéndose investir por mi Querer Divino, en el cual perdió su pequeña luz, el cual no es pequeña luz sino Sol interminable que invistiéndola toda formó mares de luz en torno a Ella, de gracia, de santidad, la embelleció tanto de volverla toda bella, con todas las tintas de las bellezas divinas, para hacer enamorar a Aquél que la había creado. Su Inmaculada Concepción, por cuan bella y pura, era siempre una pequeña luz, no habría tenido ni potencia, ni luz suficiente para poder formar mares de luz y de santidad si nuestro Querer Divino no hubiese investido la pequeña luz para convertirla en Sol, y la pequeña luz, cual era la voluntad de la Soberana Celestial, no se hubiese contentado con perderse en el Sol del Fiat Divino para hacerse dominar por Él. Fue esto el gran portento, el reino de mi Voluntad Divina en Ella, con Ésta, todo lo que hacía se volvía luz, se nutría de luz, nada salía de Ella que no fuese luz, porque tenía en su poder el Sol de mi Querer Divino, que por cuanta luz quería tomar, tanta tomaba. Y como la propiedad de la luz es difundirse, dominar, fecundar, iluminar, calentar, he aquí el por qué la nobleza de la Soberana Reina con el Sol de mi Voluntad Divina que poseía, se difundió en Dios y dominándolo lo doblegó para hacerlo descender sobre la tierra, quedó fecunda del Verbo Eterno, iluminó y calentó al género humano; se puede decir que todo lo hizo en virtud del reino de mi Querer que poseía, todas las otras prerrogativas se pueden llamar adornos de esta Madre Reina, pero la sustancia de todos sus bienes, de su altura, belleza, grandeza y soberanía, fue que poseyó el reino de mi Voluntad, por eso de Ella se dice lo menos, y de lo más no dicen ni una palabra. Esto significa que de mi Voluntad poco o nada conocen, por eso casi todos son mudos para Ella”. (23-21)
CONTINUARÁ
Sesión 042
El german humano de maría
Germen, según la RAE.
m. Esbozo que da principio al desarrollo de un ser vivo.
m. Principio u origen de una cosa material o moral.
Continúa Luisa:
“Mi abandono en el Fiat es continuo, y mientras seguía sus actos, mi pobre mente se ha detenido a pensar en la Concepción de la Celestial Reina y en su gran fortuna de ser preservada de la mancha original, y mi amado Jesús moviéndose en mi interior me ha dicho”:
“Hija mía, el germen con el cual fue concebida la Soberana Celestial fue tomado de la estirpe humana, porque también Ella tuvo su vida humana como todas las otras criaturas, como la tuve también Yo, pero con esta gran diferencia, no concedida a ninguna otra criatura, que en este germen humano, antes de que fuera concebida su bella alma, mi Fiat, con su Omnipotencia, concentró sus rayos en este germen y con su luz y calor aniquiló e hizo morir lo que de mal había en él, purificándolo del todo y volviéndolo puro, santo y exento de la mancha de origen, y después fue concebida en este germen la Inmaculada Niña. Así que todo el portento de la Inmaculada Concepción fue obrado por mi Divina Voluntad, no hizo otro germen humano, ni lo destruyó, sino que lo purificó y con su calor y luz le quitó todos los humores que había contraído este germen por el pecado de Adán, e hizo regresar el germen humano en Ella tal como había salido de nuestras manos creadoras; por eso en cuanto fue concebida la pequeña Virgen Reina, así fue concebido en Ella y en las generaciones humanas el reino de mi Divina Voluntad, porque Nosotros al formar y dar a una criatura gracias sorprendentes, miramos en ella la humanidad de toda la familia humana como si fuera una sola. Mira entonces, en cuanto fue concebida la Virgen en este germen exento de toda mancha, que fue obra del Fiat Divino, así quedó concebido de nuevo en la humanidad su reino divino, y en cuanto la Inmaculada Virgen nació, así fue restituido el derecho de poderlo poseer. (24-44)
¿Y el cuerpo?
Luisa se pregunta, después de conocer la forma en que fue creada el alma de nuestra Mamá y de la purificación del germen humano de Ella, ¿qué pasa con el cuerpo?
El cuerpo no necesitó redención
“…Es cierto que mi Reina Mamá fue concebida en los interminables méritos de mi Jesús, pero la sangre, el cuerpo, fueron concebidos en el seno de Santa Ana, la cual no estaba exenta de la mancha de origen; entonces, ¿cómo puede ser que nada heredó de los tantos males que todos hemos heredado por el pecado de nuestro primer padre Adán?”
Y Jesús: “Hija mía, tú no has entendido aún que todo el mal está en la voluntad. La voluntad arrolló al hombre, es decir a su naturaleza, no la naturaleza arrolló a la voluntad del hombre, así que la naturaleza quedó en su lugar, tal como fue creada por Mí, nada cambió, fue su voluntad la que se cambió y se puso, nada menos, que contra una Voluntad Divina, y esta voluntad rebelde arrastró su naturaleza, la debilitó, la contaminó y la volvió esclava de vilísima pasiones; sucedió como a un recipiente lleno de perfumes o de cosas preciosas, si se vaciara de eso y se llenase de podredumbre o de cosas viles, ¿acaso cambia el recipiente? Cambia lo que se pone dentro, pero él es siempre lo que es, a lo más se vuelve más o menos apreciable según lo que contiene, así fue del hombre.
Ahora mi Mamá, el ser concebida en una criatura de la raza humana no le causó ningún daño, porque su alma era inmune de toda culpa, entre su voluntad y la de su Dios no había división, las corrientes divinas no encontraban obstáculo ni oposición para derramarse sobre Ella, a cada instante estaba bajo la tupida lluvia de nuevas gracias. Entonces, con esta voluntad y esta alma toda santa, toda pura, toda bella, el recipiente de su cuerpo que tomó de su madre quedó perfumado, rehabilitado, ordenado, divinizado, en modo de quedar exenta aun de todos los males naturales de los que está invadida la naturaleza humana. ¡Ah! fue propiamente Ella la que recibió el germen del Fiat Voluntas Tua como en el Cielo así en la tierra, que la ennobleció y la restituyó a su principio, tal como el hombre fue creado por Nosotros antes de que pecara; es más, lo sobrepasó, la embelleció aún más a los continuos flujos de aquel Fiat que tiene sólo virtud de reproducir imágenes todas semejantes a Aquél que las ha creado, y en virtud de esta Voluntad Divina que obraba en Ella, se puede decir que lo que Dios es por naturaleza, Ella lo es por gracia. Nuestra Voluntad todo puede hacer, a todo puede llegar cuando el alma nos da libertad de obrar y no interrumpe con su voluntad humana nuestro obrar”. (16-36)
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Muy interesante noticia, y muy esclarecedora en cuanto al pecado. Sn Pablo decía: «la fuerza del pecado que habita en nuestros miembros» dando a entender que nuestro cuerpo nos arrastra a pecar por estas fuerzas que son innatas en él. Definitivamente esto no es cierto, el cuerpo sigue estando en perfecta sintonía con el cuerpo creado por Dios en Adán. Este cuerpo tiene en sí fuerzas, instintos, tendencias, las cuales son creadas por nuestro Creador, y tienen una específica función. Por tanto, cada vez que sentimos su impulso, quiere decir que está funcionando en perfecta armonía con su finalidad para la que fue creado. Sin embargo, debemos tener muy presente, que en cualquier organismo, no importa el reino al que pertenezca, la parte inferior debe estar sujeta a la parte superior, y en el hombre, el instinto, las tendencias, etc, deberían estar sujetas a la parte superior, cual es la RAZÓN. Aquí es donde reside la culpa, en que la razón se deja vencer por la fuerza inferior, logrando con esto envilecerse, obteniendo placer NO NATURAL para su naturaleza, la cual es espiritual, por lo que debería buscar los satisfactores del mismo tipo. Pero como el pecado de la parte espiritual es la soberbia, lo satisface a través de satisfacer las necesidades corporales, llevando dicha satisfacción únicamente por placer, no para cubrir necesidades.
Esto es difícil explicarlo en un espacio tan corto, simplemente recordemos que si Dios nos puso las mal llamadas “miserias”, es porque nos las da como materia prima para que podamos desarrollar las diferentes virtudes.
Con el nacimiento de esta Celestial Criatura tuvo principio la Divina Voluntad en la tierra.
“Hija mía, la Divina Voluntad tuvo el principio de su Vida en la tierra en la niña Celestial, por lo tanto, el principio de todos los bienes en todas las criaturas. No hay bien que en mi Divina Voluntad no comience, descienda y ascienda a su fuente. Entonces, esta Celestial niña habiendo comenzado su vida en el Fiat Divino desde su Inmaculada Concepción, y siendo Ella de la estirpe humana, con mi Voluntad adquirió la Vida Divina y con su humanidad poseía el origen humano. Entonces tuvo la potencia de unir lo divino y lo humano y dio a Dios lo que el humano no le había dado y negado, cual era su voluntad, y dio a los hombres el derecho de poder ascender a los abrazos de su Creador…
Nota.- Lo mismo que Jesús, si Él no se hubiera encarnado no habría posibilidad de unir lo divino a lo humano. Ahora Ella es la primera en hacerlo, y con esto toda la familia humana adquiere el derecho de repetirlo.
…Hija mía, cómo era bello, deleitable, el ver a esta Celestial niña desde su Inmaculada Concepción, se miraba y se veía su pequeña tierra tomada de la estirpe humana, y dentro de esta pequeña tierra se veía el Sol de nuestro Eterno Querer, que no pudiéndolo contener desbordaba fuera de Ella y se extendía tanto, que llenaba Cielo y tierra. Hicimos un prodigio de nuestra Omnipotencia para hacer que la pequeña tierra de la pequeña Reinita pudiese encerrar el Sol de nuestro Querer Divino. Así que se veía tierra y Sol, por eso todo lo que hacía, si pensaba, si hablaba, si obraba, si caminaba, sus pensamientos eran rayos de luz, sus palabras se convertían en luz, todo era luz que salía de Ella, porque siendo su pequeña tierra más pequeña que el Sol inmenso que encerraba, sus actos se perdían en la luz. Y como esta pequeña tierra de la Soberana Celestial era vivificada, animada y conservada continuamente por el Sol de mi Fiat, se veía siempre florida, pero de las más bellas florituras, que daban en frutos dulcísimos, de atraer nuestras miradas divinas y quedar raptados, pero tanto, que no podíamos hacer menos que mirarla, tanta era la belleza y la felicidad que nos daba. Toda bella era la Virgencita Inmaculada, su belleza era encantadora y raptora, basta decir que era un prodigio de nuestro Querer para decirlo todo. ¡Oh! si las criaturas conocieran qué significa vivir de Voluntad de Dios, pondrían la vida para conocerla y vivir en Ella”. (24-44)
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La Inmaculada Concepción, renacimiento de todos.
“…Hija mía bendita, hoy es la fiesta de la Inmaculada Concepción, ésta es la fiesta más bella, más grande para Nosotros y para el Cielo y la tierra. Nosotros en el acto de llamar de la nada a esta Celestial Criatura obramos tales prodigios y maravillas, que Cielos y tierra quedaron llenos de ellas. Llamamos a todos, ninguno fue puesto a un lado, a fin de que todos quedaran renacidos junto con Ella, así que fue el renacimiento de todos y de todo. Nuestro Ser Divino desbordó tanto de Nosotros, que pusimos a su disposición en el acto de Concebirla mares de amor, de santidad, de luz, con los cuales podía amar a todos, hacer santos a todos y dar luz a todos. La Celestial Pequeña sintió renacer en su pequeño corazón a un pueblo innumerable. Y nuestra paterna bondad, ¿qué hizo? Primero la hicimos don a Nosotros mismos, a fin de que nos la gozásemos y la cortejásemos, y Ella gozase y nos cortejase a Nosotros, y después la hicimos don a cada una de las criaturas. ¡Oh! cómo nos amó, y amó a todos con tal intensidad y plenitud, que no hay punto en el cual no haga surgir su amor. Toda la Creación, el sol, el viento, el mar, están llenos del amor de esta santa criatura, porque también la Creación se sintió renacer junto con Ella a nueva gloria, mucho más que tuvieron la gran gloria de poseer a su Reina, tanto que, cuando Ella nos ruega por el bien de su pueblo, con un amor al cual no nos es dado resistir, nos dice: Majestad adorable, recuerda que me los has donado, ya soy vuestra y soy de ellos, por lo tanto, con derecho debes escucharme favorablemente”. (36-43)
Nota.- Una Madre para cada uno, no una para todos, al igual que Jesús, un Jesús para cada uno de nosotros, como cuando comulgamos, cada uno recibe a un Jesús completo, aunque no deja de ser uno, no que existan muchos Jesús.
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¿Qué fue lo que la hizo grande?
Nota.- Se vuelve a tocar el tema de la prueba, y corrobora que es la voluntad la que es probada, pues es la que decide si se mantiene alineada a la Voluntad de Dios, o se separa de Ella, llegando de esta manera al pecado.
…Es siempre la voluntad la que tengo costumbre de probar; todos los sacrificios, aun la muerte, sin la voluntad me darían asco y no atraerían ni siquiera una de mis miradas. ¿Pero quieres saber tú cuál fue el más grande prodigio obrado por Nosotros en esta criatura tan santa, y el más grande heroísmo que ninguno, ninguno podrá jamás igualar de tan bella criatura? Su vida la comenzó con nuestra Voluntad, la siguió y la cumplió, así que se puede decir que cumplió desde que comenzó, y comenzó desde que cumplió; y nuestro más grande prodigio fue que en cada pensamiento suyo, palabra, respiro, latido, movimiento y paso, nuestro Querer desahogaba sobre de Ella y Ella nos ofrecía el heroísmo de un pensamiento, de una palabra, de un respiro, de un latido divino y eterno obrante en Ella, esto la elevaba tanto, que lo que Nosotros éramos por naturaleza, Ella lo era por gracia; todas sus demás prerrogativas, sus privilegios, su misma Inmaculada Concepción, habrían sido un bello nada en comparación de este gran prodigio; más bien, fue esto lo que la confirmó y la volvió estable y fuerte durante toda su vida. Mi Voluntad continua, desbordante sobre de Ella, le participaba la Naturaleza Divina, y su continuo recibirla la hizo fuerte en el amor, fuerte en el dolor, distinta entre todos. Fue esta nuestra Voluntad obrante en Ella la que atrajo al Verbo a la tierra, lo que formó la semilla de la fecundidad divina para poder concebir un Hombre y Dios sin obra humana, y la hizo digna de ser Madre de su mismo Creador. Por eso Yo insisto siempre sobre mi Voluntad, porque conserva al alma bella como salió de nuestras manos, la hace crecer como copia original de su Creador; y por cuantas obras grandes y sacrificios uno pueda hacer, si mi Voluntad no entra dentro, Yo los rechazo, no los reconozco, no es alimento para Mí; y las obras más bellas sin mi Voluntad llegan a ser alimento de la voluntad humana, de la propia estima y de la avidez de la criatura”. (17-25)
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Nota.- Se mantuvo en la Divina Voluntad, nunca hubo ni siquiera un respiro, o el más pequeño acto sin la unión con Ella. Éste fue el más grande sacrificio que pudo ofrecer a su Creador, y es esto mismo lo que se nos pide para hacer “vida” en la Divina Voluntad, lo cual parece casi imposible, sin embargo, recordemos que si logramos entrar en el ámbito de Ella, se nos comunicaran los atributos de la misma, con lo que haremos adquisición de la inmutabilidad divina, con la cual nos será menos fatigoso el lograrlo, además de que nuestro espíritu se mantendrá en su entorno, obteniendo de esta manera la satisfacción a su naturaleza, y eso hará casi imposible que se busquen satisfactores menores, como lo son los materiales.
Hemos visto ya algunos elementos de esta Celestial criatura al ser creada su alma. Ahora, en este momento de ser creada su bella alma, y ya que ésta tenía sabiduría y razón participadas por la Divinidad, podríamos preguntarnos: ¿cuáles fueron sus primeros actos?
…¿Pero sabes tú cuál fue el primer acto (Habla del primer acto antes de nacer, estando en las rodillas del Padre) que hizo esta Celestial criatura cuando se encontró la primera vez ante nuestro trono? Ella conoció (Se le dio el conocimiento del mal, cosa que Adán no tuvo) que todo el mal del hombre había sido la ruptura entre su voluntad y la de su Creador, y Ella se estremeció, y sin dejar pasar el tiempo ató su voluntad a los pies de mi trono, sin ni siquiera quererla conocer, y mi Voluntad se ató a Ella y se constituyó centro de vida. Fue propiamente esto el acto más bello, más grande, más heroico que hizo, el poner a nuestros pies su voluntad, y que a Nosotros, como raptados, nos hizo constituirla Reina de todos. ¿Ves entonces qué significa atarse con mi Voluntad y no conocer la propia?
El segundo acto que hizo fue ofrecerse a cualquier sacrificio por amor nuestro.
El tercero fue restituirnos el honor y la gloria de toda la Creación, que el hombre nos había quitado con hacer su voluntad; y aun desde el seno materno lloró por amor nuestro, porque nos vio ofendidos, y lloró de dolor por el hombre culpable. ¡Oh! cómo nos enternecían estas lágrimas inocentes y apresuraban la suspirada Redención. Esta Reina nos dominaba, nos ataba, nos arrancaba gracias infinitas, nos inclinaba tanto hacia el género humano que no podíamos ni sabíamos resistir a sus repetidas instancias; ¿pero de dónde le venía tal poder y tanta ascendencia sobre la misma Divinidad? ¡Ah! tú lo has entendido, era la potencia de nuestro Querer que obraba en Ella, que mientras la dominaba la hacía dominadora de Dios mismo. Además ¿cómo podíamos resistir a tan inocente criatura poseída por la potencia y santidad de Nuestro Querer? Sería resistir a Nosotros mismos, Nosotros descubríamos en Ella nuestras cualidades divinas, como olas afluían sobre Ella los reflejos de nuestra santidad, los reflejos de los modos divinos, de nuestro amor, de nuestra potencia, etc., y nuestro Querer, que era su centro, atraía todos los reflejos de nuestras cualidades divinas y se hacía corona y defensa de la Divinidad habitante en Ella. Si esta Virgen Inmaculada no hubiera tenido el Querer Divino como centro de vida, todas las demás prerrogativas y privilegios con los cuales tanto la enriquecimos habrían sido una nada frente a eso. (15-1)
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Hemos recorrido los pasos dados por Dios para crear a esta criatura inigualable, ahora será conveniente leer algunos dictados de nuestro Jesús acerca de la Inmaculada Concepción, y de esta manera nos profundizaremos en nuestra Madre Santísima. Se pondrán sin ningún comentario, para no alterar la belleza descriptiva que usa Él, su Hijo.
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“Hija mía, quiero hacerte penetrar más adentro en la Inmaculada Concepción de mi Madre Santísima, sus prodigios, cómo amó a su Creador y cómo por amor nuestro amó a todas las criaturas. La pequeña Reina en el acto de quedar concebida, comenzó su vida junto con la Divina Voluntad, y por lo tanto junto con su Creador, por eso sentía toda la fuerza, la inmensidad, el ímpetu del amor divino, y era tanto, que se sentía perdida, ahogada de amor, y no sabía hacer otra cosa que amar a Aquél que tanto la amaba, se sentía amada, pero tanto, hasta darle su Voluntad en su poder para tenerla como vida propia, que se puede llamar el más grande amor de Dios, el amor más heroico, el amor que sólo puede decir: ‘No tengo más que darte, todo te he dado’. Y la pequeña Reina se servía de esta Vida para amarlo por cuanto era amada, no perdía un instante sin amarlo y trataba de igualarlo en amor. Ahora, nuestra Voluntad Divina que posee la omnividencia de todo, nada le esconde, hizo presente a esta Santa Criatura todas las humanas generaciones, cada culpa que habían hecho y que debían hacer, y desde el primer instante de su Concepción, la celestial pequeña, que no conocía otra vida que la sola Voluntad Divina, comenzó a dolerse con dolor divino por cada culpa de criatura, tanto, que formaba en torno a cada culpa de ellas un mar de amor y dolor divino. Mi Voluntad que no sabe hacer cosas pequeñas, formaba en su bella alma mares de dolor y de amor por cada culpa y por cada criatura, por eso la santa Virgencita desde el primer instante de su vida, era Reina de dolor y de amor, porque nuestra Voluntad que todo puede, le daba tal dolor y amor, que si no la hubiera sostenido con su potencia, habría muerto por cada culpa y tantas veces consumida de amor por cuantas criaturas debían existir. Y nuestra Divinidad comenzó a tener, en virtud de nuestra Voluntad, el dolor divino y el amor divino por todos y por cada uno. ¡Oh! cómo nos sentimos satisfechos y pagados por todos, y en virtud de este dolor y amor divino, nos sentimos inclinados hacia todos; su amor era tanto, que dominándonos nos hacía amar a aquellos que Ella amaba, tanto que el Verbo Eterno, en cuanto vino a la luz esta excelsa criatura, corrió para venir a buscar al hombre y salvarlo. ¿Quién puede resistir a la potencia obrante de nuestra Voluntad en la criatura, y qué cosa no puede hacer y obtener de cuánto quiere? ¡Oh! si todos supieran el gran bien que hicimos a las humanas generaciones con darles a esta Celestial Reina, fue Ella quien preparó la Redención, que venció a su Creador y que fue la portadora del Verbo Eterno sobre la tierra, ¡ah! todos se estrecharían en torno de sus rodillas maternas para implorar de Ella aquella Divina Voluntad de la cual posee la Vida”. (33-36)
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“Hija mía bendita, tú debes saber que no hay belleza, ni valor, ni prodigios que puedan compararse a la Inmaculada Concepción de esta celestial criatura, mi Fiat Omnipotente hizo de Ella una nueva creación, ¡oh! cuánto más bella, más prodigiosa que la primera, mi Querer Divino en Sí mismo no tiene principio ni fin, y el prodigio más grande fue como si en esta criatura renaciera, y no sólo, sino en cada instante, acto, oración que hacía, crecía, y en este crecimiento mi Voluntad multiplicaba sus prodigios en modo infinito. La creación del universo fue hecha por Nosotros en modo admirable, y es mantenido por Nosotros bajo el imperio de nuestro acto creante y conservante, sin que agregáramos nada, en cambio en esta Virgen, manteníamos el acto creante, conservante y creciente, esto es el prodigio de los prodigios, la Vida de nuestro Querer renacida en Ella y su crecer continuo en cada acto que hacía, y nuestro Fiat para renacer en Ella se pronunció en el acto de su Concepción, y cuando Éste se pronuncia, nuestro acto tiene tal suntuosidad, sublimidad, alteza, inmensidad, potencia, que toma a todos en la red de su Amor, no pone a ninguno a un lado, todos pueden tomar el bien que posee nuestro Fiat obrante, a menos que alguno no lo quisiera. Nuestra Divinidad al ver en esta Santa criatura como renacida a nuestra Voluntad, le participó sus derechos divinos, de modo que era dueña de nuestro Amor, Potencia, Sabiduría y Bondad, y Reina de nuestro Fiat. Ella con su acto creciente de nuestro Querer nos raptaba, nos amaba tanto, que llegó a amarnos por todos, a todas las criaturas las cubría, las escondía en su amor y nos hacía oír el eco del amor de todos y de cada uno. ¡Oh! cómo nos sentíamos atados y como hechos prisioneros por el amor de esta Virgen Santísima, mucho más que como nos amaba, adoraba, rogaba, obraba con el acto creciente de nuestro Fiat que poseía, encerraba en sí a su Creador, conforme nos amaba así nos sentíamos absorbidos en Ella sin poderle resistir, era tanta su potencia que nos dominaba y encerraba en sí nuestra Trinidad Sacrosanta, y Nosotros la amábamos tanto que la hacíamos hacer lo que Ella quería; ¿quién tenía corazón para negarle algo? Más bien nos sentíamos más felices de contentarla, porque un alma que nos ama es nuestra felicidad, porque oímos el eco, la alegría de nuestra felicidad en ella, y quien posee nuestra Voluntad como vida es todo para Nosotros. Este es el gran prodigio de quien posee nuestra Voluntad como vida, sentir en sí el participar en sus mismos derechos divinos, con esto siente que su amor no termina jamás, y tiene tanto que puede amar por todos y dar amor a todos; con su acto creciente no dice jamás basta a su santidad. Mucho más que la Soberana Reina con poseer nuestra Voluntad como vida, tenía siempre qué darnos, siempre qué decir, nos tenía siempre ocupados y Nosotros teníamos siempre qué dar, y siempre nuestros secretos amorosos para comunicarle, tanto que nada hacemos sin Ella, primero nos entendíamos con Ella, después lo poníamos en su materno corazón, y de su corazón desciende en el afortunado que debe recibir aquel bien. Así que no hay gracia que descienda sobre la tierra, no hay santidad que se forme, no hay pecador que se convierta, no hay amor que parta de nuestro trono, que primero no sea puesto en su corazón de Madre, la cual forma la maduración de aquel bien, lo fecunda con su amor, lo enriquece con sus gracias, y si es necesario con la virtud de sus dolores, y después lo pone en quien lo debe recibir, de modo que quien lo recibe siente la Paternidad Divina y la Maternidad de su Madre Celestial. Podemos hacer sin Ella, pero no queremos, ¿quién tendrá corazón de hacerla a un lado? Nuestro Amor, nuestra Sabiduría infinita, nuestro mismo Fiat se impone sobre Nosotros, y no nos hace hacer nada que no descienda por medio suyo. Ve entonces hasta dónde llega nuestro Amor por quien vive de la Voluntad Divina, hasta no querer hacer nada sin Ella, es la armonía de nuestra Sabiduría infinita, que así como la Creación del universo gira siempre en torno a Nosotros, y conforme gira fecundan la tierra y mantienen la vida natural a todas las criaturas, así esta nueva creación de la Concepción de la Inmaculada Señora gira siempre en torno a Dios, y Dios gira siempre en torno a Ella, y mantienen la fecundidad del bien, forman la santidad de las almas y la llamada a las criaturas a Dios”. (34-2)
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Tú has visto la Concepción de la Soberana Reina, y como tú, estando en mi Voluntad te has encontrado concebida en su materno corazón; mira la gran diferencia, para quien vive en mi Querer los prodigios de la Inmaculada Concepción fueron inauditos; mi Voluntad que animaba esta Inmaculada Concepción, de la cual ninguno puede huir de Ella, llamó para estar presentes a todas las criaturas, para que quedaran concebidas en su virginal corazón, y recibieran su maternidad, su ayuda, su defensa, encontraran el refugio, el apoyo en esta Madre Celestial. (34-8)
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…“Hija mía bendita, ¡oh! cuántas cosas tengo que decir sobre la Concepción de esta Celestial Criatura, era una vida que creábamos, no una obra, de la obra a la vida hay gran diferencia; y además Vida Divina y humana, en la cual debía haber sumo acuerdo de santidad, de amor, de potencia, que la una debía poder igualarse con la otra. Fueron tales los prodigios que hicimos al crear esta vida, que debimos hacer el prodigio más grande, y una cadena de milagros para hacer que esta vida pudiese contener los bienes que en Ella depositamos. Esta Santa Criatura, concebida sin mancha de origen, sentía la Vida de su Creador, su Voluntad obrante, la cual no hacía otra cosa que hacer surgir nuevos mares de amor, y ¡oh! cómo nos amaba, nos sentía dentro y fuera de Sí, y ¡oh! cómo corría para poderse encontrar dondequiera y por todas partes donde estaba la Vida de su Creador. Para Ella habría sido el más duro y cruel martirio si no se hubiera podido encontrar por todas partes para amarnos; nuestra Voluntad la ponía en vuelo, y nuestra Vida mientras se encontraba en Ella, se hacía encontrar por todas partes para hacerse amar y para gozarse a Aquella que tanto amaba y por quien era amada.
Ahora escucha otra sorpresa, en cuanto fue concebida comenzó su carrera, y Nosotros la amábamos con amor infinito, el no amarla habría sido para Nosotros el más grande martirio, por eso, conforme corría para encontrar fuera de Ella nuestra Vida que poseía dentro, porque un bien jamás es completo si no se posee por dentro y por fuera, así, conforme corría así quedaba concebida en el cielo, en las esferas celestiales, y las estrellas le hacían corona y la alababan y aclamaban como su Reina, y adquiría los derechos de Reina sobre todas las esferas celestes. Nuestra inmensidad la esperaba en el sol, y Ella corría y quedaba concebida en el sol, el cual haciéndose diadema a su cabeza adorable la investía de luz y la alababa como Reina de la luz. Nuestra inmensidad y potencia la esperaban en el viento, en el aire, en el mar, y Ella corría, corría sin detenerse jamás en su carrera, y quedaba concebida en el viento, en el aire, en el mar, y adquiría los derechos de Reina sobre todo. Así que la Soberana Señora hace correr su potencia, su amor, su maternidad, en el cielo, en el sol, en el viento, en el mar, hasta en el aire que todos respiran, así que dondequiera y por todas partes y en todos quedó concebida; donde estaba nuestra potencia e inmensidad Ella erigía su trono para amarnos y amar a todos. Éste fue el más grande milagro que hizo nuestro amor potente, bilocarla, multiplicarla en todas las cosas y seres creados, para que la encontrásemos en todos y por todas partes. La Celestial Reina hace como el sol, que si alguno no quisiera su luz, la luz se impone y dice, me quieras o no me quieras debo hacer mi curso, debo darte luz; sin embargo alguno se puede esconder de la luz del sol, pero de la Soberana Señora no se puede esconder ninguno; si esto no fuera así, no se podría decir con los hechos Reina y Madre universal de todos y de todo, y Nosotros no sabemos decir palabras si no hacemos los hechos. Mira entonces hasta dónde llegó nuestra potencia, nuestro amor en la Concepción de esta Santa Criatura, hasta elevarla a tal altura y gloria, de poder decir: Donde está mi Creador estoy Yo para amarlo, me ha investido de tal potencia y gloria, que soy Soberana de todo, todo depende de Mí, mi dominio se extiende por doquier, tanto, que mientras estoy concebida en todas las cosas, tengo concebido en Mí el cielo, el sol, el viento, el mar, y todo, todo poseo en Mí, aun a mi Creador, y soy Soberana y Señora de todos. Esta es toda mi altura inalcanzable, mi gloria que ninguno puede igualar, mi gran honor, que con mi amor abrazo a todos, amo a todos y soy de todos, hasta la Madre de mi Creador”. (35-20)
Después de haber recorrido los pasos que Dios dio para llevar a cabo la creación del alma de nuestra Madre Santísima, volviéndola Inmaculada, criatura llena de dones inimaginables, pero quizá el que más llame la atención es el haber quedado sin la mancha de origen, vamos a intentar hacer una pequeña reflexión acerca de este don:
Lo primero es dejar en claro que cuando decimos Inmaculada, no estamos tratando de decir que se refiere simplemente a que no tiene pecado original, pues esto nos pone en un dilema, ¿cuál?
La palabra pecado nos indica una acción consciente, llevada a cabo libremente, y que se opone a Dios. Además, ya Jesús nos indicó que éste no radica en el cuerpo, sino en el alma, en la voluntad que es la que decide, por tanto debemos preguntarnos: ¿si Dios crea el alma, debemos decir que la crea manchada? Sería casi una blasfemia pensarlo, sería como si dijéramos que nos crea para pecar, y sentenciara, pero ay de ti si pecas. Un Dios maquiavélico, ¿no les parece?
Adán faltó a la orden divina, ciertamente, pero ¿podremos heredar su pecado todos sus descendientes? Existen opiniones a favor, aduciendo lo expresado en Ex: 20-5, 34-7, Núm: 14:8, Deut: 5-9. Sin embargo tendríamos que hacer un examen minucioso del entorno que motivó dicha sentencia, situarnos en el tiempo y espacio en que fue expresada, pues como dice un querido sacerdote: «un texto sin contexto, es un pretexto» No es el momento para introducirnos en esta búsqueda, pero debemos expresar lo siguiente, y que tiene más valor aún para desmentir el hecho de que heredamos el “pecado” de nuestro primer padre.
Existe un axioma que dice: Una verdad revelada no puede contradecir a otra verdad revelada, pues las dos son reveladas por el Espíritu Santo, y Éste no puede contradecirse. (Analogía Fidei) y si leemos el capítulo 18 del profeta Ezequiel, veremos cómo contradice en absoluto las citas anteriores, dejando perfectamente establecido que los hijos no heredarán, mucho menos pagarán por los pecados de los padres o de los ancestros más lejanos.
Dada la importancia de este pasaje, lo pongo a continuación:
Eze 18:1 Me habló nuevamente el Señor, diciendo:
Eze 18:2 ¿Cómo es que entre vosotros, en tierra de Israel, “habéis convertido en proverbio este dicho: Los padres comieron uvas agrias, y los hijos sufren la dentera? “
Eze 18:3 Juro yo, dice el Señor Dios, que esta parábola no será ya más para vosotros un proverbio en Israel.
Eze 18:4 Porque todas las almas son mías; como es mía el alma del padre, lo es también la del hijo. El alma que pecare, ésa morirá.
Eze 18:5 Y si un hombre fuere justo, y viviere según derecho y justicia;
Eze 18:6 si no celebrare banquetes en los montes, ni levantare sus ojos hacia los ídolos de la casa de Israel; si no violare la mujer de su prójimo, ni se acercare a su propia mujer en el tiempo de su menstruación,
Eze 18:7 y no ofendiere a nadie; si volviere la prenda al deudor; si no tomare nada ajeno a la fuerza; si partiere su pan con el hambriento, y vistiere al desnudo;
Eze 18:8 si no prestare a usura, ni recibiere más de lo prestado, si no obrare la maldad, y sentenciare justamente sin distinción de personas;
Eze 18:9 si arreglare su proceder a mis mandamientos, y observare mis leyes para obrar rectamente, éste tal es varón justo, y tendrá vida verdadera y feliz, dice el Señor Dios.
Eze 18:10 Pero si él tiene un hijo, el cual sea ladrón y homicida, o cometa otras maldades;
Eze 18:11 y que lejos de hacer cosa buena, celebre banquetes en los montes de los ídolos, y viole la mujer de su prójimo;
Eze 18:12 ofenda al desvalido y al pobre, robe lo ajeno, no devuelva la prenda, levante sus ojos hacia los ídolos, cometa abominaciones;
Eze 18:13 dé a usura y reciba más de lo prestado: ¿Acaso ése vivirá? No vivirá. Habiendo hecho todas estas cosas tan detestables, morirá sin remedio: Su sangre caerá sobre él.
Eze 18:14 Y si éste tuviere un hijo, que viendo todos los pecados que su padre ha cometido entrare en temor, y no lo imitare en ellos;
Eze 18:15 si no celebrare banquetes en los montes, ni levantare sus ojos hacia los ídolos de la casa de Israel, y no violare la mujer de su prójimo;
Eze 18:16 si no ofendiere a nadie, ni retuviere la prenda, ni robare lo ajeno; si diere de su pan al hambriento, y vistiere al desnudo;
Eze 18:17 si no hiciere ningún agravio al pobre, ni recibiere usura, ni interés; si observare mis leyes, y anduviere según mis preceptos, éste no morirá por causa de la iniquidad de su padre, sino que vivirá felizmente.
Eze 18:18 Su padre, por haber sido un calumniador y opresor de su prójimo, y por haber obrado la maldad en medio de su pueblo, murió en pena de su iniquidad.
Eze 18:19 Y vosotros decís: ¿Por qué motivo no ha pagado el hijo la pena de la iniquidad de su padre? Por esto, porque el hijo ha obrado según la ley y según la justicia; él ha observado todos mis mandamientos, y los ha cumplido; y por lo mismo tendrá vida verdadera y feliz.
Eze 18:20 «El alma que pecare, ésa morirá. No pagará el hijo la pena de la maldad de su padre, ni el padre la de la maldad de su hijo: La justicia del justo sobre él recaerá, y la impiedad del impío sobre el impío caerá».
Eze 18:21 Pero si el impío hiciere penitencia de todos los pecados que ha cometido, y observare todos mis preceptos, y obrare según derecho y justicia, tendrá vida verdadera, y no morirá.
Eze 18:22 De todas cuantas maldades haya él cometido, yo no me acordaré más; él hallará vida en la virtud que ha practicado.
Eze 18:23 ¿Acaso quiero yo la muerte del impío, dice el Señor Dios, y no antes bien que se convierta de su mal proceder, y viva?
Eze 18:24 Pero si el justo se desviare de su justicia, y cometiere la maldad según las abominaciones que suele hacer el impío, ¿por ventura tendrá él vida? Todas cuantas obras buenas había él hecho, se echarán en olvido; por la prevaricación en que ha caído y por el pecado que ha cometido, por eso morirá.
Eze 18:25 Y vosotros habéis dicho: La conducta que observa el Señor no es justa. Escuchad, pues, oh hijos de Israel: ¿Acaso es el proceder mío el que no es justo, y no son más bien perversos vuestros procederes?
Eze 18:26 Porque cuando el justo se desviare de su justicia y pecare, por ello morirá: Morirá por la injusticia que obró.
Eze 18:27 Y si el impío se apartare de la impiedad que obró, y procediere con rectitud y justicia, dará él mismo la vida a su alma;
Eze 18:28 porque si él entra otra vez en sí mismo, y se aparta de todas las iniquidades que ha cometido, tendrá verdadera vida y no morirá.
Eze 18:29 Y dicen los hijos de Israel: No es justa la conducta que tiene el Señor. ¿Acaso es la conducta mía la que no es justa, ¡oh casa de Israel!, y no son antes bien depravados vuestros procederes?
Eze 18:30 Por tanto, yo juzgaré, dice el Señor Dios, ¡oh casa de Israel!, a cada cual según sus obras. Convertíos y haced penitencia de todas vuestras maldades; y no serán éstas causa de vuestra perdición.
Eze 18:31 Arrojad lejos de vosotros todas vuestras prevaricaciones que habéis cometido, y formaos un corazón nuevo y un nuevo espíritu. ¿Y por qué has de morir, oh casa de Israel?
Eze 18:32 Y pues yo no deseo la muerte de aquel que muere, dice el Señor Dios, convertíos y viviréis.
Siendo esto así, volvamos a nuestra Madre. Su alma creada por Dios, por fuerza es perfecta, libre de toda mancha. El cuerpo, nunca se salió del orden creado por Dios, cuando menos así nos lo afirma Jesús. Pero nos dice Él, que su alma fue preservada del contagio, ¿de cuál? El contagio del germen (características que debe tener el hombre, su perfección para ser lo que es) humano. Es éste el que, al unirse alma y cuerpo transmite dicha “falta”.
Y así es, con toda intención se puso la palabra “falta”, pues en eso consiste nuestra herencia, no en un “pecado”, sino en las consecuencias del pecado de Adán. Él recibió en su creación vida humana y voluntad humana, Vida divina y Voluntad divina, las que no pudo conservar por su alejamiento voluntario de Dios, pues esto es el pecado. Como había sido un don gratuito, el don más grande que ser humano pueda recibir (la participación del Ser, Naturaleza, Vida, Bondad, potencia, Sabiduría, etc., divinas), no pudo recuperarlo, por lo que su germen humano quedó sin dicho don, y por eso, en el instante de la unión del alma y cuerpo, no se hereda esta Vida y Voluntad divinas, puesto que ya no la tiene, heredando solamente lo que quedó de naturaleza humana.
De lo anterior se concluye que la palabra pecado original no significa presencia de pecado, sino «AUSENCIA DE VIDA Y VOLUNTAD DIVINAS», con lo que queda en claro que Dios no crea un alma manchada, que el cuerpo no tiene ninguna culpa, sino que es el germen de nuestra familia el que se encuentra carente de la participación divina. Es por eso que el bautismo “perdona” este “pecado”, pues es el volver a injertarnos en Jesús, y con esto adquirimos la Vida divina, y ahora en la actualidad estamos en la posibilidad de adquirir la otra parte, o sea la Voluntad divina, con la que haremos obrante a la Vida recibida. Nuestra Madre, al ser Inmaculada, está llena de Vida y Voluntad divinas.
Nos dice Jesús que para darle esta participación, le fue puesta la prueba en aquel mismo instante de la creación de su alma. Le fue mostrada la forma en que había sido creado el ser humano, también le fue manifestado todo el mal que la voluntad humana había ocasionado, y cuál era el único remedio para salvarlo y restituirlo al punto de origen. Fue entonces, cuando vio el mal ocasionado, que tuvo horror de su voluntad humana y no la quiso conocer, entregándola al Padre. Como esta decisión fue tomada en la eternidad, tiene el don de la inmutabilidad, o sea no cambiará jamás, y por eso le es dado lo que se había perdido.
De todo lo anterior sacamos varias verdades:
1.- Necesario conocer el Bien (Dios y sus obras), y el mal (voluntad humana y sus obras)
2.- Una decisión firme de no conocer nuestra voluntad, adquiriendo la Divina, y de esta forma volver inmutable nuestra decisión.
3.- Al hacerlo, a la Vida Divina recibida en el bautismo, se agrega la Voluntad Divina, la que vuelve «realmente viviente y obrante» a Jesús en nosotros.
Y, por conclusión lógica, en ese momento la criatura se vuelve inmaculada.
¡ Fabuloso ¡
Sesión 045
Continuemos con los temas relacionados con nuestra Madre Santísima.
Hemos analizado ya lo referente a su Inmaculada Concepción, ahora quisiera recalcar el papel activo de Ella en toda esta obra, o sea su pronto y decidido SÍ (fiat).
1.- El Fiat de María:
Para lograr entender el significado del Fiat de María, primero deberíamos conocer el significado de la palabra Fiat.
Jesús, en estos escritos usa tres palabras, que a primera vista parecen sinónimos: «Voluntad, Fiat y Querer divino» Pero que tienen un significado totalmente diferente.
En la Trinidad, las tres Divinas Personas, aunque son un mismo Dios, son diferentes, y cada una de ellas con una personalidad y actuación particularizada. El Padre es la Potencia, simbolizada en la Voluntad. Esta Voluntad es la que motiva la acción: Dios es infinito poder, pero si su Voluntad no pone en acción este poder, Dios se quedaría sin obrar; es infinito amor, pero si su Voluntad no lo lleva a amar, quedaría sin hacerlo; y así de todos los demás atributos, por lo que se podría decir que la Voluntad es la potencia, el movimiento, lo que da vida a los atributos divinos.
Pongamos un ejemplo, en el momento de la creación, la Divina Voluntad mueve la potencia, la inteligencia y el orden del Padre, y poniéndose estos atributos en movimiento, pronuncia su Fiat. El resultado de esto es la creación, o sea el acto cumplido de Dios, y a esto se le da el nombre de Querer Divino.
Ya tenemos dos significados:
Voluntad = potencia, motor.
Querer = acto cumplido.
Sólo nos falta el significado de la palabra Fiat.
Y para intentar definirlo veamos algunos escritos de Luisa, donde Jesús le habla acerca de este Fiat, y poco a poco iremos sacando conclusiones:
“Hija mía, es mi costumbre después de haber hablado, el hacer silencio, quiero reposarme en mi misma palabra, es decir en mi misma obra salida de Mí, y esto lo hice en la Creación, después de haber dicho Fiat Lux y la luz fue; Fiat a todas las demás cosas, y las cosas salieron a la vida, quise reposar, y mi luz eterna reposó en la luz salida en el tiempo; mi amor reposó en el amor con el que investí a todo lo creado; mi belleza reposó en todo el universo, el cual adorné con mi misma belleza; como también reposó mi sabiduría y potencia, con las que ordené todo con tal sabiduría y potencia, que Yo mismo mirando todo, dije: “¡Cómo es bella la obra salida de Mí, quiero reposarme en ella!” Así hago con las almas, después de haber hablado quiero reposarme y gozar los efectos de mi palabra”.
Después de esto ha agregado: “Digamos juntos Fiat”.
Y todo, Cielo y tierra se llenaban de adoración a la Majestad Suprema.
Y de nuevo ha repetido “Fiat”, y la sangre, las llagas, las penas de Jesús surgían, se multiplicaban al infinito.
Y después por tercera vez “Fiat”, y este Fiat se multiplicaba en todas las voluntades de las criaturas para santificarlas.
Después me ha dicho: “Hija mía, estos tres Fiat son el Creante, el Redimiente y el Santificante. Al crear al hombre lo doté con tres potencias: inteligencia, memoria y voluntad. Con tres Fiat cumpliré la obra de santificación en el hombre.
Ante el Fiat Creante la inteligencia del hombre queda como raptada, y cuántas cosas comprende de Mí, y de cómo lo amo, estando Yo oculto en todas las cosas creadas para hacerme conocer y darle amor para hacerme amar…
Nota.- Es curioso lo que dice, pues en lugar de poner como sujeto principal al Padre en este Fiat creante, le propone su propia Persona, pues es de Él del que va a comprender, del cómo la ama, y cómo Él permanece en las cosas creadas con la finalidad de ser conocido y amado. En suma, todo lo refiere a Él.
…En el Fiat de la Redención la memoria queda como encadenada por los excesos de mi amor al sufrir tanto para ayudar y salvar al hombre en el estado de la culpa…
Nota.- En este segundo Fiat, que es el que tradicionalmente le corresponde, también es Él la figura central.
…En el tercer Fiat mi amor quiere desahogar de más, quiero asaltar la voluntad humana, quiero poner como sostén de su voluntad mi misma Voluntad, de manera que la voluntad humana quedará no sólo raptada, encadenada, sino sostenida por una Voluntad eterna, la cual haciéndose apoyo a todo, el hombre casi no le podrá escapar…
Nota.- Y para no variar, Él vuelve a ser el centro de este tercer Fiat
…No terminarán las generaciones si antes no reina mi Voluntad en la tierra. Mi Fiat Redentor se pondrá en medio, entre el Fiat Creante y el Fiat Santificante, se entrelazarán los tres juntos y cumplirán la santificación del hombre. El tercer Fiat dará tal gracia a la criatura, de hacerla regresar casi al estado de origen, y entonces, cuando haya visto al hombre como salió de Mí, mi obra será completa y tomaré mi perpetuo reposo en el último Fiat.
Nota.- Muy esclarecedora la última parte del párrafo anterior, ¿no les parece? « Cuando vea al hombre como salió de Mí, mi obra estará completa y tomaré mi perpetuo reposo» ¿Acaso lo dirá por la Unidad entre las Tres Divinas Personas? O más bien estará dando una indicación de que es Él, la Segunda Persona de la Trinidad, el VERBO eterno, quien llevó a cabo las tres obras.
Analicemos, San Pablo nos dice de Jesús:
“Es la imagen de Dios invisible, primogénito de toda criatura, porque en Él fueron creadas todas las cosas del Cielo y de la tierra, las visibles y las invisibles, los tronos, las dominaciones, los principados, las potestades; todo fue creado por Él y para Él. Él es antes que todo y todo subsiste en Él. Él es la cabeza del cuerpo de la Iglesia; Él es el principio, el primogénito de los muertos, para que tenga la primacía sobre todas las cosas. Y plugo al Padre que en Él habitase toda la plenitud, y por Él reconciliar Consigo todas las cosas en Él, pacificando con la sangre de su cruz así las de la tierra como las del Cielo. (Col: 1,15-20)
El prólogo del evangelio de San Juan nos da algunos datos confirmando lo anterior:
En el principio era el Verbo y el Verbo estaba en Dios, y el Verbo era Dios. Él estaba en el principio en Dios. Todas las cosas fueron hechas por Él, y sin Él no se hizo nada. Todo cuanto ha sido hecho, en Él era vida, y la vida era la luz de los hombres.
El papel de la Redención incuestionablemente le pertenece a Jesús, aunque debo hacer una pequeña aclaración, Él habla de Sí mismo como unidad, Verbo eterno y Humanidad, y es así como debemos tomarlo. No dice, cuando era solamente el Verbo, o cuando soy Verbo encarnado, no, simplemente se refiere a Sí con el pronombre personal “YO”. Esto será motivo de otra sesión.
En el tercer Fiat, el que será la obra completa del Espíritu Santo, es también Él quien toma la primera parte. Desde el evangelio queda muy claro cuando les anuncia a sus apóstoles que aquello que no dirá en ese momento por no poder con ello, será el Espíritu quien lo revelará en su momento, PERO QUE NO HABLARÁ DE LO SUYO, SINO DE LO DE JESÚS, Y QUE ES DE JESÚS, PORQUE TODO LO DEL PADRE ES DE ÉL.
Bueno, pienso que ha sido muy clara la trayectoria seguida hasta aquí, por lo que podemos concluir que el Fiat es la Segunda Persona de la Trinidad, Él es el hacedor de las obras de Dios, el que lleva a cabo todo lo que el Padre decidió hacer y depositó en Él en el instante mismo de la Generación del Verbo, y es ésta la retribución de amor que hace al Padre.
Al Padre le corresponde ser el generador de todo, el que suministra lo necesario, ideas, materiales para la obra, por eso se dice de Él que es Creador. Pero todo es llevado a cabo por el Verbo (FIAT) (palabra, acción). Y todo será transmitido por el Espíritu Santo, pero es todo Jesús el que va a ser transmitido, será Él quien puesto en sus criaturas, llevará a cabo el cumplimiento de su Reino, a través de hacer que Él en el hombre, le comunique la acción de su Voluntad.
…Únicamente la vida en mi Querer dará de nuevo al hombre el estado de origen; por eso sé atenta, y junto Conmigo ayúdame a completar la santificación de la criatura”. (Febrero 22, 1921)
Es de notar que pide su ayuda para completar el tercer Fiat; sabemos también que la Virgen pronuncia su Fiat Mihi junto con la Divinidad, y Jesús nos aclara que requiere de una criatura que se asocie a sus obras “universales”.
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Conclusión: El Fiat Divino es quien lleva a cabo las obras que la Voluntad quiere, y una vez concluidas forman el Querer Divino.
Ahora sí, teniendo este conocimiento, podemos ya hablar acerca del Fiat de María. En primer lugar oigamos lo que nuestra Madre nos dice:
“Hija mía, toda mi Santidad ha salido de dentro de la palabra Fiat. Yo no me movía ni siquiera para un respiro, para un paso, ni ninguna otra acción, si no lo hacía dentro de la Voluntad de Dios; mi vida era la Voluntad de Dios, mi alimento, mi todo, y esto me producía santidad, riquezas, glorias, honores, pero no humanos sino Divinos. Así que por cuanto más el alma está unida, fundida con la Voluntad de Dios, tanto más se puede decir santa, tanto más es amada por Dios, y por cuanto más amada más favorita, porque la vida de esa alma no es otra cosa que la reproducción de la Voluntad de Dios. (8-33)
Lógico, si el Fiat es el encargado de llevar a cabo la obra que Dios quiere, por tanto, todo con lo que Dios enriquece a María, el encargado de hacerlo es el Fiat.
Desde esta perspectiva analicemos que el Fiat siempre es de Dios, el primer Fiat lo dijo Él solo, y fue en la Creación:
CIC.- 295. Creemos que Dios creó el mundo según su sabiduría Éste no es producto de una necesidad cualquiera, de un destino ciego o del azar. Creemos que procede de la voluntad libre de Dios…
…Porque tú has creado todas las cosas; por tu voluntad lo que no existía fue creado”
Pero el segundo Fiat quiere darlo a través de una criatura, quiere asociar a su creación (ser humano), en todo lo que va a hacer, por eso pide de la Virgen su Fiat. Ahora le es necesario hacerlo a través de este ser, puesto que quiere compartir con él su naturaleza divina, y ¿cómo podría compartírsela, si no poseen los mismos actos? Así que si asocia su Fiat al de la criatura, el suyo pondrá todo lo que le pertenece en el Fiat humano, transformándose los dos en un solo acto, logrando de esta manera la finalidad que se trazó al crear al ser humano.
CIC.- 460 dice: «El Verbo se encarnó para hacernos partícipes de la “Naturaleza Divina”
759. “El Padre eterno creó el mundo por una decisión totalmente libre y misteriosa de su sabiduría y bondad. Decidió elevar a los hombres a la participación de la vida divina” a la cual llama a todos los hombres en su Hijo: “Dispuso convocar a los creyentes en Cristo en la santa Iglesia”.
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Continuará
Sesión 046
Habiendo establecido el significado de la palabra “FIAT”, podemos continuar con el “Fiat” de María.
Debemos poner, en primer lugar, una premisa para captar la magnitud, tanto de la palabra, como de las consecuencias de la misma en nuestra Madre Santísima:
Dios, cuando lleva a cabo obras universales, es su costumbre tratar al tú por tú con una sola criatura lo que quiere darle y lo que quiere de ella, y después, de ella hacer pasar los bienes a los demás. Esto es con la finalidad de poner a salvo su obra y obtener la retribución adecuada.
El primer “Fiat”, el de la creación, fue pronunciado dentro de la Trinidad. El Padre expresa su única PALABRA; este pronunciarla saca de Él todo lo que dentro de Sí contiene: su Ser, su Naturaleza, sus dotes, su Vida, todo puesto en su Hijo (Segunda Persona de la Trinidad Sn Jn: 1). Pero aunado a todo lo anterior, saca de Sí todo lo que deseaba hacer, no sólo en el “ad intra”, sino también en el “ad extra” (sabemos que el “ad extra de Dios es la Humanidad de su Hijo, o sea “Jesús”), lo que vimos en la explicación de quién es el “Fiat”, por ello, todo queda en su intimidad, todo realizado en Ellos.
De aquel primer “Fiat” sale toda la magnificencia de la creación y la criatura destinada a ser rey de ella: «el hombre». De aquí en adelante, todo lo que Dios hará, será en función de ésta, y la asociará a todas sus obras que le falta por hacer. No nos internaremos en lo que hizo con Adán. Pasaremos a la segunda obra (segundo “Fiat”): «La Redención» Este segundo “Fiat” quiere darlo junto con el “Fiat” de una criatura, quiere asociar a su creación maestra (el ser humano), en todo lo que va a hacer, por eso pide de la Virgen su “Fiat”. Ahora le es necesario hacerlo a través de este ser, puesto que quiere compartir con él su naturaleza divina, y ¿cómo podría compartírsela, si no poseen los mismos actos? Así que si asocia su “Fiat” al de la criatura, el suyo pondrá todo lo que le pertenece en el “Fiat” salido de la criatura, transformándose los dos en un solo acto, logrando de esta manera la finalidad que se trazó al crearla. (CIC 460, 759)
Todo lo que contiene la Reina Mamá, tiene su principio en el “Fiat”:
Es consecuente que si el “Fiat” divino contiene todos los bienes y atributos de la Divinidad, al unirse Éste con el de la criatura, le comunique todo lo que contiene, y de esta manera haya paridad tanto en el actuar como en el corresponder. Así que tanto lo que pueda poseer la criatura, como lo que pueda salir de ella, es posesión del mismo Dios. Veamos que nos dicen los escritos de Luisa:
Continuando mi habitual estado, me he encontrado fuera de mí misma dentro de un jardín, en el cual veía a la Reina Mamá sentada sobre un altísimo trono. Yo ardía por el deseo de subir hasta arriba para besarle la mano, y mientras me esforzaba por subir, Ella ha venido a mi encuentro dándome un beso en el rostro. Al mirarla he visto en su interior como un globo de luz, y dentro de aquella luz estaba la palabra “Fiat”, y de esa palabra descendían tantos, diversos, interminables mares de virtud, de gracias, de grandezas, de gloria, de alegrías, de bellezas, y de todo lo que contiene nuestra Reina Mamá, así que todo estaba radicado en aquel “Fiat”, y del “Fiat” tenían principio todos sus bienes. ¡Oh, “Fiat” omnipotente, fecundo, santo, ¿quién te puede comprender? Yo me siento muda; es tan grande que no sé decir nada; por eso mejor pongo punto. Entonces yo la miraba maravillada y Ella me ha dicho:
“Hija mía, toda mi santidad ha salido de dentro de la palabra “Fiat”. Yo no me movía ni siquiera para un respiro, para un paso, ni ninguna otra acción, si no lo hacía dentro de la Voluntad de Dios; mi vida era la Voluntad de Dios, mi alimento, mi todo, y esto me producía santidad, riquezas, glorias, honores, pero no humanos sino Divinos. (Abril 5, 1908)
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Dice Jesús que en cuanto el “Fiat” Divino se encontró con el “Fiat” de María, se hicieron uno solo; mi “Fiat” la elevó, la divinizó, la cubrió, y sin obra humana me concibió a Mí, Hijo de Dios. Sólo en mi “Fiat” podía concebirme; mi “Fiat” le comunicó la inmensidad, la infinitud, la fecundidad en modo divino, y por eso pude quedar concebido en Ella, Yo, el inmenso, el eterno, el infinito. En cuanto dijo “Fiat Mihi”, no sólo se posesionó de Mí, sino cubrió también a todas las criaturas, a todas las cosas creadas, sentía todas las vidas de las criaturas en Ella, y desde entonces comenzó a hacerla de Madre y de Reina de todos. ¡Cuántos portentos no contiene este Sí de mi Mamá! Si los quisiera decir todos, jamás terminarías de escucharlos! (Enero 10, 1921)
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Cuando un Ser se convierte en vida de otro, sería antinatural el que al llevar a cabo sus acciones se valiera de los atributos del ser al cual vivifica. Por eso, cuando María pronuncia su “Fiat Mihi” unido al de su Creador, Ella adquiere las mismas prerrogativas, la misma Vida, participa de sus mismos atributos, y su actuar forzosamente debe ser tomado del actuar Divino, y de esta manera decir, al igual que Jesús: «Ustedes creen que Yo he venido a hacer mis obras, se equivocan, es mi Padre que mora en Mí, quien hace sus obras en Mí»
El “Fiat Mihi” de la Santísima Virgen tuvo
la misma Potencia del “Fiat” Creador.
“Hija mía, el “Fiat” está todo lleno de vida, más bien, es la misma vida, y por eso de dentro del “Fiat” salen todas las vidas y todas las cosas. De mi “Fiat” salió la Creación, por eso en cada cosa creada se ve la marca del “Fiat”. Del “Fiat Mihi” de mi amada Mamá, dicho en mi Querer, el cual tuvo la misma potencia de mi “Fiat” Creador, salió la Redención, así que no hay cosa de la Redención que no contenga la marca del “Fiat Mihi” de mi Mamá; aun mi misma Humanidad, mis pasos, mis obras, mis palabras, estaban sellados por el “Fiat Mihi” de Ella; mis penas, mis llagas, las espinas, la cruz, mi sangre, todo tenía el sello de su “Fiat Mihi”, porque todas las cosas llevan el sello y la marca del origen de donde han salido. Mi origen en el tiempo fue el “Fiat Mihi” de mi Inmaculada Mamá, por eso todo mi obrar lleva el sello de su “Fiat Mihi”. Así que en cada hostia sacramental está su “Fiat Mihi”; si el hombre surge de la culpa, si el recién nacido es bautizado, si el Cielo se abre para recibir las almas, es el “Fiat Mihi” de mi Mamá que sella, que sigue y procede a todo. ¡Oh potencia del “Fiat”, Él surge a cada instante, se multiplica, se hace vida de todos los bienes! (Enero 17, 1921)
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“Hija mía, es cierto, en mi Querer está la fuerza creadora; de dentro de un solo “Fiat” mío salieron millones y millones de estrellas; del “Fiat Mihi” de mi Mamá, del cual tuvo origen mi Redención, salen millones y millones de actos de gracia que se comunican a las almas, estos actos de gracia son más bellos, más resplandecientes, más multiformes que las estrellas y mientras las estrellas están fijas y no se multiplican, los actos de la gracia se multiplican al infinito, a cada instante corren, atraen a las criaturas, las hacen felices, las fortifican y les dan vida. ¡Ah, si las criaturas pudiesen ver en el orden sobrenatural de la gracia, oirían tales armonías, verían tal espectáculo encantador, que pensarían que fuera su paraíso! (Febrero 2, 1921)
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No existe ningún bien, no importa de qué clase sea, que no tenga origen de este “Fiat”; vimos ya cómo la totalidad de los logros de la Redención tienen su punto de partida del “Fiat Mihi”, y siendo el Reino de Dios sobre la tierra la finalidad última de todo el obrar divino, forzosamente el germen de dicho Reino debe partir del “Fiat”, y si es pronunciado a través del de María, Ella se vuelve origen de dicho germen; por lo que no sólo la Redención, como tal, es producto de éste, sino que también el Reino de la Divina Voluntad obrante en la criatura, su germen es de Ella, por lo que Luisa deberá valerse de éste para llevar a cabo su obra: “La primera transmisión de este Reino en una criatura salida del pecado original”.
La Virgen fue el inicio, el origen, el germen del “Fiat” Voluntas Tua
como en el Cielo así en la tierra. Jesús sobre este germen de su mismo
Querer que encontró en su Divina Madre formó el gran plano de la
voluntad humana en la Voluntad Divina.
“Hija mía, quien es llamado a un oficio debe conocer los secretos, la importancia, los deberes, los bienes, el fundador y todo lo que a ese oficio pertenece. Has de saber que una simple criatura rompió las relaciones que existían entre la Voluntad Divina y la criatura, esta ruptura destruyó los planes que la Divinidad tenía en la creación del hombre; ahora, a otra simple criatura, si bien dotada de tantas gracias y privilegios, cual fue la Virgen, Reina de todos, pero siempre pura criatura, le fue dado el oficio de tener que reanudar, cimentar y ponerse en relaciones con la Voluntad de su Creador para reparar la primera ruptura de aquella primera criatura; mujer la primera, mujer la segunda. Fue propiamente Ella, que con vincular su querer al nuestro nos restituyó el honor, el decoro, la sujeción, los derechos de la Creación; ¿no fue una sola criatura la que tuvo el inicio del mal y la que formó el germen de la ruina de todas las generaciones? Así, esta sola Criatura Celestial tuvo el inicio del bien, con ponerse en relación con la Voluntad de su Creador formó el germen de aquel “Fiat” eterno que debía ser la salvación, la santidad, el bienestar de todos. Ahora, esta Celestial Criatura, conforme crecía, así crecía en Ella el germen de aquel “Fiat” eterno, que haciéndose árbol, el Verbo eterno se sintió raptado a reposarse bajo la sombra de su eterno Querer, y quedó concebido, formando su Humanidad en aquel seno virginal, en el cual reinaba como Rey dominante su Supremo Querer. Mira entonces cómo todos los bienes descienden de mi Supremo Querer, y todos los males salen en campo cuando la criatura se sustrae de la Voluntad Divina. Entonces, si no hubiera encontrado una criatura que tuviese por vida mi Querer, y que no se hubiera puesto en relación Conmigo con aquellos vínculos de la Creación queridos por Mí, no habría querido ni podido descender del Cielo y tomar carne humana para salvar al hombre, así que mi Mamá fue el inicio, el origen, el germen del “Fiat Voluntas Tua come in Cielo così in terra”; porque una criatura lo había destruido, era justo que otra criatura debía reedificarlo. (Agosto 13, 1923)
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En realidad estamos escuchando (visualmente) verdades ni remotamente pensadas, la manera en que Dios comparte lo que Él es por naturaleza; obra que no podría ser llevada a cabo sino por Dios, puesto que a una criatura le estaría vedado compartir su propio “yo”, sus características, su naturaleza.
Para Dios todo es posible, y se concreta este darse, a través de la Palabra única del Padre, «FIAT», Palabra generada, no creada, la cual tomará carne humana para unir lo Divino a lo humano, pues sin esto, hubiera resultado IMPOSIBLE el tener un ser con quien desahogar en el amor, y de quien recibir la retribución adecuada.
Esto es lo que espera a la afortunada criatura que se adentre en vivir en este Reino.
“La Vida de nuestro “Fiat” es propiamente este generar, y donde Él reina genera continuamente sin terminar jamás: Genera en Nosotros y conserva la Vida, la virtud generativa de la Trinidad Sacrosanta; genera en la criatura donde reina, y genera imágenes nuestras, amor, santidad. Es por eso que tenemos aún mucho que hacer en la obra de la Creación, tenemos que reproducir nuestros actos, nuestras obras, que servirán como el más bello adorno de nuestra patria celestial”. (Mayo 6, 1938)
SESIÓN 047
NACIMIENTO DE LA VIRGEN
Descendimos ya a los abismos de la Inmaculadez de nuestra Madre, no podremos confundir más ésta, con la ausencia de “pecado”, ahora ya conocemos la verdadera dimensión de esta palabra. Sabemos también lo que Ella adquiere al pronunciar su aceptación (Fiat) al plan de Dios, nos hemos asomado a todo lo que Ella recibe al mencionar su Fiat junto con el de su Creador, ni más ni menos que los atributos divinos. Por esto, no queda más que dar gracias por habérsenos dado tan admirable Madre.
Vayamos ahora al momento de su arribo a la luz del día, y así poder ver lo que significa su aparición en el tiempo, además de asistir a los actos que hace en el mismo instante de su nacimiento, lo que continuará haciendo por el resto de su vida gracias a la virtud repetidora de la Divina Voluntad, lo que constituye una verdadera herencia para todos sus hijos, pues de esta manera podemos tomar dichos actos para recibir todo el bien que contienen y unirlos a los nuestros. Por lo que, aquello que vamos a conocer, no debemos dejarlo solamente como un recuerdo, sino incorporarlo como vida nuestra, y repetirlo en todos nuestros actos.
El nacimiento de la Virgen fue el renacimiento de toda la humanidad.
“Debes saber que este nacimiento encierra en sí el renacimiento de toda la familia humana, y la Creación toda se sintió renacida en el nacimiento de la Reina del Cielo. …
…Esta celestial niña, con tener íntegra en su alma nuestra Divina Voluntad, sin jamás hacer la suya, readquirió todos los derechos del Adán inocente ante su Creador y la soberanía sobre toda la Creación, por eso todos se sintieron renacer en Ella, y Nosotros veíamos en esta Virgen Santa, en su pequeño corazón, todos los gérmenes de las generaciones humanas. Así que por medio suyo la humanidad readquiría los derechos perdidos, por eso su nacimiento fue el nacimiento más bello, más glorioso; Ella, desde su nacimiento encerró en su corazoncito materno, como en medio de dos alas, a todas las generaciones como hijos renacidos en su virginal corazón, para calentarlos, para tenerlos defendidos, crecerlos y nutrirlos con la sangre de su corazón materno…
Nota.- Ya se mencionó el cómo su prueba no se llevó a cabo en el tiempo, sino en la “eternidad”, en el momento de la creación de su alma, y que gracias a esto, la decisión que tomó de no querer conocer su voluntad humana, dejándola atada a los pies del trono de la Santísima Trinidad, tomando como vida la Divina Voluntad, dicha decisión se extiende a toda su vida, tomando como prerrogativa la Inmutabilidad Divina. De donde, se entiende que Ella adquiere el mérito de una Vida completa en la Divina Voluntad, sin tener que esperar al momento de su muerte para ver si cumplió o no en toda su Vida. Y es esto lo que le vale para ser el renacimiento de toda la obra que Adán debía haber llevado a cabo, por lo que Jesús dice que en su nacimiento renace de nuevo toda la creación, incluido el “hombre”, pues dará vida, gracias a la Divina Voluntad que contiene, a todo y todos.
…He aquí la causa por la que esta tierna Madre Celestial ama tanto a las criaturas, porque todas han renacido en Ella, y siente en su corazón la vida de sus hijos. ¿Qué cosa no puede hacer nuestra Divina Voluntad donde reina y tiene su Vida? Ella le encierra todo y a todos, y la hace portadora y dadora de bienes a todos. (Septiembre 8, 1929)
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“…Hija bendita de mi Voluntad, el nacimiento de mi Mamá Celestial encierra todas las maravillas, todos los prodigios juntos, ¿pero sabes por qué? No nacía Ella sola, la Pura, la Santa, la Bella, la Inmaculada, no, no, sino que junto con la Celestial niñita nacía en Ella mi Voluntad Divina, concebida ya y encerrada en Ella para formar su Vida obrante y creciente en la graciosa niña. Encerrarse mi Voluntad para nacer junto, servirse del órgano de la Celestial criatura para obrar y formar su Vida Divina, esto fue un prodigio que sólo el eterno amor, la Divina sabiduría y potencia podían obrar, no era solamente la vida que se daba, ni el sólo don de librarla de la mancha de origen, esto habría sido nada para nuestra potencia, lo que hizo maravillar y que llamó la atención de todos, era mi Voluntad que nacía junto con Ella en el mundo, tanto, que Cielos y tierra quedaron conmocionados, se pusieron atentos, sentían una fuerza misteriosa, la misma fuerza que los dominaba y conservaba toda la Creación, era nuestra misma Voluntad que movía todo y se ponía a Sí misma y a toda la Creación al servicio y disposición de esta recién nacida niñita. Así que este nacer de mi Voluntad junto con Ella, fue el origen que llamó a todos los demás prodigios a concentrarse en Ella.
Donde reina mi Fiat no hay bien que no encierre, ni prodigio que no realice, quiere hacer desahogo de su amor y potencia con el formar su Vida obrante y poner de lo suyo por cuanto a criatura es posible contener”. (Septiembre 8, 1932)
Nota.- Fijémonos bien en el último párrafo: “Donde reina mi Fiat, no hay bien, ni prodigio que no realice”. Qué maravilla el que esta acción del Fiat Supremo lleve a cabo esta acción donde reina, y ¿qué es vivir en la Divina Voluntad, sino un dejar reinar al Fiat supremo en nuestra alma, darle las riendas de nuestra vida? Entonces, si hacemos esto, ¿dónde estarán los bienes y prodigios que este Fiat contiene? En nuestra almas.
Primer acto al nacer
¿Sabes tú cuál fue el primer acto que hizo esta noble Reina cuando saliendo del seno materno abrió los ojos a la luz de este bajo mundo? Cuando Ella nació, los ángeles le cantaron canciones de cuna a la Celestial Bebita y Ella quedó extasiada, y su bella alma salió de su cuerpecito, acompañada por legiones angélicas y giró por tierra y Cielo y fue recogiendo todo el amor que Dios había esparcido en todo lo creado, y penetrando en el empíreo vino a los pies de nuestro trono y nos ofreció la correspondencia del amor de todo lo creado, y pronunció su primer gracias a nombre de todos. ¡Oh! cómo nos sentimos felices al oír el gracias de esta bebita Reina, y le confirmamos todas las gracias, todos los dones, para hacerla superar a todas las demás criaturas unidas juntas. Después, arrojándose en nuestros brazos se deleitó con Nosotros, nadando en el océano de todos los contentos, quedando embellecida de nueva belleza, de nueva luz y de nuevo amor; suplicó de nuevo por el género humano, pidiéndonos con lágrimas que descendiera el Verbo eterno para salvar a sus hermanos, pero mientras esto hacía, nuestro Querer le hizo saber que bajara a la tierra, y Ella de inmediato dejó nuestros contentos y las alegrías y partió, ¿para hacer qué cosa? ¡Nuestro Querer! ¡Qué potente imán era nuestro Querer habitante en la tierra en esta recién nacida Reina! No nos parecía ya extraña la tierra, no nos sentíamos ya para castigarla haciendo uso de nuestra justicia; teníamos la potencia de nuestra Voluntad que en esta inocente niña nos despedazaba los brazos, nos sonreía desde la tierra, y cambiaba la Justicia en gracias y en dulce sonrisa, tanto, que no pudiendo resistir a su dulce encanto, el Verbo Eterno apresuró su carrera. ¡Oh prodigio de mi Querer Divino, a Ti todo se debe, por Ti se cumple todo y no hay prodigio más grande que mi Querer habitante en la criatura!». (Diciembre 8, 1922)
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Nota.- Es exactamente lo anterior lo que el alma que vive en Divina Voluntad debe hacer: tomar todo el amor y bienes que la Divinidad sacó para toda la familia humana, hacerlo suyo, y sustituirse a lo que todos deberían de haber hecho, llevando a los pies del Trono de Dios lo que esperaba de todos, para pagarle en amor, adoración, alabanza, reconocimiento, etc., y después, cuando el Padre haya sacado las gracias de correspondencia para todos, esta alma tomándolas las lleve a las criaturas.
Recordemos la parábola de los talentos, al que le dieron 10, y produjo diez más, le fueron dados honores y lo pusieron al cuidado de lo mucho. (Mt: 25, 20)
María forma, gracias a la Divina Voluntad, la “plenitud de los tiempos”
Generalmente se nos olvida el que Dios había dado «gratuitamente» el don de su Vida y su Voluntad al hombre, y que éste rechazó dichos dones. Así que ahora, para volver a darlos quiere que el hombre se disponga, lo conozca, lo anhele, y lo pida, lo que no se podía cumplir por medio de voluntades humanas finitas, así que la Virgen, viviendo en la Divina Voluntad, fue la encargada de abarcar a todos y hacer lo que Dios pedía. A esto es a lo que se llama «Plenitud de los tiempos»
“…Es costumbre de la Sabiduría eterna establecer los actos de la criatura necesarios para dar cumplimiento al bien que le quiere hacer a ella, esto sucedió para que viniera a la tierra la Redención del Verbo eterno, se necesitó el curso de cuatro mil años, y para este intervalo de tiempo estaban establecidos todos los actos que debían hacer las criaturas para disponerse a merecer el gran bien de la Redención, y todas las gracias y conocimientos que debía dar la Suprema Majestad para hacer conocer el mismo bien que debía llevar el descendimiento del Verbo en medio de ellas. He aquí el porqué de los patriarcas, de los santos padres, de los profetas y todos los buenos del antiguo testamento, los cuales, con sus actos debían hacer el camino, la escalera para llegar al cumplimiento de la Redención ansiada; pero esto no basta, por cuan buenos y santos eran sus actos, estaba el muro altísimo del pecado original que mantenía la división entre ellos y Dios. He aquí el por qué se necesitó una Virgen concebida sin mancha original, inocente, santa y enriquecida por Dios con todas las gracias, la cual hizo como suyos todos los actos buenos del curso de los cuatro mil años, los cubrió con su inocencia, santidad y pureza, de modo que la Divinidad veía aquellos actos a través de los actos de esta inocente y santa Criatura, la cual no sólo abrazó todos los actos de los antiguos, sino que Ella con los suyos los superó a todos, y por eso obtuvo el descendimiento del Verbo a la tierra. A todos los actos buenos de los antiguos, les sucedió como a quien tiene mucho oro y plata, pero en aquellos metales preciosos no esta acuñada la imagen del rey que es lo que da el valor de moneda al metal, y si bien por sí mismo contiene valor, pero no puede llamarse valor de moneda que pueda correr con derecho en el reino; pero supón que aquel oro o plata fueran adquiridos por el rey, y dándoles forma de moneda acuñara sobre ella su imagen, entonces aquel oro adquirirá el derecho de moneda. Así hizo la Virgen, sobre aquellos actos acuñó su inocencia, su santidad, el Querer Divino que Ella poseía íntegro, y los presentó todos juntos a la Divinidad y obtuvo el Redentor ansiado. Así que la Virgen completó todos los actos que se necesitaban para hacer descender el Verbo a la tierra; pero no terminó aquí, para hacer que el Redentor tuviera su campo de acción en la tierra, y para hacer que cualquiera que lo quisiera pudiera servirse de aquellos actos como monedas para comprarse el Cielo, se necesitaba el sello de la inocencia, santidad y Querer Divino, se necesitaba el sello del obrar del mismo Verbo para hacer subir al hombre al Cielo. Si el sello de la Virgen bastó para hacerme descender en medio de las criaturas, para hacer subir al hombre se necesitaba mi obrar divino; y he aquí por esto que Yo abracé e hice míos todos aquellos actos, suplí a todos, cumplí todo y por todos puse el sello divino a todos los actos buenos, desde el primero hasta el último hombre que vendrá a la tierra, y este sello fue hecho por Mí con penas inauditas y con el desembolso de mi sangre, y así di como Rey magnánimo la moneda a todos para comprarse el Cielo. Todo esto estaba establecido por la Sabiduría Increada, y ni siquiera un acto podía faltar de todo esto para venir a cumplimiento la Redención. (Noviembre 12, 1925)
Sesión 048
Seguiremos conociendo a nuestra Madre Santísima.
Hemos recorrido someramente la vida de nuestra Madre, desde el momento de la creación de su alma, en que gracias a la decisión firme de no querer conocer su voluntad humana, Dios cumple el portento de otorgarle la Inmaculadez, con lo cual, Él tiene nuevamente una humanidad como la pensó, hasta el momento en que su “Fiat Mihi” consigue la Encarnación del Verbo eterno.
Ahora vayamos a investigar si fue solamente el don de la Inmaculadez lo que la vuelve “apta” para ser Madre del Verbo encarnado.
Maternidad Divina
Ya en tiempo de su estancia en la tierra, María era proclamada y aceptada como Madre de Dios. Los apóstoles recibieron esta verdad de labios del propio Jesús, y no cuestionaron nada, simplemente su maestro lo dijo, por tanto, para ellos era VERDAD.
Esto fue transmitido oralmente, por lo que en la Iglesia primitiva no había malentendidos sobre el tema, pues los primeros Padres de la Iglesia fueron muy claros y firmes en este tema:
San Ignacio de Antioquía (110 d.C.) escribió: «Nuestro Dios Jesucristo nació de María en su vientre maternal». En otra ocasión escribió: «Hay solamente un Sanador, compuesto al mismo tiempo de carne y espíritu, engendrado y no creado… de Dios y de María: Jesucristo, nuestro Señor.
San Ireneo (202 d.C.) enseñó: «Este Cristo, que como el Verbo del Padre estaba con el Padre… nació de una virgen».
Tertuliano (220 d.C.) dijo: «Dios nació en el vientre de una madre».
San Atanasio (373 d.C.) enseñó: «Confesamos que el Hijo de Dios se hizo hombre por la toma de carne de la virgen Madre de Dios».
San Gregorio Nacianceno (382 d.C.) declara: «Que se excluya de Dios al que no acepte a María como la Madre de Dios».
Pero la mentalidad humana y su afán de complicar, o mejor dicho, NEGAR las cosas más sublimes, se interponía entre estas realidades e ideas, llevando a grandes discusiones teológicas. Por fin, en el año 431 en el concilio de Éfeso, la Iglesia se pronunciará a favor de dicha enseñanza, estableciendo que la Santísima Virgen es Madre de Dios, porque su Hijo, Cristo, es verdadero Dios y verdadero hombre; quedando así fijada la Maternidad Divina de María, no en sentido figurado, sino real y propio…
Y ahora sí, después que el hombre, pues no bastó que lo proclamara JESÚS, llega a tan deslumbrante verdad, pone reglas para obligar a creer en el dogma:
«Si alguno no confesare que el Emmanuel (Cristo) es verdaderamente Dios, y que por tanto, la Santísima Virgen es Madre de Dios, porque parió según la carne al Verbo de Dios hecho carne, sea anatema.» Dz. 113.
Muchos Concilios repitieron y confirmaron esta doctrina: Concilio de Calcedonia (Dz. 148), Concilio II de Constantinopla (Dz. 218, 256), Concilio III de Constantinopla (Dz. 290).
María genera a Cristo según la naturaleza humana, pero quien de Ella nace, es decir, el sujeto nacido, no es una naturaleza humana, sino el supuesto divino que la sustenta, o sea, el Verbo.
De ahí que el Hijo de María es propiamente el Verbo que subsiste en la naturaleza humana, María es verdadera Madre de Dios, puesto que el Verbo es Dios.
…Ante lo asombroso que resulta el que una mujer sea madre de Dios, el dogma católico establece tal hecho como «DOCTRINA DE FE», y declara que la Virgen es verdadera Madre de Dios, por haber gestado y dado a luz a Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre; este dogma, en conexión necesaria con el de la Encarnación: «Y el Verbo se hizo carne» (Jn 1,14), pertenece al ámbito de los hechos estrictamente arcanos y misteriosos que el hombre no comprende en los planes y designios eternos de Dios.
Esta última afirmación nos vuelve VIVAS y ACTUALES aquellas palabras de Jesús: «Aún tengo otras muchas cosas que deciros; mas por ahora no podéis comprenderlas» (Jn 16, 12).
Antes de considerar la Maternidad Divina de la Virgen, oigamos acerca de la Divinidad de Jesús:
En el credo: «…Y en un solo Señor, Jesucristo, Hijo Unigénito de Dios. Nacido del Padre antes de todos los siglos. Dios de Dios; Luz de Luz; Dios verdadero de Dios verdadero. Engendrado, no creado; consubstancial al Padre…»
En el evangelio: «En el principio era el Verbo, y el Verbo estaba en Dios, y el Verbo era Dios. […] Y el Verbo se hizo carne… » (Juan 1:1-14). En este pasaje, San Cirilo de Alejandría, sostuvo en conformidad con la Iglesia católica: «Por tanto, de ninguna manera es lícito dividir al único Señor Jesucristo en dos Hijos… Pues la Escritura no dice que el Verbo asoció la persona de un hombre con Sí mismo, «SINO QUE SE HIZO CARNE»; y eso no quiere decir otra cosa más que Él participó de la carne y la sangre, así como nosotros; en consecuencia, hizo suyo el cuerpo, haciéndose hombre, nacido de una mujer, y al mismo tiempo sin abandonar su Divinidad, pues al asumir la carne, permaneció lo que era»
«Yo y mi Padre somos una cosa» (Jn: 10, 30)
«En verdad, en verdad os digo: antes de que Abraham fuera, yo soy» (Jn: 8, 58)
Todo lo arriba citado de las Sagradas Escrituras y de la Sagrada Tradición sobre la Persona de Jesucristo y la Maternidad Divina de María, fue resumida con precisión por el papa Pío XI en su encíclica Lux Veritatis: «Y, ciertamente, si el Hijo de la santísima Virgen María es Dios, seguramente a ella, quien lo llevaba, se le debe justa y merecidamente llamar la Madre de Dios. Si hay una sola Persona en Cristo, y Ésta es Divina, sin duda alguna a María deberían todos llamarle no solo la madre de Cristo el hombre, sino Theotokos, o portadora de Dios. Veneremos, por tanto, a la tierna Madre de Dios, a quien su prima Isabel saludó como ‘la madre de mi Señor’ (Lucas 1:43), y a quien, según Ignacio Mártir, dio a luz a Dios (Ad Ef. 7:18-20); y de quien, como profesa Tertuliano, nació Dios; a quien la Eterna Divinidad ha llenado con la plenitud de la gracia y dotada de tan gran dignidad».
Ahora pasemos a lo que Jesús le descubre a Luisa de su Madre, de los dones que le fueron asignados, así que veremos lo que sabe y quiere hacer en la criatura cuando ésta vive en la Divina Voluntad, por lo que, exceptuando la maternidad, todo lo demás puede ser recibido por todos nosotros si nos decidimos a vivir en este ambiente de su Reino.
Luisa:
“…Siento la irresistible necesidad de hacer conocer quién es mi Madre, las dotes, los privilegios, y el gran bien que hace y que puede hacer a todas las generaciones…
…Llamamos de la nada a esta Santa Criatura y sirviéndonos del mismo germen de las generaciones humanas, pero purificado, le dimos la vida; desde el primer instante de esta vida se unió la virtud celestial de nuestro Fiat Divino y formó junto Vida Divina y vida humana, el cual la crecía divinamente y humanamente, y participándole la fecundidad divina formaba en Ella el gran prodigio de poder concebir un hombre y un Dios; con el germen humano pudo formar la Humanidad al Verbo encarnado, y con el germen del Fiat pudo concebir al Verbo Divino. (Diciembre 24, 1936)
FECUNDIDAD DIVINA
«…Hija amada de mi Voluntad, tú debes saber que cuando quiero hacer obras grandes, obras en que toda la familia humana debe tomar parte, siempre y cuando lo quiera, es mi costumbre el concentrar en una sola criatura todos los bienes, todas las gracias que esta obra contiene, a fin de que todos los demás, como de una fuente, puedan tomar aquel bien por cuanto quieran. Cuando hago obras individuales doy cosas limitadas, en cambio cuando hago obras que deben servir al bien general, doy cosas sin límite. Esto hice en la obra de la Redención, para poder elevar a una criatura a concebir a un hombre y Dios, debí concentrar en Ella todos los bienes posibles e imaginables, debí elevarla tanto, de poner en Ella el germen de la misma Fecundidad Paterna, y así como mi Padre Celestial me generó virgen en su seno con el germen virginal de su fecundidad eterna, sin obra de mujer, y en este mismo germen procedió el Espíritu Santo, así mi Celestial Mamá, con este germen eterno, todo virginal de la fecundidad Paterna, me concibió en su seno virgen, sin obra de hombre. La Trinidad Sacrosanta debió dar de lo suyo a esta Virgen Divina para poder concebirme a Mí, Hijo de Dios. Jamás hubiera podido concebirme mi Santa Mamá sin tener ningún germen; ahora, como Ella era de la raza humana, este germen de la fecundidad eterna dio virtud de concebirme hombre, y como el germen era divino, al mismo tiempo me concibió Dios; y así como al generarme el Padre al mismo tiempo procedió el Espíritu Santo, así al mismo tiempo que me generé en el seno de mi Mamá, procedió la generación de las almas, así que todo lo que ‘ab eterno’ sucedió a la Santísima Trinidad en el Cielo, se repite en el seno de mi amada Mamá (Abril 14, 1923)
Lo que la hizo digna para ser Madre de Dios
Es siempre la voluntad la que tengo costumbre de probar; todos los sacrificios, aun la muerte, sin la voluntad me darían asco y no atraerían ni siquiera una de mis miradas. ¿Pero quieres saber tú cuál fue el más grande prodigio obrado por Nosotros en esta criatura tan santa, y el más grande heroísmo que ninguno, ninguno podrá jamás igualar de tan bella criatura? Su vida la comenzó con nuestra Voluntad, la siguió y la cumplió, así que se puede decir que cumplió desde que comenzó, y comenzó desde que cumplió; y nuestro más grande prodigio fue que en cada pensamiento suyo, palabra, respiro, latido, movimiento y paso, nuestro Querer desahogaba sobre de Ella y Ella nos ofrecía el heroísmo de un pensamiento, de una palabra, de un respiro, de un latido divino y eterno obrante en Ella, esto la elevaba tanto, que lo que Nosotros éramos por naturaleza, Ella lo era por gracia…;
Nota.- Fijémonos bien, lo que dice en este párrafo anterior es que nunca, nunca se apartó de su decisión de no dar vida a su voluntad, viviendo siempre de la Divina. Es lo que Jesús nos pide continuamente, ser fiel, no distraernos nunca, preferir morir a dar vida a lo humano. Si lo hacemos, lo que Jesús es por naturaleza, lo podremos llegar a ser por gracia. ¡No queda otra cosa que decir: «GRACIAS»
…todas sus demás prerrogativas, sus privilegios, su misma Inmaculada Concepción, habrían sido un bello nada en comparación de este gran prodigio; más bien, fue esto lo que la confirmó y la volvió estable y fuerte durante toda su vida. Mi Voluntad continua, desbordante sobre de Ella, le participaba la Naturaleza Divina, y su continuo recibirla la hizo fuerte en el amor, fuerte en el dolor, distinta entre todos. Fue esta nuestra Voluntad obrante en Ella la que atrajo al Verbo a la tierra, lo que formó la semilla de la fecundidad divina para poder concebir un Hombre y Dios sin obra humana, y la hizo digna de ser Madre de su mismo Creador. Por eso Yo insisto siempre sobre mi Voluntad, porque conserva al alma bella como salió de nuestras manos, la hace crecer como copia original de su Creador; y por cuantas obras grandes y sacrificios uno pueda hacer, si mi Voluntad no entra dentro, Yo los rechazo, no los reconozco, no es alimento para Mí; y las obras más bellas sin mi Voluntad llegan a ser alimento de la voluntad humana, de la propia estima y de la avidez de la criatura”. (Diciembre 8, 1924)
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“…Hija mía, tú debes saber que mi Mamá Celestial pudo concebirme a Mí, Verbo Eterno, en su seno purismo, porque hizo la Voluntad de Dios como la hacía Dios. Todas las demás prerrogativas que poseía, como son, virginidad, concepción sin mancha original, santidad, mares de gracia que poseía, no eran medios suficientes para poder concebir a un Dios, porque todas estas prerrogativas no le daban ni la Inmensidad, ni la omnividencia para poder concebir a un Dios inmenso que todo ve, mucho menos la fecundidad para poderlo concebir; en suma, habría faltado el germen para la fecundidad divina. En cambio con poseer al Supremo Querer como vida propia, y con el hacer la Voluntad de Dios como la hacía Dios, recibió el germen de la fecundidad divina, y con ello la Inmensidad, la Omnividencia, y por eso en modo connatural me pude concebir en Ella, no me faltaba ni la Inmensidad, ni todo lo que a mi Ser pertenece…….
…Este hacer la Voluntad de Dios como la hace Dios, fue el punto más alto, más substancioso, más necesario para mi Mamá para obtener al suspirado Redentor, todas las demás prerrogativas fueron la parte superficial, la decencia, el decoro que a Ella le convenía (Diciembre 8, 1924)
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La próxima semana seguiremos escudriñando los escritos para ver que más dice Jesús de nuestra Mamá y su maternidad divina.
Sesión 049
“Fue mi Voluntad que le dio la Fecundidad Divina y la hizo Madre del Verbo”. (18-2)
Privilegio enorme el haber compartido la misma Fecundidad de Dios, privilegio alcanzado por tener en Ella – como vida – la Divina Voluntad, lo que permitió que el Querer Divino tomara posesión de esta celestial criatura, dándole la unión de sus actos con los de Él (acto único de Dios).
Alcanzado lo anterior, ahora se vuelve naturaleza de la criatura el poder «generar» en los demás lo que posee en ella. La Virgen, poseyendo la plenitud de dicho germen, puede «generar» en Ella al mismo Hijo de Dios, sin participación de ningún otro, y no sólo en Ella, pues dicho germen es divino, inmenso, infinito, capaz de hacerle el bien a todos, por lo que después de generarlo en Ella, lo genera también en cada miembro de la familia humana.
¿Pero este privilegio será reservado exclusivamente para la Virgen? Sí y no:
Sí.- En el sentido de que Ella es la única que alcanza la plenitud, pues es creada Inmaculada, nunca tuvo ni siquiera un solo acto de voluntad humana; lo que todos los demás somos salidos de pecado original.
Además, por su misión, que es: ser la Madre del Verbo encarnado, misión que es única, nunca habrá otra madre del Verbo. Se puede compartir, unirnos a dicha condición, pero siempre será Ella la Madre.
No.- Cualquier criatura que toma como vida a la Divina Voluntad, siendo Ésta la puerta de unión con el Divino Querer, nos unifica con este acto único de Dios, llegando poseer – en cuanto a criatura es posible – lo que Él contiene, por lo que la fecundidad divina le pertenece. ¿Y qué genera? Genera lo que dicha fecundidad posee: posee luz, santidad, fuerza, paz, alegría, felicidad, en fin, todos los bienes, así que genera luz, santidad, fuerza, paz, alegría, felicidad, etc., para ella misma, y posteriormente para todos los demás, genera todo esto en cada acto que lleva a cabo en dicha unión. Con esta fecundidad divina el alma forma la más bella y larga generación, que le llevará la gloria, el cortejo de tener tantos partos generados en sus mismos actos, verá salir de dentro de ella la generación de los hijos de la luz, de la felicidad, de la santidad divina. así que la Divina Voluntad eleva a la criatura y la vuelve partícipe de la fecundidad de la Paternidad Celeste. (23-18)
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Cuando vemos que todo el pueblo de Dios – en el antiguo testamento – pide por el Redentor, y que es hasta que aparece nuestra Madre cuando se verifica la Encarnación, nos preguntamos el ¿por qué? ¿Por qué tanto tiempo de espera? Sabemos que la Majestad Suprema había establecido un número de actos “buenos”, de peticiones, para que accediera a mandarlo, y se nos explica que es la Virgen, que poseyendo la Divina Voluntad como vida propia, la que completa dichos requerimientos. Esto nos lleva a otro punto importantísimo, tanto para la misión de Ella, como para la misión de Luisa Piccarreta, y también para la nuestra, para nuestra misión en la vida, para nuestra misión dentro del reino de la Divina Voluntad.
Importantísimo: Para pedir un bien se debe poseer dicho bien: María pudo pedir al Redentor, porque lo poseía en Ella. «En esto se basa también “la plenitud de los tiempos”». Luisa, para pedir el reino de la Divina Voluntad, debe poseer la misma Divina Voluntad, y finalmente nosotros, para pedir el que este reino se extienda, debemos poseer dicho reino.
Veamos:
“…Hija mía, lo que es más necesario para obtener un bien tan grande como es el reino de mi Fiat Divino, es mover a Dios para hacerlo decidir dar mi Voluntad Divina reinante en medio a las criaturas, cuando se mueve Dios y decide, todo supera y vence aun a los mismos males; y la otra cosa necesaria es que la criatura que lo busca y ruega a Dios el dar un bien tan grande, debe poseer en ella la vida del reino que pide para las otras criaturas.
…Quien tiene un bien tiene virtud de pedirlo y de darlo; esto sucedió en la Redención, el pecado inundaba la tierra, el mismo pueblo llamado pueblo de Dios, era el más pequeño pueblo, y que si parecía que se ocupaba era en modo superficial, pero no que poseían en ellos la vida de aquel Redentor que pedían, se puede decir que se ocupaban como se ocupa hoy la Iglesia, las personas sagradas y religiosas con recitar el Padre Nuestro, pero la plenitud de la vida de mi Voluntad que pedían en el Padre Nuestro no está en ellos, así que la petición se queda en palabras, no en hechos; por eso cuando vino la Reina del Cielo que poseía la plenitud de la Vida Divina, todo lo que pedía para el bien de los pueblos movió a Dios, lo venció, lo hizo decidir, y a pesar de los males que existían vino el Verbo Eterno a la tierra por medio de Aquélla que ya lo poseía y formaba toda su vida; con la plenitud de esta Vida Divina pudo mover a Dios y vino el bien de la Redención. Lo que todos los demás no pudieron obtener todos juntos, lo obtuvo Aquélla, la Soberana Reina que había conquistado, primero en Sí misma a su Creador, la plenitud de todos los bienes que pedía para los demás, y siendo conquistadora tenía virtud de poder conseguir y dar el bien que poseía. Hay gran diferencia hija mía, entre quien pide y posee, y quien pide y no posee la Vida Divina; la primera pide con derecho, la segunda a título de limosna, y a quien pide a título de limosna se dan las monedas, a lo más algunas liras, pero no reinos enteros; en cambio quien pide con derecho posee, es ya dueña, reina, y quien es reina puede dar el reino, y siendo reina tiene su imperio divino en Dios para conseguir el reino a las criaturas. (23-18)
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Con esto tenemos ya suficiente información de cómo es que María es verdadera Madre de Dios, y el trabajo que tuvo que desarrollar para lograrlo.
En la última lectura, se nos pone de manifiesto el requisito indispensable para pedir un «bien universal», María tuvo que tener al mismo Redentor en Ella, todo a través de su unión con el Divino Querer desde el primer instante de la creación de su alma, logrando con ello, como ya se mencionó, que se le participara la Fecundidad Divina EN PLENITUD.
El trabajo de Luisa, durante toda su vida, de permanecer siempre en su nada, dando vida a la Divina Voluntad en ella. Es así como logra fundar el Reino.
Pero lo más importante para nosotros, y digo lo más importante, puesto que lo demás ya ha sido realizado, PERO NO ESTAMOS INCLUIDOS EN ELLO, y para estar debemos completarlo. Al igual que San Pablo mencionó que debemos completar en nosotros lo que le faltó a la pasión de Jesús, y lo único que le faltó soy «yo». Ahora, lo único que le falta a la acción de Luisa al fundar el Reino, soy nuevamente «yo». Y una vez poseyéndolo, y únicamente así, puedo impetrarlo para los demás.
Sesión 50
Maternidad humana
Retomando nuestras lecciones sobre nuestra Madre Santísima, hemos visto el cómo fue posible que el Verbo eterno se pudiera encarnar en Ella, llegando con ello a ser Madre de Dios.
Es una costumbre ancestral el llamarla Madre nuestra; esto no lo ponemos en duda, y se lo debemos, según nosotros, a la donación mutua que hizo Jesús estando en la cruz:
“Y como vio Jesús a su madre, y al discípulo que amaba, que estaba allí, dijo a su madre: “Mujer, he ahí tu hijo”. Después dijo al discípulo: “He ahí tu madre”. Y desde aquella hora el discípulo la recibió en su casa. Jn 19: 26-27
De esta manera se ha entendido y aceptado, sin embargo la maternidad de María hacia la familia humana va más allá de una simple donación, se trata de una maternidad VERDADERA, lo que implica que hemos sido concebidos en Ella, que hemos permanecido durante la gestación, creciéndonos en su vientre junto con su Hijo Jesús.
Veamos ahora el cómo.
La siguiente lectura ya la vimos en la sesión 048 al referirnos a la maternidad divina, sin embargo es conveniente repetirla, por lo revelador que resulta para la maternidad humana:
“…Esto hice en la obra de la Redención, para poder elevar a una criatura a concebir a un hombre y Dios, debí concentrar en Ella todos los bienes posibles e imaginables, debí elevarla tanto, de poner en Ella el germen de la misma Fecundidad Paterna, y así como mi Padre Celestial me generó virgen en su seno con el germen virginal de su fecundidad eterna, sin obra de mujer, y en este mismo germen procedió el Espíritu Santo, así mi Celestial Mamá, con este germen eterno, todo virginal de la fecundidad Paterna, me concibió en su seno virgen, sin obra de hombre. La Trinidad Sacrosanta debió dar de lo suyo a esta Virgen Divina para poder concebirme a Mí, Hijo de Dios. Jamás hubiera podido concebirme mi Santa Mamá sin tener ningún germen; ahora, como Ella era de la raza humana, este germen de la fecundidad eterna dio virtud de concebirme hombre, y como el germen era divino, al mismo tiempo me concibió Dios; y así como al generarme el Padre al mismo tiempo procedió el Espíritu Santo, así al mismo tiempo que me generé en el seno de mi Mamá, procedió la generación de las almas, así que todo lo que ‘ab eterno’ sucedió a la Santísima Trinidad en el Cielo, se repite en el seno de mi amada Mamá”. (Abril 14, 1923)
Maravilla de maravillas, el mismo movimiento de la fecundidad divina en Ella, que generó al Dios-Hombre, dio como resultado la procedencia de toda la familia humana, esto convierte, inmediatamente a María como Madre de toda la familia humana.
Pero sigamos escuchando nuevas revelaciones:
“…Nuestro amor no se daba paz, corría, corría, pero con una rapidez tal, que comprometía todo nuestro Ser Divino a dar en tales excesos, de dejar atónitos Cielo y tierra, de hacer exclamar a todos: ‘¿Será posible que un Dios haya amado tanto a las criaturas?’ Ahora escucha hija mía qué hace nuestro gran amor: Las criaturas tenían un Padre Celestial, pero nuestro amor no estaba contento, y en su delirio y locura de amor quiso formarles una Madre Celestial y una Madre terrena, a fin de que si no le fueran suficientes las premuras, el amor, la ternura de la Paternidad Celestial para amarlo, el amor, las ternuras indecibles de esta Madre Celestial y humana habrían sido el anillo de conjunción, que habiendo desterrado toda distancia, miedos y temores, se habrían abandonado en sus brazos para hacerse vencer por su amor, para amar a Aquél que la había formado por amor suyo y para hacerse amar, por eso eran necesarios portentos estrepitosos y un amor que jamás dice basta, y que sólo un Dios puede tener. Ahora escucha qué hace para conseguir el intento, llamamos de la nada a esta Santa Criatura y sirviéndonos del mismo germen de las generaciones humanas, pero purificado, le dimos la vida; desde el primer instante de esta vida se unió la virtud celestial de nuestro Fiat Divino y formó junto Vida Divina y vida humana, el cual la crecía divinamente y humanamente, y participándole la fecundidad divina formaba en Ella el gran prodigio de poder concebir un hombre y un Dios; con el germen humano pudo formar la Humanidad al Verbo encarnado, y con el germen del Fiat pudo concebir al Verbo Divino. Con esto la distancia cesaba entre Dios y el hombre, esta Virgen con ser humana y Celestial acercaba al hombre y a Dios, y daba el hermano a todos sus hijos para que todos pudieran acercársele, hacer vida juntos y mirando en Él y en Ella las mismas facciones, investidas por la misma naturaleza humana, habrían tenido tal confianza y amor de hacerse conquistar, y amar a quien tanto la amaba; ¿cuánto amor no cosecha una buena madre de sus propios hijos? Mucho más que era poderosa, rica, y habría puesto la vida para poner a salvo a sus propios hijos, y ¿qué cosa no ha hecho para volverlos felices y santos? Así que la Humanidad del Verbo y la Madre Celestial y humana son como garantías para ganarse el amor de todos y decirles con todo amor: ‘No teman, vengan a Nosotros, nos semejamos en todo, vengan y todo les daremos, mis brazos estarán siempre listos para abrazaros y para defenderos, os encerraré en mi corazón para daros todo, basta deciros que soy Madre y que es tanto mi amor, que os tengo concebidos en mi corazón’.
Pero todo esto no es nada todavía, Yo era Dios, debía obrar como Dios, nuestro amor corría, corría, e iba inventando otros encuentros más excesivos de amor, tú misma quedarás sorprendida al oírlos, y cuando las humanas generaciones los oigan, nos amarán tanto, de correspondernos en gran parte de la gran carrera de nuestro amor. Ahora ponme atención y agradéceme hija mía bendita de lo que estoy por decir: A NUESTRO AMOR NO LE BASTÓ, COMO DIJE ANTES, QUE EN VIRTUD DE NUESTRO FIAT TODOS FUERAN CONCEBIDOS EN EL CORAZÓN DE ESTA VIRGEN PARA TENER LA VERDADERA MATERNIDAD NO CON PALABRAS SINO CON HECHOS, Y ELLA FUE CONCEBIDA EN CADA UNA DE LAS CRIATURAS PARA QUE CADA UNA TUVIERA UNA MADRE TODA SUYA, Y TENER EL PLENO DERECHO Y LA POSESIÓN QUE TODOS FUERAN HIJOS SUYOS, ahora nuestro amor pasó a otro exceso. Por tanto debes primero saber que esta Celestial Reina poseyendo toda la plenitud de nuestro Fiat Divino, el que posee por naturaleza suya la virtud generativa y bilocadora, Ella junto con el Fiat Divino puede generar y bilocar cuantas veces quiere a su Hijo Dios, entonces nuestro amor se impone sobre esta Celestial Criatura, y dando en delirio, con la virtud de mi Fiat que poseía, le da la potencia de hacer generar a su Jesús en cada criatura, lo hace nacer, lo hace crecer, le hace todo lo que conviene para formar la Vida de su querido Hijo, suple a lo que no le hace la criatura: Si llora le enjuga las lágrimas, si tiene frío lo calienta, si sufre, sufre junto, y mientras hace de Madre y crece a su Hijo, hace de Madre y crece a la criatura, así que se puede decir que los crece juntos, los ama con un solo amor, los guía, los nutre, los viste, y con sus brazos maternos forma dos alas de luz, y cubriéndolos los esconde en su corazón, para darles el más bello reposo. Por lo que no bastó a nuestro Amor que el Verbo se encarnara para generar un solo Jesús para todos, y dar una sola Madre a todas las generaciones humanas, no, no, no habría sido excesivo nuestro Amor, su carrera era tan veloz, que no encontró quién le pusiera un basta, y sólo se aquietó de algún modo cuando con su Potencia generó a esta Madre en cada alma, e hizo generar a su Jesús, a fin de que cada uno tuviera Madre e Hijo a su disposición. ¡Oh! cómo es bello ver a esta Madre Celestial, toda amor y toda atenta en cada criatura para generar a su Jesús, para formar un portento de amor y de gracia, y éste es el honor y la gloria más grande que su Creador le ha dado, y el amor más fuerte que Dios podía dar a las criaturas. No hay de qué maravillarse, nuestro Fiat todo puede y puede llegar a todos lados, todo está en que lo quiera, si lo quiere ya está hecho. Más bien la maravilla está en conocer a cuáles excesos nos ha llevado el amor hacia el hombre”. (Diciembre 24, 1936)
Ahora resulta que no bastó al Amor Divino el que Ella nos concibiera en su seno, sino que Ella misma quedó concebida en cada una de las criaturas pertenecientes a la familia humana.
¿Lo entendemos? Difícilmente, pues no son conceptos comunes a nuestra naturaleza, pero aquí debe, por fuerza, entrar la FE, pues si Jesús nos lo dice a través de Luisa, debemos creerle.
Por último vayamos al momento en que Jesús se encuentra en el seno de María, y veamos lo que Él nos relata:
Dice que su amor no le daba paz, pues quería devorar a las almas, a todas ellas, y sólo estuvo contento cuando las devoró a todas, quedando todas concebidas con Él.
Gracias al amor de Jesús quedé incorporado en Él, este amor no se dio paz hasta vernos a todos dentro de su Humanidad, y ahí sucede el gran prodigio: Él queda concebido en María, y por fuerza, nosotros estando en Él, quedamos concebidos en Ella.
Ahora sé que María verdaderamente es MI Madre, no una Madre adoptiva, conseguida como herencia en el calvario, sino que me concibe en Ella, me alimenta al alimentar a Jesús, me hace crecer dentro de su vientre, y me da a luz en el momento del nacimiento de su Niño.
Sólo queda decir: “Santa María, Madre de Dios y Madre nuestra” te damos gracias por habernos concebido junto con tu Hijo en tu vientre, y aceptar ser nuestra verdadera Madre, ahora te pedimos nos des a luz a la Divina Voluntad.
LA VIRGEN, ¿MUERE O NO?
En ausencia de verdades reveladas, la imaginación popular toma cartas de naturalización, poniendo como verdad las fantasías elaboradas por la mente.
En ocasiones, Dios da alguna «visión», como el arrebato de Elías, y nuevamente la fantasía popular teje alrededor de aquella visión una leyenda.
En los cap. 7 y 8 del libro IV de los «Diálogos» de San Gregorio Magno, relata cómo San Benito vio a media noche, cómo el alma de Germán, obispo de Capua, era llevada al Cielo por los ángeles en un globo de fuego.
Esto nos da una posible explicación al arrebato de Elías en un carro de fuego. ¿Cómo es posible que pensemos en la inmortalidad de un profeta, que ni siquiera podía entrar al Cielo, x lo que no pudo ser glorificado, y tuvo que ir al seno de Abraham, y afirmemos la muerte de María?
En primer lugar debemos aclarar o explicar un poco la separación del alma del cpo., oigamos a Jesús en Luisa:
Después de esto me ha transportado fuera de mí misma, y encontrándome sola, sin cuerpo, he dicho: “Mi amado y único Bien, qué castigo es para mí tener que regresar tantas veces a mi cuerpo, porque es cierto que ahora no lo tengo, es sólo mi alma la que está junto Contigo; y después, no sé cómo me encuentro aprisionada en mi mísero cuerpo como dentro de una cárcel tenebrosa, y ahí pierdo aquella libertad que me viene dada al salir de él. ¿No es esto un castigo para mí, el más duro que se pueda dar?”
Y Jesús: “Hija mía, no es castigo lo que tú dices, ni por culpa tuya que esto te sucede, más bien debes saber que sólo por dos razones el alma puede salir del cuerpo: Por fuerza del dolor, porque sucede la muerte natural; o por fuerza de amor recíproco entre el alma y Yo, porque siendo este amor tan fuerte, ni el alma aguantaría, ni Yo puedo aguantar mucho sin gozar de ella, por eso la voy atrayendo a Mí, y luego la devuelvo a su estado natural; y el alma más que atraída por un hilo eléctrico va y viene como a Mí me place. He aquí que lo que tú crees castigo es amor finísimo”. (Octubre 10, 1900)
Tanto en la revelación pública (Biblia), como en todo lo que el hombre a profundizado con su ciencia, no se aclara este misterio, y sí ha dado pie a muchas malas interpretaciones, llenando de fantasías este momento de la vida de nuestra Madre.
Donde tenemos un poco de luz para ahondar en este misterio, es en la obra de María Valtorta, en el tomo 5 del evangelio como me fue contado:
Consideraciones y explicaciones acerca de la asunción y tránsito de María Santísima
“¿Morí yo? Sí, si se quiere llamar muerte a la separación de la parte selecta del espíritu del cuerpo. No, si por muerte se entiende la separación del alma vivificadora del cuerpo, la corrupción de la materia no más vivificada por el alma, y antes de la lobreguez del sepulcro, y antes de todo esto, el espasmo de la muerte.
¿Cómo morí, cómo me trasladé de la tierra al cielo? Primero con la parte inmortal, después con la que perece, como era justo para la que no conoció mancha de culpa.
Aquella tarde, había empezado ya el descanso sabático, estaba hablando con Juan acerca de Jesús, de lo que toca a Él. Aquel atardecer respiraba tranquilidad. El sábado había alejado cualquier rumor de trabajo humano. Y la hora apagaba cualquier voz humana, o canto de pájaros. Solamente los olivos que rodeaban la casa dejaban oír el rumor de sus hojas al columpiarlas el viento de la tarde y parecía como si ángeles revoloteasen por las paredes de la solitaria casita.
Hablábamos de Jesús, del Padre, del Reino de los cielos. Hablar de la Caridad, del Reino de ella, es encenderse en el fuego vivo, acabar con el encerramiento de la materia para dejar que el espíritu emprenda sus vuelos místicos. Si el fuego está dentro de los límites que Dios ha puesto para conservar las criaturas que están sobre la tierra para su servicio, se puede vivir y arder al encontrar en el incendio no una destrucción sino un complemento de vida. Pero cuando Dios quita los límites y deja en libertad al Fuego divino para investir y atraer a Sí el espíritu sin más medida, entonces el espíritu, respondiendo a su vez sin medida alguna al Amor, se separa de la materia y vuela donde el Amor la empuja e invita. Así llega el fin del destierro y el regreso a la patria.
Aquella tarde se unió el deseo ardiente e incontenible de una vida sin límites de mi espíritu una dulce languidez, una misteriosa sensación de alejamiento de la materia, mientras el intelecto, todavía más vivo en su actividad de razonar, se abismaba en divinos resplandores. Juan, amoroso, prudente testigo de todos mis actos desde que se había convertido en hijo mío adoptivo, conforme a la voluntad de mi Unigénito, me persuadió con dulzura a hallar descanso en mi lecho y estuvo orando cerca de mí.
El último sonido que oí en la tierra fue el murmullo de las palabras del virgen Juan. Fueron como el arrullo de una madre cerca de la cuna. Y acompañaron mi espíritu en el último éxtasis, demasiado sublime para decirlo, acompañaron mi espíritu hasta el cielo.
Juan, único testigo de este dulce misterio, él solo me envolvió en el manto blanco, sin quitarme los vestidos y el velo, sin lavar el cuerpo y embalsamarlo. El espíritu de Juan, como aparece claro por las palabras del segundo episodio de este ciclo, que parte de Pentecostés hasta mi asunción, ya sabía que no me corrompería, e instruí al Apóstol sobre lo que se debería de hacer. Y él, casto, amoroso, prudente ante los misterios de Dios y los lejanos compañeros, pensó en guardar el secreto y esperar a los otros siervos de Dios para que me pudieran ver una vez más y, de ello, henchirse de consuelo, de ayuda para las penas y fatigas que tendrían en su misión. Esperó como si estuviera seguro de su llegada.
¡Pero otro era el designio de Dios! Buen como siempre para el Predilecto, justo como siempre para todos los creyentes. Cerré al primero los párpados, para que el sueño le ahorrase el dolor de ver que se le quitaba también el cuerpo. Regaló a los creyentes una verdad de más que los confortara para creer en la resurrección de la carne, en el premio de una vida eterna y dichosa concedida a los justos, en la verdad más poderosa y dulce del Nuevo Testamento: mi Inmaculada Concepción, mi divina Maternidad virginal, en la naturaleza divina y humana de mi Hijo, verdadero Dios y verdadero Hombre, que nació no por voluntad carnal, sino por un desposorio divino, por esa semilla divina depositada en mi seno, y en fin para que creyesen en el cielo, está mi corazón de Madre de los hombres, que palpita de amor por todos: justos y pecadores, que desea ardientemente tener a todos consigo en la patria bienaventurada por toda al eternidad.
Cuando los ángeles me sacaron de la casita ¿había vuelto en mí el espíritu? No. El espíritu no debía volver a bajar a la tierra. Se encontraba en adoración ante el Trono de Dios. Pero cuando la tierra, el destierro, el tiempo y el lugar en que había estado yo separada de mi Señor Uno y Trino, para siempre fueron dejados, el espíritu volvió a brillar en el centro del alma, sacando el cuerpo de su sueño, por lo que es justo decir que fui asunta al Cielo en alma y cuerpo, no por mi propia capacidad como sucedió con Jesús, sino con ayuda angélica. Me desperté de este misterioso y místico sueño, surgí, volé finalmente, porque mi carne había ya alcanzado la perfección de los cuerpos glorificados. Y amé. Amé a mi Hijo y a mi Señor Uno y Trino, lo amé como es destino de todos los eternos vivientes”.
IIa. Consideración o explicación (5-1-44)
“Llegada su última hora, a la manera de un lirio cansado que, después de haber exhalado sus perfumes, se inclina bajo las estrellas y cierra su níveo cáliz, María, mi Madre, se recogió en su lecho y cerró los ojos a todo lo que la rodeaba para recogerse en una última contemplación de Dios.
El ángel de María, inclinado sobre el lugar del descanso, esperaba ansioso que el anhelo del éxtasis, separarse el espíritu del cuerpo, por el tiempo señalado en el decreto de Dios, y lo separase para siempre de la tierra, mientras ya del cielo descendía la dulce y cariñosa orden de Dios.
Inclinado, a su vez, sobre este misterioso descanso, Juan, ángel terreno, velaba a la Madre que estaba a punto de dejarlo. Y cuando la vio ya apagada, veló igualmente para que, libre de miradas profanas y curiosas, permaneciese, aún después de la muerte Inmaculada Esposa y Madre de Dios, que dormía así tan hermosa y plácidamente.
Dice una tradición que en el féretro de María, abierto por Tomás, se encontraron las flores. No es más que una leyenda. Ningún sepulcro se quedó con los restos de María, porque no hubo restos de María, como lo entienden los humanos, puesto que María no murió como muere todo el que ha vivido.
Ella, por decreto divino, tan solo se había separado del espíritu, y con el mismo, que la había precedido, se juntó otra vez con el cuerpo santísimo. Invirtiendo las leyes habituales, por las cuales el éxtasis termina cuando cesa el rapto, esto es, cuando el espíritu regresa al estado normal, fue el cuerpo de María que tornó a juntarse con el espíritu, después de la larga espera en el lecho mortuorio.
Todo es posible a Dios. Yo salí del sepulcro sin otra ayuda que mi poder. María vino a Mí, a Dios, al Cielo, sin conocer el sepulcro en su horrorosa podredumbre y lobreguez. zzz Es uno de los más brillantes milagros de Dios. No el único, en verdad, si se recuerdan a Enoc y Elías, los cuales, amados del Señor, fueron arrebatados de la tierra sin saborear la muerte y trasladados a otra parte, a un lugar que sólo Dios y los moradores del cielo conocen. Eran justos, pero siempre una nada respecto a mi Madre, que es inferior en santidad sólo a Dios.
Por esta razón no existen reliquias del cuerpo y del sepulcro de María. Porque María no fue sepultada y su cuerpo fue asunto al Cielo”.
IIIa. Consideración o explicación (8-7-44 y 15-7-44)
“Un éxtasis fue la concepción de mi Hijo. Un mayor éxtasis cuando lo di a luz. El éxtasis de los éxtasis fue mi tránsito de la tierra al cielo. Tan solo durante la pasión ningún éxtasis hizo llevadero mi atroz sufrir.
La casa, de donde fui asunta al cielo, uno de los innumerables rasgos de generosidad de Lázaro para Jesús y su Madre, era la casita de Getsemaní, cercana al lugar de la Ascensión. Es inútil buscar sus restos. En la destrucción de Jerusalén por obra de los romanos, fue destruida y sus ruinas dispersadas en el correr de los siglos”.
IVa. Consideración o explicación (18-12-44)
“Como para mí fue un éxtasis el nacimiento del Hijo y, del rapto en Dios, que me acaeció en aquella hora, volví presente a mí misma y a la tierra con mi Niño entre los brazos, de igual manera mi muerte, impropiamente así llamada, fue un rapto en Dios.
Confiando en la promesa que tuve en el resplandor matinal de Pentecostés, yo pensaba que al acercarse el momento de la venida última del Amor, para llevarme consigo, debería manifestarse con aumento del fuego de amor, que siempre ardía en mí. Y no me equivoqué.
Cuanto más se me iba la vida, tanto más aumentaba en mí el deseo de fundirme en la eterna Caridad. El deseo de unirme con mi Hijo me urgía a ello, y la certeza de que jamás había hecho tanto en favor de los hombres, como cuando estando a los pies del Trono de Dios orara e intercediera por ellos. Y con un movimiento cada vez más ardiente y fuerte, con todas las fuerzas de mi alma gritaba al cielo: “¡Ven, Señor Jesús! ¡Ven, Amor eterno!”
La eucaristía, que era para mí como el rocío para la flor muerta de sed, era sin duda, vida, pero cuanto más pasaba el tiempo, más se hacía insuficiente para satisfacer el ansia incontenible de mi corazón. No me bastaba ya recibir dentro de mí a mi Hijo Divino y llevarlo dentro de mí en las Sagradas Especies como lo había llevado dentro de mi cuerpo virginal. Todo mi ser ansiaba por el Dios Uno y Trino, pero no bajo los velos que escogió mi Jesús para esconder el inefable misterio de la fe, sino como era, es y será en el centro del Cielo.
Mi mismo Hijo, en los transportes eucarísticos, me consumía con abrazos de deseo infinito y cada vez que venía a mí, con el poder de su amor, como que arrancaba mi alma en el primer ímpetu, después permanecía con infinita ternura llamándome: “¡Mamá!” y yo lo sentía ansioso de tenerme consigo.
No deseaba yo otra cosa. Ni siquiera el deseo de tutelar a la naciente Iglesia, en los últimos tiempos de mi existencia mortal. Existía en mí. Todo lo anulaba el deseo de poseer a Dios, porque estaba persuadida que todo lo podría cuando lo poseyera.
Llegaos cristianos, a este amor total. Que todo lo terrenal pierda su valor. Mirad sólo a Dios. Cuando lleguéis a ser ricos de esta pobreza de deseo, que es una inmensurable riqueza, Dios se inclinará sobre vuestro espíritu para instruirlo primero, y después tomarlo, vosotros subiréis con él al Padre, al Hijo, al Espíritu Santo, para conocerlos y amarlos por toda la feliz eternidad, y para poseer sus riquezas de gracia para los hermanos. Nunca es uno más activo para con los hermanos, como cuando no se está más entre ellos, y se es luz reunida con la Luz divina.
El Amor eterno, al acercarse, dio la señal que yo me imaginaba. Toda luz, todo color, voz y presencia se desvanecieron bajo el fulgor y la Voz que bajando de los cielos, abiertos a mi mirada espiritual descendían sobre mí para tomar mi alma. Suele decirse que yo me habría llenado de júbilo porque en esa hora mi Hijo me había asistido.
Pero mi dulce Jesús estaba muy junto al Padre cuando el amor, esto es, el Espíritu Santo, tercera Persona de la Trinidad eterna, me dio su tercer beso en mi vida, un beso tan poderosamente divino que en él se regocijó mi alma, perdiéndose en la contemplación como una gota de rocío aspirada por el sol en el cáliz de un lirio.
Yo subí con mi espíritu que cantaba hosannas hasta los pies de las tres Personas a quienes yo siempre había adorado. Después, en el momento preciso, como perla en engaste de fuego, primero me ayudaron, luego me siguieron los espíritus angélicos que habían venido a asistirme en mi nacimiento celestial eterno. En los umbrales del cielo me esperaba ya mi Jesús, y allí mismo mi esposo terreno, los reyes y patriarcas de mi estirpe, los primeros santos y mártires. Entré cual Reina, después de tantos dolores y tanta humildad de una pobre cierva de Dios, en el reino del gozo que no tiene límites. Y el cielo se plegó sobre sí mismo, por la alegría de tenerme, de tener a su Reina, cuyo cuerpo, único entre todos los cuerpos mortales, conocían la glorificación, antes de la resurrección final y el último juicio”.
Va. Consideración o explicación (diciembre 43).
“Mi humildad no podía permitirme pensar que me estuviese reservada tanta gloria en el cielo. Interiormente pensaba, y con seguridad, que mi cuerpo, hecho santo por haber llevado Dios, no habría probado la corrupción puesto que Dios es Vida, y cuando satura y llena a una criatura de Sí mismo, su acción es como un aroma preservador de corrupción y muerte.
Yo no solamente había permanecido inmaculada, no sólo estaba unida a Dios en casto y fecundo abrazo, sino que estaba saturada, hasta lo más profundo de mi ser, de las emanaciones de la Divinidad oculta en mi seno y que se iba cubriendo de carne mortal. Pero que la bondad del Eterno hubiera reservado a su cierva el gozo de volver a sentir en sus miembros el contento de la mano de mi Hijo, su abrazo, su beso, de volver a oír con mis propios oídos su voz, de ver con mis ojos su rostro, esto no pensé que me fuera concedido, ni lo deseaba. Hubiera sido suficiente que estas dichas se concedieran a mi espíritu, y con esto mi propio yo se hubiera sentido pleno de felicidad.
Pero el Hacedor, como testimonio de su primer pensamiento creador respecto del hombre, lo había destinado para que viviera, pasando sin morir del paraíso terrenal al celestial, al reino eterno, Él me quiso Inmaculada, en el cielo en alma y cuerpo, tan pronto como hubiera terminado mi vida terrena.
Yo soy el testimonio cierto de lo que Dios había pensado y querido para el hombre: una vida inocente, desconocedora de la culpa, un tranquilo tránsito de esta vida a la vida eterna. El hombre, como alguien que pasa el umbral de una casa para entrar en palacio, con su ser completo, con su cuerpo material y con su alma espiritual hubiera pasado de la tierra al paraíso, aumentando la perfección de su yo, que Dios le había dado con la perfección completa tanto de su cuerpo como de su espíritu. Esa perfección estaba destinada, en el pensamiento divino, para que todo ser humano hubiera permanecido fiel a Dios y a la gracia. Una perfección que habría llegado a su cumplimiento en la luz plena que hay en los cielos, al venir de Dios, Sol eterno, que los ilumina.
Dios me llevó en alma y cuerpo a la gloria de los cielos, delante de los patriarcas, de los profetas y de los santos, de los ángeles y de los mártires y dijo:
“He aquí la obra perfecta del Creador. He aquí lo que Yo crié a mi más verdadera imagen y semejanza entre todos los hijos del hombre, fruto de una obra maestra divina y creadora, maravilla del universo que vio encerrada en su solo ser divino en el espíritu eterno como Dios y como Él, espíritu, inteligente, libre, santo; y la criatura material en el más inocente y santo de los cuerpos, ante el de cualquier otro ser vivo, dentro de los tres reinos de la creación, está obligado a inclinarse. He aquí el testimonio de mi amor por el hombre para quien destiné un organismo perfecto y una suerte dichosa de vida eterna en mi Reino. He aquí el testimonio de mi perdón al hombre, a quien por voluntad de un Amor trino he concedido el poder de rehabilitarse y volver crearse ante mis ojos. Esta es la piedra mística de comparación, esta es el anillo de unión entre el hombre y Dios, ésta es la que devuelve los tiempos a lo primeros días, y ofrece a mis ojos divinos la alegría de contemplar una Eva como Yo la creé, y ahora es todavía más bella y santa porque es Madre de mi Verbo, y porque mártir del gran perdón. Yo abro los tesoros del cielo a su Corazón inmaculado que no conoció jamás mancha alguna, ni aun la más leve; y en su cabeza que no conoció ninguna soberbia, pongo una corona de mi resplandor, porque es el ser más santo, para que sea vuestra Reina”.
En el cielo no hay lágrimas. Pero en lugar del llanto gozoso que habrían experimentado los espíritus si se les hubiera concedido el llanto, que proviene de una emoción, hubo, después de estas palabras divinas, un centellear de luces, un cambiar de resplandores en otros más fuertes, un arder de incendios de caridad en un fuego más ardiente, un tañer insuperable e indescriptible de armonías a las que se unió la voz de un Hijo en alabanza de Dios Padre, y de su cierva para siempre bienaventurada”.
VIa. Y última (1-5-46)
“Hay diferencia entre la separación del alma del cuerpo por muerte verdadera, y momentánea separación del espíritu del cuerpo y del alma vivificante por éxtasis o rapto contemplativo.
Mientras la separación del alma del cuerpo trae consigo una muerte verdadera, la contemplación extática, esto es, la evasión temporal del espíritu fuera de las vallas de los sentidos y de la materia, no provoca la muerte. Y esto porque el alma no se separa, no se retira totalmente del cuerpo, sino que lo hace sólo con su parte mejor que se sumerge en los fuegos de la contemplación.
Todos los hombres, mientras viven, tienen sí un alma, muerta o viva ya sea por el pecado o por la justicia, pero sólo los grandes amantes de Dios alcanzan la contemplación verdadera.
Esto sirve para demostrar que el alma, conservando la existencia mientras está unida al cuerpo-y esta particularidad existe en todos los hombres por igual- tiene en sí misma una parte más escogida: el alma del alma o espíritu del espíritu, que en los justos son muy fuertes, mientras que en los que no aman a Dios y su ley, aunque sólo sea con su tibieza y pecados veniales, se debilitan, privando a la criatura de su capacidad de contemplar y conocer a Dios y sus eternas verdades, cuanto lo puede hacer una humana criatura, según el grado de perfección a que haya llegado.
Cuanto más la criatura ama y sirve a Dios con todas sus fuerzas y posibilidades, tanto más la parte más selecta de su espíritu aumenta su capacidad de conocer, contemplar y penetrar en la verdad eterna.
El hombre dotado de alma racional, es una capacidad que Dios llena de Sí. María, siendo la criatura más santa de todas después de Cristo, fue una capacidad completa, hasta derramar en los hermanos de Cristo de todos los siglos y por todos los siglos, a Dios, sus gracias, su caridad y sus misericordias.
Atravesó sumergida por las ondas del amor. Ahora, en el cielo, convertida en un océano de amor, desborda sobre los hijos fieles a Ella, y también sobre los hijos pródigos, sus ondas de caridad para la salvación universal. Ella que es la Madre universal de todos los hombres.
2da parte de la Sesión 052
Ni aún María, la Sin Mancha por privilegio divino y por voluntad y fidelidad heroicas, escapó a la ley del dolor, consecuencia del pecado. Y si bien no murió materialmente sino que traspuso adorando, separándose su espíritu de la carne en el ímpetu de la contemplación –para abrir camino a Aquella que no debía conocer la putrefacción de la carne al no haber conocido la todavía más totalmente irreparable podredumbre de la Culpa y de los pecados, sino que debía, con la carne glorificada unida de nuevo a su alma purísima entrar cual Reina en el Cielo- con todo, conoció el dolor y gustó la muerte del corazón al ver expirar sobre una cruz a su Dios, el Hijo de sus entrañas. (26 – 1 – 50)
Comentarios a la Epístola a los romanos
2 de febrero del 48
¿Dónde descansa Dios? En el espíritu de los justos. ¿Qué es el espíritu? Es la parte mejor de vuestra alma. ¿Cuándo deja de ser trono de Dios?
Cuando la domina la concupiscencia. ¿Cuándo os deja el alma? Cuando en la hora de la muerte se separa de la carne para ser juzgado y espera la resurrección de la carne, teniendo con ella el juicio eterno final.
Pero María no murió. Pasó en un rapto de ésta a la otra vida y en dicho paso su espíritu purísimo fue más que nunca trono de Dios. Así debería haber sido también con todos los hombres si ellos en Adán no hubieran todos pecado.
María no fue juzgada. Era la Inocente no sujeta a juicio ni a la muerte cual lo estáis vosotros. María no quedó reducida a polvo en su carne inmaculada por cuanto su alma la hizo incorruptible por haber llevado al Hijo de Dios y del Hombre. Fue asunta al Cielo en cuerpo y alma por los Ángeles. Y, sin embargo, a la hora de su tránsito, su alma se separó totalmente y subió intelectualmente pero de un modo total, no al tercero sino al Cielo supremo y empíreo y allí adoró. Y mientras tanto, el Espíritu Uno y Trino tampoco dejó su dulce y virginal tabernáculo en el que había reposado.
María está en el Cielo en cuerpo y alma, viva cual estaba en la Tierra, feliz como Ella puede serlo en el Cielo. Y Dios, que inhabitó en Ella mientras estuvo en la Tierra, inhabita en Ella en el Cielo. Nada ha cambiado. Colocada en el centro del Fuego divino que hace converger sobre Ella sus ardientes amores, nos dice eternamente: “¡Oh Dios!, he aquí la esclava”8 y nos abre su corazón y nos acoge en un misterio de amor inefable.
SEGÚN LA IGLESIA
¿Murió la Santísima Virgen María?
Es sabido que la muerte no es condición esencial para la Asunción. Y es sabido, también, que el Dogma de la Asunción no dejó definido si murió realmente la Santísima Virgen. Había para entonces discusión sobre esto entre los Mariólogos y Pío XII prefirió dejar definido lo que realmente era importante: que María subió a los Cielos gloriosa en cuerpo y alma, soslayando el problema de si fue asunta al Cielo después de morir y resucitar, o si fue trasladada en cuerpo y alma al Cielo sin pasar por el trance de la muerte, como todos los demás mortales (inclusive como su propio Hijo).
Juan Pablo II, en una de sus Catequesis sobre el tema, nos recordaba que Pío XII y el Concilio Vaticano II no se pronuncian sobre la cuestión de la muerte de María. Pero aclara que “Pío XII no pretendió negar el hecho de la muerte; solamente no juzgó oportuno afirmar solemnemente, como verdad que todos los creyentes debían admitir, la muerte de la Madre de Dios”. (JP II, 25-junio-97)
Sin embargo, algunos teólogos han sostenido la teoría de la inmortalidad de María, pero Juan Pablo II nos dice al respecto, “existe una tradición común que ve en la muerte de María su introducción en la gloria celeste”. (JP II, 25-junio-97)
Se refiere posiblemente a que, como afirma Antonio Royo Marín o.p., la Asunción gloriosa de María, después de su muerte y resurrección, reúne un apoyo inmensamente mayoritario entre los Mariólogos. (cfr. La Virgen María, A. Royo Marín, 1968).
Los argumentos en favor de la muerte de María los dividiremos: según la Tradición Cristiana (incluyendo el Arte Cristiano), según la Liturgia, según la razón teológica y por la utilidad de la muerte.
Según la Tradición Cristiana:
Royo Marín afirma que el testimonio de la Tradición -dice que sobretodo a partir del Siglo II- es abrumador a favor de la muerte de María. Es su afirmación, aunque no da citas al respecto. (cfr. La Virgen María, A. Royo Marín, 1968).
Inclusive la misma Bula Munificentissimus Deus de Pío XII (sobre el Dogma de la Asunción), aunque no propone como dogma la muerte de María, nos presenta este dato interesantísimo sobre la muerte de María en la Tradición de la Iglesia: “Los fieles, siguiendo las enseñanzas y guía de sus pastores
… no encontraron dificultad en admitir que María hubiese muerto como murió su Unigénito. Pero eso no les impidió creer y profesar abiertamente que su sagrado cuerpo no estuvo sujeto a la corrupción del sepulcro y que no fue reducido a putrefacción y cenizas el augusto tabernáculo del Verbo Divino” (Pío XII, Bula Munificentissimus Deus #7, cf. Doc. mar. #801).
El Padre Joaquín Cardoso, s.j. edita en México en el Año de la declaración del Dogma un librito “La Asunción de María Santísima”. Y nos refiere lo siguiete sobre la muerte de María en la Tradición:
“Hasta el Siglo IV no hay documento alguno escrito que hable de la creencia de la Iglesia, explícitamente, acerca de la Asunción de María. Sin embargo, cuando se comienza a escribir sobre ella, todos los autores siempre se refieren a una antigua tradición de los fieles sobre el asunto. Se hablaba ya en el Siglo II de la muerte de María, pero no se designaba con ese nombre de muerte, sino con el de tránsito, sueño o dormición, lo cual indica que la muerte de María no había sido como la de todos los demás hombres, sino que había tenido algo de particular. Porque aunque de todos los difuntos se decía que habían pasado a una vida mejor, no obstante para indicar ese paso se empleaba siempre la palabra murió, o por lo menos `se durmió en el Señor’, pero nunca se le llamaba como a la de la Virgen así, especialmente, y como por antonomasia, el Tránsito, el Sueño”.
Son muchísimos los Sumos Pontífices que han enseñado expresamene sobre la muerte de María. Entre éstos, nuestro Papa Juan Pablo II, quien en su
Catequesis del 25 de junio de 1997, titulada por el Osservatore Romano “La Dormición de la Madre de Dios”, nos da más datos sobre la muerte de
María en la Tradición:
Santiago de Sarug (+521): “El coro de los doce Apóstoles” cuando a María le llegó “el tiempo de caminar por la senda de todas las generaciones”, es decir, la senda de la muerte, se reunió para enterrar “el cuerpo virginal de la Bienaventurada”.
San Modesto de Jerusalén (+634), despues de hablar largamente de la “santísima dormición de la gloriosísima Madre de Dios”, concluye su “encomio”, exaltando la intervención prodigiosa de Cristo que “la resucitó de la tumba” para tomarla consigo en la gloria .
San Juan Damasceno (+704), por su parte, se pregunta: “¿Cómo es posible que aquélla que en el parto superó todos los límites de la naturaleza, se pliegue ahora a sus leyes y su cuerpo inmaculado se someta a la muerte?”. Y responde: “Ciertamente, era necesario que se despojara de la parte mortal para revestirse de inmortalidad, puesto que el Señor de la naturaleza tampoco evitó la experiencia de la muerte. En efecto, El muere según la carne y con su muerte destruye la muerte, transforma la corrupción en incorruptibilidad y la muerte en fuente de resurrección”.
No es posible, además, ignorar el Arte Cristiano, en el que encontramos gran número de mosaicos y pinturas que han representado la Asunción de María, tratando de hacernos ver gráficamente el paso inmediato de la “dormición” al gozo pleno de la gloria celestial, e inclusive algunos, del paso del sepulcro a la gloria, siendo asunta al Cielo.
Según la Liturgia:
De acuerdo a Royo Marín, el argumento litúrgico tiene gran valor en teología, según el conocido aforismo orandi statuat legem credendi, puesto que en la aprobación oficial de los libros litúrgicos está empeñada la autoridad de la Iglesia, la cual iluminada por el Espíritu Santo, no puede proponer a la oración de los fieles fórmulas falsas o erróneas.
Y desde la más remota antigüedad, la liturgia oficial de la Iglesia recogió la doctrina de la muerte de María. Royo Marín refiere dos oraciones “Veneranda nobis…” y “Subveniat, Domine …” , las cuales estuvieron en vigor hasta la declaración del Dogma (1950) y recogen expresamente la muerte de María al celebrar al fiesta de su gloriosa Asunción a los Cielos. Las oraciones posteriores a la declaración del Dogma, por razones obvias, no aluden a la muerte.
Así decía la oración “Veneranda nobis”: “Ayúdenos con su intercesión saludable, ¡oh, Señor!, la venerable festividad de este día, en el cual, aunque la santa Madre de Dios pagó su tributo a la muerte, no pudo, sin embargo, ser humillada por su corrupción aquélla que en su seno encarnó a tu Hijo, Señor nuestro”.
El Padre Joaquín Cardoso, s.j. tiene esto que decirnos sobre la muerte de María en la Liturgia:
“La Iglesia, pues, tanto la Griega, como la Latina, creyeron siempre, no solamente como posible, sino como regla, en la muerte de María, y en las más antiguas Liturgias de ambas Iglesias se encuentra siempre la celebración y el recuerdo de la muerte de María, con el nombre de la Dormición, Sueño o Tránsito de Nuestra Señora. Porque eso sí: si creían que realmente la Virgen había muerto, indicaban con esa denominación, no usada comúnmente para todas las muertes, que la de la Virgen había tenido algún carácter especial y extraordinario, que es precisamente el de su resurrección inmediata y Asunción a los Cielos”.
“Y como dicen los críticos, aun protestantes … ya en el Siglo VI era absolutamente general la creencia en la Asunción de María, tal cual lo demuestran las antiquísimas liturgias de todas las Iglesias que tienen, al menos desde el siglo IV, establecida la Fiesta de la Dormición de María”.
Según la razón teológica:
Iniciamos este aparte con Juan Pablo II: “¿Es posible que María de Nazaret haya experimentado en su carne el drama de la muerte? Reflexionando en el destino de Maria y en su relación con su Hijo Divino, parece legítimo responder afirmativamente: dado que Cristo murió, sería difícil sostener lo contrario por lo que se refiere a su Madre” (JP II, 25-junio-97).
Cristo, el Hijo de Dios e Hijo de María, murió. Y ¿puede ser la Madre superior al Hijo de Dios en cuanto a la muerte física? _(POR SUPUESTO QUE SÍ)_
Es cierto que la Santísima Virgen María, habiendo sido concebida sin pecado original (Inmaculada Concepción) tenía derecho a no morir. Pero, nos decía Juan Pablo II: “El hecho de que la Iglesia proclame a María liberada del pecado original por singular privilegio divino, no lleva a concluir que recibió también la inmortalidad corporal. La Madre no es superior al Hijo, que aceptó la muerte, dándole nuevo significado y transformándola en instrumento de salvación. ” (JP II, 25-junio-97)
Y Royo Marín remata este argumento de la siguiente manera: “Sin duda alguna, María hubiera renunciado de hecho a ese privilegio para parecerse en todo -hasta en la muerte y resurrección- a su Divino Hijo Jesús.”
El Padre Joaquín Cardoso, s.j. dice al respecto: “María Santísima nunca tuvo pecado, por el privilegio de Dios de su Inmaculada Concepción; por consiguiente, no estaba sujeta a la muerte, como no lo estaba Jesucristo; pero también Ella tomó sobre sí nuestro castigo, nuestra muerte”.
Y Juan Pablo II: “María, implicada en la obra redentora y asociada a la ofrenda salvadora de Cristo, pudo compartir el sufrimiento y la muerte con vistas a la redención de la humanidad”. (JP II, 25-junio-97)
Por la utilidad de la muerte:
Dice Royo Marín que la muerte de María nos sirve de ejemplo y consuelo. María debió morir para enseñarnos a bien morir y dulcificar con su ejemplo los supuestos terrores de la muerte. Los recibió con calma, con serenidad, aún más, con gozo, mostrándonos que no tiene nada de terrible la muerte para aquéllos que en la vida han cumplido la Voluntad de Dios.
Y Juan Pablo II: “María, implicada en la obra redentora y asociada a la ofrenda salvadora de Cristo, pudo compartir el sufrimiento y la muerte con vistas a la redención de la humanidad”. (JP II, 25-junio-97) “La experiencia de la muerte enriqueció a la Virgen: habiendo pasado por el destino común a todos los hombres, es capaz de ejercer con más eficacia su maternidad espiritual con respecto a quienes llegan a la hora suprema de la vida”. (JPII, 25-junio-97)
18-2
Agosto 15, 1925
Todas las cosas creadas caminan hacia el hombre. La fiesta de
la Asunción se debería llamar la fiesta de la Divina Voluntad.
(1) Continuaba fundiéndome en el Santo Querer Divino para corresponder a mi Jesús con mi pequeño amor por todo lo que ha hecho por el género humano en la Creación; y mi amado Jesús, moviéndose en mi interior, para dar más valor a mi pequeño amor, hacía junto conmigo lo que yo hacía, y mientras estaba en esto me ha dicho:
(2) “Hija mía, todas las cosas creadas fueron hechas para el hombre, y todas corren hacia él, no tienen pies, pero todas caminan, todas tienen un movimiento, o para encontrarlo o para hacerse encontrar: La luz del sol parte desde la altura de los cielos para encontrar a la criatura, iluminarla y calentarla; el agua camina para llegar hasta las vísceras humanas para quitarle la sed y refrescarla; las plantas, las semillas, caminan y desgarran la tierra, forman su fruto para darse al hombre, no hay cosa creada que no tenga un paso, un movimiento, hacia quien el Eterno Artífice las había dirigido en su creación. Mi Voluntad mantiene el orden, la armonía y las mantiene a todas en camino hacia las criaturas, así que es mi Voluntad que camina siempre en las cosas creadas hacia la criatura, no se detiene jamás, es toda movimiento hacia quien tanto ama, sin embargo, ¿quién dice un gracias a mi Voluntad que le lleva la luz del sol, el agua para beber para quitarle la sed, el pan para quitarle el hambre, el fruto, la flor para recrearlo y tantas otras cosas que le lleva para hacerlo feliz? ¿No es justo que mi Voluntad, haciendo todo para él, el hombre hiciera todo para cumplir mi Voluntad? ¡Oh! si tú supieras la fiesta que hace mi Voluntad en las cosas creadas cuando camina y sirve a quien cumple mi Voluntad. Mi Voluntad obrante y cumplida en la criatura, y mi Voluntad obrante en las cosas creadas, mientras se encuentran juntas se besan, armonizan, se aman y forman el himno, la adoración a su Creador, y el portento más grande de toda la Creación. Las cosas creadas se sienten honradas cuando sirven a la criatura que es animada por esa misma Voluntad que forma su misma Vida de ellas; en cambio mi Voluntad se pone en actitud de dolor en las mismas cosas creadas cuando debe servir a quien no cumple mi Voluntad; he aquí por qué sucede que muchas veces las cosas creadas se ponen contra el hombre, lo golpean, lo castigan, porque ellas se vuelven superiores al hombre, conservando íntegra en ellas aquella Voluntad Divina por la cual fueron animadas desde el principio de su creación, y el hombre ha descendido a lo bajo, no conservando en él la Voluntad de su Creador”.
(3) Después de esto me he puesto a pensar en la fiesta de mi Celestial Mamá Asunta al Cielo, y mi dulce Jesús con un acento tierno y conmovedor ha agregado:
(4) “Hija mía, el verdadero nombre de esta fiesta, debería ser: ‘La fiesta de la Divina Voluntad’. Fue la voluntad humana la que cerró el Cielo, que destrozó los vínculos con su Creador, la que hizo salir todas las miserias, el dolor, y que puso término a las fiestas que la criatura debía gozar en el Cielo. Ahora, esta criatura, Reina de todos, con hacer siempre y en todo la Voluntad del Eterno, es más, se puede decir que su vida fue sólo la Voluntad Divina, abrió el Cielo, se vinculó con el Eterno e hizo volver las fiestas en el Cielo con la criatura; cada acto que hacía en la Voluntad Suprema era una fiesta que iniciaba en el Cielo, eran soles que formaba como ornamentos de esta fiesta, eran músicas que enviaba para alegrar la Jerusalén Celestial, así que la verdadera causa de esta fiesta es la Voluntad Eterna obrante y cumplida en mi Mamá Celestial, que obró tales prodigios en Ella, que dejó estupefactos a Cielos y tierra, encadenó al Eterno con los vínculos indisolubles de amor, raptó al Verbo Eterno hasta su seno, los mismos ángeles, raptados, repetían entre ellos: ‘¿De dónde tanta gloria, tanto honor, tanta grandeza y tantos prodigios jamás vistos, en esta excelsa Criatura? No obstante es del exilio que viene’. Y atónitos reconocían la Voluntad de su Creador como vida y obrante en Ella, y estremeciéndose decían: ‘¡Santa, Santa, Santa, honor y gloria a la Voluntad de nuestro Soberano Señor y gloria y tres veces Santa Aquélla que ha hecho obrar a esta Suprema Voluntad!’ Así que es mi Voluntad la que más que todo fue y es festejada en el día de la Asunción al Cielo de mi Madre Santísima; fue mi Voluntad únicamente la que la hizo ascender tan alto que la distinguió entre todas las criaturas, todo lo demás habría sido nada si no hubiera poseído el prodigio de mi Querer. Fue mi Voluntad que le dio la Fecundidad Divina y la hizo Madre del Verbo, fue mi Voluntad la que le hizo ver y abrazar a todas las criaturas juntas, haciéndose Madre de todas y amando a todas con un amor de Maternidad Divina, y haciéndola Reina de todos la hacía imperar y dominar. En aquel día mi Voluntad recibió los primeros honores, la gloria y el fruto abundante de su labor en la Creación, y comenzó su fiesta que jamás interrumpe por la glorificación de su obrar en mi amada Madre; y si bien el Cielo fue abierto por Mí, y muchos santos estaban ya en posesión de la Patria Celestial cuando la Reina Celestial fue asunta al Cielo, sin embargo la causa primaria era precisamente Ella, que había cumplido en todo la Suprema Voluntad, y por eso se esperó a Aquélla que tanto la había honrado y contenía el verdadero prodigio de la Santísima Voluntad para hacer la primera fiesta al Supremo Querer. ¡Oh, cómo todo el Cielo glorificaba, bendecía, alababa a la Eterna Voluntad cuando veía a esta sublime Reina entrar en el Empíreo, en medio de la corte celestial, toda fundida en el Sol Eterno del Querer Supremo! La veían toda adornada por la potencia del Fiat Supremo, no había habido en Ella ni siquiera un latido que no tuviera impreso este Fiat, y atónitos la miraban y le decían: ‘Asciende, asciende más arriba, es justo que Aquélla que tanto ha honrado al Fiat Supremo y que por medio suyo nos encontramos en la Patria Celestial, tenga el trono más alto y que sea nuestra Reina’. Y el más grande honor que recibió mi Mamá fue el ver glorificada la Divina Voluntad”.
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¡…Madre! Con este título hemos llamado siempre a María, nos hemos dirigido a Ella con la confianza de un hijo, sabiendo que siempre seremos atendidos con solicitud materna, pero sobre todo, qué dulce suena esta palabra, qué dulce es sentirse acariciados, besados, en una palabra, amados por una Madre. No cabe duda que el amor materno tiene un algo que no tiene ningún otro amor, y por eso es que Dios quiere ser amado con amor de Madre, y quiere amar a la criatura con ese mismo amor, por lo que dota a María con su Amor Paterno, que en Ella se transforma en Materno, pudiendo así, de esta manera, sacar a la luz del día todas las características maternas de su mismo Amor.
Ahora vayamos a ver algunos de los prodigios que Dios obra en Ella en beneficio de nosotros:
Amor oculto en la Virgen
“Pequeña hija de mi Querer, tu te amo, por cuan pequeño sea, hiere a nuestro amor, y de aquellas heridas que nos hace nos da ocasión para hacer salir nuestro amor escondido, y hacerse revelador de nuestros íntimos secretos y de cuánto hemos amado a las criaturas. Tú debes saber que Nosotros amábamos a todo el género humano, pero estábamos obligados a tener oculto en nuestro Ser Divino todo el fuego inmenso de nuestro amor, porque no encontrábamos en ellos ni belleza que raptara nuestro amor, ni amor que hiriéndonos hiciera salir nuestro amor para inundarlos para hacerse conocer, amarlos y hacerse amar, más bien estaban inmersos en el letargo de las culpas, tanto de hacernos horrorizar al sólo verlos. Pero nuestro amor ardía, lo amábamos y queríamos hacer llegar nuestro amor a todos, ¿cómo hacer? Debíamos usar una gran invención de nuestro amor para llegar a esto, y he aquí cómo: Llamamos a vida a la pequeña Virgencita María, y creándola toda pura, toda santa, toda bella, toda amor, sin mancha de origen, y haciendo concebir junto con Ella nuestra misma Voluntad Divina, a fin de que entre Ella y Nosotros hubiera libre acceso, perenne unión e inseparabilidad. Ahora, la Celestial Reina con su belleza nos raptaba, y nuestro amor corría, corría; con su amor nos hería y nuestro amor desbordando se escondía en Ella, y mirando a través de su belleza y de su amor a todas las criaturas, nuestro amor se desahogaba y amaba con amor oculto en esta Celestial Reina a todas las criaturas. Así que a todos amamos en Ella, a través de su belleza no nos parecen más feas, nuestro amor no estaba más restringido en Nosotros, sino difundido en el corazón de una criatura tan santa, que comunicándole nuestra Paternidad Divina y amando a todos en Ella, adquirió la Maternidad Divina para poder amar a todos como hijos suyos, generados por su Padre Celestial; en cuanto sentía que Nosotros amábamos a todas las criaturas en Ella, así sentía que nuestro amor formaba la nueva generación de todo el género humano en su corazón materno. ¿Se puede dar invención más grande de amor, estratagemas más amorosas, que el que nuestra Paterna bondad para amar a las criaturas, y también a aquéllas que nos ofendían, eligiera de esta misma estirpe a una criatura, formarla cuanto más bella podíamos a fin de que nuestro amor no pudiese encontrar obstáculos para poder amar a todos en Ella, y hacerla amar a todos? En esta Celestial Reina todos pueden encontrar nuestro amor escondido en Ella, mucho más, que poseyendo nuestra Voluntad Divina nos dominaba y nos hacía amar a todos, y Nosotros con nuestro dulce imperio la dominábamos a Ella para ser la Madre más afectuosa de todas. El verdadero amor no sabe estar sin amar y usa todas las artes, toma ocasión de las más pequeñas cosas, como de las más grandes para amar, nuestro amor ahora se esconde, ahora se hace patente, ahora directamente, y ahora por vía indirecta, para hacer conocer que amamos con amor incesante a aquélla que sacamos del fondo de nuestro amor. Don más grande no podíamos dar a todas las generaciones, que dar a esta inigualable criatura como Madre de todos, y como portadora de nuestro amor escondido en Ella, para darlo a todos sus hijos”.
Después de esto continuaba pensando en la Divina Voluntad, el pensamiento de que mi Mamá Celestial poseía en su materno corazón el amor escondido con el cual me amaba mi Creador, me llenaba de alegría, y el pensar que yo era mirada por Dios desde dentro de mi querida Madre Celestial, a través de su santidad y de su belleza raptora, ¡oh! cómo me sentía feliz y llena de confianza, porque ya no debía ser amada y mirada sola, sino amada y mirada junto con mi Mamá. ¡Ah! Ella para hacerme amar más por mi Jesús me cubrirá con sus virtudes, me vestirá con su belleza y esconderá mis miserias y mis debilidades. Pero un pensamiento quería afligir mi alegría: “Que Nuestro Señor hizo esto mientras la Reina del Cielo vivió sobre la tierra, pero cuando se la llevó al Cielo esta invención de amor divino terminó”. Y mi dulce Jesús regresando ha agregado:
“Hija mía bendita, nuestras obras continúan siempre y son inseparables de Nosotros, así que nuestro amor oculto continúa en la Reina del Cielo y continuará siempre, no sería obrar como Dios si todo lo que hacemos pudiera separarse de Nosotros y no tener vida perenne. Por eso Nosotros amamos, nos vertemos sobre las criaturas, parece que nuestro amor parte de Nosotros, pero no, parte y queda con Nosotros, y el amor que se vuelca sobre las criaturas es inseparable de Nosotros y vuelve inseparable a aquélla que ha recibido nuestro amor, así que todas nuestras obras: Cielo y tierra, criaturas que salen a la luz del día, parece que parten de Nosotros, pero no, todas son inseparables de Nosotros, y esto es en virtud de nuestra inmensidad, que envolviendo todo, no hay punto donde no se encuentra y vuelva inseparable todo lo que Nosotros hacemos, por eso ni nuestras obras se pueden separar de Nosotros, ni Nosotros de ellas, se puede decir que forman un solo cuerpo para Nosotros, y nuestra inmensidad y potencia es como circulación de la sangre que mantiene a todo y a todos la vida, a lo más pueden ser obras distintas una de la otra, pero separables jamás”.
Fabuloso, ¿no les parece? No importa lo que hayamos hecho, el Amor de Dios no puede detenerse, así que el continúa amándonos, pero en la Virgen, en Ella está encerrado todo lo que debíamos recibir, así que lo único que necesito para recibirlo, es acudir a nuestra Madre Santísima.
¡Qué desgracia tan grande la de aquellos que rechazan a esta Madre Divina! Se privan del Amor que fue depositado en Ella para nosotros.
Aun el amor de Dios hacia los condenados se encuentra en esta Santísima criatura. Es en Ella donde Dios desahoga su Amor, y de Ella recibe la correspondencia.
Los réprobos le pertenecen por vía de Justicia.
Entonces yo al oír esto, maravillándome he dicho: “Sin embargo Amor mío, los réprobos ya están separados de Ti, pero también ellos son obras salidas de Ti, ¿cómo es entonces que no te pertenecen más?”
Y Jesús: “Te equivocas hija mía, no me pertenecen por vía de amor sino por vía de justicia, mi inmensidad que los envuelve tiene su poder sobre ellos, y si no me pertenecieran, mi justicia que castiga no tendría qué castigar, porque si las cosas no me pudieran pertenecer al instante perderían la vida, pero si esta vida existe es que hay quién la conserva y quién justamente la castiga. Por eso nuestro amor escondido hacia cada criatura la Soberana Señora lo posee todavía en el Cielo, es más, es su más grande triunfo y contento, porque siente que su Creador ama en su materno corazón a todas las criaturas, y Ella haciendo de verdadera Madre, cuántas veces me las esconde en su amor para hacerlas amar, en sus dolores para hacerlas perdonar, en sus oraciones para hacerles dar las gracias más grandes. ¡Ah! Ella es la que cubre y que sabe cubrir y disculpar a sus hijos ante el trono de nuestra Majestad, por eso hazte cubrir por tu Mamá Celestial, la cual pensará en las necesidades de su hija”. (Febrero 4, 1934)
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Qué dulce es recibir el perdón de Dios, qué paz en nuestro interior se siente después de recibirlo, pero debemos saber que lo recibimos gracias a Ella.
Al crear a la Virgen creaba el perdón.
“Mi buena hija, nuestro Fiat en la Creación hizo alarde de nuestro amor obrante, potente y sabio, de modo que todas las cosas creadas están impregnadas de nuestro amor, potencia, sabiduría y belleza inenarrable, por eso podemos llamarlas las administradoras de nuestro Ente Supremo.
En cambio en la creación de la Soberana Reina fuimos más allá, nuestro amor no se contentó con el alarde y suntuosidad, sino que quiso ponerse en actitud de piedad, de ternura, de compasión tan profunda e íntima, como si se quisiera convertir en lágrimas por amor de las criaturas. Es por eso que conforme se pronunció nuestro Fiat para crearla y llamarla a vida, creaba el perdón, la misericordia, la reconciliación entre Nosotros y el género humano, y lo depositamos en esta Celestial y Santa Criatura, como administradora entre nuestros hijos y suyos. Así que la Soberana Señora posee mares de perdón, de misericordia, de piedad, y mares llorosos de nuestro amor, en los cuales puede envolver a todas las generaciones, regeneradas en estos mares creados por Nosotros en Ella, mares de perdón, de misericordia y de una piedad tan tierna, que ablanda los corazones más duros. Hija mía, era justo que todo fuera depositado en esta Madre Celestial, porque debiendo poseer el reino de nuestra Voluntad, todo le era confiado a Ella; solamente nuestra Voluntad tiene lugar suficiente para poder poseer nuestros mares creados por Nosotros, con su potencia creante y conservante mantiene íntegro lo que crea, sin que jamás disminuya a pesar que damos siempre, por eso, donde no está nuestra Voluntad no podemos ni dar, ni confiar, ni depositar, pues no encontramos el lugar para hacerlo, nuestro amor queda impedido para las tantas bellas obras que queremos hacer en las criaturas. Sólo en esta Soberana Señora no encontró impedimento nuestro amor, y por eso desahogó tanto, e hizo tantas maravillas, hasta darle la fecundidad divina para hacerla Madre de su Creador”.
Después, mi amado Jesús me hacía presentes todos los actos que hacía junto con su Mamá Celestial, y mientras obraban, los mares de amor del Uno y de la Otra se fundían y formaban uno solo, y levantando sus olas hasta el Cielo investían todo, hasta la Divinidad, y formando una lluvia tupida de amor sobre el Ser Divino nos daban el amor de todos, el refrigerio, el bálsamo con el cual quedaba endulzado, y cambiaba la justicia en arrebato de amor por las criaturas. Se puede decir que nuestro amor generó nuevamente con nuevo amor a la humana familia, y Dios la amó con doble amor, ¿pero dónde? En la Reina y en su amado Hijo.
Ahora escucha otra sorpresa: Cuando Yo, siendo un pequeño Niño chupaba la leche de mi Mamá, Yo chupaba las almas, porque Ella las tenía en depósito, y al darme la leche depositaba en Mí a todas las almas, porque quería que Yo las amara, les diera el beso a todas, y en ellas formase su y mi victoria, y no solo esto, sino que al darme la leche me hacía succionar su maternidad, sus ternuras, y se imponía sobre de Mí con su amor para que Yo amara a las almas con amor materno y paterno, y Yo recibía en Mí su maternidad, sus ternuras indecibles, y así amaba a las almas con amor divino, con amor materno y con amor paterno. Después de que las había depositado a todas en Mí, Yo con una estratagema de amor, con un respiro, con una dulce mirada, las depositaba de nuevo en su materno corazón, y para corresponderle le daba mi paterno amor, mi amor divino que es incesante, firme, irremovible, que jamás se cambia, porque el amor humano fácilmente se cambia, y Yo quería que mi inseparable Madre tuviese las mismas prerrogativas de mi amor, y las amase como las sabe amar un Dios. Así que en cada acto que hacíamos, desde el más pequeño hasta el más grande, eran intercambios de depósito de almas lo que hacíamos, Yo en Ella y Ella en Mí; es más, puedo decir que duplicábamos este depósito de almas, porque lo que Yo recibía de mi amada Mamá, lo custodiaba con sumo celo en mi corazón divino como el más grande don que me hacía, y Ella recibiendo mi don, tenía tal cuidado, que ponía toda su maternidad en actitud de custodiar el don que le hacía su Hijo. Ahora, en estos intercambios de depósito que hacíamos, nuestro amor crecía y amaba con nuevo amor a todas las criaturas, formábamos los proyectos de cómo amarlas más, y cómo vencerlas a todas por vías de amor, y poníamos nuestra Vida para ponerlas a salvo”. (Febrero 14, 1938)
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Sesión 054
«Girar» ¿Acto incesante, o acto a tiempo y circunstancia?
En cuanto aparece algo “nuevo”, “novedoso”, en cualquier ámbito de nuestra vida, pero sobre todo en el entorno religioso, de inmediato surgen personas que se interesan, otras que son contrarias a la “novedad”, la atacan ya sea con, pero sobre todo, sin conocimiento, simplemente por temor, recelo, falsos escrúpulos, etc. Esto no es extraño ni dañino a la nueva revelación que Jesús hace a través de sus elegidos. Como ejemplo podríamos citar lo revelado en Fátima, en Lourdes, Garabandal, las revelaciones sobre la Divina Misericordia, el Sagrado Corazón de Jesús, etc., etc.
Sin embargo, existen personas a las que los mensajes les son afines, y de inmediato se creen en la ¿obligación? o deseo de dar a conocer dichos conocimientos, lo cual es encomiable, pero debido al poco conocimiento que tienen tergiversan el contenido, dando información errónea, o agregando u omitiendo aspectos fundamentales para la total comprensión de lo dicho por Jesús, esto trae graves consecuencias, pues lo Divino no logra su cometido en lo humano.
La Divina Voluntad no es la excepción, se han presentado todos estos fenómenos. Me quiero referir ahora a un concepto que ha sido mal interpretado, y que a primera vista no tendría mucha trascendencia, pero que por el contrario es de vital importancia. Me refiero a los “GIROS”.
Definir qué es vivir en la Divina Voluntad es una empresa por demás difícil, pues nos da una cantidad enorme de variantes, que tendríamos que definir una por una, lo que se volvería un trabajo interminable. Jesús lo define muy fácilmente:
«Vivir en la Divina Voluntad es dar Dios a Dios» (20-52-4, 21-26-5)
Lo anterior nos sitúa en el punto exacto de la cuestión: Si debo darle Dios a mi Dios, es algo que sale de nuestra capacidad, por lo que, si queremos hacerlo, debemos recurrir a la PETICIÓN, debo pedir que de alguna manera me sea dado Dios mismo, con todo lo que contiene de atributos, bienes, bienaventuranzas, su Vida, su Ser, su Divinidad, etc. Sólo de esta manera podremos cumplir esta empresa. En una palabra, nos debe dar su Vida, en cuanto a criatura es posible, o sea, el vivir en la Divina Voluntad nos debe llevar a un intercambio de vida.
Un intercambio de vida entre Jesús y el alma. Decir esto es fácil, pero el alcance que tiene esta definición depende de lo que cada uno entienda por “vida”.
Jesús usa la palabra vida en dos modos diferentes, veamos:
1.- Toda voluntad requiere de una “vida” (cuerpo) a través del cual pueda desarrollar sus acciones.
2.- Toda “vida” (cuerpo) requiere de una voluntad que lo anime.
El cuerpo es la naturaleza física (material) que tiene diferentes miembros y capacidades, pero que requiere de una fuerza motriz que los ponga en funcionamiento.
La voluntad es parte de la naturaleza espiritual, y es este motor que pone en funcionamiento la naturaleza física. Así que una y otra son indispensables, y unidas forman el prodigio de un ser viviente. De la misma manera es Dios, recurramos a las palabras de Jesús para dejarlo más claro:
“…Hija mía, la vida humana está compuesta de alma y cuerpo, de miembros, distintos el uno del otro, pero, ¿quién es el movimiento primario de esta vida? La voluntad, así que sin ella no podría hacer las bellas obras, ni adquirir ciencia, ni ser capaz de enseñarla, por eso todo lo bello de la vida desaparecería de la criatura, y si belleza, dote, valor, ingenio posee, se debe atribuir al movimiento de orden que tiene la voluntad sobre la vida humana…
…Y así como la vida humana tiene sus miembros distintos, sus cualidades, así nuestro Ser Supremo tiene sus cualidades purísimas, no materiales, porque en Nosotros no existe materia que forme nuestra Vida. Unidas juntas santidad, potencia, amor, luz, bondad, sabiduría, omnividencia de todo, inmensidad, etc., forman nuestra Vida Divina, ¿pero quién constituye el movimiento? ¿Quién regula, quién desarrolla con un movimiento incesante y eterno todas nuestras cualidades divinas? Nuestra Voluntad. Ella es el motor, la dirigente que da a cada una de nuestras cualidades la vida obrante, así que si no fuese por nuestra Voluntad, nuestra potencia estaría sin ejercicio, nuestro amor sin amar, y así de todo lo demás”. (32-24)
Hasta aquí pienso que todo ha quedado muy claro, la interrelación tan estrecha entre una y otra, que al unirse forman un solo ser, pues separadas son ineficaces. Dependiendo de con qué voluntad se realicen los actos, estos tomarán las características de la voluntad con la cual fueron hechos; si fueron realizados con una voluntad humana (que es la que nos corresponde por naturaleza), los actos serán humanos, y el conjunto de actos formarán una «vida humana». Dios, al realizar sus actos, los lleva a cabo por medio de una Voluntad Divina, por lo que sus actos serán divinos, dando por resultado una Vida Divina.
Tenemos ya definido que es vida, tanto en el hombre como en Dios. Ahora vayamos nuevamente al intercambio de vida que nos propone Jesús:
“…Ahora, si este movimiento de orden en la criatura lo toma mi Divina Voluntad, se forma dentro de ella la Vida Divina, así que con tal que la criatura se someta a recibir el movimiento de orden de mi Voluntad, dentro y fuera de sí como movimiento primario de todos sus actos, viene formada mi Vida Divina, y toma su puesto regio en el fondo del alma. El movimiento dice vida, y si el movimiento tiene principio de una voluntad humana, se puede llamar vida humana, si en cambio el principio es de mi Voluntad, se puede llamar Vida Divina”. (32-24)
Panorama muy claro, ahora ya sé qué es, qué quiere decir intercambio de vida: Un intercambio de motor (voluntad), intercambio de atributos, intercambio de actos, de bienes y efectos que han conseguido dichos actos; el motor divino (Divina Voluntad) mueve en la criatura los atributos propios, o sea los de Dios, así que ya no las virtudes, los pensamientos, los deseos humanos, etc., sino que las obras estarán marcadas por los atributos divinos, los pensamientos divinos, etc., lo que dará como resultado actos divinos, y el conjunto de éstos, formarán la Vida Divina en la criatura.
¿Qué cosa puede llevarnos a este intercambio de vida? El AMOR.
Dice Jesús: “Hija mía, las otras virtudes, por cuan altas y sublimes sean, hacen siempre distinguir a la criatura y al Creador, sólo el amor es lo que transforma al alma en Dios y la forma una sola cosa con Él. Así que sólo el amor es lo que triunfa sobre todas las imperfecciones humanas, el único que consume lo que impide que el alma llegue a tomar Vida Divina en Dios.
Así que es el amor lo que nos puede llevar a aceptar dicho intercambio, y para que surja éste, se debe poseer lo que se ama, si no se posee, el amor no surge; no amar las cosas propias es casi imposible. Es un amor connatural y de justicia el amar lo que es suyo. Es por esto que Yo (dice Jesús) amo tanto a las criaturas, las conservo, les doy la vida, porque son obras mías, las he creado, las he sacado a la luz, son mías, soy el latido de su latido, su respiro, la vida de su vida, no puedo hacer menos que amarlas…
…He aquí también la causa por la que digo a quien quiere vivir en mi Querer: “Todo es tuyo, el cielo, el sol, toda la Creación es tuya, mi Vida es tuya, mis penas, aun mi respiro es tuyo”. Es por esto que tú sientes la necesidad de amar, como la siento Yo, de amar lo que es tuyo, lo que tu Jesús te ha dado en posesión.
Ahora, tú debes saber que la Creación y mi Humanidad, son los campos en los cuales desarrolla sus actos el alma que vive en mi Voluntad Divina; habiéndole dado la posesión de Ellas siente la necesidad de circular como sangre en las venas en las obras de su Creador (GIRAR en ellas), quiere conocer su valor, el bien que hacen, el oficio que ocupan, para amarlas de más, para apreciarlas y también para sentirse más feliz, más rica con los tantos bienes que posee. Es por esto que ahora se acerca al sol para conocer los secretos de su luz, el iris de sus colores, la virtud de su calor, su milagro continuado que desarrolla sobre la faz de la tierra, y ¡oh! cómo ama al sol porque es suyo, y ama de más a Aquél que lo ha creado, y así hace con todas las otras cosas, quiere conocer la virtud secreta que contienen para amarlas de más, y para reconocer de más y amar más a Aquél que le ha dado la posesión.
Ahora, del campo de la Creación pasa al campo de mi Humanidad, pero qué decirte hija mía de las maravillas que suceden en este campo vivo, no sólo de obras como en la Creación, sino de vida humana y Divina. Ellas se ponen en mi puesto, ni Yo puedo negarme porque soy de ellas, tienen derecho sobre Mí, y Yo soy feliz de que me posean, porque me amarán de más.
Ahora, estas almas que viven en mi Voluntad están dispuestas a recibir todas las penas de mi Humanidad, porque Ella está imposibilitada para sufrir porque está gloriosa en el Cielo, así que mi Voluntad con su aliento omnipotente crea las penas, los dolores, y en ellas forma mi Humanidad viviente, que me suplen en todo, y son ellas las nuevas salvadoras que ponen la vida para salvar al mundo entero”. (34-29)
Ahora, si ya sabemos que amar es poseer, ¿cómo es posible amar si no conocemos el objeto a amar?
Y dice Jesús: “Por eso si quieres saber qué cosa hace mi Voluntad en toda la Creación, GIRA EN ELLA, y mi Fiat encontrando a su hija en todas las cosas creadas, se develará y te dirá lo que hace hacia la Divina Majestad y la llamada y las lecciones que quiere dar a las criaturas.»
Se va aclarando el panorama, para que el intercambio de vida sea real, debemos poseer no sólo la vida, sino las pertenencias del Ser amado, y para amarlo y amarlas debemos poseer todo, y para ello debemos conocer. Para esto último se debe estar en ellas, recorrerlas, saber su oficio, lo cual se logra GIRANDO en ellas.
”…¿Sabes tú que significa GIRAR en la Creación y en todo lo que a Nosotros pertenece? Significa amar, apreciar, poseer nuestras obras, y Yo no me sentiría plenamente feliz si viera que la pequeña hija de mi Querer no posee lo que poseo Yo, ni está al día, ni goza de todas mis riquezas. Encontraría tantos vacíos en ti que no hay en Mí: Vacíos de amor completo, vacíos de luz, vacíos de pleno conocimiento de las obras de tu Creador. Así que tu felicidad no sería completa, y Yo no encontrando en ti la plenitud de todo, sentiría tus vacíos y tu felicidad a medias. Hija mía, tener una Voluntad Divina por vida y no poseer las mismas cosas, no puede ser. La Voluntad Divina, donde reina quiere poseer todo lo que a Ella pertenece, no quiere disparidad, por esto debe poseer en ti lo que posee en Mi y en la Virgen Reina y tu GIRAR en todas sus obras sirve como confirmación de su reinar en ti. Y además, ¿no sabes tú misma cuántas cosas aprendes al GIRAR en todas las obras de mi Fiat Supremo? Y por cuantas cosas te manifiesta, tantas posesiones te da”. (22-19)
Suficiente. Sabemos ya que el GIRAR es para conocer y llegar a poseer al Ser amado cono el conjunto de sus obras, y esto para llegar a AMARLO con verdadero amor, pues éste solamente es verdadero si parte de la Divina Voluntad, y ¿cómo tenerlo si no se posee dicha Voluntad?
Para esto es el GIRAR.
Una vez conocidas las cosas y actos del Ser amado, veremos que todo nos trae el amor de Dios a nosotros, que todo fue creado para hacernos llegar los bienes y dones con que nos quiso proveer. Al igual que sus actos en la Redención, todo lleva la motivación del amor, nos quiere salvar, restituir, para dotarnos con lo suyo, y darnos la posibilidad de poder corresponderle en la misma medida y a través de los mismos canales que Él usó. Y ésta es la segunda razón del GIRAR, el corresponder en la misma medida.
Resumiendo: Llamamos GIRAR, al recorrer todas las obras de nuestro Dios, tanto las del Padre (Creación), las del Hijo (Redención) y las del Espíritu Santo (Santificación), para acompañarlo en sus obras, recibir el amor que ha puesto en ellas para nosotros, hacerlas nuestras, vivirlas, repetir junto con Él lo que hizo, y pagar en la misma medida, no sólo por mí, sino por todos, o sea darle el amor, la gloria, adoración, alabanza, bendiciones, etc., que toda la humanidad debería haberle dado. Reparar los actos malos, rehacerlos para entregarlos en forma divina, y también los actos buenos realizados en manera humana para transformarlos en divinos y darlos a la Divinidad como actos realizados por su misma Voluntad; y a la criatura que los realizó, darle la gloria como si ella misma los hubiera realizado.
Tomando en cuenta todo lo anterior, debemos concluir que el GIRAR es sinónimo de vivir en la Divina Voluntad, no puede ser un acto aislado, un momento del día en que nos dediquemos a GIRAR, no, se trata de nuestra vida cotidiana, pues un solo acto, o varios pero separados, no forman vida, y Dios lo que desea de nosotros es vida continua, no actos sueltos. Ciertamente en los escritos de la Divina Voluntad encontramos partes donde Luisa parece que inicia y termina un GIRO, induciéndonos a pensar que debemos hacer lo mismo, y probablemente confundimos la palabra GIRAR con FUNDIRSE. Ésta última, Jesús la usa como acto específico en el día, al decirle a Luisa que el acto más importante de su día es el fundirse en su Querer Divino. Son dos actos totalmente diferentes. En alguna próxima lección trataremos el tema.
Por último, este GIRAR, por ser vida, debe ser un acto continuado, si se interrumpe se interrumpe la vida, y solamente quedan actos hechos en la Divina Voluntad, pero no vida en Ella, y Jesús quiere vidas completas (a semejanza de nuestra Madre Santísima), no actos separados (a semejanza de Adán).
“…Hija mía, la vida está en el movimiento continuo. Todo lo que sale de Dios debe poseer un movimiento, así que no hay cosa creada por Nosotros que no se mueva: Cielo y tierra, sol y mar, todos se mueven, con tal orden y velocidad continua que no se detienen jamás; si se detuvieran cesaría la vida y cesaría el bien que hacen, a lo más quedarían como cuadros pintados que no son capaces de hacer bien a ninguno. Un bien, un acto, sólo se puede llamar verdadero bien cuando tiene su movimiento incesante. He aquí por qué nuestro Ser Divino es perfecto en todos nuestros actos, porque tiene su movimiento continuo, no cesa jamás de hacer y de dar el bien, y si cesara, lo que no puede ser, cesaría la vida del bien. Ahora nuestra Voluntad, vida y eco perfecto de nuestro Ser Divino, es movimiento incesante y por eso es bien perfecto, y es un bien que puede darse a todos. Cuando un bien es incesante todos lo pueden tomar, su movimiento continuo le hace poseer la fuente de la inagotabilidad. Por tanto quien debe vivir en mi Querer Divino debe poseer el eco de mi Querer y seguir con movimiento incesante sus actos; y el bien que te viene, que te pone en el orden del movimiento divino, con rapidez encantadora te mueve y GIRA junto con todas las cosas creadas. Tus actos son inagotables y todos pueden tomar el bien de ellos, porque parten de la fuente del Fiat Eterno. ¿Y te parece poco hacer un bien que siempre surge? Esta es la causa por la que en las criaturas no se ven verdaderos y perfectos bienes, porque sus virtudes son interrumpidas y como pierden el movimiento incesante de una virtud, cesa la vida del bien de ella, pierden el gusto, el vigor, la fuerza, porque no poseyendo el movimiento incesante, no se forma la vida de la virtud en ellos, ni aquel acto que siempre surge, sino una cosa superficial y pasajera, por consiguiente, ¿cómo pueden dar el bien de aquellas virtudes a todos, si no poseen ellos la vida y la fuente de ellas, que permiten que mientras dan a los demás, ellas jamás se agoten y nada pierdan? ¿Pierde tal vez el sol con dar su luz a todos? No, ciertamente, porque posee la fuente de la luz y su movimiento de dar luz es incesante. Por eso hija mía, en mi Divina Voluntad tus actos, tus oraciones, el pedir su reino, deben tener el movimiento incesante para poder impetrar por todos que el Fiat Divino sea conocido y amado por todos”. (22-14)
Esto es GIRAR (vivir en unión del Querer Divino), y como vida debe ser ininterrumpido. Qué se haga en este GIRAR, no importa, pues no cambia la esencia del GIRO, simplemente se aplica a algo específico: Amar, corresponder, alabar, adorar, glorificar, repetir las vidas santas poniendo el ingrediente de la Divina Voluntad, rehacer las vidas de toda la humanidad, etc., etc.
En los escritos de la Divina Voluntad, Jesús habla frecuentemente de «FUNDIRSE» en su Voluntad o en su Querer, lo que da como resultado el vivir en el Reino de Dios en la tierra, analizado en la lección pasada, y que se concreta en aquello a lo que se le ha dado el nombre de «GIRAR»
Toda la actividad del alma que se funde en esta Divina Voluntad o Querer Divino, tiene únicamente dos líneas de acción: hacia Dios la primera, y hacia el hombre la segunda, lo que también fue mencionado en la lección anterior. Pero ¿qué es fundirse? Lo podríamos definir en una sola frase: es un intercambio de Vida, que Jesús menciona de muchas maneras para nuestra mejor compresión, veamos algunas:
1.- ¡Ah! sí, la esperanza hace llegar al alma hasta donde quiere, la esperanza es la puerta del Cielo, así que sólo por su medio se abre, porque quien todo espera, todo obtiene. Entonces el alma, cuando haya llegado a hacer suyo al mismo Dios, súbito, sin ningún obstáculo se encontrará en el océano inmenso de la caridad, y ahí llevando consigo la fe y la esperanza, se sumergirá dentro y hará una sola cosa Conmigo, su Dios”.
2.- La mira que tengo sobre ti no es de cosas prodigiosas, y de tantas otras cosas que podría obrar en ti para mostrar mi obra, sino que mi mira es absorberte en mi Voluntad y hacerte una sola cosa con Ella.
3.- las otras virtudes, por cuan altas y sublimes sean, hacen siempre distinguir a la criatura y al Creador, sólo el amor es lo que transforma al alma en Dios y la forma una sola cosa con Él.
4.- Si algún pensamiento me pudiera ocupar es el pensamiento del género humano, que habiéndolo sacado de Mí quiero que regrese a Mí, y en tales condiciones pongo a las almas que quieren hacer verdaderamente mi Voluntad, son una sola cosa Conmigo, las vuelvo dueñas de mis bienes.
5.- Mira a quien hace mi Voluntad y cómo me fundo y me hago una sola cosa con ella, me hago su vida propia, porque mi Voluntad está dentro y fuera del alma, se puede decir que es como el aire que ella respira, que da vida a todo en ella; como luz que hace ver todo y hace comprender todo; calor que calienta, que fecunda y hace crecer; corazón que palpita; manos que obran, pie que camina, y cuando la voluntad humana se une a mi Querer, se forma mi Vida en el alma.
6.- Hija mía, en este breve giro de la hostia Yo encierro todo, y por esto quise recibirme a Mí mismo, para hacer actos completos que glorificaran al Padre dignamente, porque las criaturas recibían a un Dios, y daba a las criaturas el fruto completo de mi Vida Sacramental, de otra manera habría sido incompleto para la gloria del Padre y para el bien de las criaturas, y por eso en cada hostia están mis oraciones, mis agradecimientos, y todo lo demás que se necesitaba para glorificar al Padre, y lo que la criatura debía hacerme; así que si la criatura falta, Yo en cada hostia continúo mi labor como si por cada alma me recibiera otra vez a Mí mismo, entonces el alma debe transformarse en Mí y hacerse una sola cosa Conmigo, y hacer suya mi Vida, mis oraciones, mis gemidos de amor, mis penas, mis latidos de fuego con los que quisiera hacerlas arder.
7.- Por eso, si te he llamado a mi semejanza, ¿qué maravilla que mientras me sientes en ti me ves espectador de tus penas que Yo mismo te infrinjo y te sientes como separada de Mí? No obstante tu pena no es otra cosa que la sombra de la mía, Y ASÍ COMO MI HUMANIDAD NO QUEDÓ JAMÁS SEPARADA DE LA DIVINIDAD, ASÍ TE ASEGURO QUE JAMÁS QUEDAS SEPARADA DE MÍ, son los efectos lo que sientes, pero entonces más que nunca formo una sola cosa contigo, por eso ánimo, fidelidad y no temas.
Esta última lectura nos dice algo muy importante: nos volvemos una sola cosa con Jesús, y solamente a través de Él nos unimos a la Divina Voluntad, a la Divinidad, no es «nosotros y la Divinidad directamente» Recordemos aquello de “Nadie va al Padre si no es por Mí” (Jn: 14-6 Jesús le dice: “Nadie va al Padre, sino por Mí”)
8.- Y como para ella todo es Voluntad nuestra, así para Nosotros, nos la sentimos en todo nuestro Ser Divino, en el latido, en el movimiento, no sabemos hacer nada, ni queremos hacer nada sin quien vive en nuestro Querer; nuestro amor es tanto que la hacemos correr en todas nuestras obras, y junto con Nosotros mantiene y participa en nuestro acto creante y conservante, así que está junto con Nosotros para hacer lo que hacemos Nosotros, y querer lo que queremos Nosotros; no podemos dejarla a un lado siendo una la Voluntad que poseemos, uno el amor, uno el acto que hacemos, y es propiamente esto el vivir en nuestro Querer, vivir siempre juntos, hacer una sola cosa; era esta la necesidad que sentía nuestro amor, tener la compañía de la criatura, alegrarnos juntos, tenerla en nuestro regazo para hacernos felices juntos, y como la criatura es pequeña le queremos dar nuestra Voluntad para tener ocasión en cada acto suyo de darle nuestra Vida, nuestro acto, nuestros modos, Nosotros por naturaleza y ella por gracia; y ésta es nuestra alegría, la gloria más grande para Nosotros, ¿te parece poco dar nuestro Ser y que la criatura no pudiendo contenerlo, porque es pequeña, nos lo dé nuevamente junto con ella, y Nosotros de nuevo volvemos a darnos? Es un continuo darnos mutuamente, y esto hace surgir tal amor y gloria que nos sentimos como pagados por ella por haberle dado la vida. Por eso en cada cosa que hace en la que no hace entrar a nuestra Voluntad, es un desgarro que sentimos, un derecho que nos sentimos quitar, una gloria, una alegría que perdemos. Por eso sé atenta y haz que todo se vuelva para ti Voluntad Divina.
9.- Para quien vive completamente en mi Querer Divino, es tanto su amor que transforma las acciones de la criatura, y sucede un intercambio de vida entre Dios y ella, intercambio de acciones, de pasos, de latidos. Dios queda unido a la criatura y la criatura a Dios, se vuelven seres inseparables, y en este intercambio de acciones y de vida se forma el juego entre Creador y criatura, uno se da en poder del otro, y en este darse en poder mutuamente juegan con modo divino, se hacen felices, hacen fiesta, y Dios y la criatura se glorían, se sienten victoriosos porque ninguno ha perdido, pero uno ha vencido al otro, porque en mi Divina Voluntad ninguno pierde, las pérdidas no existen en Ella.
En estas dos últimas lecturas se ve claramente que al estar unidos en la Divina Voluntad, existe unificación de actos, o sea, la criatura se vuelve una con Jesús y con sus actos, ¿cómo podría ser que se unificara a la vida si ésta no lleva sus propios actos? Lo que sigue a esto es totalmente previsible, una Vida, un acto, mismos efectos. Ahora sí ya sabemos que significa «FUNDIRSE»
Por eso para Jesús este acto es tan importante, es su finalidad, el tener Vida en el “ad extra” para entablar esa relación de amor con la Divinidad, y a través de la criatura. Cosa importantísima es que la criatura no se disuelve, no se pierde su individualidad. Fuimos creados con ciertas características específicas para que pudiéramos vivir determinados aspectos de su Vida, así que Él lo vive pero a través de mis propios actos, no quedamos anulados, sino «FUNDIDOS», para lo cual es indispensable el que seamos del mismo material, como dos llamas, que se unen, mientras están unidas parece una sola, actúan como una sola, pero ahí están las dos, no se han diluido, y si se llegaran a separar se vería que no se han perdido, no se han diluido. Esto es lo que pasa con la fusión de la Voluntad Divina con la humana.
Jesús dice a Luisa:
«Hija mía, el fundirte en mi Voluntad es el acto más solemne, más grande, más importante de toda tu vida. Fundirte en mi Voluntad es entrar en el ámbito de la eternidad, abrazarla, besarla y recibir el depósito de los bienes que contiene la Voluntad eterna; es más, en cuanto el alma se funde en el Supremo Querer, todos van a su encuentro para deponer en ella todo lo que tienen de bienes y de gloria; los ángeles, los santos, la misma Divinidad, todos deponen, sabiendo que deponen en aquella misma Voluntad en la cual todo está al seguro. El alma con recibir estos bienes, con sus actos en la Voluntad Divina los multiplica y da a todo el Cielo doble gloria y honor, así que con el fundirte en mi Voluntad pones en movimiento Cielo y tierra, es una nueva fiesta para todo el empíreo. Y como el fundirse en mi Voluntad es amar y dar por todos y por cada uno, sin excluir a ninguno, mi Bondad, para no dejarme vencer en amor por la criatura, pongo en ella los bienes de todos y todos los bienes posibles que en Mí contengo; no puede faltar el espacio donde poner todos los bienes, porque mi Voluntad es inmensa y se presta a recibir todo. Si tú supieras qué haces y qué sucede con el fundirte en mi Voluntad, te derretirías por el deseo de fundirte continuamente”.
Después estaba pensando si debía o no escribir lo que está escrito aquí arriba, yo no lo veía necesario ni una cosa importante, mucho más porque la obediencia no me había dado ninguna orden de hacerlo. Entonces mi dulce Jesús moviéndose en mi interior me ha dicho:
«Hija mía, ¿CÓMO QUE NO ES IMPORTANTE HACER CONOCER QUE EL FUNDIRSE EN MI VOLUNTAD ES VIVIR EN ELLA? El alma recibe como en depósito todos mis bienes divinos y eternos; los mismos santos hacen competencia para deponer sus méritos en el alma fundida en mi Voluntad, porque sienten en ella la gloria, la Potencia de mi Voluntad y se sienten glorificados en modo divino por la pequeñez de la criatura. Escucha hija mía, EL VIVIR EN MI VOLUNTAD SOBREPASA EN MÉRITO AL MISMO MARTIRIO; ES MÁS, EL MARTIRIO MATA AL CUERPO, EL VIVIR EN MI VOLUNTAD ES HACER CON UNA MANO DIVINA, QUE LA PROPIA VOLUNTAD QUEDE MUERTA Y LE DA LA NOBLEZA DE UN MARTIRIO DIVINO. Y cada vez que el alma se decide a vivir en mi Voluntad, mi Querer prepara el golpe para matar la voluntad humana y así forma el noble martirio del alma, porque voluntad humana y Voluntad Divina no hacen alianza juntas, una debe ceder el puesto a la otra y la voluntad humana debe contentarse con permanecer extinguida bajo la Potencia de la Voluntad Divina, así que cada vez que te dispones a vivir en mi Querer, te dispones a sufrir el martirio de tu voluntad. Mira entonces qué significa vivir, fundirse en mi Voluntad: ‘Ser el mártir continuado de mi Voluntad Suprema.’ ¿Y a ti te parece poco y cosa de nada?» (17-27)
Estaba según mi costumbre fundiéndome en el Santo Querer Divino, para luego hacer mi adoración a mi crucificado bien, y como más de un vez mientras estaba haciendo mis actos en el Querer Supremo me había sorprendido el sueño, lo que antes jamás me sucedía, por eso no habiendo cumplido lo uno ni hecho la adoración, dije entre mí: “Primero hago la adoración al crucifijo, y si no me sorprende el sueño me fundiré en el Querer Divino para hacer mis acostumbrados actos”. Pero mientras esto pensaba mi dulce Jesús ha salido de dentro de mi interior, y poniendo su rostro junto al mío me ha dicho:
“Hija mía, quiero que primero te fundas en mi Querer, que vengas delante a la Majestad Suprema para reordenar todas las voluntades humanas en la Voluntad de su Creador, para reparar con mi misma Voluntad todos los actos de las voluntades de las criaturas opuestos a la mía. Voluntad ha salido de Nosotros para divinizar a la criatura, y voluntad queremos, y cuando esta Voluntad es rechazada por ellas para hacer la propia, es la ofensa más directa al Creador, es el desconocer todos los bienes de la Creación y alejarse de su semejanza. ¿Y te parece poco que tú, fundiéndote en mi Voluntad tomes como en tu regazo toda esta Voluntad mía, que si bien es una, a cada criatura lleva su acto divinizador y tú, reuniéndolos todos juntos estos actos de mi Voluntad me los traes ante la Majestad Suprema para corresponderlos con la tuya junto a la Mía, con tu amor rehaciendo todos los actos opuestos de las criaturas, y tomada esta mi misma Voluntad, que sorp renda de nuevo a las criaturas con actos mas repetidos, a fin de que la conozcan, la reciban en ellas como acto primero, la amen y cumplan en todo esta Santa Voluntad? La adoración a mis llagas más de uno me la hace, pero devolver los derechos a mi Voluntad como acto primero que hice hacia el hombre, no me lo hace ninguno, por eso te toca a ti, que tienes una misión especial en mi Voluntad, el hacerlo. Y si mientras esto haces te sorprende el sueño, nuestro Padre Celestial te mirará con amor al verte dormir en sus brazos, viendo a su pequeña hija que aun durmiendo tiene en su pequeño regazo todos los actos de su Voluntad para repararlos, corresponderlos en amor y dar a cada acto de nuestra Voluntad el honor, la soberanía y el derecho que le conviene. Por eso, primero cumple tu deber, y después, si puedes, harás también la adoración a mis llagas”. (18-12)
Después de haber leído lo anterior, aparecen en la mente algunas preguntas: ¿Fundirse es un acto que debemos hacer en nuestro día? ¿Cuánto tiempo debe durar? ¿Y el resto del día qué debo hacer?
Al parecer son dos actos que parecen simultáneos, sin embargo el «GIRAR» no debería suspenderse, pues de hacerlo terminaría la vida en la Divina Voluntad, cosa que Jesús no quisiera que pasara. Pero aquí se nos pone el fundirnos como UN ACTO, el más importante, sí, pero no da la idea de continuidad.
Fundirse es la aceptación del intercambio de Vida con Jesús, lo que se continúa girando, y esto se puede llevar a cabo aunque estemos ocupados en nuestras acciones cotidianas, basta la intención NO RETRACTADA de vivir unido, fundido en Él.
El «FUNDIRSE» del que se habla aquí, es el detenernos por un tiempo X en nuestras actividades, y poner toda nuestra atención en la convivencia íntima con nuestro Creador, llevar a cabo un diálogo personal con Él. Esto es exactamente lo que Jesús hacía cuando se apartaba por las noches a “orar” a solas en el monte de los olivos, sin las interrupciones del mundo.
De esto deducimos que existen dos actos del «FUNDIRSE»: El primero es la decisión firme de intercambiar la Vida con Jesús, y que se continuará con el continuo girar, y que aunque se me llegue a olvidar, Él continuará haciendo lo que me correspondería hacer a mí, y una vez que advierta el olvido, haciendo el acto “actual” me lo dará como si no hubiera existido dicha omisión. El segundo es este momento de intimidad, sin distracciones.
No se nos olvide, el acto más importante de nuestro día es este «FUNDIRSE».
Quisiera retomar el tema del girar, pues al igual que cualquier otro tema de la Divina Voluntad, no se agota, y se puede hablar continuamente de ellos, sin llegar a término.
Se nos quiere dar como propiedad el Reino del Divino Querer, por lo que si queremos adquirirlo, forzosamente se nos darán también todas sus posesiones. Para hacerlo, lo primero que se debe hacer es recorrerlo, conocerlo, ser espectador y gozar de todo lo que la Divina Voluntad ha realizado, y esto obliga a quien lo quiere ceder a dar libertad de visitarlo, no sólo eso, sino que debe llevar de la mano a quien quiera poseerlo, para hacerle conocer todos los bienes que existen en él, la belleza de las plantas, la fertilidad del terreno, y esto sirve para enamorar a quien lo debe adquirir.
Ahora, quien debe adquirirlo es necesario que dé los anticipos, haga lo necesario para comprometer a aquél que debe ceder la propiedad, a fin de que no vaya a retractarse.
Pero como se trata de adquirir una posesión divina, dichos anticipos deben tener equivalencia divina, y es por esto que nuestro Dios, haciendo uso de su Amor y Bondad, pone a nuestra disposición lo que Él ha hecho, a fin de que la criatura se sirva de ello como garantía y compromisos para recibir un don tan grande.
Cuando el alma gira en la Creación y ve el cielo y se regocija al verlo tapizado de estrellas, el sol rebosante de luz, reconociendo al Fiat Divino palpitante en dichas obras, y corresponde haciendo salir de su corazón un pequeño amor que ama a Aquél que la ha amado tanto, su amor se imprime en el cielo, en la luz del sol, dándole a Su Creador como adelanto el cielo, las estrellas, y para sellar su compromiso le da el sol.
Basta que se posea como vida la Divina Voluntad, y todo es nuestro, de esta manera, girando en todas las cosas creadas, reconociéndolas como pertenencias de dicho reino y amando a nuestro Dios a través de ellas, tantas prendas de más damos, haciendo el compromiso, lo que compromete a Dios a disponer las cosas, a dar gracias y ayudas para dar como propiedad el gran don del Fiat Voluntas Tua como en el Cielo así en la tierra (esto es el reino).
Dios sabe que no tenemos obras qué darle, así que el Amor divino nos da sus actos en propiedad, los cuales servirán como moneda de valor divino, para poder comerciar con el Ser Supremo. Éstas deben ir selladas con el amor, y aunque nuestro amor es un pequeño amor, pero que se desprende del Amor Divino en el acto de crearnos, por eso tiene una partecita del Amor infinito de Dios, y cuando lo amamos, pone el infinito en actitud, y Él siente la fuerza de la partecita de este amor infinito, que saliendo a la luz manifiesta que lo ama en ella, se eleva, se extiende hasta la Trinidad y entra en el infinito de donde salió. Esto rapta a la Divinidad, y en este rapto dice:
«Nadie puede resistir a nuestro infinito Amor que sale de la criatura para amarnos» Dar nuestras obras, la creación toda, nos parece poco para corresponderla por este su pequeño amor, que aunque pequeño, tiene como propiedad una parte del infinito. Así que gira en todas nuestras obras, y ¡oh!, cómo es agradable la hermosa prenda del amor de criatura.
Y continúa diciendo: ahora, todo ha salido de nuestra Voluntad, por lo que puedes girar en todo, en la creación del hombre, y ahí conocerás lo que obró la potencia Creadora, y podrás conocer los mares de gracia, mares de santidad y amor que sacó de Sí, en los cuales lo creó. Podrás girar en el momento de la creación de la Virgen, en los mares de gracias que posee; girar en mi venida a la tierra, y en todas las obras que hice y en todo lo que sufrí; haciendo esto, pones por prenda a la Reina Madre, mi propia Vida junto con mis actos.
La Divina Voluntad es todo, y para donarse a la criatura debe ser reconocida, quiere obrar y negociar con ésta, y por cuántas más veces se gire en Ella, tanto más se verá obligada, iniciando la donación de sus bienes, que son todas sus verdades y conocimientos sobre Ella.
Esto es un giro, imaginemos qué hará cuando toda nuestra vida transcurra en este recorrer sus obras. Se apoderará de la Divinidad una locura de amor, lo que hará desahogar el Amor reprimido sobre la afortunada criatura.
Sesión 057
ALGO MÁS SOBRE EL «GIRAR»
Difícil el pensar acerca del intercambio de vidas con Jesús para llegar a vivir en el Reino del Querer eterno. Pero si resulta trabajoso esto, qué diremos de un llegar a poseer sus mismos actos.
Lógico pensarlo, pues lo que conforma la vida de cada “ser” son sus propios actos, y si se nos diera exclusivamente la vida sin actos, sería como un recién nacido, mejor dicho recién concebido, puesto que lo esencial para que exista dicho intercambio, es tener la vida pero completa. Yo le doy mi vida para que me asocie a su Pasión, depositándola en la cruz para que desaparezca todo aquello que me separa de Él, y poder absorber la nueva vida que nos deja a disposición, la Vida glorificada de su resurrección.
Esto por parte de nosotros, ahora veamos un poco lo del traspaso de sus obras a nosotros. Pero antes quisiera decir lo siguiente:
Si ya le di mi vida completa, me he quedado como dije anteriormente, como un “ser” recién concebido, sin ningún acto que pudiera revelar quién soy, me quedó el simple recipiente, con todas sus prerrogativas, pero vacío. Este vacío lo viene a llenar los actos de Jesús, los cuales tomando su puesto en la criatura le dan por derecho la posesión de la mismísima Vida Divina, y Ésta, en la criatura, es susceptible de crecimiento, de esta manera la criatura haciendo sus actos con esta Vida, los inserta en el acto único de Dios (Querer Divino), tomando como propios la magnificencia, los méritos y todo lo logrado por Jesús en su Vida en la tierra, y no sólo eso, sino que se une a los actos propios de las Tres Divinas Personas (creación, redención y santificación)
Todo lo que ha sido hecho por Dios no ha sido tomado por la criatura. Trabajos de Jesús.
«Hija mía, todo lo que ha sido hecho por nuestra Divinidad, tanto en la Creación como en la Redención y Santificación, no todo ha sido absorbido por la criatura, pero todo está en mi Divina Voluntad en acto de expectativa para darse a las criaturas. Si tú pudieses ver todo en mi Fiat Divino, encontrarías un ejército de actos nuestros salidos de Nosotros para darlos a las criaturas, pero como no reina nuestro Querer, no tienen ni espacio donde ponerlos ni capacidad de recibirlos. Esta milicia divina, desde hace veinte siglos está esperando ponerse en oficio de ejercicio para llevar a las criaturas los dones, las indumentarias, las alegrías y las armas divinas que cada acto nuestro posee, para hacer junto con ellos un solo ejército divino, una milicia celestial. Ahora, para hacer que el reino de nuestro Querer Divino reine en medio a las criaturas, es necesario que la criatura absorba en sí todos estos actos de la Divinidad, hechos por amor de ellas, y los absorba tanto en sí misma, de encerrar en sí todo lo que posee mi Fiat, asimilándolos y consumándolos en sí misma. Así que mi Divina Voluntad consumada en la criatura hará reentrar en ella todo este ejército divino, todos los actos nuestros salidos de Nosotros en la Creación, Redención y Santificación por amor de ellas; reentrarán en las criaturas y mi Divina Voluntad asimilada y consumada en ellas se sentirá triunfante y reinará dominante junto con nuestro ejército divino. Por eso Yo no hago otra cosa en ti, que hacerte beber a sorbos continuamente todo lo que por Nosotros se hizo y se hace en la Creación, en la Redención y en la Santificación, para poder decir de nuevo como dije en la cruz: ‘Todo está consumado, no tengo otra cosa qué hacer para redimir al hombre.’ Así repetirá mi Voluntad: ‘Todo lo he consumado en esta criatura, de modo que todos nuestros actos han sido encerrados en ella, no tengo otra cosa qué agregar, todo lo he consumado para que el hombre fuese restaurado y el reino de mi Divina Voluntad tenga su vida y su régimen como en el Cielo así en la tierra.’
¡Oh, si tú supieras cuántos trabajos estoy haciendo en el fondo de tu alma para formar este primer reino a mi Divina Voluntad! Porque cuando haya hecho el primero, de una pasará a la otra, de modo que mi reino será poblado más que todos los demás. Así que, es tanto mi amor en el formar este reino mío, que quiero encerrar en el alma donde debe reinar mi Divino Querer todo lo que Yo mismo hice en la Redención, lo que hace la Soberana Reina, agrega también lo que hicieron y hacen todos los santos, nada debe faltar en esta criatura de todas nuestras obras, y para hacerlo pongo en movimiento toda nuestra Potencia, Sabiduría y Amor.» (25-5)
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Cuando nosotros giramos, que ya hemos hablado sobre este “girar”, vamos tomando posesión de todo con lo que Él nos quiere dotar. Oigamos algo acerca de encerrar la creación:
«Hija mía, mi Amor me hace sentir la necesidad de hablar de la creación del hombre, toda la Creación está llena de nuestro Amor y dice, si bien en mudo lenguaje, y si no habla lo dice con los hechos, y es la más grande narradora de nuestro Amor hacia el hombre, y cuando en todo fue extendido nuestro Amor, de modo que no debía encontrar punto donde nuestro Amor no lo cubriera y corriera hacia él, y más que sol no lo flechara continuamente, cuando todo estuvo completo en la Creación, creamos al hombre, pero antes de crearlo, escucha la historia de nuestro Amor hacia él: Nuestra Majestad adorable había establecido el constituir al hombre rey de toda la Creación, darle el dominio sobre todo y hacerlo señorear sobre todas nuestras obras, pero para decirse verdadero rey, de hecho no de palabras, debía poseer en él todo lo que habíamos esparcido en la Creación, así que para ser rey del cielo, del sol, del viento, del mar y de todo, debía poseer dentro de él un cielo, un sol, y así lo demás, de modo que la Creación debía reflejar en él, y él debía, poseyendo las mismas cualidades, reflejar en la Creación y dominarla. En efecto, si no tuviera un ojo lleno de luz, ¿cómo podía gozarse la luz del sol y tomar de ella cuanto quisiera? Si no tuviera pies y manos para recorrer la tierra y tomar lo que la tierra produce, ¿cómo podría decirse rey de la tierra? Si no tuviera el órgano respiratorio para respirar el aire, ¿cómo podría servirse de él? Y así de todo lo demás.
Por eso antes de crear al hombre miramos toda la Creación, y en nuestro énfasis de amor exclamamos: ‘Cómo son bellas nuestras obras, pero entre todas haremos al hombre más bello, concentraremos todo en él, de modo que la Creación la encontraremos fuera y dentro de él. Y conforme lo íbamos modelando, así encerrábamos en él el cielo de la razón, el sol de la inteligencia, la rapidez del viento en el pensamiento; la extensión del espacio, la fuerza, el imperio en la voluntad; el movimiento en el alma, en la cual encerrábamos el mar de la Gracia, el aire celestial de nuestro Amor y todos los sentidos del cuerpo como la más bella floración. ¡Oh! hombre, cómo eres bello, pero no contentos con esto poníamos en él el gran Sol de nuestra Voluntad, y dándole el gran don de la palabra, a fin de que fuera con los hechos y con las palabras el elocuente narrador de su Creador; era él nuestra imagen, la cual Nosotros nos complacíamos en enriquecerla de nuestras más bellas cualidades. Pero no contentos de todo esto, fuimos presas de un Amor tan exuberante hacia él, que nuestra inmensidad lo envolvía por todas partes, dondequiera y a cada instante nuestra Omnividencia lo veía en cada cosa, y hasta en las fibras de su corazón nuestra Potencia lo sostenía, llevándolo por todas partes en nuestros brazos paternos; nuestra Vida, nuestro movimiento, palpitaba en su latido, respiraba en su respiro, obraba en sus manos, caminaba en sus pies, y llegaba a hacerse escabel hasta bajo sus pasos; nuestra paterna Bondad para tener al seguro a este nuestro amado hijo, lo ponía en condiciones de que él no se podía separar de Nosotros, ni Nosotros de él. ¿Qué más podíamos hacer y no hicimos? He aquí por qué lo amamos tanto, porque mucho nos costó, desembolsábamos por él nuestro Amor, nuestra Potencia, nuestra Voluntad, y poníamos en actitud nuestra Sabiduría infinita, y no queríamos otra cosa mas que nos amara y que libremente viviera en todo en nuestra Voluntad, y reconociera cuánto lo hemos amado y hecho por él. Estas son nuestras pretensiones amorosas, ¿quién, cruel, querrá negárnoslas? Pero ¡ay de Mí! Existe desgraciadamente quien nos las niega y forma sus notas dolorosas en nuestro Amor. Por eso sé atenta y tu vuelo en nuestra Voluntad sea continuo.»
Sesión 058
«Retomando los giros»
Tanto hemos hablado acerca de los giros, y sin embargo falta tanto, que si quisiéramos abarcarlo todo nos llevaría más tiempo del que podemos disponer en esta corta vida. Sin embargo creo necesario el poner los puntos que a mi parecer son relevantes, para hacer que nuestra vida en la Divina Voluntad se extienda más, y Dios así lo quiera y disponga, poder llegar al punto que Él se fijó para nosotros desde toda la eternidad.
Sabemos que el vivir en esta Voluntad es un intercambio de vida con Jesús, pero no nos ha quedado muy en claro el cómo se forma esta Vida (real) en nosotros, y recalco lo de “real”, porque no se trata de una vida mística como para aquellos que poseen su Gracia. Veamos, en las siguientes palabras queda muy bien definido el que desea tener su Vida “real” en el alma:
AL ALMA QUE VIVE EN MI VOLUNTAD LE ES NECESARIA MI VIDAREAL EN ELLA, DE OTRA MANERA, ¿CÓMO PODRÍA VIVIR DE MI QUERER?
De esta manera podemos asegurar que, si tenemos en nosotros la Vida “REAL” de Jesús, por fuerza debemos tener sus obras, ya que no son separables; Vida y obras van de la mano, si está una están las otras, no puede faltar ni siquiera una sola, puesto que el conjunto de ellas son las que forman la Vida. No hay vida sin obras.
Aceptado lo anterior, se comprenderá la insistencia de Jesús en que se gire en sus obras, pues el alma debe ir tomando éstas, pues es a través de ellas que se desarrolla la Vida, y que por la finitud de la criatura lo debe tomar poco a poco.
Este proceso se lleva a cabo con el continuo girar en las obras de Dios, o sea e su acto único, y a medida que lo hace, va engrandeciendo en sí la Vida Divina que le fue dada desde toda la eternidad. En la siguiente lectura Jesús lo va explicando, así que dejemos que sea Él quien nos narre esta faceta de los “giros”.
“Mi dulce Jesús con su fuerza raptora me atrae siempre en su adorable Voluntad, para hacerme recorrer la multiplicidad de sus obras, que parece que me esperan para darme alguna cosa de más de lo que me han dado, y yo quedo sorprendida de tanta bondad y generosidad divina. Y el amado Jesús para infundir en mí mayor amor y deseo de seguir los actos de la Divina Voluntad, me ha dicho…:
(Curioso, no sólo loque ella ya conoce y ha experimentado sobre los giros satisface a Jesús, sino que quiere estimularla de más, y la razón de ello lo conoceremos en seguida)
…“Hija bendita de mi Querer, cada vez que te elevas en Ella para unirte a cada acto que ha hecho, y al suyo unir el tuyo, el acto divino surge y te da un grado de gracia, de amor, de santidad, un grado de Vida Divina y de gloria; estos grados unidos forman la sustancia necesaria para formar la Vida Divina en la criatura: quién forma el latido, quién el respiro, quién la palabra, quién el ojo, quién la belleza, quién la santidad de Dios en el fondo del alma. Nuestros actos surgen conforme se acerca la criatura para dar lo que poseen, con ansia la esperan para ponerse en actitud de surgir para formar sus desahogos divinos, para ponerse y repetir los actos en ella. Así que quien se une con los actos de nuestra Voluntad Divina, nos da ocasión deponernos a trabajar, ¿pero para hacer qué cosa? Formar nuestra Vida con nuestro trabajo en la criatura. Tú debes saber que la criatura con elevarse en nuestra Divina Voluntad, deja todo y se reduce en su nada, esta nada reconoce a su Creador y el Creador reconoce la nada que sacó a la luz, no la nada llena de cosas que a Él no pertenecen, no, y encontrándola nada la llena del Todo. He aquí lo que significa vivir en mi Voluntad, despojarse de todo, y ligera volar al seno del Padre Celestial, para hacer que esta nada reciba la Vida de Aquél que la creó. Además de esto, nuestra Voluntad es nuestra Vida y nuestro alimento, y como Nosotros no tenemos necesidad de alimentos materiales, por eso Ella nos da el alimento de sus obras santas, y como la criatura es una de nuestras obras, queremos encontrar en ella nuestra Voluntad como vida, a fin de que no sólo ella, sino todas sus obras nos sirvan de alimento, y Nosotros por correspondencia le damos el alimento de las nuestras. Este alimentarnos de los mismos alimentos forma el acercamiento entre Dios y la criatura, este acercamiento produce paz, comunicación de bienes, inseparabilidad; parece que el aliento divino sopla en la criatura y el de ella en Dios, y los une tanto, de sentirse como si el aliento del uno fuera uno solo con el del otro. Por eso sucede un acuerdo de Voluntad, acuerdo de amor, de obras, sentimos aquel aliento que sacamos en la creación del hombre, que interrumpió al hacer su voluntad, renacido de nuevo en la criatura, nuestra Voluntad tiene virtud y oficio de regenerar en ella lo que ha perdido con el pecado, y de reordenarla como salió de nuestras manos creadoras”…
He aquí una faceta más del giro, no sólo posesionarse de las cosas creadas y de los actos de la Humanidad de Jesús, sino que estos son la materia prima que junto con el acto de la criatura formarán la Vida Divina y la harán crecer hasta donde nosotros queramos. Volviéndose alimento mutuo.
…Después de esto estaba girando en las obras de la Creación y Redención y mi Soberano Jesús ha agregado:
“Hija mía, nuestras obras sufren el aislamiento si no son reconocidas como obras hechas por amor de las criaturas, porque no hubo otro objetivo al crear tantas obras maravillosas en la Creación, que darles tantos testimonios de amor. Nosotros no teníamos ninguna necesidad, todo fue hecho con un amor intenso para ellas. Ahora, si este nuestro amor no es reconocido en cada cosa creada, nuestras obras quedan solas, sin cortejo, sin honores y como separadas de las criaturas, así que el cielo, el sol, las otras cosas creadas están solas, lo que Yo hice en la Redención, mis obras, mis penas, mis lágrimas y todo lo demás están aisladas. Ahora, ¿quién forma la compañía a nuestras obras? Quien las reconoce y girando en ellas encuentra nuestro amor palpitante para ella, que suspira su compañía para dar y recibir amor; tanto, que cuando tú giras en nuestra Voluntad para encontrar nuestras obras, y reconocer nuestro amor y poner el tuyo, me siento tan atraído que casi siempre te espero en cada obra para gozar tu compañía, tu cortejo, y me siento como correspondido por lo que he hecho y sufrido, y cuando alguna vez tú tardas en venir, Yo espero y me pongo a vigilar desde dentro de mis obras, para ver cuando estás por venir, para gozarme tu dulce compañía. Por eso sé atenta, no me hagas esperar”.
Entonces el “girar” proporcionará gozo a nuestro Dios, pues encontrará en la criatura su propia Vida y obras, logrando de esta manera hacer realidad lo que revelará a Luisa en los últimos volúmenes:
«Hija mía, hija amadísima de mi Voluntad, la razón, la causa, la finalidad por la que tanto suspiro que mi Divina Voluntad tome su puesto, su dominio y la haga de soberano en la criatura, es porque nuestro Ente Supremo va en busca de encontrarse a Sí mismo en la pequeñez humana. Piensa bien qué significa un Dios que va en busca de Sí mismo, pero, ¿dónde? ¿Tal vez en la extensión de los cielos? No. ¿En la inmensidad de la luz que llena toda la tierra? No. ¿Acaso en la multiplicidad de las aguas del mar? No. Sino en el pequeño corazón humano, queremos esconder nuestra Inmensidad, nuestra Potencia, nuestra Sabiduría y todo nuestro Ser Divino en la criatura; escondernos en las cosas grandes no es una gran cosa, pero en las pequeñas desahogamos más en amor, potencia, etc., y como podemos todo y hacer todo, nos deleita más y tomamos más gusto en el escondernos en la pequeñez humana que en las cosas grandes, y si no encontramos nuestra Voluntad en la criatura, no podemos ni buscarnos ni encontrarnos en ella, nos faltaría el lugar dónde poner todos nuestros atributos divinos, y se sentirían impotentes para esconder nuestra Vida Divina donde no está nuestra Voluntad. Mira entonces la razón por la que queremos, suspiramos que la criatura suspire y ruegue vivir del Querer Divino, es porque andamos en busca de Nosotros mismos en ella, y queremos encontrarnos como en nuestro propio centro. ¿Y te parece poco la gran ganancia que hacemos, la gloria, el honor que recibimos, que el pequeño corazón humano esconda nuestra Voluntad y a nuestra misma Vida para darnos duplicado amor, doble potencia, sabiduría, bondad, para ponerse en competencia con Nosotros mismos? Si esto no comprendes significa que aún eres ciega en los caminos interminables de mi Divina Voluntad. Ahora, si Nosotros con querer que nuestro Fiat reine en las criaturas, buscamos y encontramos a Nosotros mismos en ella, la criatura con quererla, se busca a sí misma en Dios y en Él se encuentra. Mira entonces qué intercambio, qué trabajo de ambas partes, qué estratagemas e ingenios amorosos, Dios que continuamente se busca en la criatura, ¿pero dónde se encuentra? En el centro de ella, así que se busca, se llama en donde su mismo Amor lo llama, donde su misma Vida reside; y la criatura imita a su Dios, gira y vuelve a girar, se busca y se vuelve a buscar, se llama y se vuelve a llamar, pero ¿dónde se encuentra? En el centro divino. (32-15)
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